Alejandra vino del otro lado del Atlántico hace años, con sus maticas y sus sueños.
No
habla mucho, pero así nunca miente. Escucha en silencio y piensa antes
de decir nada. Y luego habla bajito, de forma que solo se la oye cuando
no hay ruido.
Tiene claro lo que quiere y lo que no. Tiene la cabeza bien amueblada y la casa bien llena de plantas.
A
Alejandra le gustan los libros de cuentos ilustrados, las películas
raras, las mezclas de colores, las exposiciones, las fotografías, Frida Kahlo, la lluvia, la
cerveza, la buena comida, el café, la música brasileña, dormir, caminar,
Madrid y el mar, no necesariamente en ese orden.
Y las plantas, claro.
Y las plantas, claro.
La
parte que prefiere de su cuerpo es una cicatriz que lleva en el
vientre, porque dice que le salvó la vida. Y cuando era pequeña dibujaba
esa cicatriz en todas sus muñecas.
Alejandra se llama como mi sobrina mayor. Ambas coinciden también en tener una bonita sonrisa y unos pómulos pronunciados.
Alejandra dice que no sabe bailar ni cantar, pero canta y baila cuando quiere.
Alejandra
es algo despistada, inteligente y trabajadora, tranquila y paciente,
discreta y cariñosa, dulce y detallista, se ríe con facilidad y no deja
que le afecten los problemas del pasado, del presente o del futuro.
Alejandra hace que uno se reconcilie con el mundo.
Alejandra hace que uno se reconcilie con el mundo.
Y van dos: yo si fuera tío, también me encataría Ale, Ale, Alejandraaaaaa... (precioso regalo), un beso para los dos y enhorabuena, ves? Todo llega.
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