Gracias a la magia de internet, se me ha aparecido el fantasma de un verano del pasado. A través de mis vivencias de entonces, el espectro ha tratado de hacerme ver que soy un personaje ridículo y tontorrón. Esto me ha permitido reírme tanto de mí mismo como del propio fantasma, por poner tanto interés en alguien como yo. Ha sido divertido.
jueves, 27 de marzo de 2014
domingo, 23 de marzo de 2014
Las dos memorias
Después de un pequeño paréntesis de casi dos mesecitos, vuelvo con renovados bríos. Ea.
A raíz de los recientes acontecimientos en Ucrania y Crimea,
se han vuelto a ver por allí símbolos nazis y soviéticos. Y hasta alguna frase
de la Guerra Civil Española:
El nazismo se ha
relacionado directamente con uno de los partidos que han ocupado cargos en el
nuevo gobierno ucraniano: Svoboda
("Libertad"), lo cual ha provocado numerosas críticas, sobre todo en
medios rusos o de izquierdas. En cambio, la exhibición sin tapujos de
parafernalia soviética por el lado de los partidarios de Rusia en el conflicto
no he visto que haya provocado rechazo alguno. Ni una queja, vamos. Todo esto
me sirve de excusa para explicar el asunto al que voy, esto es, por qué en
nuestra conciencia colectiva no tenemos reflejados de la misma manera los
crímenes nazis y los de las dictaduras comunistas, o lo que es lo mismo: por
qué el comunismo no suscita tanto rechazo como el nazismo o el fascismo. Sobre
la condena al nazismo hay consenso, pero la del comunismo es conflictiva. Si
ambos sistemas han asesinado a millones de personas sería lógico a primera
vista que tuviéramos una opinión similar de las dos ideologías, y sin embargo
no es así. Las razones para esta
asimetría son varias, paso a resumirlas:
-Una diferencia
puramente ideológica. Es decir, más que una razón es un argumento según el cual
el comunismo es una presunta doctrina de amor entre los pueblos, humanista, mientras que
el nazismo propugna el odio. El comunismo tendría buenas intenciones mientras que
las del nazismo son malas. A este argumento se le responde con los hechos. Si
tenemos en cuenta que en nombre del comunismo se ha perseguido y asesinado a
muchas más personas que bajo el nazismo, desde luego es como para desconfiar de las
ideologías con supuestas "buenas intenciones". En cualquier caso, cabría preguntarse más bien cómo es posible que unos sistemas políticos que han resultado ser los más destructivos de la historia -las dictaduras comunistas y la nazi- pudieran despertar tanta devoción y espíritu de entrega en millones de personas.
-Otra diferencia
ideológica, bastante más de peso. La ideología marxista es más
compleja y está mucho más elaborada que el pensamiento nazi o fascista, y por
tanto ha influido mucho más profundamente que éste en el análisis de la
sociedad que llevan a cabo los medios de comunicación. Los conceptos de "capitalismo"
y "burguesía" que todos utilizamos incluyen tanto al fascismo como a
las democracias. A la vez, el "antifascismo" reúne a las democracias
y los regímenes comunistas. Esta confusión, impulsada en su día por la Unión
Soviética y que borra todo parentesco entre nazismo y comunismo, quedó muy reforzada por el desenlace de la Segunda Guerra Mundial,
en la que la URSS venció junto a las democracias. El mundo quedó dividido entonces en fascistas y antifascistas, una falsa dicotomía promovida por los comunistas y consagrada por la guerra. Del mismo modo, se hizo habitual un sofisma según el cual todo anticomunista pasaba automáticamente a ser, cuando menos, sospechoso de fascista, negando la posibilidad de ser anticomunista y antifascista a la vez.
-El resultado de la
Segunda Guerra Mundial propiamente dicho. La Alemania nazi y sus aliados fascistas fueron aplastados, la
Unión Soviética, aliada de las democracias, resultó ser la gran vencedora y el
comunismo se extendió por el mundo. El Mal, representado por las potencias del Eje, había sido derrotado y el comunismo
había contribuido decisivamente a ello.
-El reconocimiento
de los crímenes. Alemania se ha mostrado desde la Segunda Guerra Mundial
completamente dispuesta a reconocer y expiar sus culpas. En cambio, los
crímenes soviéticos se ocultaron y falsearon durante décadas, y todavía tras la
caída del Bloque del Este las autoridades rusas han persistido en ocasiones en
negar su evidencia. Aparte de las numerosas reivindicaciones de la figura de
Stalin que se han dado en Rusia en los últimos años, baste mencionar como
ejemplo que cuando Antony Beevor se atrevió a documentar en su libro
"Berlín. La caída: 1945" (2002) el enorme número de violaciones que
cometió el Ejército Rojo en Alemania, tuvo que aguantar ataques y
amonestaciones incluso por parte del embajador ruso en Londres.
-De las dos últimas
razones se extrae otra. Tras ser vencido militarmente, el nazismo fue juzgado y
los responsables del Tercer Reich castigados, cuando no se habían suicidado u
ocultado. La ruptura es clara. En cambio, en Europa del Este los regímenes
comunistas cayeron casi sin violencia (afortunadamente), de modo que los
antiguos dominados y dominantes se pusieron a convivir como si nada. La
situación incitaba poco a saldar cuentas (como pasó en la Transición española),
sobre todo porque entre tanto los antiguos dirigentes comunistas se habían
convertido en los más ricos del país, grandes propietarios y empresarios.
-Los campos de
concentración nazis fueron liberados, fotografiados y filmados con profusión.
Los crímenes nazis salieron a la luz pública y horrorizaron al mundo, y
continúan horrorizándolo gracias al cine y la literatura. En cambio nadie
liberó, fotografió, ni filmó los campos soviéticos. Para muchos, lo que no está
recogido en imágenes simplemente no existió. Los interesados sólo nos empezamos
a enterar a ciencia cierta de los detalles del Gulag y otros horrores
estalinistas tras la caída de la URSS. Entonces se demostró que Solzhenitsyn y
Conquest habían estado mucho más cerca de la verdad de lo que sus críticos
admitían.
-Diferencias entre
las características del régimen nazi y los comunistas, o más bien entre sus
víctimas. Es mucho más fácil identificar como grupo a las víctimas del nazismo
que a las del comunismo. En el primer caso se trata de rivales políticos (sobre
todo comunistas) y grupos étnicos que se reconocen como tales: judíos, gitanos
y eslavos. Los grupos étnicos cuentan con rasgos distintivos: lengua, religión,
costumbres, una memoria común y conciencia de grupo. No sucede lo mismo en el
caso de la mayoría de los perseguidos por el comunismo, si exceptuamos a los
grupos étnicos. Los rusos blancos abarcaban un amplio espectro político
(básicamente a todos los que no tragaban el comunismo) y nunca estuvieron
cohesionados, nunca fueron un grupo, sino muchos. Nunca tuvieron cronistas, ni
tradición, ni identidad, y lo mismo se puede decir de los burgueses o los
kulaks, unos términos sociopolíticos bajo los cuales podían caber muchas
personas muy diferentes entre sí. En realidad, lo único que tenían en común los
perseguidos por el comunismo era que los calificaban de "enemigos del
pueblo", aunque ahí podían entrar incluso los propios comunistas. Bajo las
dictaduras comunistas cualquiera podía convertirse con facilidad en perseguido,
hasta los perseguidores, por tanto es muy complicado recordar a sus víctimas
como una entidad diferenciada.
La frontera entre dominantes y dominados es muy clara en el nazismo pero confusa en el comunismo, no sólo porque los propios dirigentes pudieran ser víctimas de procesos, sino porque en realidad toda la sociedad se veía atrapada en el engranaje represivo. La misma frontera entre vigilantes y vigilados también es confusa, ya que los regímenes comunistas no se limitaban a imponerse a la ciudadanía, sino que también alentaban a la gente a implicarse en la represión, colaborando con las fuerzas de seguridad e informando sobre las actividades y opiniones de sus vecinos, colegas, conocidos, amigos y familiares. La negativa a hacerlo podía costarle a alguien, como mínimo, el futuro de sus hijos.
La frontera entre dominantes y dominados es muy clara en el nazismo pero confusa en el comunismo, no sólo porque los propios dirigentes pudieran ser víctimas de procesos, sino porque en realidad toda la sociedad se veía atrapada en el engranaje represivo. La misma frontera entre vigilantes y vigilados también es confusa, ya que los regímenes comunistas no se limitaban a imponerse a la ciudadanía, sino que también alentaban a la gente a implicarse en la represión, colaborando con las fuerzas de seguridad e informando sobre las actividades y opiniones de sus vecinos, colegas, conocidos, amigos y familiares. La negativa a hacerlo podía costarle a alguien, como mínimo, el futuro de sus hijos.
En los últimos años
todo esto se ha comentado muchas veces en libros, foros y debates. Sin embargo
no es suficiente, estas razones no lo explican todo. En muchas discusiones
acerca del nazismo y el comunismo, siempre hay alguien que acaba preguntando
por qué si ambas ideologías conducen igualmente a la dictadura y el terror, un
neonazi no tiene nada que ver con un militante de Izquierda Unida o de
cualquier partido comunista democrático actual. Bien, para explicar esto hay
que tener en cuenta el factor geográfico.
En Europa hay dos
memorias del totalitarismo, la occidental y la oriental. Los países de Europa
Occidental fueron víctimas de dictaduras fascistas, de modo que tienen cuentas
pendientes con el nazismo, el fascismo y el franquismo. Nunca han padecido
dictaduras comunistas porque lo máximo que pasó por ellos del Ejército Rojo
fueron sus coros y danzas, si exceptuamos a los militares soviéticos que acudieron en ayuda del bando republicano durante la Guerra Civil Española. En estos países los comunistas apenas si han estado
en el poder, y cuando lo han hecho ha sido formando parte de coaliciones de
izquierdas o en ayuntamientos. Con respecto a estos comunistas, aunque
ideológicamente tuvieron una etapa prosoviética, su situación política y
geográfica les permitió evolucionar y muchos de ellos abandonaron el leninismo
en los años setenta. Por eso, el comunista occidental medio no se parece
ni a un exterminador de kulaks de los años treinta ni a un burócrata arribista
y cínico de la era Brezhnev, sino que es un tipo respetable, interesado en el
bien común y solidario, cuyo partido tiene una larga tradición democrática y de
lucha por las libertades. Nada que ver por tanto con un miembro de la extrema
derecha, cuyo discurso sigue siendo profundamente antidemocrático.
En Europa Oriental
la situación es muy diferente. Allí hubo unas cuantas dictaduras comunistas
durante décadas. En estos países todo el mundo sufría el régimen y a la vez
contribuía a consolidarlo. Por ello, para muchos lo importante una vez
desaparecida la dictadura ha sido "pasar página", pero para los que
padecieron directamente la represión y sobrevivieron, el comunismo seguramente sea
tan odioso o más que el nazismo. Polonia sufrió una brutal ocupación nazi y
luego una prolongada dictadura comunista. No es de extrañar por tanto que allí
sea frecuente la condena a ambos sistemas por igual. Algo similar ocurre en los
países bálticos o en Ucrania, sin ir más lejos.
La memoria del
comunismo y la del nazismo siguen alejadas. La del comunismo que se vivió en Europa del Este parece irreconciliable con la de Europa Occidental, dado que
proceden de experiencias diferentes: en Europa Occidental sólo
existe la memoria del fascismo, del nazismo y del franquismo. A esto hay que
añadir que en muchas ocasiones se realizan alusiones arbitrarias al pasado con el objetivo
de ensalzar a un grupo político o de favorecer determinados intereses. Se piensa que una
experiencia puede anular otra igual de criminal pero de signo contrario.
Afortunadamente contamos con el testimonio de algunas personas que padecieron los horrores de ambos sistemas y de quienes en su día alzaron su voz contra los dos, poniéndose así al servico de la justicia y no de un grupo o una ideología (como la alemana Margarete Buber-Neumann).
Afortunadamente contamos con el testimonio de algunas personas que padecieron los horrores de ambos sistemas y de quienes en su día alzaron su voz contra los dos, poniéndose así al servico de la justicia y no de un grupo o una ideología (como la alemana Margarete Buber-Neumann).
La historia del
totalitarismo sólo puede sernos útil como herramienta contra el mal si la
despojamos de intereses personales, ideológicos o de grupo, y reconocemos que
el crimen de masas no es algo exclusivo o propio de un único sistema político,
sino que forma parte de nuestra naturaleza y de nuestra historia colectiva. De
nosotros mismos, vamos. Como expresó Romain Gary, escritor de origen ruso y judío que
combatió en las Fuerzas Francesas Libres durante la Segunda Guerra Mundial:
"Mientras no admitamos que la inhumanidad es algo
humano seguiremos en la mentira piadosa".
A la vez, tampoco se
deben mezclar todas las desgracias del pasado, sino destacar lo que cada una
tiene de paradigmática. Y para eso están los historiadores.
Más información:
-Applebaum, Anne,
"Gulag" (Debate, 2004).
-Beevor, Antony,
"Berlín. La caída: 1945" (Crítica, 2002).
-Benoist, Alain de,
"Comunismo y nazismo" (Áltera, 2005).
-Buber-Neumann,
Margarete, "Prisionera de Stalin y Hitler" (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2005).
-Judt, Tony, "Postguerra. Una historia de Europa desde 1945" (Taurus, 2006).
-Todorov, Tzvetan, "La experiencia totalitaria" (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2010).
-Judt, Tony, "Postguerra. Una historia de Europa desde 1945" (Taurus, 2006).
-Todorov, Tzvetan, "La experiencia totalitaria" (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2010).
lunes, 27 de enero de 2014
Aniversario (II)
Vivimos días de grandes aniversarios. Hoy, por ejemplo, es el de la liberación de Auschwitz por el ejército soviético, un suceso que seguramente tuvo mucho de bueno, pero también algo de malo, cosa que por lo general se desconoce.
Y ayer fue el primer aniversario de este mi blog, motivo de abrir esta entrada. Un blog que me parece que tiene mucho que mejorar, al que he hecho caso sólo de vez en cuando, pero que me ha servido para contar lo que me ha dado la gana (y para que algunos pocos lo leyeran).
Pues nada, querido blog: feliz primer cumpleaños. Y perdona el retraso de un día, pero es que ayer ni me acordé.
martes, 21 de enero de 2014
Aniversario
Todo empezó hace doce
meses con un festín de quesos. Después nuestra relación fue cuajando poco a
poco, en porciones. Sería una bola si te dijera que éste ha sido mi mejor año
-y sabes por qué-, aunque sin ti habría resultado mil veces más amargo. Gracias
por ser tan valiente –cual prota de Ratatouille-
y haberte lanzado a cambiar nuestras vidas, gracias por curarme con tu aceite
mágico y aromático, gracias por derretirme con tu calor, gracias por querer
madurar junto a mí, ojalá esto dure hasta
el infinito y más allá. Ah, y que nunca nos falte el queso. Te quiero,
Raquel.
sábado, 18 de enero de 2014
Toy story
Donatello, la tortuga
ninja, advirtió a Raphael (otra tortuga ninja, nada que ver con el famoso
cantante) que no abriera el portón del camión porque había un toro de lidia de
cien gramos de peso encerrado dentro. Raphael hizo caso omiso, abrió el portón
y, antes de que pudiera darse cuenta, volaba por los aires tras ser embestido por
el astado. Afortunadamente una chica pirata de Playmobil acudió en su ayuda a
lomos de un félido de dientes de sable dejando al bovino fuera de combate. Por
desgracia, no tardó en ser atropellada junto a su montura por un enorme coche
conducido de forma vandálica por otro Playmobil. Mientras tanto, un elefante
africano decidió que si un toro cabía dentro del camión, por qué no iba él a
intentar entrar. Sus enormes orejas desplegadas le pusieron dificultades, pero al final lo
consiguió. Eso sí, salir de allí iba a ser otro cantar. También apareció un lobo con ganas de morder a todo el mundo. Raphael, recuperado de
su encuentro con el toro, agarró el cañón de plástico que había en lo alto del
camión y disparó sobre aquellos agresivos animales, pero el arma era poco
potente y sólo conseguía hacerles cosquillas, y eso cuando les acertaba. Harto,
aprovechó un momento en que estaban juntos y los atropelló brutalmente a todos con el camión.
Los animales quedaron desperdigados por el suelo ofreciendo una imagen dantesca,
y entonces todo terminó porque llegó la hora de cenar.
Y bueno, éste es el resumen de
lo que ocurrió mientras jugaba el otro día con Iván, el hijo de Raquel.
sábado, 7 de diciembre de 2013
"Érase una vez en Francia"
Joseph Joanovici (o Joinovici)
nació en el seno de una familia judía de Chisináu, Moldavia, hacia 1905. Por
entonces la ciudad se llamaba Kishinev y pertenecía al Imperio Ruso.
Según relataría él
mismo, tras el asesinato de sus padres durante un pogromo, Joanovici llegó a
Francia en 1925. Se instaló en Clichy, un suburbio de París, donde supo hacer
negocio con la chatarra. Un inmigrante pobre, huérfano e iletrado se transformó
así en alguien importante, llegando a ser conocido como el Señor Joseph.
Este increíble éxito le haría pensar durante el resto de su vida que con dinero podría conseguir lo que quisiera y comprar a quien fuera. Casi siempre fue así.
Tras el estallido de la
Segunda Guerra Mundial, permaneció en
Francia durante la ocupación alemana y se convirtió en multimillonario
vendiendo metal a los nazis, a pesar de ser judío.
No sólo tuvo trato con
los nazis, también con el crimen organizado parisino. Por ese motivo necesitó
de la protección de la llamada Gestapo francesa, una siniestra organización dirigida por dos maleantes, Henri Chamberlin, conocido como Lafont, y Pierre Bonny, a los que los nazis habían otorgado puestos de
responsabilidad.
Se dice que durante una
cena, Lafont le espetó a Joanovici:
-Después de todo,
Joseph, no eres más que un sucio judío.
A lo que éste
respondió:-¿Y cuánto costaría dejar de serlo, Hauptsturmführer?
A la vez, Joanovici
formó parte también de la resistencia francesa, y en 1944, tras la liberación
de París, delató a Lafont y Bonny, que fueron juzgados y ejecutados.
Tras la guerra Joanovici fue detenido por colaboracionista, pero se le puso en libertad por falta de pruebas (a pesar de ser sospechoso incluso de participar en el asesinato un miembro de la resistencia: Robert Scaffa). En 1947 escapó a Munich, y al cabo de unos meses regresó esperando contar con la ayuda de algunos amigos de la Prefectura de Policía de París, burlando además a la DST que le estaba esperando en Phalsbourg para detenerlo.
En 1949 fue juzgado y
condenado a cinco años de cárcel.
En 1952 salió de
prisión, pero tuvo que permanecer bajo arresto domiciliario en Mende.
En 1957, acusado de
fraude fiscal, escapó a Suiza y de ahí a Israel, pero fue expulsado de este
país (junto a Robert Soblen y Meyer Lansky, es uno de los tres único judíos a
los que no se les ha aplicado la Ley del Retorno de Israel).
Murió arruinado en
1965.
Este año se ha
publicado en España una trilogía de cómics titulada Érase una vez en Francia
(Nury y Vallée, Norma Editorial), que narra la vida de Joanovici. Los autores
mezclan hechos reales con otros ficticios que rellenan las lagunas
existentes en la biografía de este ambiguo personaje.
El resultado es
magistral, no sólo por la excelente calidad del dibujo, sino también porque la
narración engancha desde la primera a la última viñeta. La intensa vida de
Joanovici es un reflejo de la propia Francia durante la guerra, que se movió
entre la resistencia y la colaboración con el ocupante. A lo largo de la
historia va apareciendo una serie de personajes más o menos oscuros, de dudosa
ética, corruptos, de gánsteres y de asesinos. Nadie se libra de mostrar su lado
maligno, empezando por el principal protagonista, cuyos escrúpulos dependen de
su ambición y su instinto de supervivencia. El título de la serie,
obviamente, hace referencia a la famosa película de Sergio Leone.
Una obra muy recomendable, desde luego.
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