El judío eterno, de Fritz Hippler (1940)
Hitler no era un nacionalista alemán seguro de la victoria de su país que aspirara a ampliar el Estado alemán, sino un anarquista zoológico que creía que debía restaurar el orden natural de las cosas.
Timothy Snyder
La mayoría de los judíos del mundo se salvaron del Holocausto
simplemente porque el poder germano no llegó a los lugares donde vivían y
porque este no suponía ninguna amenaza para los Estados de los que eran
ciudadanos. Los judíos con pasaporte polaco estuvieron a salvo en los
países que reconocían el Estado polaco anterior a la guerra, mientras
que fueron asesinados en los países que no lo reconocían. Los judíos
estadounidenses y británicos estaban seguros, en principio, no solo en
sus países, sino en todo el mundo. Los nazis no se plantearon asesinar a
los judíos que disponían de pasaportes británicos o estadounidenses y,
salvo contadas excepciones, no lo hicieron. La supervivencia judía
dependía pues de la estatalidad. Como hemos visto, el genocidio se acercó al 100% de judíos asesinados en las zonas en las que el Estado fue doblemente destruido por los soviéticos y los nazis (Polonia y los países bálticos, que sufrieron una doble ocupación) y fue de un porcentaje muy elevado en las zonas de la URSS prebélica ocupadas por Alemania. El exterminio tendía a consumarse en el extremo
de la destrucción del Estado y apenas ocurría en el otro extremo, el de la
integridad del Estado, que fue el caso de Dinamarca. En el resto de países que fueron aliados de Alemania o que resultaron ocupados por ella (o ambas cosas), los nazis no lograron completar la Solución Final. Dichos países estaban en la zona intermedia entre los dos extremos que he mencionado, y la política alemana establecía que los judíos residentes allí tenían que ser extraídos, deportados y ejecutados. A pesar
de que en esos países se exterminó a una cantidad espantosa de judíos y
de que estos corrían una suerte mucho peor que sus conciudadanos,
la tasa no fue tan alta como en la zona de no estatalidad. La
escala del sufrimiento del pueblo judío -uno de cada dos fue asesinado-
sobrepasa la de cualquier otro colectivo durante la Segunda Guerra
Mundial. Con todo, la diferencia con la tasa de asesinatos en la zona de
no estatalidad -aquí, de cada veinte judíos diecinueve fueron
asesinados- es enorme y merece ser observada con atención.