Un año más de vida, esta vez con más aventuras que desventuras. Un año más de blog, ya van tres en total, y aún me apetece seguir escribiendo mis historias, aunque pasen desapercibidas para el gran público.
Quizá después de todo existan los milagros, si es que lo podemos llamar así. O igual es que cuando empiezo algo nunca lo dejo.
Comienza un año
lleno de grandes aniversarios relacionados con nuestra historia reciente:
cincuenta años del accidente de Palomares, ochenta del estallido de la Guerra
Civil Española… Sin ir más lejos, mañana mismo se cumplen noventa años del
inicio del viaje del Plus Ultra, el
hidroavión que realizó el primer vuelo entre España y América. En este
articulillo vamos a hablar de aquella aventura y de sus protagonistas, pero
sobre todo de uno de ellos: Ramón Franco Bahamonde.
Hace unos días, mi amiga y colega Mónica puso un implante dental en la clínica de la que soy responsable. Es el primero que se coloca en la clínica desde que soy el responsable, para ser exactos.
Parafraseando a Neil Armstrong, dicho acontecimiento es posible que ni siquiera representara un pequeño paso para la humanidad, pero para un tipo como yo fue un triple salto mortal con tirabuzón.
Me despierto y no me puedo levantar, como en la canción de Mecano. De hecho no me querría ni despertar, aunque ya no hay remedio. Me someto entonces a la dictadura del viejo triunvirato (trabajo, tiempo y responsabilidad) y me dirijo dando tumbos a la ducha. Tras un fugaz café me lanzo de cabeza a la apabullante rutina diaria: el tráfico, el curro, las caras agradables, las caras desagradables, las satisfacciones, las decepciones, los problemas, el estrés... Un largo y cansado día, como tantos otros.
Pero al final las veo. Ahí siguen, tan bonitas como siempre. Veo cómo se acercan, cómo me tocan, me acarician, me cogen, me sostienen, como si fuera un niño otra vez. Me hacen sentir que todo está bien. Que todo está muy bien, mejor dicho. Y después me recorren entero y me convierten en adulto de nuevo.
Resulta que el ayuntamiento de Ada Colauapoya una querella que solicita al rey Felipe VI que responda por los
crímenes del franquismo “como representante del Estado Español y
continuador legítimo” de la dictadura. La verdad es que no siento la menor simpatía por el rey Felipe, pero desde luego tampoco le considero "continuador legítimo de la dictadura", ni creo que reine "gracias a los principios del Movimiento". En todo caso reinará gracias a los principios de la Constitución de
1978. Otra cosa es que el Estado se haga cargo de la reparación a las
víctimas de la guerra y la dictadura, que reconozca los crímenes que se
cometieron entonces, y que se preocupe de que no caigan en el olvido. Todo eso me
parece perfecto, siempre que hablemos de todos los crímenes. Como escribió Andrés Trapiello en su fantástica novela Ayer no más:
"Se
dirá que las víctimas de la República tuvieron ya su reparación durante
el franquismo, pero no es esa la que reclaman, sino la del Estado y la
de toda la sociedad, la de unos y otros, como deberían tener la del
Estado y la de toda la sociedad las víctimas del franquismo, no sólo la
de los partidos de izquierda".
Seguimos con la idea de que la Guerra Civil Española fue una historia de buenos y malos, lo que termina implicando que condenemos o justifiquemos unos crímenes en función del bando que los cometiera. Seguimos tratando de revisar la historia desde el poder, como han hecho los regímenes totalitarios. El golpe de julio de 1936 lo fue contra un Gobierno legalmente constituido pero, una vez iniciada la guerra, nadie defendía ya la democracia. Si se me apura, ni siquiera defendía ya nadie la República de 1931: en el bando republicano los militantes de cada organización política luchaban por sus ideas
particulares, sin más. Prueba de ello es que si
observamos fotos de la guerra, comprobaremos que las banderas que más abundaban entre los milicianos
republicanos no eran las tricolores, sino las de cada formación
política junto a sus propios lemas o siglas: estrellas, hoces y
martillos, FAI, CNT, UHP, POUM, etc (véase, sin ir más lejos, la foto que encabeza esta entrada). Todo ello unido, más que por la
República, por el antifascismo, que no es lo mismo. Y
por eso cada dos por tres los propios republicanos se enfrentaban entre
sí. Seguramente se vean muchas más banderas republicanas hoy en
ciertas manifestaciones que entonces en la zona republicana, fruto del
éxito que tienen en nuestro país los mitos históricos y del afán que
tenemos en politizar el pasado y hacerlo servir a nuestros intereses.
Claro que hay muchas cosas que cambiar. Es una vergüenza que el Valle de los Caídos, o incluso el llamado Cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama, sigan siendo santuarios franquistas. Claro que habría que remodelarlos como se hizo con el Alcázar de Toledo. Claro que hay que cambiar nombres de calles y plazas que continúan siendo un homenaje a la dictadura (más que nada porque lo dice la ley). Pero tampoco parece muy apropiado que haya vías dedicadas a personajes tan siniestros como Dolores Ibárruri o Santiago Carrillo.
Claro que hay que exhumar los restos de los enterrados en fosas comunes, pero los de todas las fosas comunes.
La propia expresión memoria histórica es inadecuada. La memoria es subjetiva, mientras que la historia debe ser objetiva. Y no se puede recordar en plural. "Los pueblos no recuerdan, recuerdan los individuos", dice Trapiello. Puede haber una conciencia colectiva, pero no una memoria colectiva.
Seguimos con la Guerra Civil
enquistada, y continuaremos igual mientras unos y otros reclamen solo un
reconocimiento parcial, solo a una parte de las víctimas, cuando todas
las víctimas inocentes -porque no todas eran inocentes- fueron iguales, sin importar quién las asesinara.
Ahí tenemos el ejemplo de Alemania, que ha padecido una dictadura nazi y
otra estalinista y que reconoce a las víctimas de ambas. O el del cementerio de Arlington, en Estados Unidos, en el que están enterrados, entre otros, soldados de ambos bandos de la Guerra de Secesión. Y es un cementerio, no un lugar de propaganda. Realmente tenemos mucho que aprender de otros países.
En España hubo
una guerra en la que ambos bandos cometieron crímenes. Que uno -el franquista- fuera
más criminal cuantitativamente que el otro, no quita responsabilidad al
segundo. El Estado actual, el democrático, debería reconocer y reparar
todos los crímenes juntos, y mientras no lo haga seguiremos leyendo
titulares como el de arriba, que parece más propio de la Guerra Civil
que del siglo XXI.