Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.
En septiembre de 1951 Rudolf Slánský fue destituido de su puesto de secretario general del Partido Comunista de Checoslovaquia. Dos meses más tarde fue detenido junto a otros trece líderes. Once de ellos, incluido Slánský, eran judíos. Fueron interrogados y torturados durante todo un año. En noviembre de 1952 se celebró un juicio farsa estalinista y once de los acusados fueron condenados a la horca. Slánský fue declarado culpable de formar parte de una conspiración cuyos apelativos reunían todas las obsesiones del momento: trotskista, titoísta, sionista y estar al servicio del imperialismo estadounidense. Fue ejecutado en Praga el 3 de diciembre.
Mientras tanto, en
la URSS había ocurrido otro episodio similar e igual de sangriento, aunque no
fue público. En mayo de 1952 comenzó un juicio farsa contra quince antiguos
miembros del Comité Judío Antifascista. Por supuesto todos eran judíos.
Llevaban detenidos tres años durante los cuales habían padecido palizas y
torturas. Trece de ellos fueron ejecutados en agosto en la Lubianka, en lo que
se conoce como la Noche de los Poetas Asesinados. Uno de los dos que se libraron de la ejecución, Solomon Bregman, murió en prisión en
enero del año siguiente. La única superviviente fue la prestigiosa
bioquímica Lina Solomonovna Shtern,
a la que Abakumov llamaba vieja puta
cuando la interrogaba.
Lina Shtern
Sus familiares no
tuvieron noticias de ellos hasta noviembre de 1955, cuando se reabrió el caso.
De los ejecutados quizá los más destacados fuesen los poetas Peretz Davidovich Markish e Itzik Feffer
(este último, además de poeta, también era un informante del MGB).
Peretz Markish
Itzik Feffer
Otras personas
relacionadas con el Comité habían sido asesinadas antes. Ya he hablado de
los casos de Solomon Mijoels y Der Nister. En 1950 también cayeron el crítico
literario Yitzhak Nusinov y los
periodistas Shmuel Persov y Miriam Zheleznova.
Pero en la historia
del antisemitismo estalinista todavía faltaba un capítulo.
En 1951 nuestro amigo Viktor
Semionovich Abakumov, un tipo que por lo visto torturaba a los prisioneros con
sus propias manos, fue destituido al frente del MGB. Se le acusó de mostrarse
poco firme ante los judíos. Fue torturado y terminó ejecutado en 1954.
Abakumov había sido denunciado
ante Stalin por un subordinado muy trepa y muy cruel, Mijail Dimitrievich Riumin. Según Riumin, un médico judío llamado Yakov Gilyarievich Etinger había sido
responsable de la muerte de Aleksandr Sergueyevich Shcherbakov, propagandista soviético durante la Segunda Guerra
Mundial (muerto en 1945) y de la de Andrei Aleksandrovich Zhdanov, presidente de la URSS y purificador de la
cultura soviética (muerto en 1948). En realidad, tanto Shcherbakov como Zhdanov
habían muerto de sendos ataques al corazón precisamente por desobedecer las
recomendaciones de sus médicos, pero la teoría de Riumin era que Etinger
formaba parte de un complot de galenos al servicio de intereses extranjeros que
se proponían asesinar a los dirigentes soviéticos. Etinger había muerto durante
los interrogatorios, en 1951. Abakumov no había informado de la trama
supuestamente porque él mismo estaba implicado en ella, y había asesinado a
Etinger con el fin de que no se desvelara su participación.
Había dado comienzo
lo que se conocería como el Complot de los Médicos.
Las teorías de
Riumin le gustaron mucho a Stalin porque vinculaban dos de sus grandes
preocupaciones: el nacionalismo judío (una preocupación reciente) y las
conspiraciones médicas (una preocupación de siempre). Por supuesto todas esas
teorías eran falsas (empezando por el hecho de que Etinger en realidad había
sido asesinado por el propio Riumin), pero eso era lo de menos.
Riumin, conocido como "el pequeño Misha" a causa de su corta
estatura. Tras la muerte de Stalin, Riumin sería destituido, arrestado y
ejecutado -para variar-
Abakumov fue
reemplazado por Ignatiev, y Riumin
llevó a cabo una purga antijudía en el MGB y continuó con el tema de los
médicos. En el otoño de 1952 se había detenido a varios facultativos que habían
tratado a dignatarios soviéticos, incluyendo el médico personal de Stalin, Vladimir Vinogradov, que no era judío
pero que se había atrevido a aconsejarle que se retirara. El Vozhd ordenó que a su médico le pusieran
grilletes.
Como las pruebas del
supuesto complot no aparecían a pesar de que se estaba torturando a los médicos
detenidos, Stalin se enfureció con Riumin y le espetó a Ignatiev:
-¡Pegadlos! ¿Qué es
lo que sois? ¿Pretendéis ser más humanitarios que Lenin, que ordenó a Dzerzhinsky
[fundador de la Cheka] que tirara a Savinkov
por la ventana? ... Vosotros no tenéis comparación con Dzerzhinsky, pero no le
hacía ascos al trabajo sucio. Vosotros parece que trabajáis como camareros de
guante blanco. ¡Si queréis ser agentes de la Cheka, quitaos los guantes!
El 13 de noviembre
ordenó a Ignatiev, mudo de asombro, que destituyera a Riumin:
-¡Echa al enano!
Y con respecto a los
médicos, añadió:
-¡Pegadlos hasta que
confiesen! ¡Pegadlos, pegadlos, pegadlos a más y mejor! Cargadlos de cadenas.
¡Hacedlos papilla!.
Ignatiev por
entonces sufrió un ataque cardíaco y tuvo que guardar reposo.
Ignatiev
El 13 de enero de
1953 Stalin desató una oleada de antisemitismo histérico en la Unión Soviética
anunciando en Pravda el
descubrimiento de un complot de médicos terroristas dirigidos por la CIA y el
judaísmo internacional. Se detuvo a cientos de judíos y decenas de ellos fueron
ejecutados o enviados al Gulag.
En febrero estalló
una bomba en la embajada soviética en Tel Aviv. La URSS rompió relaciones
diplomáticas con Israel.
Todo pareció
terminar en marzo. El día 1, Stalin fue encontrado en el suelo de su
habitación. Se había orinado encima y casi no podía hablar. Murió cuatro días
después. Las persecuciones a los judíos se detuvieron. Israel y la Unión
Soviética restablecieron sus relaciones diplomáticas.
Stalin había
asesinado a cerca de un centenar de judíos en los últimos años de su vida.
Comparada con otras masacres realizadas por los soviéticos, ésta había sido
pequeña. Existe la posibilidad de que tuviera la intención de llevar a cabo una
gran purga antijudía a escala nacional, como afirmó Nikita Sergueyevich Jrushchov en su "Discurso Secreto" del XX Congreso
del Partido, en 1956. Según Jrushchov, sólo la muerte de Stalin impidió que esa
gran purga se llevara a cabo.
Sin embargo, no
todo terminó con la desaparición del Vozhd.
La sombra de su antisemitismo planeó
sobre la Europa comunista hasta mucho después. El propio Jrushchov llegó
a comentar lo siguiente a unos comunistas polacos:
-Ya conocemos a los
judíos; todos tienen alguna conexión con el mundo capitalista porque tienen
parientes viviendo en el extranjero. Éste tiene una abuela, el de más allá...
Empezó la Guerra Fría; los imperialistas conspiraban para ver el modo de atacar
a la URSS; luego los judíos quisieron establecerse en Crimea ... Aquí están
Crimea y Bakú ... A través de sus parientes y amigos, los judíos habían creado
una red destinada a hacer realidad los planes de los americanos. Por eso
[Stalin] acabó con ella.
El Holocausto siguió
sin ser reconocido como lo que fue en los países gobernados por los comunistas,
y en Polonia ese antisemitismo remanente recobró fuerza quince años después de la
muerte de Stalin.
Polonia se había
librado de los juicios farsa antisemitas que habían afectado a la URSS y
Checoslovaquia en vida de Stalin, aunque no del antisemitismo. Los dirigentes comunistas
polacos, no pocos de los cuales eran judíos, consiguieron evitar ese tipo de
juicios reescribiendo la historia inmediata de su país, o sea, la de la Segunda
Guerra Mundial. Así, oficialmente el levantamiento del Gueto de Varsovia, en
1943, pasó de ser una revuelta judía a ser una revuelta comunista. Toda
resistencia al fascismo estaba, por definición, dirigida por comunistas. Si no
la dirigían comunistas, no era resistencia. De esa forma, el alzamiento de Varsovia de 1944 llevado a cabo por el clandestino Ejército Nacional polaco,
en realidad no fue un levantamiento, ya que los miembros del Ejército Nacional
no eran comunistas, sino reaccionarios que actuaban contra los intereses de las
masas trabajadoras. Los patriotas polacos que murieron intentando liberar su
capital eran fascistas, poco mejores que Hitler. Igual que la Guerra Fría, la
Segunda Guerra Mundial era una lucha de las fuerzas progresistas (léase
comunistas) contra las reaccionarias (léase fascistas) y nada más. Y el
asesinato masivo de judíos no era algo a destacar, lo importante era el coraje
de los comunistas.
El aparato de
seguridad polaco sí fue purgado de algunos de sus altos cargos judíos, pero no
hubo sangre. Los comunistas polacos quisieron evitar una repetición de lo sucedido a finales de los años treinta cuando, a imagen de lo que ocurría en la URSS, sus camaradas se denunciaron unos a otros, como era de esperar, lo que
condujo a asesinatos en masa y al final del propio partido.
Sin embargo, en 1968
las cosas habían cambiado en Polonia para los judíos. Tras la Guerra de los Seis Días, la hostilidad entre Israel y el bloque comunista se tornó más
virulenta: todos los países que lo conformaban -salvo Rumanía- rompieron
relaciones con el país hebreo.
Por entonces había
vuelto al poder Władisław Gomułka, caído en desgracia durante la época de Stalin. Curiosamente,
aunque Gomułka se suponía que había sido un opositor a Stalin, imitó su
política hacia los judíos decretando una purga antisemita en Polonia. El
capitalismo había conducido al imperialismo. Si años atrás el fascismo y el
nazismo habían sido sólo ejemplos del imperialismo, ahora su líder era Estados
Unidos, cuyos instrumentos eran Alemania Occidental (heredera del Tercer Reich,
según los comunistas) e Israel.
En 1967 los judíos
polacos fueron calificados de "quinta columna" que apoyaba a los
enemigos extranjeros de Polonia. Al año siguiente se les culpó de las protestas estudiantiles y los problemas generales del país. De nuevo se les calificaba
de sionistas y cosmopolitas, como en tiempos de Stalin. En realidad los
dirigentes comunistas polacos no estaban siendo nada originales: era el viejo
truco de responsabilizar del malestar social y político del país a una supuesta
conspiración judía.
Manifestación
antisionista en Polonia orquestada por las autoridades
Hubo casi 3.000
detenciones, y cerca de 20.000 ciudadanos polacos (casi todos judíos) tuvieron
que abandonar el país después de perder su trabajo.
Antes de la Segunda
Guerra Mundial había en Polonia unos tres millones de judíos. En el Holocausto perecieron el 90%. Tras la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo polaco hizo emigrar a decenas de miles de supervivientes judíos que, como otros procedentes de Europa del Este, en su mayoría se marcharon a Palestina, al futuro Estado de Israel. A finales de los
años sesenta los judíos polacos eran unos 40.000. En 1989, cuando cayó el comunismo, quedaban
menos de 10.000.
En 1970 Gomułka tuvo
que abandonar de nuevo el poder.
En diciembre de
1952, Stalin afirmó ante el Politburó que todos los nacionalistas judíos eran
agentes de la CIA. Añadió que esos judíos creían que los Estados Unidos habían
salvado a su nación, y que se sentían en deuda con ese país, en el que podían
transformarse en unos ricos burgueses.
Por entonces el Vozhd era ya un anciano de casi 74 años,
enfermo y completamente paranoico, pero sabía muy bien lo que estaba diciendo.
Había sido él quien había ayudado a los judíos a tener su propio Estado, y en
cambio ellos, traicionándole, habían decidido ponerse del lado de los yanquis,
el enemigo. Los yanquis, que no se habían preocupado de los judíos ni cuando
eran perseguidos por los nazis ni después. Y en eso tenía razón, como
también la tenía en la imagen que ofrecían los Estados Unidos de sí mismos. Uno
de los motivos por los que los yanquis vencieron en la Guerra Fría fue por ser
capaces de hacer lo que otros rivales de la URSS no habían conseguido: ofrecer
una visión de su estilo de vida universal y atractiva. A pesar de lo que dijera
la propaganda comunista, los yanquis no estaban en el mismo saco que los
fascistas o los nazis. Y obviamente el modo de vida que vendía Estados Unidos
era mucho más atractivo que el de cualquier régimen comunista. Esto lo podían
ver los judíos y cualquiera.
En todo caso, y a
modo de conclusión final, quienes quieran reprocharle a alguien la existencia
del Estado de Israel, tienen que hacérselo sin duda a Stalin y la Unión
Soviética.
Más información:
-Medvedev, Zhores A.
y Medvedev, Roy A., "El Stalin
desconocido" (Crítica, 2005).
-Sebag Montefiore,
Simon, "La corte del zar rojo" (Crítica, 2004).
-Snyder, Timothy,
"Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin" (Galaxia
Gutenberg/Círculo de Lectores, 2011).
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