Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.
Tras la muerte del general Wever se cancelaron los programas de los bombarderos estratégicos Do 19 y Ju 89, y prevaleció la opinión de que la Luftwaffe se tenía que preparar para una guerra corta en la que debería actuar primordialmente en colaboración directa con las fuerzas de tierra. Es decir, tendría que ser una fuerza aérea táctica. En consecuencia, se desarrollaron aviones de bombardeo tácticos como el Dornier Do 17, el Heinkel He 111 y el Junkers Ju 88. Y el Stuka, por supuesto.
Cuando Udet fue
puesto al frente de la producción y el perfeccionamiento técnico de los aviones
alemanes, el Stuka ya había sido probado en la Guerra Civil Española con
aparente éxito. Entonces Udet cometió una imbecilidad garrafal: ordenó que
todos los bombarderos, incluso los grandes cuatrimotores, fueran diseñados y
construidos de tal forma que pudieran bombardear en picado. Contó con el apoyo
de Jeschonnek.
Aquella caprichosa
decisión fue desastrosa. El Stuka era un avión pequeño, apto para el bombardeo
en picado para el cual había sido diseñado, pero cuando llegó el momento de
aplicar la teoría del bombardeo en picado a aviones más grandes empezaron las
dificultades. El Ju 88 tuvo que ser modificado, aumentó su peso y perdió
velocidad. El Dornier Do 217,
sustituto del Do 17, sufrió retrasos pero superó su adaptación al bombardeo en
picado pudiendo ser empleado como lo que era, es decir, un bombardero
horizontal; sin embargo lo que ocurrió con el Heinkel He 177 fue distinto.