lunes, 15 de julio de 2013

Historia de un soldado "judío" en la División Azul


Curiosamente, hubo unos 150.000 soldados de origen judío que sirvieron en la Wehrmacht, es decir, la Fuerzas Armadas de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial (en contraste, durante la Primera Guerra Mundial, cuando no había leyes racistas en Alemania, el número de judíos en el Ejército del Kaiser fue sólo de 100.000). Pues bien, en el número 54 de la Revista Española de Historia Militar apareció un interesante artículo que hablaba sobre uno de esos soldados, Erich Rose, el cual estuvo además integrado en la División Azul.

He aquí un resumen de su vida:
 

Erich Jakob Rose Rose nació el 7 de septiembre de 1912 en Estrasburgo, en un momento en el que Alsacia pertenecía a Alemania.

Sus familiares eran conservadores y nacionalistas alemanes, y él heredó esas ideas: tanto él como su padre creían que el bolchevismo era "el enemigo número uno del mundo".

La familia de Erich simpatizó en los años veinte con el nacionalsocialismo, excepto en lo referente al antisemitismo, pues aunque ni él ni sus padres eran judíos, tres de sus abuelos sí, lo que según las teorías raciales de la época lo convertía a él en judío en un 75%. Esta aparente paradoja de que personas de origen hebreo simpatizaran con el nazismo, fue bastante frecuente en Alemania hasta que Hitler llegó al poder. Para los judíos de izquierdas la victoria electoral nazi fue un cataclismo, pero para los de derechas resultó ser incluso una buena noticia en algunos casos. Muchos de ellos se tomaban el antisemitismo nazi como algo accesorio, puro electoralismo que desaparecería después de que Hitler fuese elegido. Además, hasta ese momento los judíos que habían tenido problemas con los nazis habían sido fundamentalmente inmigrantes o de izquierdas.

Pero después del nombramiento de Hitler como canciller, los nazis siguieron siendo antisemitas (en eso se basaba toda su ideología, al fin y al cabo), y varios periódicos de EEUU y el Reino Unido comenzaron a calificar a los alemanes como "asesinos de judíos". Incluso el Daily Express británico tuvo el 24 de marzo de 1933 el siguiente titular: "Judea declara la guerra a Alemania". Así daba a conocer la noticia de que varias organizaciones judías internacionales convocaban un boicot contra los productos alemanes.



Ese titular, por cierto, sería una excusa muy utilizada por los nazis para demostrar que el judaísmo internacional estaba "en guerra" contra Alemania y justificar así sus crímenes (incluso hoy los neonazis siguen haciéndolo), pero curiosamente fue contestado por las organizaciones hebreas alemanas ¡defendiendo a Hitler!

Así, el 15 de mayo una editorial judía (Jakow Trachtenberg) publicó en Berlín un libro titulado Die greuelpropaganda ist eine Lügenpropaganda, sagen die deutschen Juden selbst (“La propaganda de atrocidades es propaganda de mentiras, dicen los propios judíos alemanes”) que reflejaba el sentir de varias asociaciones judeoalemanas. La Liga de Veteranos Judíos del Reich, el presidente de la Asociación de Judíos Nacionales Alemanes, Max Naumann, y el presidente de la Asociación Alemana de Rabinos, Leo Baeck, admitían "excesos" y "abusos" por parte de los nazis, pero a la vez desmentían la existencia de atrocidades, arremetían contra "la imperdonable campaña difamatoria (...) promovida contra Alemania por supuestos intelectuales judíos en el extranjero" y afirmaban que los objetivos principales del Gobierno del Reich -derrotar al bolchevismo y renovar Alemania- eran compartidos por los judíos alemanes.



Obviamente los nazis siguieron a lo suyo y el 1 de abril de aquel año lanzaron a su vez un boicot-respuesta contra todo tipo de establecimientos y negocios judíos. Poco después aparecieron las primeras leyes racistas antisemitas, una aberración jurídica que condenaba a la gente no por sus actos, sino por lo que era.



En 1934 el general Von Blomberg, ministro de Defensa alemán, introdujo una norma por la que se prohibía a los judíos formar parte de las Fuerzas Armadas. No obstante, los mandos militares alemanes en general se tomaron poco interés en aplicar esta medida, en especial en la Marina de Guerra y la Fuerza Aérea. En consecuencia, y como ya hemos dicho, unos 150.000 militares de origen judío prestaron servicio en la Wehrmacht. Pese a que el progresivo endurecimiento de las medidas contra ellos supuso en decenas de miles de casos que se les retirara del servicio, algunos continuaron vistiendo el uniforme alemán hasta el final de la guerra. No pocos cayeron en combate, o sufrieron graves heridas, o recibieron condecoraciones, mientras sus familiares directos debían lucir la estrella de David, o eran enviados a los campos de concentración o exterminio. Como medida excepcional se decretó la “arianización” de algunos de estos hombres, aunque tal merced sólo podía ser decidida por el propio Hitler, quien por lo visto dedicaba una cantidad considerable de tiempo a estudiar cada una de las propuestas al respecto. Aunque Hitler de hecho extendió numerosos “certificados de sangre alemana” –Deutschblütigkeitserklärung- (así, el padre del mariscal de la Luftwaffe Erhard Milch era judío, y por tanto él era un "judío mixto" -Mischlinge-, pero obtuvo su certificado firmado por Hitler a instancias de Göring), con su política racista privó torpemente a la Wehrmacht de unos 250.000 soldados, un número de “bajas” comparable al de la batalla de Stalingrado.

Volviendo a Erich Rose, formaba parte del Ejército desde 1930. En 1934 era alférez, pero en principio fue expulsado debido a las nuevas leyes. He escrito "en principio" porque a Rose, al parecer, se le ofreció un puesto de trabajo en la embajada alemana en España. Lo que ocurre es que existen bastantes probabilidades de que dicho empleo no fuera más que una tapadera y Rose en realidad se convirtiera en un agente del Abwehr, el servicio secreto militar alemán. De hecho, a muchos militares “judíos” se les ofrecieron puestos similares en el extranjero para evitar su salida completa del Ejército. Dichas iniciativas partían de generales y oficiales compañeros de los expulsados.

Tras la victoria del Frente Popular en España, en febrero de 1936, Rose volvió a Alemania y allí, una vez comenzada la Guerra Civil Española, se introdujo como voluntario en la Legión Cóndor. De esa forma, en 1937 regresó a nuestro país y desempeñó un papel de instructor en el bando franquista.

En septiembre de dicho año decidió que quería formar parte de la Legión (española esta vez) porque deseaba ir al frente, cosa que consiguió un año después, incluso con recomendación del coronel Von Thoma, jefe de las fuerzas de tierra de la Legión Cóndor. Llama la atención que se le alistara con el nombre de Henri Rosse Rosse. 

Rose participó durante un mes en la batalla del Ebro y tuvo que ser ingresado por enfermedad.

En 1939 se le ocurrió enviar dos instancias a Franco pidiéndole la nacionalidad española, que se le concedió.

En 1940, comenzada la Segunda Guerra Mundial, parece ser que volvió a Alemania e intentó ser admitido en la Wehrmacht sin éxito.

Nuevamente en España, en 1941 consiguió ser enrolado en la División Azul como intérprete, un puesto que no le dejó muy satisfecho ya que él quería acción.

En 1942 fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª Clase, y ese mismo año se enteró de que sus padres habían sido detenidos y deportados al campo de concentración de Theresienstadt. Allí murió su padre, antiguo oficial médico del Kaiser durante la Gran Guerra y patriota alemán, mientras que su madre sería deportada de nuevo, aunque esta vez a Auschwitz. Dadas las condiciones de aquellos traslados moriría antes de llegar.



Cuando se enteró de la deportación de sus padres y otros familiares Rose confesó a un amigo que estaba hecho polvo, muerto de miedo y que quería morirse. Su amigo, destinado en el Estado Mayor del Ejército, le prometió que intentaría conseguirle un certificado de "arianización". A través del comandante Von Hanstein, del Alto Mando de la Wehrmacht, este amigo logró que el caso llegara ante Hitler.

El Führer, viendo el historial de Rose, reconoció que se trataba de un excelente oficial y dijo que le habría concedido el certificado de "arianización" si hubiese sido "judío al 50%", pero que siéndolo "al 75%" tal gracia era imposible. Aunque podía quedarse en la división española.

Parece ser que a Rose tampoco le hacía mucha gracia la "gracia" puesto que con ella sólo conseguiría salvarse él y no su familia, y no quería comportarse "como un cabrón". Decidió entonces que se encontraba muy a gusto entre los españoles y que seguiría en la División Azul. Sin embargo tuvo roces con sus compañeros hispanos, quizá por las pestes que él echaría de Hitler, quizá porque los españoles descubrieran que seguía trabajando para el Abwehr.


El 10 de febrero de 1943, durante la batalla de Krasny Bor (la más importante de en cuantas participó la División Azul), por lo visto el teniente Erich Rose se puso al frente de una sección de cañones antitanque servida por voluntarios noruegos de las Waffen-SS (otra paradoja: unos tipos de las SS dirigidos por un judío) que se encontraban en dificultades y cayó muerto por el fuego soviético.

El mes anterior su madre había muerto camino de Auschwitz.



Rose dejó escrito un testamento (en la imagen) que terminaba así:

"Si caigo en combate, y espero que esto no ocurra, no quiero que lloréis por mí, porque el destino que yo he querido para mí nunca ha sido otro que el de morir vistiendo mi guerrera gris, a despecho de todo. Y eso ya lo he conseguido, después de una gran lucha".

¿De qué estaría hecho este tipo?



Voljov, de Augusto Ferrer-Dalmau


Más información:

-Sobre Erich Rose: Caballero Jurado, Carlos, “Erich Rose: el trágico destino de un oficial “judío” de la División Azul”, Revista Española de Historia Militar nº 54, Quirón, 2004.

-Sobre los soldados de origen judío de la Wehrmacht: Rigg, Brian Mark, “La tragedia de los soldados judíos de Hitler”, Inédita, 2009.


domingo, 14 de julio de 2013

Si te dejara seguro que no me echarías de menos




Si te dejara seguro que no me echarías de menos, dijo ella.

Él le reprochaba que dijera esas cosas porque no eran verdad, pero en el fondo se sentía satisfecho, pues suponía que era la forma que ella tenía de mostrar su interés en él y demandar su atención.

Ambos iban muy desencaminados. Finalmente ella le dejó, y él la echó de menos más que a nadie nunca.


martes, 9 de julio de 2013

El tipo que se cargó la Luftwaffe (II)


Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.


Tras la muerte del general Wever se cancelaron los programas de los bombarderos estratégicos Do 19 y Ju 89, y prevaleció la opinión de que la Luftwaffe se tenía que preparar para una guerra corta en la que debería actuar primordialmente en colaboración directa con las fuerzas de tierra. Es decir, tendría que ser una fuerza aérea táctica. En consecuencia, se desarrollaron aviones de bombardeo tácticos como el Dornier Do 17, el Heinkel He 111 y el Junkers Ju 88. Y el Stuka, por supuesto.
 
Cuando Udet fue puesto al frente de la producción y el perfeccionamiento técnico de los aviones alemanes, el Stuka ya había sido probado en la Guerra Civil Española con aparente éxito. Entonces Udet cometió una imbecilidad garrafal: ordenó que todos los bombarderos, incluso los grandes cuatrimotores, fueran diseñados y construidos de tal forma que pudieran bombardear en picado. Contó con el apoyo de Jeschonnek.

Aquella caprichosa decisión fue desastrosa. El Stuka era un avión pequeño, apto para el bombardeo en picado para el cual había sido diseñado, pero cuando llegó el momento de aplicar la teoría del bombardeo en picado a aviones más grandes empezaron las dificultades. El Ju 88 tuvo que ser modificado, aumentó su peso y perdió velocidad. El Dornier Do 217, sustituto del Do 17, sufrió retrasos pero superó su adaptación al bombardeo en picado pudiendo ser empleado como lo que era, es decir, un bombardero horizontal; sin embargo lo que ocurrió con el Heinkel He 177 fue distinto.

domingo, 7 de julio de 2013

El tipo que se cargó la Luftwaffe (I)


Siempre se ha tenido una imagen de la Luftwaffe de Hitler -la Fuerza Aérea alemana en la Segunda Guerra Mundial- como de una cosa ténicamente casi perfecta, con aviones poderosísimos y avanzadísimos para su época, con un pila de ases de la aviación y, en fin, como si se tratara del clásico ejemplo de la famosa e insuperable ingeniería alemana. Un arma casi invencible que sólo fue derrotada por las circunstancias, por culpa de las decisiones de Hitler y, sobre todo, debido a la abrumadora superioridad numérica de sus enemigos.

Bien, pues esta visión tiene mucho de mito. Ciertamente contó con algunos tipos de aviones muy buenos, pero también con otros no tan buenos. Ciertamente contó con un gran número de excelentes aviadores (y una cantidad inusitada de ases de caza que alcanzaron unas cifras astronómicas de derribos), pero también con una barbaridad de pilotos inexpertos -sobre todo en los últimos años de la guerra-, que eran enviados como carne de cañón a volar casi sin entrenamiento. Ciertamente, y como es obvio, las decisiones de Hitler tuvieron mucho que ver con la marcha de guerra pero, en lo referente a la Luftwaffe, la verdad es que el Führer tomó pocas decisiones -salvo en momentos concretos-, porque la aviación era un tema un tanto desconocido para él. El responsable de la Fuerza Aérea, en todo caso, fue su jefe, el Mariscal del Reich Hermann Göring, un antiguo as de caza de la Gran Guerra. Sin embargo, y en mi modesta opinión, el tipo que más culpa tuvo directamente de la derrota de la Luftwaffe no fue Göring, aunque éste sí cargara con gran parte de la responsabilidad, entre otras cosas porque fue quien colocó en su puesto al hombre del que hablamos: Ernst Udet.


viernes, 5 de julio de 2013

Las bacterias nazis (y los efectos secundarios)




En el dentista:

-Verá, doctor. Desde hace unos días tengo unos agujeros negros horribles en las muelas, y me duelen una barbaridad. Además me sangran mucho las encías, y para colmo los dientes se me están poniendo muy amarillos.
-¿A ver? Vaya, lo sospechaba. Tengo malas noticias.
-¿Qué ocurre?
-Tiene usted las típicas caries producidas por bacterias nazis.
-¿Cómo dice?
-Hablo de un tipo de bacteria que se llama Streptococcus hitlerianis, originaria de Austria. Es tremendamente agresiva, muy disciplinada (si se fija sus caries son simétricas), y se expande por la boca con inusitada rapidez ya que necesita un espacio vital. Destruye casi todo lo que encuentra a su paso, y lo que no destruye lo marca, lo emplea en su provecho y luego lo destruye igual con ácido prúsico.
-¿Lo marca?
-Sí, con un pigmento amarillo cuyas partículas tienen forma de estrella de seis puntas. Por eso se le están poniendo los dientes de ese color.
-¡Madre mía! ¿Y se puede hacer algo? ¿Hay alguna solución?
-Bueno, lo primero es eliminar la bacteria. Pero hay un problema.
-Explíquese, por favor.
-Verá, esa bacteria es muy resistente, hasta el punto de que sólo es sensible a un antibiótico, el cual tiene que emplearse además en grandes cantidades: la estalinina.
-¿Y cuál es el problema?
-Pues que la estalinina destruirá las bacterias, pero a la vez se apoderará de su mente y la controlará. Le cambiará la personalidad. Se volverá usted muy paranoico y le entrarán ganas de encerrar a la gente y matarla de hambre. Seguro que lo paga con su familia y sus amigos.
-Mmm, bueno. Lo importante es que es por una buena causa.

martes, 2 de julio de 2013

Paralelismos





A veces, en el supermercado, cojo cosas que sé que tienen una fecha de caducidad pero que no la veo por ninguna parte. Y entonces pienso que son como mis relaciones.


domingo, 30 de junio de 2013

Armin T. Wegner y el genocidio armenio (II)


Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.


Armin T. Wegner fue uno de los varios representantes de la comunidad internacional que contemplaron las atrocidades. Éstas se llevaron a cabo ante observadores neutrales (suizos, estadounidenses, daneses, suecos) y funcionarios civiles y militares, alemanes y austriacos, destinados en la zona. Sus múltiples informes permitieron a las asociaciones de ayuda a los refugiados y a la prensa dar a conocer al mundo que, en lugar de un simple desplazamiento de la población en una zona de guerra, se estaba cometiendo un asesinato colectivo en todo el país. En 1916 todos estos informes fueron sintetizados en una importante antología publicada bajo la dirección de James Bryce, presidente de la Anglo-Armenian Association, y con el concurso de un joven historiador de Oxford, Arnold J. Toynbee. El grueso volumen se titulaba The treatment of Armenians in the Ottoman Empire. Se envió a unas 250 publicaciones estadounidenses y al año siguiente se editó en francés.