Brisa de octubre. Nada sobre mis hombros salvo la oscuridad. Salgo a dar una vuelta por la noche otoñal a reflexionar sobre mi existencia, o a ver si me doy de bruces con el amor de mi vida, ya puestos, como en las películas. Sin embargo, como soy prisionero del pasado, acabo pensando en las mujeres con las que he podido dar algún paseo nocturno para contemplar la luna o algo así, que es una actividad que últimamente está muy de moda, por cierto. Pero ahora mismo no recuerdo haber hecho nada parecido con ninguna. Estoy convencido de que ha ocurrido en alguna ocasión, pero la he olvidado. Cosa rara en mí, que soy muy de recordar episodios entrañables de historias terminadas que vuelven así a mi cabeza para torturarme.
Si bien no soy supersticioso, me da por imaginar que acaso sea el influjo mágico de la luna el que me acaba de borrar unos cuantos bonitos recuerdos que podían hacerme daño. O tal vez sea una demencia prematura, aunque prefiero la primera explicación. En todo caso decido prolongar esta fase lunar de mi vida y continuar deambulando bajo nuestro luminoso satélite cada noche.
Y después, me vuelvo a casa.
Esta historia está inspirada en hechos reales y también en esta magnífica canción de Loquillo, escrita por Sabino Méndez:
Esta historia está inspirada en hechos reales y también en esta magnífica canción de Loquillo, escrita por Sabino Méndez:
Mi madre dice que a la Luna no se la mira, que te miente...
ResponderEliminarBueno, pero es fácil pillarle el truco. Mucho peor es el sol, que te deja ciego.
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