miércoles, 3 de septiembre de 2014

Confesión



Steve Martin como dentista en la película La tienda de los horrores (1986), de Frank Oz


-Verá, lo cierto es que soy una persona susceptible, a veces me molestan cosas sin importancia. También soy obsesivo, le doy muchas vueltas a todo. Pienso demasiado en lo que me preocupa, vaya. Añado que mis sucesivas historias de amor fracasadas me han dejado un tanto traumatizado. Pero lo peor de todo es que... además soy dentista... y no sólo eso... sino que, en ocasiones, mi trabajo me estresa.
-Qué barbaridad. En serio, qué barbaridad. ¿Cómo puedes levantarte por la mañana y mirarte en el espejo? Hijo mío, todo esto es demasiado grave, espero que comprendas que no te pueda dar la absolución. De manera que como penitencia tendrás que vagar en solitario eternamente por las tinieblas, y luego ya veremos. Ah, y cambia de trabajo, por Dios.


2 comentarios:

  1. jajajaj...cuidado con el ácido de las tinieblas, que es el mismo que el del sarcasmo: quema.

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    1. Queman mucho más los ataques de diversión y las excusas absurdas que sirven para no tener que reconocer la verdad y decirla a la cara. Los silencios abruptos, los espacios vacíos repentinos. El caerse del guindo tarde y mal. El tener que aceptar lo que uno no quiere. El tener que borrar, reiniciar y continuar, manteniendo el tipo como si nada hubiera ocurrido. Esto sólo es un desahogo, Anita. Un beso.

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