La mitad del menaje de
su casa la habían dejado allí las chicas que habían vivido con él y que, una
tras otra, le habían ido abandonando.
A veces veía su hogar
como un museo de su propia vida, en el que él mismo podía hacer de guía e ir
explicando a los visitantes de dónde provenían –o mejor dicho, de quiénes-
ciertos muebles, ciertas tazas, los cubiertos, las toallas… Otras veces se
sentía como un secuestrador que hubiera cobrado todo aquello a cambio de
devolver la libertad a sus antiguas concubinas. Pero bueno, tampoco era algo
que le quitara el sueño.
Mejor no les hagas el tour museístico a las que vengan nuevas, o las vas a espantar :D
ResponderEliminarPor favor, caballero, qué le hace pensar que estoy hablando de mí :P
EliminarNa, así toman nota de lo que falta por comprar para la casa :D
Yo no podría vivir con todo eso rodeándome.
ResponderEliminarOh, siendo pragmático y tratando de ver el lado positivo de las cosas se puede, se puede.
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