Una de las calamidades que me ha traído esto de ser de ciencias es que mi vida amorosa, hasta ahora, siempre se ha regido según el método científico: prueba y error.
viernes, 25 de septiembre de 2015
martes, 22 de septiembre de 2015
lunes, 21 de septiembre de 2015
El maltrato
-Buenas. Me gustaría saber cuánto me costaría despreciarle, humillarle, gritarle o insultarle un rato.
-Oh, por favor, nada en absoluto. Encima de que se toma la molestia.
-Ah, perfecto. Pues vamos allá.
viernes, 18 de septiembre de 2015
Las madres solas
Las ves en la compra, por la calle, en el parque, en el hospital, con su hijo en brazos o empujando el cochecito, haciendo mil cosas a la vez con una naturalidad increíble. Cuidan de su niño, juegan con él, lo educan, lo ven crecer, trabajan, luchan, ligan, salen adelante, y sonríen siempre como si los problemas no importaran.
Qué tiernas y a la vez qué admirables me parecen. Ojalá tuvieran menos obstáculos y más motivos para sonreír de verdad.
jueves, 17 de septiembre de 2015
De madrugada
Es madrugada y estamos en la cama. Afuera llueve y sopla el viento, señal inequívoca de que el verano se ha ido y con él las vacaciones, por desgracia. Sueño que navego en un frágil esquife sin más compañía que las olas, haciendo frente a los elementos que amenazan con echarme al agua y que me ahogue irremediablemente. Suena un ruido estridente y pienso que el cielo ha caído sobre mi cabeza, como si fuera un galo de la aldea de Astérix, pero no es más que la alarma de tu móvil, que me despierta sin ninguna consideración. La cosa me fastidia bastante, porque me cuesta mucho conciliar el sueño últimamente. Bueno, digamos que me cuesta mucho conciliar el sueño en general. Siento el impulso de decirte que hagas el maldito favor de no dejar la alarma puesta a esas horas nunca jamás, al menos cuando duermas conmigo, pero entonces abro los ojos y te veo. Te veo cómo te incorporas con tu carita de dormida y apagas tranquilamente ese molesto sonido, y cómo luego te acercas y me abrazas. Sin pronunciar una palabra nos besamos, nos tocamos por todas partes y, claro, terminamos follando como si no hubiera un mañana. Después seguimos abrazados y nos volvemos a dormir. Y así, sin querer, evitamos una discusión absurda transformando el hastío y la tensión en sexo y ternura. Sin darnos cuenta conseguimos que los roces sean caricias y no peleas.
Y al día siguiente pienso, como otras veces, en la suerte que tengo de estar contigo.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
sábado, 12 de septiembre de 2015
Hablar demasiado
El Tío Sam mandando callar durante la Segunda Guerra Mundial (por León Helguera)
Hay miles de cosas que se dicen muy a la ligera. Como "te quiero" o "tengo mi propio negocio", por ejemplo. Antes de abrir la boca uno debería asegurarse de que son ciertas, o de lo contrario puede dar lugar a tremendas confusiones, engañándose a sí mismo y, lo que es peor, a los demás.
Querer a alguien o llevar un negocio no son tareas fáciles ni baladíes. Ilusionarse con ello sí. Pero recordemos la primera definición que nos da la Real Academia Española de la palabra ilusión:
Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
Qué tentador es dejarse querer a cambio solo de bonitas palabras, preocupándonos mucho más de cuánto recibimos que de lo que damos. Qué sugerente es pensar que uno puede forrarse de pasta sin depender de nadie, compatibilizando sin problemas la vida personal y la profesional, teniendo libertad de horarios, dedicándole un mínimo esfuerzo, incluso trabajando desde casa. Qué fácil es vivir en el mundo de las ilusiones, es decir, el de la fantasía y las mentiras. Por un tiempo, eso sí, porque los engaños no suele durar para siempre.
Si en la guerra hay que callar para no revelar la verdad al enemigo, en muchas ocasiones conviene mantener la boca cerrada para no mentirnos a nosotros mismos ni estafar a los que tenemos al lado.
PD: Otro día hablaré del negocio del amor, que es un tema con mucha enjundia.
viernes, 11 de septiembre de 2015
La historia clínica
-¿Toma algún medicamento?
-No. Bueno, una pastilla para dormir.
-¿Y ninguno más?
-Bueno, y para el colesterol. Y luego la de la tensión. Y para la próstata. Y la del ácido úrico.
-¿Fuma?
-No. Seis o siete cigarrillos al día, como mucho.
-¿Bebe?
-No.
-¿Nada?
-Bueno,
lo normal: un poco de vino con las comidas. Algún carajillo por las
mañanas. Y alguna cerveza antes de comer, o por la tarde. Pero vamos,
nada. Y luego el fin de semana sí bebo algo más. Pero poca cosa.
Tenemos a un paciente polimedicado, fumador y alcohólico crónico que padece un serio trastrono de negación de la realidad.
Todo un clásico.
domingo, 6 de septiembre de 2015
Tu propio negocio
Tratar de ser un empresario de éxito -de forma honrada y legal- es fascinante. Te da poderes sobrenaturales, como por ejemplo la capacidad de tener sudores fríos a pesar de que haga un calor asfixiante. Uno se siente como Alfredo Linguini, el inexperto chaval de la peli Ratatouille, aunque sin una rata en la cabeza que le diga lo que tiene que hacer.
Tratar de ser un empresario de éxito de momento me está suponiendo un montón de queyaesdecires, a saber:
-Dormir menos (que ya es decir).
-Más estrés (que ya es decir).
-Muchos más gastos (que ya es decir) sin que aumenten las ganancias (que ya es decir).
-Darle más vueltas aún a todo lo que tengo en la cabeza (que ya es decir).
-Y hablando de la cabeza, que se me caiga más el pelo (que ya es decir).
¿Valdrá la pena?
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