En el dentista:
-Hola. Vengo a que me
empaste una caries. Mide, da dengo aguí, donde bongo da dengua.
-¿A ver? Enhorabuena,
no tiene usted caries.
-¿Cómo que no? Si yo me
noto ahí un hueco que antes no tenía.
-Verá, creo que eso es
un trozo de sarro que se le ha caído. Tiene usted demasiado sarro y claro, es
normal que lo vaya perdiendo por ahí…
-¿Qué se me ha caído?
¿Y adónde se puede haber caído?
-Ah, vaya usted a
saber.
-No, pero ¿adónde va
el sarro cuando se cae?
-Pues seguramente se lo
haya tragado.
-¿Y no es malo tragar
sarro?
-Hombre, de eso no se
muere nadie, pero ya puestos es mejor comer otras cosas. Que no sólo de sarro
vive el hombre.
-Bueno, ustedes los
dentistas sí que viven bastante del sarro. ¿Y qué ocurre cuando uno se traga su
propio sarro? Quiero decir: ¿no es un poco como comerse a sí mismo?
-Mmm, podemos verlo
así. Pero entonces lo digiere, lo absorbe y vuelve a usted pero de otra forma. Verá,
es que el sarro ni se crea ni se destruye, sino que se transforma.
-¿Así que el sarro es
como la energía? ¿Entonces si tengo mucho seré muy fuerte y poderoso como
Popeye o Superman?
De todas formas entre el sarro y el cachito chorizo que se te queda entre los dientes hay días en los que si comes algo más es puro vicio :D
ResponderEliminarSin olvidar que el chorizo también da energía.
EliminarY será verdad lo que cuentas...
ResponderEliminarLo estoy viendo venir, como yo con mis historias inglesas...
Hasta la sexta línea del diálogo sí es bastante real, sí. A partir de ahí ya son mis idas de olla.
Eliminar