Gabriele D'Annunzio
fue un singular personaje, hoy muy olvidado fuera de Italia, pero que alcanzó
mucha fama en vida, especialmente durante el episodio de la conquista de Fiume.
Poeta, dramaturgo,
soldado, aviador, héroe, conquistador y dictador de una ciudad-estado de
efímera existencia. Durante su corto mandato en Fiume creó un sistema en parte
fascista, en parte anarquista y en parte democrático (¿sería eso el fascismo
democrático?), y uno de los pocos que lo reconocieron fue el Gobierno
soviético de Lenin.
Como escritor ya había
alcanzado el éxito antes de la Primera Guerra Mundial (publicó su primer libro
con 16 años). Cuando estalló la contienda logró alistarse a pesar de tener ya
más de 50 años. Sirvió en la caballería, en las lanchas torpederas y sobre
todo en la aviación. Perdió la visión de un ojo, bombardeó Viena con panfletos
de propaganda redactada por él mismo (por algo era escritor) y recibió un
montón de condecoraciones.
Tras la guerra, en
1919, decidido a que Fiume (hoy Rijeka) no pasara a ser de Yugoslavia (conocida
en sus primeros años como Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos), lideró
una tropa de más de dos mil entusiastas nacionalistas que se apoderaron de ella
y la declararon ciudad-estado independiente.
En realidad, la
intención inicial de D'Annunzio fue que Fiume formara parte de Italia, pero el
desprecio que sentía hacia los gobernantes de su país le hizo cambiar de idea.
Aquel desprecio era tal que en cierta ocasión permitió que uno de sus hombres, Guido Keller, lanzara un orinal desde
un avión contra el edificio del Parlamento.
Hagamos un inciso para
hablar un poco de Keller. Amigo de D'Annunzio, de origen aristocrático, durante
la Primera Guerra Mundial estuvo en la escuadrilla del famoso as de caza Francesco Baracca.
Keller era anarquista, futurista,
dadaísta, naturista y nudista. Y un poco payaso:
En Fiume fundó el grupo
“Yoga”, la Unión de espíritus libres que tienden a la perfección. Sus símbolos
eran una esvástica y una rosa de cinco pétalos.
Y aquí lo tenemos
cagando en el orinal antes de lanzarlo contra el Parlamento italiano desde su
avión:
Después de lo de Fiume
viajó mucho y murió con 37 años. Vivió muy rápido, como buen futurista.
Keller (a la izquierda)
con Marinetti (en el centro)
Otro pintoresco tipo
que participó en la aventura de Fiume fue el karateka japonés Harukichi Shimoi. Voluntario de los Arditi,
amigo de D'Annunzio (que lo llamaba camarada Samurai) y futuro simpatizante
fascista. Un hombre con carácter, vamos.
Volviendo al hilo de
nuestra historia, la población de Fiume aclamaba a D'Annunzio como su salvador.
Montó un Estado corporativista uno de cuyos principios era la música. Redactó
una Constitución con su amigo el sindicalista Alceste De Ambris conocida como la Carta del Carnaro, que anticipaba la idea de la imaginación al
poder y que pretendía sentar las bases de un Estado aconfesional y
socialmente avanzado, en el que la educación era gratuita, las mujeres podían
votar y el divorcio era legal. El Comandante (así se hacía llamar
D'Annunzio en Fiume) se proclamó defensor de las naciones sin estado, de todas
las naciones pobres y empobrecidas contra las naciones usurpadoras y
acumuladoras de toda riqueza, desde Irlanda hasta Egipto y la India pasando
por los pueblos de los Balcanes. Recibió la visita de Marinetti, Marconi, Toscanini y Mussolini.
D'Annunzio en Fiume con
sus Arditi
Hagamos otro inciso
para hablar de los Arditi. Los Arditi eran unas tropas de élite italianas
creadas en la Primera Guerra Mundial. Su arma característica era el cuchillo,
que muchas veces llevaban en la boca, como se puede apreciar en la imagen de
arriba. Durante la aventura de Fiume adquirieron gran protagonismo. Como no
pocos de ellos eran unos exaltados nacionalistas, de entre sus filas saldrían
muchos camisas negras fascistas. En ese sentido equivaldrían a los Freikorps
alemanes que luego dieron lugar a las SA nazis.
Hay que decir que entre
los Arditi también había anarquistas (exaltados, por supuesto), que
formarían los llamados Arditi del Popolo, una organización antifascista
cuyo emblema era tal que así:
De estos Arditi
antifascistas todavía quedarían ecos en nuestra Guerra Civil. El Batallón de la
Muerte italiano de las Brigadas Internacionales (también conocido como
“Centuria Malatesta”) empleaba calaveras y camisas negras, aunque estaba
formado por anarquistas:
En diciembre de 1920,
después de 16 meses, la flota italiana bombardeó Fiume. Tras algunos combates y
medio centenar de muertos, D'Annunzio se rindió. Así terminaba el sueño del
poeta conquistador, el tipo que rechazó una carta dirigida al mejor poeta de Italia porque él era el mejor del mundo; "el único
revolucionario de Italia", según Lenin. En definitiva, un revolucionario
cultural, defensor de la acción y la imaginación.
Gracias a la acción de
D'Annunzio, en 1920, según el Tratado de Rapallo, la ciudad dálmata de Zara
pasó a ser de Italia, y Fiume quedó como ciudad libre. No obstante, en 1924
Mussolini se apoderaría de ella. Vamos, que corrió la misma suerte que otras
"ciudades libres" que fueron fruto de los desatinos del final de la
Gran Guerra: Memel y Danzig.
Las anexiones italianas
entre 1919 y 1924
Los fascistas de
Mussolini adoptaron toda la simbología d’annunziana: el brazo en alto, las
calaveras, las camisas negras y el himno Giovinezza. El Duce lo
mantendría el resto de su vida en una jaula de oro de la que D'Annunzio sólo
salió para aconsejarle que no se juntara con Hitler.
D’Annunzio y
Mussolini
Más información:
La fascinante historia de D´Annunzio en Fiume: El comandante y la décima musa.
D’Annunzio: sexo, política y fascismo
El poeta cocainómano que diseñó la estética fascista
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