El 28 de junio de 1914, Gavrilo Princip creó el siglo XX. Los orígenes de cualquiera de las tendencias geopolíticas que se desarrollarían a lo largo y ancho del globo durante las ocho décadas siguientes se remontan al día en que el terrorista serbio asesinó al heredero del trono del imperio austrohúngaro de los Habsburgo en la capital de la provincia de Bosnia-Herzegovina.
Matthew White, "El libro negro de la humanidad"
"UNA GUERRA QUE NADIE QUERÍA Y UNA CATÁSTROFE QUE NADIE PUDO HABERSE IMAGINADO" (HENRY KISSINGER)
Mucho se habla de la Segunda Guerra Mundial pero no tanto de su predecesora, la Primera Guerra Mundial, por lo que la trascendencia de esta suele ser bastante desconocida. Así que voy a hablar un poco de esto.
El otro día se cumplió el 102º aniversario del fin de la Gran Guerra, más conocida como Primera Guerra Mundial, una contienda que prometía ser la última y que acabó oficialmente el día 11 del undécimo mes a las 11 de la mañana. Se trata del segundo conflicto bélico que más soldados ha matado a lo largo de la historia, solo por detrás de su secuela, la Segunda Guerra Mundial. En combate murieron unos 8,5 millones de militares a los que habría que unir cerca de 6,6 millones de civiles, sin incluir las víctimas de la pandemia de gripe de 1918, ni los muertos en las revoluciones, contrarrevoluciones, guerras civiles y conflictos fronterizos que fueron a su vez consecuencia directa de la Gran Guerra.
Aquel conflicto cambió el mundo de forma decisiva, destruyendo un orden internacional basado en la cooperación entre naciones a través de monarcas relacionados por vínculos familiares e inversiones multinacionales, y sustituyéndolo por un escenario de ideologías en competencia. La Primera Guerra Mundial fue el inicio de lo que algunos historiadores han denominado como el corto siglo XX, que terminaría con la caída de la Unión Soviética. Como bien se señala en la cita de arriba, todas las guerras y tragedias que marcarían el siglo pasado (e incluso parte del actual) tendrían su origen en ese conflicto.
La generación de europeos anterior a la Primera Guerra Mundial había vivido una era de paz sin precedentes, de manera que la carnicería que supuso aquella contienda sirvió para recordarles algo que hoy parece más que obvio: que los conflictos bélicos son perjudiciales y estúpidos. Cientos de miles de soldados murieron en una serie de batallas absurdas, como las de Loos, Galípoli, el Somme, Verdún, Ypres o las del Isonzo, al término de las cuales ninguno de los contendientes había realizado apenas algún avance. Sin embargo, el estallido de la guerra fue recibido con celebraciones por las calles, como ilustra una conocida imagen tomada en la Odeonsplatz de Múnich, el 2 de agosto de 1914, por el que sería más tarde fotógrafo oficial de Adolf Hitler: Heinrich Hoffmann. Se supone que en ella aparece por casualidad un joven Hitler feliz por los acontecimientos y rodeado de una multitud eufórica, aunque es posible que la foto fuera trucada en 1932 con fines propagandísticos:
El conflicto también recordó a los dirigentes mundiales que las guerras no suelen desarrollarse según lo planeado: la mayor parte de los principales países participantes salieron de la contienda en bancarrota y destrozados.
"LA GUERRA PARA TERMINAR CON LA GUERRA" (H. G. WELLS)
Si la Segunda Guerra Mundial fue una repetición de la Primera pero con más muertos y a mayor escala, hubo entre ellas otros conflictos que no fueron sino flecos sueltos, productos directamente derivados de la Gran Guerra, hasta el punto de que se podría decir que esta no terminó completamente en 1918 (Churchill comentaría por aquellas fechas: "la guerra de los gigantes ha terminado, comienzan las guerras de los pigmeos"). En ese grupo podríamos meter por ejemplo la Guerra Civil Rusa o la Guerra Greco-Turca. Pero los ecos de la Primera Guerra Mundial también han llegado hasta nuestros días. Así, en su primer comunicado emitido tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Osama Bin Laden habló sobre los ochenta años de sufrimiento del mundo musulmán a manos de Occidente. Obviamente se refería a la división del Imperio otomano al final de la Gran Guerra y a la ocupación británica de Palestina, iniciada precisamente el 11 de septiembre de 1922. De hecho, uno de los objetivos declarados de Al Qaeda y del Estado Islámico es revertir los efectos del Acuerdo Sykes-Picot.
El reparto de Oriente Próximo entre el Reino Unido y Francia no es la única decisión tomada durante la Primera Guerra Mundial cuyas trágicas consecuencias se prolongaron durante décadas. De hecho, algunos de los países más inestables o conflictivos del último siglo nacieron cuando los imperios derrotados en aquella guerra fueron troceados por los vencedores para que no causaran problemas en el futuro, aunque con ello en ocasiones obligaran a convivir a comunidades muy diversas, cuando no hostiles entre sí, bajo una identidad nacional de lo más endeble. Pero veamos algunos ejemplos que demuestran que aquella no fue del todo una buena solución:
Ruanda y Burundi: Estos territorios pertenecían a la colonia del África Oriental Alemana y tras la guerra le fueron concedidos a Bélgica. Dicha decisión condujo a que cuando se independizaron, en 1962, quedaran hutus y tutsis en un mismo país pese al odio que se profesaban ambos grupos. Durante las últimas décadas del siglo XX, tutsis y hutus llevaron a cabo numerosas masacres mutuas.
Darfur: En 1915 el sultán de Darfur, Ali Dinar, hasta entonces leal a los británicos, decidió ponerse de parte de los turcos por solidaridad musulmana. Los británicos invadieron Darfur en 1916, asesinaron a Ali Dinar y anexionaron el sultanato a Sudán, entonces parte de su imperio. Desde hace bastantes años, la población de Darfur sufre persecuciones y asesinatos en masa por parte de sus señores sudaneses.
Polonia y Checoslovaquia: En los territorios fronterizos entre los imperios alemán, austrohúngaro y ruso, los aliados crearon dos Estados tapón multilingües albergando la esperanza de que, al estar situados entre enemigos implacables, contribuirían a mantener la paz. Al cabo de un par de décadas fue precisamente en esa zona donde surgió la chispa que haría estallar la Segunda Guerra Mundial y ambos Estados fueron conquistados con rapidez.
Yugoslavia: Los eslavos balcánicos del Imperio austrohúngaro fueron agrupados e incorporados a Serbia para crear un nuevo Estado más grande y multilingüe. Ya en la Segunda Guerra Mundial esos grupos étnicos empezaron a matarse entre sí, pero fue en los años noventa, tras una serie de guerras civiles, cuando Yugoslavia se desmembró para siempre.
Irak y Siria: Como ya he mencionado, por el Acuerdo Sykes-Picot Francia y el Imperio británico se repartieron los territorios turcos de Oriente Próximo. Los británicos se llevaron la mejor parte, que incluía la antigua Mesopotamia con sus pozos petrolíferos, mientras que Francia se quedó con Siria. Esta decisión mezcló de forma arbitraria a árabes suníes, árabes chiíes y kurdos. Durante los últimos años estos grupos se han enzarzado en sangrientas disputas por el control de la zona contribuyendo a hundir ambos países en sendas guerras civiles.
Líbano: Los franceses desgajaron la antigua Fenicia de Siria para crear un pequeño Estado poblado por enclaves cristianos, que era la religión mayoritaria en la zona. Tras la independencia del Líbano, la inestabilidad fue creciendo en el país hasta que en 1975 estalló una guerra civil entre musulmanes y cristianos que se mezcló con el conflicto árabe-israelí.
Israel: Los británicos buscaron el apoyo de los sionistas frente a los turcos prometiéndoles a cambio el establecimiento de un "hogar nacional judío" en Palestina, por entonces perteneciente al Imperio otomano. El problema es que para obtener también su ayuda, ofrecieron a los árabes la creación de un gran Estado en los territorios que habitaban en Asia, una vez liberados del dominio turco. Los árabes entendieron que Palestina quedaba incluida en el acuerdo. Todo ello hizo que judíos y árabes empezaran a matarse entre sí mientras Palestina estaba bajo mandato británico, en el periodo de entreguerras. El conflicto se acrecentó con la independencia de Israel, en 1948, y ha perdurado hasta nuestros días.
Unión Soviética: Alemania ayudó a Lenin a hacerse con el poder en una Rusia agotada por la guerra para así forzarla a pedir la paz. Cuando triunfó allí el comunismo, tras una sangrienta guerra civil, creó una nación de monstruoso poder e ideológicamente antagónica a Occidente que perduró a lo largo de tres cuartos de siglo, un periodo durante la mayor parte del cual se cernió sobre el mundo la amenaza diaria de la aniquilación nuclear.
Por cierto, a mediados de 1918 Alemania había ocupado casi todas las regiones occidentales de Rusia habitadas por pueblos que no eran rusos, mientras que sus aliados turcos trataban de apoderarse del Cáucaso. En virtud del Tratado de Brest-Litovsk, Alemania recibió una serie de Estados vasallos que tuvo que abandonar al cabo de unos meses, tras el Armisticio de Copiègne. Todos esos territorios trataron entonces de independizarse. Finlandia y Polonia lo lograron. Estonia, Letonia y Lituania también, pero solo durante un par de décadas al cabo de las cuales volvieron a ser ocupadas por la URSS durante otro medio siglo, pudiendo después recuperar su independencia. Bielorrusia, Ucrania y los pueblos del Cáucaso (Georgia, Armenia y Azerbaiyán) no lo consiguieron hasta 1991, cuando cayó la Unión Soviética. Precisamente todos estos últimos países siguen hoy envueltos en conflictos de diversa índole.
Hay que decir que cuando se descolonizó África, a mediados del siglo pasado, los nuevos Estados independientes se comprometieron a respetar las fronteras heredadas de la época colonial para evitar nuevos conflictos, cosa que lograron en gran medida (con alguna excepción que he mencionado). Quizá habían sacado alguna lección de lo ocurrido tras la Gran Guerra.
La Primera Guerra Mundial combinó tácticas y usanzas militares decimonónicas con el uso masivo de armas contemporáneas como la ametralladora, el fusil de cerrojo, el subfusil, el tanque, el obús, el submarino o el avión de combate.
Tanque británico Mark V
Fue también el primer conflicto en el que se utilizaron de forma sistemática las armas químicas, algo que originó cierta leyenda sobre ellas ya que en realidad causaron menos del 1% del total de militares muertos en la contienda. Desde luego producían muchas más bajas que muertes (eran por tanto muy eficaces, quizá demasiado) y además de forma indiscriminada, motivo por el que se terminó frenando su uso tras la guerra.
"LA PAZ PARA ACABAR CON LA PAZ" (ARCHIBALD WAVELL)
Alemania fue considerada por los vencedores como la principal responsable de la guerra, de manera que en el Tratado de Versalles, además de arrebatarle su imperio colonial y parte de su territorio nacional, le impusieron unas sanciones económicas draconianas en un ejemplo de libro de paz cartaginesa y justicia del vencedor. Si algo hemos aprendido de todo aquello es que ni está bien humillar a ningún país, ni resulta nada inteligente porque tarde o temprano se querrá desquitar. Francia y el Reino Unido pensaron que si sometían económicamente a Alemania, los germanos no podrían buscar la revancha al carecer de recursos para rehacer su poder militar. Hoy sabemos que se equivocaron.
Hay que señalar, por cierto, que con el castigo a Alemania Francia buscaba resarcirse de su derrota en la guerra franco-prusiana, allá por 1870.
A comienzos de los años veinte, la República de Weimar sufrió una hiperinflación que le imposibilitó cumplir con los pagos a los aliados. La situación empeoró a comienzos de 1923 cuando tropas francesas y belgas ocuparon la región industrial del Ruhr para cobrarse lo que en su opinión se les debía. Esta acción se prolongó durante más de dos años y se sumó a la ocupación aliada de Renania, establecida a su vez en 1918 y que perduraría hasta 1930 (Francia controlaría la pequeña región del Sarre hasta 1935).
Con todo, los vencedores de la Primera Guerra Mundial tomaron cierta conciencia de que una hecatombe así no se debía repetir, de manera que a partir de los Catorce Puntos del presidente estadounidense Wilson crearon la Sociedad de las Naciones (SDN), antecesora de la ONU. Sin embargo este organismo nació lastrado por una serie de problemas, empezando por la negativa a formar parte de él de su país impulsor, Estados Unidos, y siguiendo por la sucesiva salida de otros debido a la incapacidad de dicha institución para evitar agravios o resolver conflictos de forma pacífica. Digamos que tras la Gran Guerra la paz en el mundo no duró mucho, solo el tiempo suficiente para que las naciones rivales pudieran formar una nueva generación de soldados. No obstante, el testigo de la SDN fue recogido por la ONU en 1945 y bueno, de momento no hemos padecido una Tercera Guerra Mundial.
A finales de la Segunda Guerra Mundial de nuevo los aliados se propusieron eliminar todo el tejido industrial germano (Plan Morgenthau) para que Alemania ya no levantara cabeza jamás. Afortunadamente después recapacitaron, quizá por las enseñanzas de lo ocurrido tras la Primera Guerra Mundial, quizá obligados por el contexto de la Guerra Fría, que hacía necesario fortalecer a Alemania Occidental (sobre todo después de la Guerra de Corea), o quizá por ambos motivos, y se decidió que lo mejor para evitar conflictos era explotar de forma conjunta los recursos. Así nació la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, germen de la actual Unión Europea (UE). La UE y sus antecesoras han mantenido la paz entre sus Estados miembros durante siete décadas.
"LA ENFERMERÍA ES UN ARTE" (FLORENCE NIGHTINGALE)
La Gran Guerra hizo mucho por el feminismo, ya que trajo la incorporación masiva de la mujer al mercado laboral debido al reclutamiento de la población masculina para acudir al frente, así como a las necesidades de mano de obra industrial derivadas de la contienda. Dejando aparte las fábricas, muchas mujeres estuvieron en primera línea de batalla como enfermeras, e incluso en 1917 el Gobierno provisional ruso empleó algunos batallones de mujeres en combate.
De hecho, las mujeres tuvieron un papel protagonista tanto en el inicio como en el final de la Revolución rusa de 1917. Así, el proceso conocido como Revolución de Febrero comenzó con una manifestación por el Día Internacional de la Mujer.
Y durante la llamada Revolución de Octubre -el golpe bolchevique-, entre los defensores del Palacio de Invierno (sede del Gobierno provisional ruso) estuvo uno de los batallones de mujeres creados ese mismo año por las autoridades para proteger el país. El batallón finalmente tuvo que rendirse, pero sin entregar las armas, ya que sus integrantes temían ser violadas.
El nuevo Gobierno bolchevique ordenó la disolución de los batallones de mujeres. Por cierto, la artífice del primero de estos batallones femeninos rusos, la veterana María Leontievna Bochkariova, más conocida como Yashka, fue ejecutada por los comunistas en 1920 acusada de ser "enemiga de la clase trabajadora".
Todo lo anterior tuvo como consecuencia a partir de la Primera Guerra Mundial la progresiva implantación por parte de las democracias del sufragio universal. Este proceso se acentuó aún más tras la segunda contienda mundial.
Cronología del voto femenino en el mundo
Finalmente, al hablar del legado de la Primera Guerra Mundial no se pueden dejar de mencionar los avances médicos que se produjeron durante la misma, así como su coincidencia con la peor pandemia ocurrida en la historia desde la peste negra en el siglo XIV: me estoy refiriendo a la mal llamada gripe española, claro, que contagió a 500 millones de personas, mató a entre 50 y 100 millones de ellas, y que llegó a Europa en 1918 con las tropas estadounidenses que iban a combatir a Francia. La pandemia desapareció en 1920 y partir de entonces fue bastante olvidada hasta que nos hemos acordado de ella precisamente un siglo después, mientras sufrimos otra. Quién sabe, pero si no hubiéramos dejado de prestar atención a aquella pandemia de gripe, quizá la COVID-19 no nos habría pillado tan poco preparados.
Aunque aún no existían los antibióticos, el conocimiento de los microorganismos permitió avanzar en la lucha contra las enfermedades infecciosas, algo que la guerra aceleró. En el campo de la psiquiatría se describió la neurosis de guerra, que hoy conocemos como trastorno por estrés postraumático.
Las nuevas armas empleadas en la Gran Guerra, las granadas, las balas expansivas y la metralla hicieron que muchos heridos tuvieran la cara completamente desfigurada. Esto propició el nacimiento de una nueva especialidad, la cirugía plástica, de la mano del otorrinolaringólogo neozelandés Harold Gillies.
Hubo otros avances en el terreno de la cirugía, especialmente en la traumatología, donde descendió mucho el índice de amputaciones sin que aumentara la mortalidad. Además, se empezaron a emplear las ambulancias motorizadas en lugar de las tiradas por caballos.
Ambulancia Ford T de 1916
Y bueno, creo que con esto ya estaría.
Más información:
-Gerwarth, Robert, "Los vencidos. Por qué la Primera Guerra Mundial no concluyó del todo", Galaxia Gutenberg, 2017.
-Hernández García-Gallardo, Diego, "La cirugía en la guerra. Hitos terapéuticos a lo largo de la historia de los conflictos bélicos", Galland Books, 2019.
-White, Matthew, "El libro negro de la humanidad. Crónica de las grandes atrocidades de la historia", Crítica, 2012.
Dos fenómenos importantes, de la misma naturaleza y sin embargo opuestos, que aún no han llamado la atención del mundo, se manifiestan hoy en la Turquía asiática: son el despertar de la nación árabe y los latentes esfuerzos de los judíos para reconstruir a gran escala la antigua monarquía de Israel. Estos dos movimientos están destinados a luchar entre sí constantemente, hasta que uno de ellos prevalezca sobre el otro. El destino del mundo dependerá del resultado de la lucha entre estos dos pueblos, que representan dos principios opuestos.
Naguib Azoury, "El despertar de la nación árabe", 1905
Si la piedra cae sobre el cántaro, peor para el cántaro; si el cántaro cae sobre la piedra, peor para el cántaro. Siempre peor para el cántaro.
Talmud
Debéis crear tales condiciones... que ellos mismos quieran escapar.
Iósif Stalin
Hay un argumento que se repite en contra de la existencia del Estado de Israel, según el cual, si su creación fue consecuencia del Holocausto, debería haberse situado en Europa y no en Palestina. Se trata de un alegato no exento de antisemitismo y bastante cargado de demagogia, así que lo voy a desmontar. Ea.
Para empezar, la idea de instaurar un "hogar nacional judío" en la antigua Tierra de Israel no solo es muy anterior al Holocausto, sino incluso a la llegada de Hitler al poder. En realidad data de finales del siglo XIX y hay que enmarcarla en el contexto del surgimiento de los nacionalismos. Así, el movimiento que propugnaba la creación del Estado de Israel se denominó sionismo, y se postulaba como solución al "odio prolongado", es decir, a los dos mil años de persecuciones que habían sufrido los judíos y que en aquella época recobraban nuevos bríos en algunos lugares de Europa como Rusia, o Francia. Se eligió Palestina, entonces perteneciente al Imperio turco, por ser la patria histórica del pueblo hebreo, si bien es verdad que hubo que financiar inmigraciones judías a la zona por medio de filántropos sionistas ya que en aquel momento por allí no había demasiados integrantes del "pueblo elegido". Todo este propósito quedó plasmado en el Primer Congreso Sionista, celebrado en Basilea en 1897, y recibió apoyo británico a través de la Declaración Balfour, en 1917, durante la Gran Guerra. Los británicos buscaban así el favor sionista para sus proyectos imperiales en Oriente Próximo y el canal de Suez, aunque aquel acuerdo chocaba de frente con las promesas hechas por la pérfida Albión a los árabes a cambio de su ayuda en la lucha contra los turcos. Finalmente, tras la contienda, Palestina no fue ni para los judíos ni los árabes, ya que se la quedaron los británicos al repartirse con los franceses todas las regiones que habían pertenecido al Imperio turco situadas entre Anatolia y la península arábiga merced al Acuerdo Sykes-Picot. De esa manera, los vencedores de la Primera Guerra Mundial ignoraban los ideales por los que dijeron combatir a los Imperios Centrales, como el derecho de autodeterminación sin ir más lejos, que jamás se aplicó a la población mayoritaria en ese momento en Palestina: la árabe. Eso sí, el Mandato británico de Palestina fue reconocido tras la guerra por la Sociedad de Naciones, precursora de la ONU, junto al objetivo de establecer allí un "hogar nacional para el pueblo judío" salvaguardando por otro lado "los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina". Es decir, que la conformación de un Estado hebreo en Palestina tuvo desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto cierta legitimación internacional.
Un grupo de partisanos comunistas se topa con tres soldados enemigos a los que capturan. Como la vida guerrillera no facilita eso de hacerse cargo de prisioneros, los partisanos debaten si han de fusilar a los soldados, pero estos intervienen y les hacen ver que en tiempos de paz eran trabajadores simples y corrientes y por tanto no sería correcto que unos comunistas asesinaran a unos compañeros proletarios, aunque sean enemigos. Añaden además que son reclutas y, en consecuencia, víctimas del sistema capitalista que les ha obligado a combatir en contra de su voluntad. Los partisanos quedan convencidos y dejan a los soldados en libertad. Poco después, y gracias a las informaciones de los prisioneros liberados, llega un gran contingente de tropas a la zona que masacra a los partisanos.
Al cabo de un tiempo, los partisanos supervivientes reorganizan su unidad y deciden matar a todos los prisioneros que capturen, cosa que efectivamente hacen a partir de aquel momento sin ningún reparo. Tras el fin de la contienda, los partisanos son acusados de violar la Convención de Ginebra. Detenidos y jugados, se les responsabiliza de crímenes de guerra y son ejecutados al amanecer.
PD: Esta historia está basada en parte en hechos reales.
Creo que cuando me llevaron por primera vez a Asturias tenía 13 años. Yo era un adolescente acostumbrado a veranear en las playas de levante, es decir, hecho al sol, el calor y las arenas ardientes, y de repente me encontré en un lugar inhóspito, habitado por gente que hablaba con un extraño acento, en el que en pleno agosto hacía un frío que pelaba y no solo estaba nublado un día sí y otro también, sino que encima llovía sin parar. Para mí aquella tierra resultó ser como Invernalia, o más bien como el norte del Muro, y en consecuencia me moría de ganas de volver a mi casa.
Al año siguiente mis padres adquirieron y rehabilitaron el caserón de la foto de arriba, un edificio de principios del siglo XX, situado a medio camino entre Llanes y Ribadesella, que se encontraba en un lamentable estado, el pobre. En lo que a mí respecta, ese momento significó que era mejor que me fuera acostumbrando al veraneo en Asturias, porque durante unos años no me iba a quedar otra.
Pero la naturaleza siguió su curso y el ir madurando -bueno, en mi caso de forma muy relativa- me hizo poco a poco comenzar a apreciar los tesoros harto conocidos por cualquiera que se haya acercado a esa parte del mundo: sus paisajes, el contacto con la naturaleza (siempre satisfactorio, salvo cuando tuve un encuentro con una víbora en la playa: cosas de ser un urbanita), la gastronomía, el carácter afable de su gente, el clima (sí, me gusta) y un larguísimo etcétera. Digamos que me enamoré perdidamente de aquellos parajes a los que he procurado volver cada vez que he podido, aprovechando la suerte de disponer de una casa familiar en la zona, para recorrerlos de punta a punta. Así, año tras año y cual explorador de poca monta, he ido organizando expediciones y peregrinando por cada rincón de Asturias (en especial del Oriente) y también por unos cuantos de Galicia, Cantabria y el País Vasco, dado que no quedan demasiado lejos. En realidad mi fortuna ha sido mayor, pues emprendí esa tarea ya en los años noventa, antes de internet, del auge del turismo rural y por tanto de que aquello se masificara, como ocurre actualmente.
Mis padres acaban de vender esa casa, justo al volver yo de pasar unos días allí en este pandémico verano. Bueno, porque no la disfrutaban como antes, porque ya no les compensa mantenerla o desplazarse hasta allí, o simplemente porque les ha dado la gana, sin más. Tengo sentimientos encontrados: por un lado me alegro de que hayan conseguido un propósito que perseguían desde hace dos años, pero por otro no puedo evitar que se me haga un pequeño nudo en la garganta al pensar en no volver a ese viejo caserón después de tantos años. A Asturias regresaré siempre, claro, pero sin la casa ya no será lo mismo. En cualquier caso, solo puedo agradecer a mis papás que compraran y arreglaran aquel vetusto edificio y que me llevaran para allá con determinación prusiana en cada verano de mi adolescencia, pues eso me permitió conocer el que es sin duda el lugar más bonito y acogedor de España (y lo siento por los demás, pero es así). También les mando un abrazo a mis vecinos asturianos, que con tanto cariño me han tratado siempre, y en general a toda la gente de allí, pues da gusto la amabilidad y la simpatía con la que se comportan en cualquier momento.
Todo llega a su fin, pero que me quiten lo bailao, lo viajao, lo vivido, lo comido y lo bebido. ¡Puxa Asturies!
Actualización del 16-09-20: Los compradores se han echado atrás. Aunque la casa sigue en venta, al menos tengo una prórroga.
Actualización del 17-07-21: La casa está vendida desde hace dos días, pero me pude despedir de ella.
Para la Alemania nazi, la República fue una fuente de divisa fuerte tan importante como la zona nacional.
Cita recogida por Antony Beevor en su libro "La Guerra Civil Española"
Aunque edulcorados, todavía persisten unos cuantos mitos franquistas sobre nuestra guerra civil. Por ejemplo el que insiste en que la República recibió más ayuda militar que los vencedores, gracias entre otras cosas al supuesto expolio del oro del Banco de España por parte del Gobierno del Frente Popular, mientras que Franco habría contado tan solo con un escaso apoyo financiero exterior. Ángel Viñas, experto en el tema del famoso "oro de Moscú", ha demostrado que en realidad Franco no solo contó con más apoyos financieros que la República, sino que además estuvo en condiciones de movilizarlos más rápidamente. La República fabricó algunas armas y compró la mayoría de las que empleó, aunque con enormes dificultades debido a la "no intervención" internacional. Franco obtuvo las armas a crédito y se fue apoderando de las que tenían los republicanos a medida que los iba derrotando. Pero no quiero entrar demasiado en temas económicos ni jurídicos, sino que me voy a centrar en la ayuda material propiamente dicha que recibieron ambos bandos y, en especial, en aquella que la República obtuvo, aunque suene paradójico, de sus enemigos.
Desde un punto de vista militar, la imagen global de la Guerra Civil Española podría ser esta: en un lado había un ejército perfectamente pertrechado y entrenado, organizado, con amplias ayudas exteriores, ya que burlaba casi siempre el embargo internacional, y con armamento homogéneo; en el otro todo era desorganización, caos, y un ejército abastecido a medias, entrenado a medias, con las ayudas exteriores entorpecidas por el Comité de No Intervención y con una heterogeneidad armamentística que le ocasionaba serios problemas logísticos. El bando franquista contó desde el principio con la ayuda militar de Alemania e Italia y con el combustible -y esto es menos sabido- de empresas petrolíferas estadounidenses como la Texaco, la Standard Oil de Nueva Jersey (Esso) o la Socony-Vacuum Oil Company, más tarde conocida como Mobil. Franco recibió 3.500.000 toneladas de petróleo a crédito durante el curso de la guerra, mucho más del doble de las importaciones que consiguió la República. Por si fuera poco, otras empresas también estadounidenses, Studebaker, Ford y General Motors, proporcionaros a los sublevados unos 12.000 camiones, tres veces más que los entregados por Alemania e Italia juntas. En 1945 José María Doussinague, subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores, admitió abiertamente que "sin el petróleo americano, sin los camiones americanos y sin los créditos americanos nunca hubiésemos ganado la guerra". El único país que ayudó a la República con una fuerza militar importante fue la URSS (ante el incumplimiento del "Pacto de No Intervención" por parte de las potencias fascistas en favor de los sublevados), pero el armamento soviético -no muy caro, en contra de lo que se ha repetido durante años- no empezó a llegar a España hasta el 4 de octubre de 1936, es decir, cuando los franquistas habían tomado Toledo y se aproximaban a Madrid. En los meses anteriores los republicanos habían tratado a duras penas de obtener armas de otros lugares, sobre todo de Francia, donde también había un gobierno frentepopulista y se suponía por tanto que era su aliada natural. Si algo se puso de manifiesto en la Guerra Civil Española fue el papel decisivo del poder aéreo, por eso los republicanos comenzaron centrando sus esfuerzos en comprar aviones al país vecino. Pero la airada reacción de la derecha francesa y el riesgo de perder al Reino Unido -que no simpatizaba con el Gobierno republicano español- como aliado en una futura contienda contra Alemania, indujo al Gobierno galo a inhibirse de forma considerable en el suministro de armas a la República. De hecho, el famoso Comité de No Intervención se creó a instancias precisamente de Francia, y aunque no fue respetado por casi ninguno de sus principales países firmantes, terminó perjudicando a los republicanos pues partió de una premisa que resultó falsa: la esperanza de que las potencias fascistas se inhibirían igual que lo harían las democracias. También se pasaron por alto, despectivamente, dos elementos esenciales. El primero es que el Gobierno republicano había sido legítimamente constituido y reconocido por la comunidad internacional y de repente se le negó el derecho inmanente a defenderse. El segundo es que en diciembre de 1935 Francia había llegado a un acuerdo comercial con España que preveía el suministro de armas a nuestro país.
A lo largo de la Guerra Civil Española, Francia siguió una política de "no intervención atenuada" ayudando a la República de forma muy limitada e intermitente. No hay que olvidar las precarias condiciones en las que llegaban los aviones franceses a suelo republicano durante los primeros meses de la contienda, sin armas y muchas veces sin pilotos, y en mucho menor número que el material que llegaba al otro lado. Eso favoreció enormemente el avance hasta las puertas de Madrid de los sublevados. El armamento soviético que llegó a España en general era de buena calidad, pero no lo hizo en cantidad suficiente como para compensar la ventaja que proporcionaron a los sublevados las armas enviadas por Alemania e Italia. Así, en conjunto la República contó con más tanques y vehículos blindados que sus enemigos, pero estos ingenios estuvieron lejos de resultar determinantes para el resultado de las batallas como sí hicieron la aviación, las armas de infantería o la artillería, más numerosas -salvo, quizá, la artillería- y homogéneas en general entre los franquistas. Y es que la desventaja que sufrieron los republicanos no fue solo cuantitativa. Centrándome de nuevo en la aviación, frente a la frialdad
automática y bien organizada con que los nacionales cubrían sus
bajas con creces, aumentando la presión sobre el enemigo según lo
requerían las circunstancias internacionales, se encontraba un
esbozo de fuerza aérea que libraba la más dura batalla solamente
para conseguir que el 30% de los aviones disponibles sobre el papel
pudiera volar (la República no tenía la capacidad técnica, ni el
combustible necesarios, para mantener a tantos aviones en vuelo). Los pilotos
republicanos aterrizaban y despegaban sin una DCA que protegiera sus
maniobras. Los mecánicos sufrían la pesadilla de la escasez de
recambios, producida por un bloqueo que ni la flota ni los
diplomáticos supieron romper. El personal de pista vivía bajo las
bombas alemanas, cambiando constantemente de aeródromo para seguir a
la escuadrilla a través de carreteras plagadas de controles
políticos. A los mandos no les iba mejor pues, por un lado, tenían
que rechazar los continuos intentos de los diferentes partidos por
controlar la aviación, y por otro se enfrentaban a la
pesadilla logística que suponía el mantenimiento de más de cien modelos de
aviones, con otros tantos tipos de motores y hélices, nueve o diez
tipos de ametralladoras de cuatro calibres distintos, veinte tipos de
bombas de todas las procedencias imaginables que debían ser
distribuidas, probadas y adaptadas cada cual a su correspondiente
sistema de lanzamiento. Aparte, los aviones
fabricados por la República durante la guerra eran simples células
(madera y tela) sin ametralladoras ni motor, pues tan indispensables
mecanismos no se habrían podido fabricar en la zona republicana ni aunque los combates hubiesen durado hasta la Segunda Guerra Mundial.
Si bien las
penalidades, los riesgos y las bajas sufridas durante los combates
aéreos estuvieron repartidos razonablemente entre ambos bandos,
habría que reconocer que no ocurrió lo mismo con el apoyo en
tierra, el mantenimiento y la disponibilidad de material. En la zona
republicana todo ello resultó penoso.
Pero bueno, el caso es que los sublevados tenían acordado el suministro de armas con la Italia fascista desde bastante antes del inicio de la guerra, y tampoco les costó obtener las de los nazis. En cambio, las trabas puestas por Francia obligaron a los republicanos a buscar armas de forma desesperada donde fuera y a tener que tratar desde el inicio de la guerra con ministros, jefes militares y demás altos cargos, a los que tenían que sobornar para que luego en muchos casos ni siquiera les entregaran las armas, o tuvieran que comprarlas "ilegalmente". También sufrieron a menudo la obstrucción de los banqueros y los timos de los traficantes de armas e intermediarios de todo pelaje que eran, en buena medida, parte de la trama que organizara años atrás el multimillonario Basil Zaharoff. Y cuando conseguían por fin las armas, a menudo eran carísimas, obsoletas o incluso inutilizables. Los republicanos fueron víctimas, en definitiva, de chantajes políticos y financieros que socavaron su capacidad para equipar a sus ejércitos, especialmente en los decisivos primeros meses de la contienda. Por eso resulta muy difícil de comprender la insistencia de la República en conseguir armas fuera de la URSS después de que se comenzasen a recibir las de este país, a pesar de que las otras fueran más caras, peores, más heterogéneas y de más complicada adquisición y transporte por tener que obviar los canales oficiales, en lugar de reclamar un mayor volumen de suministros soviéticos. Teniendo en cuenta que Stalin continuó suministrando armas a la República incluso cuando la guerra parecía definitivamente ganada por Franco, no parece que los soviéticos pusieran muchas limitaciones a dichos envíos. Y tampoco hay que olvidar que disponían de las reservas de oro del Banco de España en Moscú.
En todo caso, uno de los traficantes de armas con los que trataron los republicanos se llamaba Veltjens.
Josef Veltjens (1894) fue inicialmente un as de caza alemán que logró 35 victorias en la Primera Guerra Mundial. Tras la contienda se enroló en los Freikorps para luchar contra los espartaquistas (comunistas alemanes) y resultó herido tres veces. Más tarde se hizo traficante de armas y se las suministró a Mustafá Kemal Atatürk para el establecimiento de la República de Turquía, a Chiang Kai-shek para la unificación de la China nacionalista y a los militares alemanes que estaban rearmando en secreto a su país. Se unió al Partido Nazi y las SA, pero fue expulsado de ambos a inicios de los años treinta, aunque siguió continuando con la protección de su viejo compañero de armas, el poderoso Hermann Göring (en la foto de la izquierda, arriba; el de la derecha es Veltjens). A mediados de esa década, Veltjens formaba parte de una consolidada banda internacional de traficantes de armas que suministró material a ambos bandos tanto en la Guerra del Chaco (entre Paraguay y Bolivia) como en la Guerra Civil Española (vendieron armas alemanas, polacas, británicas y belgas a los republicanos y alemanas a los nacionales, blanqueando el dinero a través de Finlandia). Haré un inciso para contar algo. A inicios de la guerra civil, en su desesperación por encontrar armas, los republicanos trataron de comprárselas incluso a la Alemania nazi. Así, el 6 de agosto de 1936 el teniente coronel Luis Riaño se presentó en Berlín con ese propósito, pero los dirigentes nazis estuvieron dándole largas y manteniéndole allí casi como prisionero hasta que el 18 de agosto le dijeron "con pesar" que su solicitud debía ser rechazada porque Alemania iba a firmar el convenio de no intervención, como efectivamente hizo el 24 de aquel mes. Sin embargo, la República sí recibiría armas de Alemania.
El capitán John Ball era un oficial británico que tras la Gran Guerra había decidido dedicarse al negocio de las armas, como Veltjens. De hecho, en 1936 formaba parte de la banda de traficantes de Veltjens. A comienzos de aquel año, Austria había encargado la compra de doce monoplanos alemanes para entrenamiento de caza avanzado Focke-Wulf FW 56 Stösser ("Azor"), pero Ball, a través de un agente suizo, había logrado desviar tres de estos aviones para Haile Selassie, emperador de Etiopía, que estaba haciendo frente a la invasión italiana. Seguramente al agente suizo no le costó convencer a los austriacos, que en ese momento no sentían muchas simpatías hacia Mussolini. Los alemanes, necesitados de divisas, tampoco pusieron reparos. Los Stösser estaban en un barco cuando Etiopía se vino abajo, de manera que Ball aparentemente logró vendérselos a los conspiradores españoles, aunque los aviones terminaron en Amberes, Bélgica, a la espera de acontecimientos. En agosto la aduana mandó retirar las armas de los aviones y estos fueron trasladados a Rotterdam. Entonces los nacionales le dijeron a Ball que ya no les interesaban los aparatos, así que este terminó vendiéndoselos a una agente republicano. Los Stösser llegaron a Alicante el 10 de octubre.
Unos días antes, el 1 de octubre, había llegado a Alicante procedente de Hamburgo el carguero galés Bramhill. Llevaba 19.000 fusiles, 101 ametralladoras y más de 28 millones de cartuchos, todo ello de fabricación checoslovaca y comprado por la CNT. Su presencia en aquel puerto fue detectada por el buque de guerra británico HMS Woolwich, que la comunicó de inmediato al Foreign Office. Los británicos preguntaron a los alemanes y estos se excusaron diciendo que Hamburgo era un puerto franco y que por tanto ellos no podían impedir la exportación, pero lo cierto es que el cargamento de armas había partido con la bendición de los jerarcas nazis. Los artífices de esta venta secreta de armas a la República habían sido de nuevo Veltjens y su banda de traficantes, aunque este en realidad actuaba de acuerdo con el comandante supremo de la Luftwaffe, Hermann Göring. De la misma manera, Veltjens había vendido armas al general Mola antes de la sublevación y, sobre todo, a Prodromos Bodosakis-Athanasiadis, un pirata griego muy próximo al dictador Metaxás.
El 4 de agosto de 1936, quizá inspirado por el general Franco, el general Ioannis Metaxás, primer ministro griego, abolió todos los partidos políticos y estableció una dictadura con la excusa de prevenir un golpe comunista. Metaxás era monárquico y germanófilo, de manera que fomentó la inversión alemana en su país con el resultado de que a los tres años Alemania controlaba el 38% del comercio exterior griego. A Metaxás, que no sentía la menor simpatía hacia los rojos españoles, le parecía muy bien la intervención hitleriana en favor de Franco, pero no tanto la de Mussolini, pues desconfiaba de las ambiciones del Duce en el Mediterráneo. En ese sentido, prefería tener a los británicos de su lado y por eso firmó el "Pacto de No Intervención" el 27 de agosto.
Prodromos Bodosakis-Athanasiadis, nacido de padres griegos en 1890 en la Capadocia, tuvo que emigrar a Grecia tras la expulsión de los helenos por Atatürk. Huido de la pobreza y la guerra, a mediados de los años treinta Bodosakis se las había arreglado para controlar un imperio armamentístico en su país. Desde 1934 dirigía Pyrkal, la principal empresa productora de explosivos y municiones de Grecia. Amigo de Metaxás, en el verano de 1936 se convirtió en el mayor accionista y director general de la empresa Poudreries et Cartoucheries Helleniques, S.A., cuyo principal socio y proveedor era la corporación alemana Rheinmetall-Borsig AG, la cual controlaba personalmente Göring. Bodosakis pasaba los pedidos de armamento que recibía a la Rheinmetall-Borsig, con la cobertura del Gobierno de Metaxás, el cual afirmaba que estaban destinados al ejército griego. Cuando el armamento llegaba a Grecia, Bodosakis lo embarcaba en mercantes que zarpaban oficialmente con destino a México, pero que en realidad iban a España. Como Bodosakis negociaba tanto con los nacionales como con los republicanos, a veces embarcaba las armas en dos buques diferentes, uno con material de buena calidad destinado a los franquistas y otro con armas viejas o inservibles para la República. El mercante que contenía este último cargamento era a menudo descubierto y abordado por los nacionales. Ese juego fue el que siguió Veltjens también por su cuenta, como ya hemos visto, así como el que empleó durante bastante tiempo uno de los principales mecenas de Franco: Juan March, "el último pirata del Mediterráneo".
Entre 1937 y 1938, cuando las ventas germanas a la República por este procedimiento alcanzaron su clímax, la empresa de Bodosakis hizo encargos de armamento a la Rehinmetall-Borsig por valor de 40 millones de marcos (3,2 millones de libras esterlinas). Estos pedidos fueron servidos casi íntegramente a los republicanos, con lo que la cifra del pedido de Bodosakis a Göring puede multiplicarse por cinco o seis para obtener la cifra aproximada que debió pagar la República. Hay que pensar que Bodosakis tenía que repartir el botín con el mismísimo Göring, con Metaxás y con otros altos funcionarios de Alemania y Grecia, y que tenía que pagar también elevados costes del seguro para una carga de entrega tan incierta como aquella. Todo eso iba, naturalmente, a cargo de la República (se sabe que Göring cobró una libra esterlina por cada fusil de un pedido de 750.000 unidades enviadas por Bodosakis a los rojos). En noviembre de 1937, Bodosakis viajó a Barcelona en un avión soviético, acompañado por George Rosenberg, hijo del embajador de la URSS en España, Marcel Rosenberg, y agente de compras de compañías navieras, con objeto de firmar personalmente un contrato con la República para el suministro de municiones por un importe de 2,1 millones esterlinas (las aventuras de George Rosenberg serían denunciadas por Indalecio Prieto -ministro de Marina y Aire y después de Defensa Nacional durante la Guerra Civil- como tejemanejes de los comunistas, aunque él también tenía un hijo, Luis, comprando armas por su cuenta). En aquella ocasión, como en todas las demás, Bodosakis exigió que se le pagase por anticipado (crédito irrevocable al cien por cien) en oro o en moneda fuerte.
Entre septiembre de 1936 y marzo de 1937, el mercante Yorkbrook, de bandera estonia, realizó tres envíos de armas desde Finlandia a la España republicana. En algún envío se descubrió que el armamento era inservible o que había sido saboteado y que incluso había cajas llenas de piedras en lugar de explosivos. El último viaje del Yorkbrook fue un tanto accidentado, ya que el 4 de marzo de 1937 resultó interceptado en el golfo de Vizcaya por el crucero franquista Canarias. El Canarias se encontraba en esas aguas acechando la llegada de barcos mercantes con suministros para la República, en especial la del Mar Cantábrico, que llevaba desde Estados Unidos y México una carga de ocho aviones, armamento, alimentos y ropa. Al día siguiente tuvo lugar un enfrentamiento que se conoce como la batalla del cabo Machichaco, frente a las costas de Vizcaya, en el que el Canarias entabló combate con tres bous (pesqueros armados) vascos hundiendo a uno de ellos y capturando al mercante Galdames, que iba desde Bayona a Bilbao. Mientras tanto, un cuarto bou que no había sido detectado por el Canarias, logró liberar al Yorkbrook y conducirlo a Bermeo donde este dejó su carga. El 8 de marzo el Canarias finalmente apresó al Mar Cantábrico.
Parece ser que pudo haber otro barco con suministros para la República, el vapor sueco Allegro, que también habría sido capturado por los nacionales en 1937, momento en que se habría descubierto que su carga solo consistía en ladrillos y escombros bajo una capa de cartuchos. Los ladrillos habrían sido cargados en Gdynia, Polonia, y los fardos de cartuchos que los ocultaban se habrían llevado a través de Helsinki desde Lübeck, Alemania, que ni siquiera era puerto franco. La existencia de este último buque no queda del todo clara, pero en cualquier caso, tanto el Allegro como el Yorkbrook habrían sido contratados por la compañía A.B. Transport de Helsinki, de la que Veltjens era uno de los administradores.
El suministro de armamento alemán a la República continuó hasta el final de la guerra, como comprobó en enero de 1939 la comisión internacional que se hizo cargo de la repatriación de voluntarios extranjeros. Cuando los franquistas se enteraron de todo este tinglado, protestaron repetidas veces ante las autoridades alemanas afirmando que tenían controlados por lo menos 18 embarques de este tipo entre el 3 de enero de 1937 y el 11 de mayo de 1938, pero jamás llegaron hasta Josef Veltjens y menos aún hasta Hermann Göring.
Pero la República no podía seguir pagando eternamente con oro o con moneda fuerte a aquellos gánsteres que organizaron "la mayor y la más complicada de la operaciones de contrabando de armas de la historia", en palabras del historiador Gerald Howson. A inicios de 1938 las cantidades de oro que quedaban en los depósitos de Moscú y París eran ya escasas, de manera que en marzo de ese mismo año la República tuvo que pedir un crédito a la URSS por valor de 70 millones de dólares y en diciembre otro de 85 millones más. A lo largo de aquel año, la Unión Soviética continuó enviando armas a los republicanos, a crédito y a sabiendas a esas alturas de la guerra de que no tendrían posibilidad de cobrarlas. La última remesa de armamento soviético salió en diciembre de 1938 y en enero de 1939 ya estaba en Francia. Era menos de lo que había pedido Negrín, pero aun así no era nada desdeñable. Una parte de esas armas pasaron a Cataluña, pero casi todas tuvieron que ser devueltas ante el avance franquista. Lo cierto es que, como escribe el historiador Enrique Moradiellos, "Stalin decidió mantener hasta el final su apoyo a la causa republicana". Por eso, como decía más atrás, no se entiende el empeño republicano en conseguir armas fuera de la Unión Soviética.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Hermann Göring llegó a ser nombrado sucesor de Hitler, mariscal del Reich y fue uno de los principales responsables del expansionismo germano y del Holocausto. Además de todo eso, se dedicó al saqueo sistemático de obras de arte y bienes culturales por toda la Europa ocupada. Se suicidó en Núremberg en 1946 cuando iba a ser ahorcado por sus crímenes.
Tras la guerra civil, Veltjens suministró armas a Finlandia para que hiciera frente a la agresión soviética durante la Guerra de Invierno. Los finlandeses le condecoraron por ello. Más tarde, como teniente coronel de la Luftwaffe y emisario personal de Göring, negoció con Finlandia el traslado de fuerzas alemanas a este país con vistas a la invasión de la URSS, algo que se hizo efectivo en junio de 1941, días antes de la Operación Barbarossa. En 1942 fue designado plenipotenciario especial con la misión de trasladar el mercado negro de la Europa ocupada a manos alemanas. Siguió trabajando para Göring durante la guerra hasta que en 1943 murió en un accidente aéreo en Italia.
Metaxás y Bodosakis murieron de causas naturales, el primero en 1941 y el segundo en 1979.
Más información:
-Beevor, Antony, "La Guerra Civil Española", Crítica, 2005.
-Howson, Gerald, "Armas para España. La historia no contada de la Guerra Civil española", Península, 2000.
-Miranda, Justo y De Mercado, Paula, "Aviación mundial en España (Guerra Civil) 1936-1939. Tomo I: Aviones americanos y rusos", Sílex, 1985.
-Molina, Lucas y Permuy, Rafael, "Importación de armas en la Guerra Civil Española. Discrepancias historiográficas con Ángel Viñas", Galland Books, 2017.
-Moradiellos, Enrique, "Negrín", Península, 2006.
-Mortera Pérez, Artemio, "España... ¿traicionada?", en Revista Española de Historia Militar, números 49, 50 y 51, Quirón, 2004.
-Rybalkin, Yuri, "Stalin y España", Marcial Pons Historia, 2007.
-Saiz Cidoncha, Carlos, "Aviación republicana. Historia de las Fuerzas Aéreas de la República Española (1931-1939). Tomo I: Desde el Alzamiento hasta la primavera de 1937", Almena, 2006.
-Viñas, Ángel, "Las armas y el oro. Palancas de la guerra, mitos de franquismo", Pasado y Presente, 2013.
Adam Michnik Normalmente quienes aseguran que sólo se puede conseguir más seguridad a costa de la libertad están intentando negarnos ambas cosas. Timothy Snyder, "Sobre la tiranía" La vida ha perdido contra la muerte, pero la memoria gana en su combate contra la nada. Tzvetan Todorov, "Los abusos de la memoria"
Qué importa que el gato sea negro o gris con tal de que cace ratones.
Deng Xiaoping
Este texto lo escribí el año pasado para conmemorar el trigésimo aniversario de la matanza de Tiananmén, pero no lo publiqué por aquí. Me ha parecido oportuno hacerlo ahora después de corregirlo y ampliarlo un poco.
El comunismo ha sido "la gran religión secular de los tiempos modernos", en palabras de Tzvetan Todorov: "era una religión posible, prometía el paraíso en la tierra, por eso conquistó tantos adeptos". Lo malo es que también causó cerca de cien millones de muertos en menos de un siglo, más de un millón al año de media. Se instauró primero en Rusia en 1917 y lo hizo de una forma bastante brutal: tras un golpe de Estado, provocando una terrible guerra civil que terminó por ganar y una hambruna que causó cinco millones de muertos. Dio así inicio a una dictadura que se mantendría durante siete largas décadas y que conocemos como Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Ese triunfo, como suele ocurrir con las grandes victorias militares, otorgó respeto y cierto prestigio a los dirigentes soviéticos, pero en los años siguientes sus siniestros modos de actuar les obligaron a recurrir al secretismo más exacerbado para mantener su credibilidad en el mundo. Se silenciaron la (segunda) hambruna y las sangrientas purgas de los años treinta (el Saturno bolchevique devoraba a sus propios hijos), lo que unido a la victoria de Stalin ("Padre de los pueblos", se le llamaba entonces) sobre los nazis y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial, permitió al tirano soviético extender el comunismo más allá de sus fronteras creando sucursales de la URSS por buena parte del planeta. La historia de la estalinización tras la guerra, especialmente en Europa Oriental, demuestra lo frágil que puede llegar a ser la civilización. Los líderes comunistas continuaron ocultando la represión y los crímenes que iban llevando a cabo y se inventaron para ello tremendas fake news, como aquella que culpó durante casi medio siglo de la masacre de Katyn a los nazis, ordenada por la cúpula soviética en 1940.
Las guerras suelen tener causas complejas que involucran directamente a varias personas. Así, el golpe de Estado que dio lugar al conflicto iniciado en España en julio de 1936 fue fruto de una conspiración derechista organizada desde hacía meses, cuyas raíces se pueden rastrear incluso años atrás. No obstante, a veces el comienzo de una guerra puede estar simbolizado o representado por la acción decidida de un solo hombre.
El 17 de julio de 1936, un tipo llamado Luis Soláns Labedán (Albalate de Cinca, Huesca, 1879; es el que está en el centro de la foto) se puso al frente de la sublevación de las fuerzas del Tercio y Regulares en Melilla, dando así inicio a la Guerra
Civil Española. Según los planes del general Emilio Mola, organizador de la conspiración contra el Gobierno del Frente Popular, el golpe debería haber comenzado al día siguiente, pero un inesperado registro policial adelantó el momento de pasar a la acción. De manera que Soláns fue el primer líder de la zona sublevada, que en aquel momento se correspondía con el mando oriental del Protectorado español de Marruecos. Por entonces Soláns era coronel de infantería y jefe
de la Agrupación de Cazadores. Sus ayudantes en la rebelión fueron los tenientes
coroneles Juan Seguí Almuzara (que, aunque estaba retirado en 1936, era jefe de Falange en Marruecos), Darío Gazapo Valdés y Maximino Bartomeu.
Los sublevados detuvieron al comandante militar de la plaza, el
general Manuel Romerales Quintero, leal a la República, junto a sus colaboradores del Estado Mayor. Aunque no ofreció resistencia alguna, Romerales acabó siendo fusilado por los sublevados un mes y pico después debido a sus supuestas "ideas extremistas" (curiosamente, le tachaban de extremista los que se habían levantado en armas contra el Gobierno).
Se ha acusado de inacción en aquellos cruciales momentos al entonces presidente del Consejo de Ministros y titular de la cartera de la Guerra, Santiago Casares Quiroga, hasta el punto de que ante la insistencia de los periodistas preguntándole por una posible sublevación, él les habría respondido que si los militares se levantaban en Marruecos, él se iría a acostar. Lo cierto es que Casares llamó por teléfono aquel día al general Romerales para averiguar qué ocurría y ordenarle que detuviera a los responsables, pero fue el propio Soláns quien contestó: "No pasa nada, presidente", le dijo. Casares se puso en contacto entonces con el general Agustín Gómez Morato, comandante del Ejército de África, que se encontraba en Larache, para que fuese a Melilla a hacerse cargo de la situación, pero este fue detenido por los rebeldes nada más aterrizar. Gómez Morato permanecería preso hasta poco antes de morir, en 1952. Mientras tanto en Tetuán, capital del protectorado, el coronel Eduardo Sáenz de Buruaga y el teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas se sublevaron y detuvieron al Alto Comisario, Arturo Álvarez-Buylla, que sería fusilado al año siguiente. En Ceuta se alzó el coronel Juan Yagüe.
Volviendo a Melilla, los sublevados leyeron en la calle un bando que proclamaba el
estado de guerra en nombre del general Francisco Franco, a quien ellos mismos
habían adjudicado el puesto de general jefe superior de Marruecos. A pesar de eso, Franco, que estaba en Canarias, no se sublevaría hasta el día siguiente, 18 de julio.
En la madrugada del 17 al 18, Soláns le envió el siguiente telegrama a Franco:
"Este Ejército, levantado en armas, se ha apoderado en la tarde
de hoy de todos los resortes del mando en este territorio. La
tranquilidad es absoluta. ¡Viva España!"
Rápidamente Soláns transformó Melilla en el reino del terror: los sublevados se hicieron con listas de cientos de sindicalistas, izquierdistas y masones a los que encerraron en el campo de concentración de la Alcazaba de Zeluán, abierto a los pocos días del golpe y que permaneció como tal hasta 1939. Ya en la noche del 17 al 18 de julio, los rebeldes asesinaron a 225 personas en el Marruecos español. Por cierto, varios de los represaliados eran judíos, aunque no se les persiguió por tal motivo, sino por ser de izquierdas o masones. Eso sí, en la zona sublevada y durante el franquismo, los judíos españoles tuvieron que soportar la propaganda del régimen, virulentamente antisemita, que se tradujo en hostigamientos, extorsiones económicas y el cierre temporal de algunas sinagogas, como la de Melilla, donde la Falange también se incautó durante años del Colegio Hebreo para transformarlo en su sede local.
La única resistencia armada que encontraron los sublevados en Melilla fue la de la Base de Hidroaviones del Atalayón, en la Mar Chica, que se defendió a tiros (al inicio de la Guerra Civil, se dio la circunstancia de que la mayoría de los
militares de aviación apoyaron a la República). En el combate los atacantes perdieron a dos hombres que fueron los primeros muertos de la Guerra Civil, un soldado y un sargento marroquíes. Finalmente los defensores se rindieron, y su jefe, el capitán de aviación Virgilio Leret Ruiz, fue fusilado con un brazo roto al amanecer del 18 de julio junto a otros dos oficiales. Leret, como ya comenté en otra entrada, además de aviador era ingeniero e inventor y había diseñado y patentado uno de los primeros motores a reacción de la historia que, sin embargo, no llegó a fabricarse: el estallido de la guerra y la muerte de Leret impidieron que el proyecto se llevase a cabo y que, por tanto, España fuera uno de los países pioneros en ese campo.
No contento con ejecutar a Leret, Soláns hizo detener también a su mujer, Carlota O'Neill, y a su criada, Librada Jiménez. O´Neill, feminista de izquierdas, escritora y fundadora de la revista Nosotras, fue separada de sus hijas, Carlota y Mariela, y encerrada junto a otras mujeres republicanas en el Fuerte de Victoria Grande, la primera cárcel franquista, un lugar en el que se sucedieron torturas, violaciones y asesinatos. Carlota permaneció encarcelada hasta 1940 mientras que Librada fue puesta en libertad en 1937. Tras salir de la cárcel, Carlota obtuvo la custodia de sus hijas y más tarde partió con ellas al exilio, a Venezuela y México. Allí escribió su autobiografía, Una mujer en la guerra de España.
El capitán Virgilio Leret, Carlota O'Neill y sus hijas Mariela y Carlota
El Fuerte de Victoria Grande en la actualidad
Bien, Luis Soláns continuó
activo durante la guerra y en algún momento ascendió a general. Entre agosto y septiembre de 1936 fue comandante militar de Huesca y, cómo no, responsable de la muerte de decenas de personas en aquella localidad. Solo el 23 de agosto fueron fusiladas 95 personas en las tapias del cementerio de la ciudad. Más adelante, Soláns fue gobernador militar de Cádiz y comandante del II Cuerpo de Ejército, en Extremadura. Tras la guerra fue miembro del Consejo Nacional del Movimiento y procurador en las Cortes franquistas. Murió en Vitoria en 1951.
Para terminar, en la web de Albalate de Cinca, lugar de nacimiento de Luis Soláns, se le menciona como ilustre hijo, y al menos hasta hace cuatro años, el colegio público de dicha localidad llevaba su nombre, aunque por lo visto ya lo cambiaron.
La RAE define el término "ilustre" en su segunda acepción como insigne, célebre. Pues está claro por qué es célebre el señor Luis Soláns Labedán, aunque si yo estuviera al frente del Ayuntamiento de Albalate creo que no me sentiría muy orgulloso de él.
Más información:
-Medel, Óscar, "La Guerra Civil Española mes a mes: La sublevación (julio 1936)", Unidad Editorial S. A., 2005.
-Preston, Paul, "El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después", Círculo de Lectores, 2011.