Cierro los ojos y me veo viajando a tu isla perdida. Voy en tren, que la imaginación es libre. Menos mal que no he perdido este, pienso, como si aquel ferrocarril representase mi última oportunidad de alcanzar la felicidad. Vienes a buscarme a la estación y nos damos un largo abrazo. Tu perfume me tranquiliza, me descansa, me hace sentir que está todo bien. Y lo que no esté bien da igual. Nos imagino paseando por la playa, de la mano. De repente tú me echas arena por encima y yo te salpico cuando entramos en el mar. Nos reímos, nos abrazamos, nos besamos. Podrían resolverse de esta forma todos los conflictos, con esta complicidad, con esta confianza. La vida podría ser así: con tu risa poniendo punto final a cada problema. Que nuestra mayor preocupación fuera poder vernos, como si eso bastara para que nada más importase. Tener fe solo en la mirada del otro, y todas esas cosas que uno puede sentir cuando está enamorado. Escaparse juntos si hace falta, sin tener en cuenta adónde ni lo que piensen los demás. Sin miedo.
Continúo con los ojos cerrados y trato de dormir, a ver si con un poco de suerte sueño algo parecido a lo que estoy pensando.
Para A.