Curiosamente,
hubo unos 150.000 soldados de origen judío que sirvieron en la Wehrmacht, es decir, la Fuerzas Armadas
de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial (en contraste, durante la
Primera Guerra Mundial, cuando no había leyes racistas en Alemania, el número
de judíos en el Ejército del Kaiser fue sólo de 100.000). Pues bien, en el
número 54 de la Revista Española de
Historia Militar apareció un interesante artículo que hablaba sobre uno de
esos soldados, Erich Rose, el cual estuvo además integrado en la División Azul.
Erich Jakob Rose
Rose
nació el 7 de septiembre de 1912 en Estrasburgo, en un momento en el que
Alsacia pertenecía a Alemania.
Sus
familiares eran conservadores y nacionalistas alemanes, y él heredó esas ideas:
tanto él como su padre creían que el bolchevismo era "el enemigo número
uno del mundo".
La
familia de Erich simpatizó en los años veinte con el nacionalsocialismo,
excepto en lo referente al antisemitismo, pues aunque ni él ni sus padres eran judíos, tres de sus abuelos sí, lo que según las teorías raciales de la época
lo convertía a él en judío en un 75%. Esta aparente paradoja de que
personas de origen hebreo simpatizaran con el nazismo, fue bastante frecuente
en Alemania hasta que Hitler llegó
al poder. Para los judíos de izquierdas la victoria electoral nazi fue un
cataclismo, pero para los de derechas resultó ser incluso una buena noticia en
algunos casos. Muchos de ellos se tomaban el antisemitismo nazi como algo accesorio,
puro electoralismo que desaparecería después de que Hitler fuese elegido.
Además, hasta ese momento los judíos que habían tenido problemas con los nazis
habían sido fundamentalmente inmigrantes o de izquierdas.
Pero
después del nombramiento de Hitler como canciller, los nazis siguieron siendo
antisemitas (en eso se basaba toda su ideología, al fin y al cabo), y varios
periódicos de EEUU y el Reino Unido comenzaron a calificar a los alemanes como
"asesinos de judíos". Incluso el Daily
Express británico tuvo el 24 de marzo de 1933 el siguiente titular: "Judea declara la guerra a
Alemania". Así daba a conocer la noticia de que varias organizaciones
judías internacionales convocaban un boicot contra los productos alemanes.
Ese
titular, por cierto, sería una excusa muy utilizada por los nazis para
demostrar que el judaísmo internacional estaba "en guerra" contra Alemania
y justificar así sus crímenes (incluso hoy los neonazis siguen haciéndolo), pero
curiosamente fue contestado por las organizaciones hebreas alemanas
¡defendiendo a Hitler!
Así,
el 15 de mayo una editorial judía (Jakow Trachtenberg) publicó en Berlín un
libro titulado Die greuelpropaganda ist
eine Lügenpropaganda, sagen die deutschen Juden selbst (“La propaganda de
atrocidades es propaganda de mentiras, dicen los propios judíos alemanes”) que
reflejaba el sentir de varias asociaciones judeoalemanas. La Liga de Veteranos Judíos del Reich, el presidente de la Asociación de Judíos Nacionales Alemanes, Max Naumann, y el presidente de la Asociación Alemana de Rabinos, Leo Baeck, admitían "excesos"
y "abusos" por parte de los nazis, pero a la vez desmentían la
existencia de atrocidades, arremetían contra "la imperdonable campaña
difamatoria (...) promovida contra Alemania por supuestos intelectuales judíos
en el extranjero" y afirmaban que los objetivos principales del Gobierno
del Reich -derrotar al bolchevismo y renovar Alemania- eran compartidos por los
judíos alemanes.
Obviamente
los nazis siguieron a lo suyo y el 1 de abril de aquel año lanzaron a su vez un boicot-respuesta contra todo tipo de establecimientos y negocios judíos. Poco
después aparecieron las primeras leyes racistas antisemitas, una aberración
jurídica que condenaba a la gente no por sus actos, sino por lo que era.
En
1934 el general Von Blomberg, ministro
de Defensa alemán, introdujo una norma por la que se prohibía a los judíos
formar parte de las Fuerzas Armadas. No obstante, los mandos militares alemanes
en general se tomaron poco interés en aplicar esta medida, en especial en la
Marina de Guerra y la Fuerza Aérea. En consecuencia, y como ya hemos dicho,
unos 150.000 militares de origen judío prestaron servicio en la Wehrmacht. Pese
a que el progresivo endurecimiento de las medidas contra ellos supuso en
decenas de miles de casos que se les retirara del servicio, algunos continuaron
vistiendo el uniforme alemán hasta el final de la guerra. No pocos cayeron en
combate, o sufrieron graves heridas, o recibieron condecoraciones, mientras sus
familiares directos debían lucir la estrella de David, o eran enviados a los
campos de concentración o exterminio. Como medida excepcional se decretó la
“arianización” de algunos de estos hombres, aunque tal merced sólo podía ser
decidida por el propio Hitler, quien por lo visto dedicaba una cantidad
considerable de tiempo a estudiar cada una de las propuestas al respecto.
Aunque Hitler de hecho extendió numerosos “certificados de sangre alemana” –Deutschblütigkeitserklärung- (así, el padre del mariscal de la
Luftwaffe Erhard Milch era judío, y
por tanto él era un "judío mixto" -Mischlinge-, pero obtuvo su certificado firmado por Hitler a
instancias de Göring), con su
política racista privó torpemente a la Wehrmacht de unos 250.000 soldados, un
número de “bajas” comparable al de la batalla de Stalingrado.
Volviendo
a Erich Rose, formaba parte del Ejército desde 1930. En 1934 era alférez, pero
en principio fue expulsado debido a las nuevas leyes. He escrito "en
principio" porque a Rose, al parecer, se le ofreció un puesto de trabajo
en la embajada alemana en España. Lo que ocurre es que existen bastantes
probabilidades de que dicho empleo no fuera más que una tapadera y Rose en realidad
se convirtiera en un agente del Abwehr,
el servicio secreto militar alemán. De hecho, a muchos militares “judíos” se
les ofrecieron puestos similares en el extranjero para evitar su salida
completa del Ejército. Dichas iniciativas partían de generales y oficiales
compañeros de los expulsados.
Tras
la victoria del Frente Popular en España, en febrero de 1936, Rose volvió a
Alemania y allí, una vez comenzada la Guerra Civil Española, se introdujo como
voluntario en la Legión Cóndor. De
esa forma, en 1937 regresó a nuestro país y desempeñó un papel de instructor en
el bando franquista.
En
septiembre de dicho año decidió que quería formar parte de la Legión (española esta vez) porque
deseaba ir al frente, cosa que consiguió un año después, incluso con recomendación
del coronel Von Thoma, jefe de las
fuerzas de tierra de la Legión Cóndor. Llama la atención que se le alistara con
el nombre de Henri Rosse Rosse.
En
1940, comenzada la Segunda Guerra Mundial, parece ser que volvió a Alemania e
intentó ser admitido en la Wehrmacht sin éxito.
Nuevamente
en España, en 1941 consiguió ser enrolado en la División Azul como intérprete,
un puesto que no le dejó muy satisfecho ya que él quería acción.
En
1942 fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª Clase, y ese mismo año se
enteró de que sus padres habían sido detenidos y deportados al campo de concentración de Theresienstadt.
Allí murió su padre, antiguo oficial médico del Kaiser durante la Gran Guerra y
patriota alemán, mientras que su madre sería deportada de nuevo, aunque esta vez
a Auschwitz. Dadas las condiciones
de aquellos traslados moriría antes de llegar.
Cuando
se enteró de la deportación de sus padres y otros familiares Rose confesó a un
amigo que estaba hecho polvo, muerto de miedo y que quería morirse. Su amigo,
destinado en el Estado Mayor del Ejército, le prometió que intentaría conseguirle
un certificado de "arianización". A través del comandante Von
Hanstein, del Alto Mando de la Wehrmacht, este amigo logró que el caso
llegara ante Hitler.
El
Führer, viendo el historial de Rose, reconoció que se trataba de un excelente
oficial y dijo que le habría concedido el certificado de
"arianización" si hubiese sido "judío al 50%", pero que
siéndolo "al 75%" tal gracia era imposible. Aunque podía quedarse en
la división española.
Parece
ser que a Rose tampoco le hacía mucha gracia la "gracia" puesto que
con ella sólo conseguiría salvarse él y no su familia, y no quería comportarse
"como un cabrón". Decidió entonces que se encontraba muy a gusto
entre los españoles y que seguiría en la División Azul. Sin embargo tuvo roces
con sus compañeros hispanos, quizá por las pestes que él echaría de Hitler,
quizá porque los españoles descubrieran que seguía trabajando para el Abwehr.
El
10 de febrero de 1943, durante la batalla de Krasny Bor (la más importante de en cuantas participó la División Azul),
por lo visto el teniente Erich Rose se puso al frente de una sección de cañones
antitanque servida por voluntarios noruegos de las Waffen-SS (otra paradoja:
unos tipos de las SS dirigidos por un judío) que se encontraban en dificultades
y cayó muerto por el fuego soviético.
Rose
dejó escrito un testamento (en la imagen) que terminaba así:
"Si
caigo en combate, y espero que esto no ocurra, no quiero que lloréis por mí,
porque el destino que yo he querido para mí nunca ha sido otro que el de morir
vistiendo mi guerrera gris, a despecho de todo. Y eso ya lo he conseguido,
después de una gran lucha".
¿De
qué estaría hecho este tipo?
Voljov, de Augusto Ferrer-Dalmau
Más información:
-Sobre Erich
Rose: Caballero Jurado, Carlos, “Erich Rose: el trágico destino de un oficial
“judío” de la División Azul”, Revista Española de Historia Militar nº 54,
Quirón, 2004.
-Sobre los
soldados de origen judío de la Wehrmacht: Rigg, Brian Mark, “La tragedia de los
soldados judíos de Hitler”, Inédita, 2009.
Acojonante historia la verdad, no sabes qué pensar, en principio nada bueno, aunque hay que ponerse en situación.
ResponderEliminarDe todas maneras lo más impresionante es quizá la cifra de judíos que combatieron por Alemania en la guerra, alucinante de veras.
Gran artículo mozo.
Gracias, aunque en realidad no es más que un resumen de un artículo mucho más extenso, escrito por Carlos Caballero Jurado, que aparece aquí:
Eliminarhttp://www.afeditores.com/product.php?id_product=169
A mí lo que me estremece de esta historia es pensar cuántos de esas decenas de miles de soldados de la Wehrmacht de origen judío estaban en el frente mientras a sus familias las deportaban. Es una situación absurda y monstruosa a la vez.
El libro de Rigg también es muy interesante, por cierto.