Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.
RFA
Konrad Adenauer (1876-1967), primer canciller de la República Federal Alemana, siempre
fue partidario de Occidente. Tan es así que en los años veinte, mientras era
alcalde de Colonia, se mostró a favor de
la creación de un Estado renano separado de Prusia. Para Adenauer, Occidente y
todo lo que según él representaba (cristianismo, civilización, democracia,
libertad), se detenían en el Elba. Ni los romanos ni Carlomagno habían llegado
apenas más allá, y por tanto al este del Elba estaban los bárbaros, la tierra
de la tiranía y la guerra: "Asia". Según decía en aquella época,
cuando viajaba en el tren nocturno de Colonia a Berlín y cruzaba el Elba, ya no
podía dormir. La Alemania que Adenauer consideraba como propia era, por tanto, la Occidental.
En ese sentido,
tanto el Tercer Reich como la URSS pertenecían a "Oriente" (o
"Asia").
Con esa mentalidad,
Adenauer fue el canciller alemán perfecto para los Estados Unidos en los primeros
años de la Guerra Fría, ya que le interesaba mucho más la alianza con
Occidente, la integración en la OTAN y en la futura CEE, que la unidad de
Alemania. Del mismo modo, aquel contexto le vino bien a Adenauer
para poner en práctica sus ideas.
A los soviéticos, sin embargo, no les ocurría lo mismo. Stalin era partidario de una Alemania unida y neutral, de modo que en 1949, ante la creación de la RFA, tuvo que autorizar con poco entusiasmo la formación de la RDA. La desgana del dirigente soviético era lógica: la URSS había desmantelado las fábricas de Alemania Oriental, de modo que casi toda la industria germana que quedaba, y la mayor parte de la población, estaban en el lado occidental. Los capitalistas se quedaban con casi todo el pastel y los comunistas tenían que conformarse con una región, en aquel momento, básicamente agrícola.
En 1952 Stalin insistió:
propuso a Occidente reunificar Alemania y que ésta permaneciera neutral, de
igual modo que ocurriría con Austria, que también tuvo cuatro zonas de
ocupación tras la guerra y que se convertiría en un Estado neutral en 1955.
A los líderes
occidentales la oferta soviética no les gustó nada, y a Adenauer menos.
Pensaban que Stalin no era sincero y que su propuesta no era más que una
argucia para terminar controlando toda Alemania.
Lógicamente, tenían
mucho más que perder que los soviéticos. En vista de ello, supeditaron la
reunificación alemana a la celebración de unas elecciones libres en todo el
país. Aquella contrapropuesta occidental fue rechazada por los comunistas, que
temían no contar con demasiado apoyo popular en Alemania y que, por tanto, todo
el país en bloque terminara en el otro bando.
De esa forma,
Alemania permaneció dividida, y la memoria del nazismo también.
Los nazis más importantes
fueron juzgados en Núremberg, tras la guerra, pero seguramente los alemanes no
habrían tomado conciencia de los crímenes del Tercer Reich si no hubiera habido
bastantes años después otros procesos. En la época en que se celebraron los
Juicios de Núremberg, los alemanes vivían en un país arrasado y estaban
hambrientos, es decir, tenían otras cosas de qué preocuparse. Además, en cierto
sentido esos juicios tuvieron un tono de venganza, porque los vencedores de la
contienda, que se habían erigido en jueces, también podían ser acusados de unos
cuantos crímenes: el recuerdo de los bombardeos aliados y de las atrocidades
soviéticas estaba muy fresco en Alemania. Lo que diferenciaba a los nazis de
sus enemigos era el Holocausto, el genocidio que habían cometido, pero aquello no
había sido en absoluto el motivo del esfuerzo bélico aliado ni el principal
objeto del tribunal de Núremberg. Asimismo, los crímenes nazis se habían
castigado sólo después de la guerra y por causa de ésta, como si el Holocausto
no se hubiera originado antes. Para colmo, la mayoría de la población alemana
adujo ignorancia respecto a dichos crímenes tras la contienda.
Para que los Juicios de Núremberg y otros procesos
celebrados por los vencedores inmediatamente después de la guerra no parecieran
simplemente propaganda o venganza a ojos de los alemanes, y para que el
Holocausto se incrustase definitivamente en su conciencia colectiva, fueron
fundamentales otros procesos posteriores que, esta vez, celebraron los propios
germanos. El segundo juicio de Auschwitz, celebrado en Fráncfort entre 1963 y
1965 (el primero fue en Polonia, en 1947, y todavía hubo un tercero celebrado
también en Fráncfort, en 1977), y el tercer juicio de Majdanek, celebrado en
Düsseldorf entre 1975 y 1981 (los dos anteriores fueron en Polonia, en 1944 y
entre 1946 y 1948, respectivamente), tuvieron una repercusión mucho mayor para
los alemanes occidentales que los procesos llevados a cabo por los Aliados,
incluyendo los de Núremberg.
Wilhelm Boger durante el segundo juicio de
Auschwitz, en Fráncfort. Fue condenado a cadena perpetua debido a su
especialidad: torturar a los prisioneros. Murió en prisión en 1977.
Hermine Braunsteiner durante su juicio en
Düsseldorf tras ser extraditada de los Estados Unidos. Trabajó en el campo de
exterminio de Majdanek. Se la apodaba La Yegua porque tenía unas botas con
refuerzos metálicos con las que acostumbraba a patear a las presas hasta
matarlas. Participó en las selecciones de mujeres y niños que eran enviados a
la cámara de gas. Condenada a cadena perpetua en 1981, fue puesta en libertad en 1996 por problemas de salud. Murió en
1999.
En los años sesenta el milagro alemán ya
era un hecho, Alemania Occidental se había recuperado con creces y una nueva
generación había crecido tras la guerra. Esa nueva generación prestó mucha más
atención a los procesos contra los nazis que la que habían prestado sus padres
a los Juicios de Núremberg. Además, pasaba otra cosa. Los procesados en
Núremberg habían sido grandes dirigentes hacia los cuales era fácil para la
gente corriente establecer distancias. Pero los procesados en Fráncfort y
Düsseldorf eran precisamente gente corriente, personas mediocres y estúpidas a
las que se les había dado un poder ilimitado sobre miles de esclavos. Mirando a
la cara de Boger, Braunsteiner y otros criminales juzgados entonces, cualquiera
se podía dar cuenta de que en otras circunstancias podían haber sido unos
vecinos más o esas personas con las que uno se cruza por la calle cada día.
No obstante, los juicios no facilitaban la
tarea de entender a los criminales, en ellos no se buscaba explicar por qué las
circunstancias habían llevado a esas personas a cometer unos actos tan
brutales. Los juicios separaban los crímenes de su contexto histórico y sólo
tenían en cuenta los primeros, de modo que no servían como lecciones de
historia. Pero contribuyeron enormemente a despertar las conciencias del pueblo
alemán.
Paralelamente a los procesos de los
criminales nazis, se llevaron a cabo una serie de operaciones más o menos
encubiertas que ponen de manifiesto la hipocresía de la política de los Estados
Unidos y el bloque occidental: hoy sabemos que gracias a la Guerra Fría muchos
nazis se fueron de rositas.
Los intentos de las fuerzas de ocupación
para "desnazificar" Alemania empezaron a diluirse a finales de los
años cuarenta, cuando el comienzo de la Guerra Fría fijó otras prioridades (la
carrera en busca de los científicos e ingenieros alemanes expertos en armamento
comenzó antes incluso de la rendición germana). Esto hizo que para los
propagandistas de la RDA, su homóloga occidental, olvidadiza, capitalista y
próspera, fuese en realidad la continuación del Tercer Reich. De vez en cuando se
publicaban en Alemania Oriental listas con nombres de antiguos nazis que
estaban prosperando en el Oeste. Muchas de esas listas eran asombrosamente exactas.
No se decía nada, sin embargo, de los miles de ex nazis que encubrieron las autoridades comunistas.
Ya hablamos anteriormente de Hans Globke,
pero entre los nazis que hiceron carrera en Occidente gracias a la Guerra Fría
es también muy conocido el caso de Reinhard Gehlen.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el
general Gehlen fue jefe de una agencia de inteligencia de la Wehrmacht llamada Fremde
Heere Ost (FHO, Ejércitos Extranjeros Este) dedicada a reunir información sobre
los soviéticos. Para ello contaba con una amplia red de agentes tras las líneas
enemigas, que seguía operativa en 1945 (la campaña del Frente del Este ha sido
la mayor guerra de servicios de inteligencia de la historia contemporanea).
Gehlen se dio cuenta de que la guerra en el frente oriental estaba perdida,
entre otras cosas por la brutal política de ocupación nazi que estaba
eliminando el entusiasmo que habían tenido no pocos soviéticos al principio de
la campaña al creer que los alemanes venían a liberarlos de la tiranía de
Stalin. Cada vez más antihitleriano, estuvo en contacto con los conspiradores
que trataron de matar al Führer, pero nunca llegó a comprometerse con ellos, lo
que le libró de ser detenido por la Gestapo. En abril de 1945 fue destituido
por Hitler después de que entregara unos informes "derrotistas" (o
sea, realistas) sobre el Ejército soviético.
Anticipándose a la Guerra Fría y previendo
que sus conocimientos sobre la URSS podrían ser muy útiles a los
estadounidenses en un futuro inmediato, Gehlen hizo microfilmar los archivos de
FHO y enterró todo el material en los Alpes.
En mayo se entregó a los yanquis y les hizo
su oferta: sus archivos sobre la Unión Soviética y su cooperación a cambio de
su libertad y la de sus colaboradores. Los acuerdos de Yalta obligaban a los
aliados occidentales a entregar a la URSS cualquier información sobre la misma
que hubieran obtenido de los servicios de inteligencia del Eje, pero el gran
interés que mostraron los soviéticos por Gehlen convenció a los estadounidenses
de que no debían hacerlo ya que quizá ellos podrían sacar provecho de esa
fuente. Allen Dulles, por entonces perteneciente a la OSS y futuro director de
la CIA, se mostró a favor de emplear los archivos de Gehlen.
A finales del verano de 1945, Gehlen y sus
colaboradores llegaron a los Estados Unidos. Los yanquis tenían interés en la
información sobre los soviéticos, pero se resistían a montar una red de
espionaje contra quienes todavía eran sus aliados. La resistencia mostrada por
la URSS a desocupar Irán durante la crisis que hubo en ese país a inicios de
1946 (resistencia debida al afán soviético de obtener allí concesiones
petrolíferas), marcó un punto de inflexión en la percepción estadounidense de
su, hasta hacía poco, aliado soviético. La crisis de Irán fue una de las
primeras tensiones entre EEUU y la URSS tras la Segunda Guerra Mundial. La
Guerra Fría ya era una realidad.
En julio de 1946 Gehlen regresó a Alemania
y empezó a trabajar con cerca de 350 hombres, la mayoría de ellos antiguos
colegas recogidos de varios campos de internamiento. "Ignoro si es un
canalla", se cuenta que dijo Dulles. "Hay pocos arzobispos en el
espionaje. Él está en nuestro bando y esto es lo único que importa, no es
necesario que Gehlen sea admitido en el club de uno". En esa época se
creía que era legítimo "utilizar a Belcebú para eliminar a
Satanás", en palabras del historiador Trevor-Roper.
El acuerdo entre Gehlen y los yanquis
incluía la promesa de que no contratase a antiguos miembros de las SS o del SD
para su organización, ya que esas personas eran consideradas criminales.
Finalmente, contrató a antiguos miembros de las SS y del SD. En poco tiempo su
organización, que llevaba su nombre y que era conocida como la "Gehlen Org", o simplemente como la "Org", se convirtió en un refugio de ex
nazis. Con su cuartel general en Pullach, al sur de Múnich, la Org encubrió sus
operaciones bajo la legalidad de una empresa para el desarrollo industrial del
sur de Alemania. Llegó a contar con más de 4.000 agentes.
La CIA continuó manteniendo a Gehlen hasta
abril de 1956. En ese momento, la Org se convirtió en el Bundesnachrichtendienst
(BND), el Servicio Federal de Información, o sea, el servicio de inteligencia
de la República Federal Alemana. Gehlen fue su primer presidente.
En los años sesenta se descubrió que los
soviéticos se habían infiltrado en el BND a través de algunos ex nazis que
habían actuado como agentes dobles y se habían dedicado a suministrar
información falsa a sus jefes occidentales. Esto terminó forzando a dimitir a
Gehlen en 1968, eso sí, con una condecoración, una pensión del gobierno federal
alemán y otra (supuesta) de la CIA.
Murió en 1979 a los 77 años.
Desde luego no se puede negar que fue un
tipo inteligente que consiguió todo lo que se propuso, incluyendo el empleo de
la Guerra Fría en beneficio propio.
Entre los nazis más famosos -y a la vez más
despreciables- reclutados por la Org de Gehlen estuvo el austriaco Alois Brunner.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Brunner
dirigió el campo de concentración de Drancy, en Francia, y se convirtió en la
mano derecha de Adolf Eichmann. Se encargó de las deportaciones de judíos de
Francia, Eslovaquia, Austria y Grecia. Responsable de la muerte de decenas de
miles de personas, Brunner es uno de los peores criminales nazis.
Condenado por sus crímenes a muerte in
absentia en Francia en 1954, encontró refugio entre el personal de la Org, que
lo envió a Siria. Allí, bajo el seudónimo de Georg Fischer, se convirtió en
consejero del régimen, que siempre lo protegió de los investigadores y los
cazadores de nazis. En 1961 y 1980, un par de sendas cartas bomba que le envió
el Mosad hicieron que perdiera un ojo y varios dedos.
En los años ochenta fue entrevistado un par
de veces. No sólo no se arrepintió de sus crímenes, sino que además se lamentó
de no haber asesinado a más judíos y aseguró que lo volvería a hacer.
En 1996 surgieron rumores de que había
muerto, pero hoy sigue en busca y captura (en 2012 habría cumplido cien años).
Actualización de febrero de 2017: parece ser que Alois Brunner murió en un calabozo sirio en 2001.
Actualización de febrero de 2017: parece ser que Alois Brunner murió en un calabozo sirio en 2001.
Sin embargo, los tratos de los yanquis y el
BND con otro criminal nazi fueron aún más repugnantes, si cabe.
Klaus Barbie,
el "Carnicero de Lyon", fue jefe de la Gestapo en dicha ciudad
desde diciembre de 1942 hasta mediados de 1944. Desde aquel puesto, deportó a
miles de personas a los campos de exterminio, incluidos los famosos cuarenta y cuatro niños de Izieu.
Además, fue responsable de la tortura y la
muerte de otros miles de personas, entre las que destaca Jean Moulin, líder de
la resistencia francesa.
Tras la guerra se escabulló en Alemania,
pero en 1947 fue reclutado por el Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército de
los Estados Unidos (CIC). Los yanquis, que sabían perfectamente de todo lo que
era responsable, lo protegieron con el argumento de que su "valor como
informante supera cualquier utilidad que pueda ofrecer en prisión". Esto
se supo en Francia, un país que tenía bastantes cuentas pendientes con este
señor y que pidió su extradición. En vista de ello, en 1951 el CIC facilitó la
huída de Barbie y su familia a Argentina, con la ayuda de un sacerdote croata
ustacha llamado Krunoslav Draganović. Dicho sacerdote se dedicó tras la
guerra a conceder salvoconductos a través del Vaticano a unos cuantos fascistas
yugoslavos, incluyendo el dictador croata Ante Pavelić. Paradójicamente,
Draganović terminaría viviendo en la Yugoslavia de Tito a quien brindó unos
calurosos elogios en una rueda de prensa celebrada en 1967.
Klaus Barbie, ahora llamado Klaus Altmann,
pasó de Argentina a Bolivia. Allí, protegido por sucesivos dictadores, llevó
una oscura vida en la que se le relaciona con el narcotráfico, el tráfico de
armas e incluso con la captura y muerte del Che Guevara. Por lo visto, en esa
época también fue reclutado por el BND de Gehlen.
En 1971, Barbie fue localizado en Bolivia
por los cazadores de nazis Serge y Beate Klarsfeld, y Francia consiguió por fin
extraditarlo en 1983. Fue juzgado y condenado a cadena perpetua en 1987 por
crímenes contra la humanidad. Murió en prisión en 1991.
Precisamente en ese año
se descubrió que Barbie no había sido el único criminal nazi que había
trabajado al servicio de los Estados Unidos. No había sido una excepción.
La Operación Overcast,
más tarde Paperclip, tuvo como fin emplear a, como máximo, 350 grandes
científicos alemanes, como ayuda en la lucha contra Japón. Más tarde, cuando la
tensión con la URSS aumentó, el programa se amplió. Finalmente fueron más de
700 científicos nazis y sus familias los que se trasladaron a los Estados Unidos.
Todos conocemos a Wernher von Braun, el hombre que llevó a los EEUU a la Luna. Durante la Segunda
Guerra Mundial, él y su equipo fueron responsables del desarrollo del misil
balístico alemán V-2, que se lanzó principalmente contra Londres y Amberes matando
a miles de personas. Sin embargo, se dice que murieron aún más personas
construyendo estos misiles en la fábrica subterránea de Mittelwerk, donde
procedentes del campo de concentración de Mittelbau-Dora fueron empleadas como
esclavas.
En septiembre de 1945,
justo después de Gehlen y sus colaboradores, Braun y un pequeño equipo llegaron
también a los Estados Unidos con expedientes aseados. En los meses siguientes
les siguieron más de cien técnicos en cohetes.
El doctor Hubertus Strughold es también conocido como el "Padre de la Medicina
Espacial". Llegó a Estados Unidos en 1947. Por su trabajo allí, entre
otros honores recibió la medalla de las Hijas de la Revolución Americana (DAR),
ocupó un lugar en la galería de personajes famosos de la investigación espacial
del Museo de Historia Espacial de Nuevo México, y la biblioteca de la Escuela
de Medicina Aerospacial, en la base de la Fuerza Aérea de Brooks, Texas, llevó
su nombre.
Murió en 1986, pero en
los años noventa se descubrió que para sus experimentos revolucionarios sobre
la resistencia de los pilotos, los efectos de la aceleración, la presión, la
falta de oxígeno, los cambios violentos de temperatura y otros peligros de la
aviación, Strughold había empleado a los presos del campo de concentración nazi de Dachau.
Los honores le fueron
retirados, los últimos en una fecha tan cercana como 2006.
Otto Ambros fue un
prominente químico de IG Farben, la empresa fabricante del Zyklon B. Experto
en armas químicas, bajo su dirección se desarrolló el gas sarín y el soman.
También supervisó la fábrica de caucho sintético de Monowitz, que formó parte
del complejo concentracionario de Auschwitz. Probó sus venenos y productos
químicos en los presos y fue condecorado por los nazis.
En 1945 fue detenido por
los estadounidenses. Juzgado y condenado a ocho años en Núremberg por
esclavismo y asesinato en masa, en 1948, fue puesto en libertad en 1951 y se
convirtió en asesor de empresas químicas y del propio Konrad Adenauer. Cuando
murió, en 1990, la empresa BASF (que había formado parte de IG Farben) le
dedicó un elogioso obituario: "Un impresionante empresario de gran carisma".
Y entre los nazis
reciclados tras la Segunda Guerra Mundial no podemos dejar de mencionar a Otto Skorzeny, el famoso oficial de las Waffen-SS involucrado en operaciones
especiales, entre las que estuvo el rescate de Mussolini, en 1943.
Juzgado tras la guerra,
no se le pudo acusar de ningún crimen.
En 1948 escapó (según él
con ayuda de los propios estadounidenses, que lo habían mantenido preso hasta ese
momento) y terminó instalándose en España, desde donde coordinaba las
operaciones de la organización ODESSA, que prestaba auxilio a antiguos nazis,
mientras aparentaba ser un próspero hombre de negocios. Sus buenas relaciones
tanto con el régimen franquista como con el matrimonio Perón facilitaron la
huida a Sudamérica de cientos de nazis.
Como miembro de la organización de Gehlen, Skorzeny fue enviado a Egipto en 1953 donde, junto a
otros nazis, entrenó a combatientes egipcios y palestinos (entre los que estaba
un tal Yasir Arafat) y se convirtió en asesor de Nasser. Paradójicamente, años más tarde trabajaría para el Mosad , seguramente a cambio no ser perseguido por Israel, como otros antiguos nazis.
En Madrid dio amparo a la
organización neonazi CEDADE. Murió en dicha ciudad en 1975.
En 1999, durante la
presidencia de Bill Clinton, el Gobierno de Estados Unidos creó un grupo de
trabajo denominado The Nazi War Crimes and Japanese Imperial Government Records Interagency Working Group (IWG), destinado a investigar las conexiones entre
los servicios de inteligencia nacionales y los antiguos nazis. Hasta 2005, el
IWG analizó unos ocho millones de documentos procedentes de diferentes
servicios de inteligencia y llegó a la conclusión de que cinco antiguos
colaboradores de Adolf Eichmann habían trabajado para la CIA, otros 23
conocidos nazis habían sido reclutados por la misma agencia y alrededor de un
centenar de la Org de Gehlen habían pertenecido a la SD o la Gestapo.
Además, tanto la CIA como
el BND tuvieron constancia durante los años cincuenta de que Eichmann se
encontraba en Argentina, pero prefirieron ocultarlo.
En su libro Alliance of enemies (traducido en
España como "Alianza contra Hitler"), Agostino von Hassell y Sigrid
MacRae explican esta realpolitik característica de la Guerra Fría de la siguiente
manera:
Harry Rositzke, el otrora jefe de las
operaciones secretas en la URSS, lo expresó como sigue: "Sabíamos lo
que estábamos haciendo ... utilizábamos a cualquier hijo de puta con tal de que
fuera anticomunista." Se seguía un enfoque estrictamente utilitarista
que "implicaba que uno no inspeccionara sus credenciales muy al
detalle". Cuando incluso una mirada superficial revelaba algo que no se
deseaba conocer, por ejemplo un pasado nazi particularmente desagradable, el
anticomunismo lo borraba todo de un modo eficaz. Y había otras alternativas. En
los casos de los científicos deseados con un pasado nazi ferviente o brutal, el
nombre del "activo" simplemente se borraba de las listas de los
internos en los campos norteamericanos en Alemania. Con esta artimaña, el
científico o "cerebro selecto" captivo o bien ya no existía o bien
seguía desaparecido.
Entonces el nombre del científico, o del activo
deseado en cuestión, podía aparecer en una nueva y limpia solicitud de visado
para conseguir un empleo en Estados Unidos a través de una red clnadestina que
servía para introducir a agentes en las zonas conflictivas o sacar de las
mismas a los fugitivos. Como es lógico, la presión para mantener esas
operaciones en secreto era considerable. Algunos científicos americanos habían
protestado, y podría cundir el pánico entre la ciudadanía si trascendiera que
en el país vivían nazis conspicuos. Era conveniente correr un tupido velo sobre
estos casos. Este secretismo en parte todavía persiste.
Continuará...
ResponderEliminarhttps://www.elperiodico.com/es/internacional/20191221/el-pasado-nazi-que-siempre-vuelve-7784159