A veces creía que los espíritus de sus antiguas novias vivían con él, en su casa. Y que cuando llegaba alguna nueva la iban volviendo loca poco a poco, hasta que se marchaba desesperada, como las anteriores. Como si su casa fuese una nueva versión del Hotel Overlook, el de El resplandor.
Sus amigos trataban de tranquilizarlo diciéndole que todo estaba en su cabeza.
Un día los espíritus le hablaron y se dio cuenta de que efectivamente las voces procedían del interior de su cabeza.
Terminó en un manicomio, y el día en que ingresó los vecinos aseguraron haber escuchado risas en su casa.
Risas femeninas.
Pero no estaban muertas...estaban de parranda.:-)
ResponderEliminarNo quiero meter cizaña, pero lo mejor que se puede hacer en esos casos es agenciarse un hacha.
ResponderEliminar