martes, 27 de octubre de 2015

Franco, ese imbécil


Alegoría de Franco y la Cruzada, de Arturo Reque Meruvia 


Ahora que se van a cumplir cuarenta años desde la muerte del invicto Caudillo, qué mejor momento para hablar de él.

Sobre Franco hay toneladas de propaganda en uno u otro sentido, esto es, para glorificarle o para ponerle a parir. Sin embargo, incluso entre sus más férreos detractores abundan todavía quienes le reconocen como un brillante militar y un buen economista (esto último por aquello del "milagro económico"). Vamos a explicar que no era ni una cosa ni la otra.
 
Con respecto a lo segundo, el nivel de renta per cápita de 1935 no se recuperó en España hasta mediados de los años cincuenta, es decir, que hubo un retraso de veinte años gracias a la fantástica guerra civil que Franco y los suyos se encargaron de provocar. Pero diciendo esto no demostramos que fuera tonto, solo un hijo de puta.

Tras la guerra, Franco proclamó su firme propósito de "reconstruir España" (discurso del 5 de junio de 1939), y para ello se encomendó a un proyecto fundamentado en la autarquía económica, un sistema al que dedicó grandes elogios atreviéndose incluso a señalar que la victoria en la guerra venía a significar "el triunfo de unos principios económicos [los de la autarquía] en pugna con las viejas teorías liberales".

Según Franco, el primer problema de la economía española consistía en la "nivelación de la balanza de pagos", y ofreció una solución genial: "Siendo el déficit la diferencia de los dos capítulos de importaciones y exportaciones, podremos hacerlo desparecer atacando a ambos, haciendo disminuir las importaciones y aumentando las exportaciones".



Resultó que las excelencias de la autarquía hundieron al país en el hambre y el caos, y provocaron el desastre en la agricultura y la industria. Y eso a pesar de que la guerra realmente no había causado exagerados destrozos en las fábricas ni en las explotaciones agrícolas.

El "milagro" vino solo después de que, gracias a la Guerra Fría, los yanquis concediesen a Franco los primeros créditos, y cuando en Europa se venía desarrollando, desde hacía años, un gran crecimiento económico. Mientras Europa occidental gozaba de una ola de prosperidad, la España franquista padecía un déficit comercial crónico y creciente; el Estado agotó sus divisas hasta llegar a la suspensión de pagos, y hubo que decir adiós a la autarquía, a las geniales ideas económicas del Caudillo, y dar un giro de ciento ochenta grados. Un gobierno formado por tecnócratas se encargó de elaborar y ejecutar el correspondiente plan de estabilización y liberación que Franco, muy a su pesar, no tuvo más remedio que aprobar.

En el "milagro" desempeñaron un papel relevante los trabajadores que tuvieron que emigrar a otros países, las divisas proporcionadas por el turismo y el flujo de capitales extranjeros.

El "milagro" llegó, pero de la mano del liberalismo que Franco tanto había denostado, y solo después de que este abandonara las riendas de la economía.

El "milagro" llegó, pero no precisamente gracias a Franco, sino a pesar de Franco.

No obstante, al ser implementado en una dictadura, el "milagro" tuvo también sus secuelas. Como bien explica la Wikipedia:

Sin embargo, este crecimiento descuidado y auspiciado por el Estado, dejó latentes sus carencias con la llegada de la crisis de los años 70. No sólo causó graves daños ecológicos, dejó una estela de gran corrupción y produjo una focalización industrial desigual (dejando a muchas regiones en la absoluta pobreza), sino que además acabó provocando males endémicos que aún hoy son materia económica pendiente para España.  

En cuanto a lo de "brillante militar", recomiendo la interesante lectura de La incompetencia militar de Franco, de Carlos Blanco Escolá, un libro que echa abajo todos los mitos acerca de la invencibilidad del Caudillo, empleando para ello documentos y archivos militares, hojas de servicio, acciones de combate, etc. Franco era un militar rutinario, maniático de las ordenanzas, arribista e intrigante. Tenía una enorme incapacidad para tomar decisiones acertadas en asuntos militares, a la vez que una especial tenacidad en reclamar recompensas y méritos. En 1916 el capitán Franco reclamó la Cruz Laureada, y ante la negativa de sus superiores en aquellas circunstancias, se la concedió a sí mismo en 1939, cuando ya era Jefe del Estado. Y lo hizo mediante la ridícula estratagema de renunciar durante unas horas a su cargo de presidente del Gobierno para que no pareciera una autoconcesión.

Abundemos en esto. La única acción de su vida en la que Franco resultó herido fue la operación de El Biutz, cerca de Ceuta, el 29 de junio de 1916. Sufrió una herida grave al iniciar con su compañía el ataque, así que fue evacuado a un hospital de campaña. Su participación en el combate fue, pues, muy breve, aunque gracias al parte emitido por su compañero, el capitán Lías, se le concedió la Orden militar de María Cristina de primera clase. Sin embargo, el proceso instruido desde el 24 de julio, a propuesta del capitán Lías, lo había sido para determinar si Franco era merecedor de la Cruz Laureada de San Fernando; con la concesión de la Orden de María Cristina el caso debía quedar zanjado.

Pero no, Franco no lo creyó así, y presionó a su amigo Lías para que solicitara la reapertura del expediente para la concesión de la Laureada.

Desgraciadamente para el herido, durante el juicio quedó claro que el capitán Lías carecía de elementos de juicio para promover la instancia que había dado lugar a la apertura del expediente y que, consecuentemente, si llegó a cursarla se debió a las presiones ejercidas por el propio Franco. Este, por su parte, ofreció un testimonio muy poco prudente (dijo que, estando herido, había llegado a coronar una loma, cosa que no era cierta) que no fue corroborado por ninguno de sus compañeros participantes en la operación de El Biutz, aun cuando se mostraran inclinados a favorecerle (sin duda por el corporativismo reinante entre los africanistas).



Es decir, que ni siquiera los compañeros de Franco parecían dispuestos a compartir el talante fabulador del futuro Caudillo. Incluso algunos camaradas decidieron añadir algunos juicios que no favorecían demasiado a Franco ("... el capitán Franco no hizo más que auxiliar el avance de la Caballería, sin ninguna cosa de particular en su actuación..."). Para colmo, el médico que le atendió, demostró irrefutablemente que la herida de Franco no le permitió realizar acción alguna después de sufrirla, es decir, demostró que Franco mintió. Y para finalizar, un marroquí de las tropas regulares ratificó el testimonio del médico, pues él había socorrido a Franco cuando cayó herido.
 
En resumen, a Franco se le denegó la Laureada.

Pero el joven capitán decidió acudir entonces a las más altas instancias, esto es, al Rey. Por entonces era corriente que los héroes africanos se acercaran a palacio para entrevistarse con Alfonso XIII. Y a cuento de esto, dice Pedro Sainz Rodríguez en Testimonio y recuerdo:

El Duque de Miranda [mayordomo real] y el propio Alfonso XIII coincidían en afirmar que el militar que más veces había acudido a palacio pidiendo ayuda o planteando reclamaciones había sido el futuro Caudillo.

De todas formas era el propio monarca quien alentaba a los oficiales pedigüeños para así crear "una especie de camarilla palaciega", en palabras de Stanley Payne (Ejército y sociedad en la España liberal (1808-1936)), quien advierte además que los contactos mantenidos por el Rey con el Ejército eran "fundamentalmente inconstitucionales".

El caso es que el bobo de Alfonso XIII decidió proteger y promocionar a aquel pequeño capitán, al que llamaban "Franquito", con apariencia de persona amable y servicial, y terminó por convertirlo en uno de sus favoritos. Años más tarde, ya próximo a su muerte, el monarca exiliado se lamentó de su error exclamando: "Elegí a Franco cuando no era nadie. Él me ha traicionado y engañado a cada paso".



En conclusión, que las habilidades de Franco en el campo de batalla eran muy inferiores a las que exhibía en otros terrenos, como la capacidad para la intriga, la tenacidad para hacer reclamaciones y la falta de escrúpulos. Para eso, y para matar civiles en masa, sí tenía los huevos cuadrados.

Desde el punto de vista estrictamente militar, nadie puede ser un buen profesional de las armas a la vez que exterminador de la población civil, tal como lo fue el invicto Caudillo en la Guerra Civil y después. Recalco lo de "y después" porque la represión franquista se llevó por delante a unas 150.000 personas, pero la mitad fue después de la guerra. Cómo sería la cosa que cuenta Paul Preston en El holocausto español que un personaje como Himmler se sintió impactado cuando vio las cárceles y campos de concentración durante su visita a España en octubre de 1940. Dice Preston que a Himmler "le pareció absurdo que cientos de miles de trabajadores permanecieran encerrados en circunstancias lamentables, muchos aguardando la sentencia de muerte, en un momento en que el país requería desesperadamente la reconstrucción  de carreteras, edificios y viviendas destruidos durante la Guerra Civil (...). Dijo a Franco y Serrano Suñer que se estaban desaprovechando unos recursos valiosos y que tenía más sentido incorporar a la clase obrera al nuevo régimen que exterminarlos". Pero Franco no le hizo mucho caso.

 

Si buscamos en su biografía anterior a su vida militar, vemos que ya de niño era de naturaleza acomplejada, lo que contribuía a que sus compañeros le llamasen "El Cerillita" y le tratasen de afeminado. Y que se licenció en la Academia General de Infantería de Toledo en el puesto 251 de un total de 312. Es decir, que no era ninguna lumbrera.

Tuvo la suerte de contar con los apoyos de otros malhechores estúpidos como él.

La Guerra del Rif, fuente inagotable del prestigio militar de Franco, no fue una guerra en el sentido estricto y técnico del término, porque si exceptuamos el Desastre de Annual o el desembarco de Alhucemas (en el que Francia jugó la carta más relevante), se trató esencialmente de un conjunto de escaramuzas coloniales, es decir, algo que no puede servir de ninguna manera como escuela de estrategia.

El ascenso de Franco hasta general ("el general más joven de Europa desde Napoleón", se ha dicho siempre, aunque no es más que una patraña) se debió a la política emprendida por Alfonso XIII, como ya hemos señalado, el cual quiso rodearse de una guardia pretoriana a base de los oficiales africanistas. Su delirio de convertirse en el rey de África hizo que el estúpido monarca confraternizara con esa camarilla de aventureros concediéndoles ascensos y condecoraciones al por mayor, pasándose por el forro la normativa vigente sobre ese particular. Franco era un imbécil insensible, y creo que debemos aceptar que los imbéciles, con su insensata seguridad y la apariencia manejable e inofensiva, siempre han inspirado confianza a las altas instancias del poder. Además, su falta de sensibilidad garantizaba toda suerte de tropelías y crueldades sin ninguna clase de contradicción o arrepentimiento. Pero ocurre a veces que cuando el idiota alcanza la cima, su propia necedad le impide tener el mínimo complejo para creerse instrumento de la Providencia, con lo que prescinde o liquida por lo sano a sus valedores y acaba arrogándose el derecho de exterminar impunemente a todo opositor, real o supuesto. Y también hay que tener en cuenta el apoyo popular, puesto que a las razones simplistas de un imbécil nunca les ha faltado aceptación entre las masas, entre personas que las confunden con sentido común, mientras que su hierática seguridad de asno es tomada por autoridad.

Aparte, Franco tuvo también la fortuna de que en Alemania e Italia gobernasen otros dos maleantes como eran Hitler y Mussolini, que no dudaron en apoyarle en su lucha contra "el comunismo y la democracia corrupta" en 1936. No se metió plenamente en la Segunda Guerra Mundial porque ningún contendiente tuvo mucho interés en nuestro país -tampoco Hitler-, no por falta de ganas, y de no ser por los EEUU y la Guerra Fría, habría llevado a España a la completa ruina años después (tengo que recordar aquí que en la gran manifestación convocada por el régimen en la Plaza de Oriente de Madrid en diciembre de 1946, como respuesta al bloqueo de la ONU debido al fascismo de Franco, por lo visto se exhibió entre otras una pancarta que rezaba "Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos", de la que por cierto no he encontrado imagen alguna).




Es normal que cueste aceptar la imbecilidad de Franco. Teniendo en cuenta que el pueblo español soportó, en su gran mayoría y con insólita paciencia, casi cuarenta años de un régimen carca, meapilas, represivo y ridículo, resulta muy difícil admitir que quien nos tuvo inmovilizados tanto tiempo fuese un completo gilipollas. Así que hay que convertirlo en un villano inteligentísimo para justificar nuestra propia inoperancia y salvar así la dignidad ante la incapacidad de eliminarlo.

El primo y ayudante de Franco, el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo (Pacón), escribió un libro de memorias titulado Mis conversaciones privadas con Franco, cuyo contenido pretendía ser apologético, pero que resultó ser una colección de perlas y memeces varias que conforman la prueba más palpable y acusatoria de la debilidad mental del Generalísimo. Un ejemplo. En uno de sus párrafos, correspondiente al 5 de enero de 1955, Franco comenta lo siguiente:

Al terminar la Segunda Guerra Mundial no era deseo de las naciones vencedoras el que los vencidos se levantasen pronto de su postración. Por ello se les obligó a que adoptasen el régimen democrático, pues estaban convencidos de que así no les vendría la prosperidad ni mucho menos.

Claro, uno piensa en Italia y, sobre todo, en Alemania y Japón, y efectivamente, la prosperidad no les vino ni por asomo.
  
En fin, que sobran comentarios ante semejante estupidez, aunque esos juicios que emitía S.E. hacen entrever que se había instalado fuera de la realidad y que la adaptaba a sus propias fobias o paranoias, en este caso hacia la democracia. Unas paranoias que se mantendrían inamovibles hasta que cascó.

Para acabar, una postal que el joven teniente Franco envió a una señorita a la que trataba de cortejar, decía así:

... En el día de mañana le escribiré unas líneas en vista de la falta de ocasión que durante mi cortísima estancia en esa para hablarle, pero en fin esperemos que llegue el día que baje a esa y que ya me tarda su llegada...

Una sintaxis propia de un tío inteligentísimo, desde luego.




Más información:

-Blanco Escolá, Carlos, "La incompetencia militar de Franco", Alianza, 2000.

-Boadella, Albert, "Franco y yo", Espasa, 2003.

-Franco Salgado-Araujo, Francisco, "Mis conversaciones privadas con Franco", Planeta, 1976.

-Preston, Paul, "El holocausto español", Círculo de Lectores, 2011.


viernes, 16 de octubre de 2015

El quinto día




Siempre he apreciado los viernes, claro, pero últimamente espero su llegada como agua de mayo, como una auténtica liberación. Aunque al alba no aparezca Gandalf por el Este, sino el sol, como en cualquier otro día. Viernes, qué palabra tan dulce, qué bien suena. Cuando me decida a tener un hijo lo concebiré en viernes. Incluso le llamaré Viernes, como el amiguete de Robinson Crusoe.

Que vivan los viernes.




miércoles, 14 de octubre de 2015

Tu propio negocio (III)




Parafraseando al escritor Alejandro Gándara, tener tu propio negocio viene a ser como sufrir mal de amores o marearse en un barco: te sientes morir pero a los demás les haces mucha gracia.


lunes, 5 de octubre de 2015

Obviedades habituales




En el capítulo de hoy tenemos subir arriba, bajar abajo y ha muerto de una parada cardiorrespiratoria.

Seguiremos informando.


domingo, 4 de octubre de 2015

Tu propio negocio (II)


 

Gary Cooper en la película Solo ante el peligro (1952), de Fred Zinnemann


Tranquilo, ten paciencia; esto es difícil solo al principio, ya lo verás, me dicen. Mientras tanto, sigo esquivando las balas a duras penas y sin saber hacia dónde disparar.




sábado, 3 de octubre de 2015

Volver




Anoche soñé que volvía a Peguerinos.

De pequeño iba mucho a Peguerinos con mi familia. A veces de pícnic, otras a buscar leña para la chimenea del apartamento que mis abuelos tenían en San Lorenzo del Escorial. Recuerdo la serpenteante carretera que subía por el monte Abantos, un pantano y un enorme muro de rocas, con alguna en lo alto que parecía mantener un difícil equilibrio. También había una fuente y una acequia con ranas. Solía ver vacas y caballos pastando tranquilos, y paseaba por un bosque de pinos sembrado de helechos y atravesado por un riachuelo.

Anoche soñé que volvía a Peguerinos. Y bueno, hoy he vuelto.




viernes, 25 de septiembre de 2015

El amor, idiota




Una de las calamidades que me ha traído esto de ser de ciencias es que mi vida amorosa, hasta ahora, siempre se ha regido según el método científico: prueba y error.




martes, 22 de septiembre de 2015

lunes, 21 de septiembre de 2015

El maltrato




-Buenas. Me gustaría saber cuánto me costaría despreciarle, humillarle, gritarle o insultarle un rato.
-Oh, por favor, nada en absoluto. Encima de que se toma la molestia.
-Ah, perfecto. Pues vamos allá.




viernes, 18 de septiembre de 2015

Las madres solas




Las ves en la compra, por la calle, en el parque, en el hospital, con su hijo en brazos o empujando el cochecito, haciendo mil cosas a la vez con una naturalidad increíble. Cuidan de su niño, juegan con él, lo educan, lo ven crecer, trabajan, luchan, ligan, salen adelante, y sonríen siempre como si los problemas no importaran.

Qué tiernas y a la vez qué admirables me parecen. Ojalá tuvieran menos obstáculos y más motivos para sonreír de verdad.




jueves, 17 de septiembre de 2015

De madrugada




Es madrugada y estamos en la cama. Afuera llueve y sopla el viento, señal inequívoca de que el verano se ha ido y con él las vacaciones, por desgracia. Sueño que navego en un frágil esquife sin más compañía que las olas, haciendo frente a los elementos que amenazan con echarme al agua y que me ahogue irremediablemente. Suena un ruido estridente y pienso que el cielo ha caído sobre mi cabeza, como si fuera un galo de la aldea de Astérix, pero no es más que la alarma de tu móvil, que me despierta sin ninguna consideración. La cosa me fastidia bastante, porque me cuesta mucho conciliar el sueño últimamente. Bueno, digamos que me cuesta mucho conciliar el sueño en general. Siento el impulso de decirte que hagas el maldito favor de no dejar la alarma puesta a esas horas nunca jamás, al menos cuando duermas conmigo, pero entonces abro los ojos y te veo. Te veo cómo te incorporas con tu carita de dormida y apagas tranquilamente ese molesto sonido, y cómo luego te acercas y me abrazas. Sin pronunciar una palabra nos besamos, nos tocamos por todas partes y, claro, terminamos follando como si no hubiera un mañana. Después seguimos abrazados y nos volvemos a dormir. Y así, sin querer, evitamos una discusión absurda transformando el hastío y la tensión en sexo y ternura. Sin darnos cuenta conseguimos que los roces sean caricias y no peleas.

Y al día siguiente pienso, como otras veces, en la suerte que tengo de estar contigo.




miércoles, 16 de septiembre de 2015

sábado, 12 de septiembre de 2015

Hablar demasiado



El Tío Sam mandando callar durante la Segunda Guerra Mundial (por León Helguera)


Hay miles de cosas que se dicen muy a la ligera. Como "te quiero" o "tengo mi propio negocio", por ejemplo. Antes de abrir la boca uno debería asegurarse de que son ciertas, o de lo contrario puede dar lugar a tremendas confusiones, engañándose a sí mismo y, lo que es peor, a los demás.

Querer a alguien o llevar un negocio no son tareas fáciles ni baladíes. Ilusionarse con ello sí. Pero recordemos la primera definición que nos da la Real Academia Española de la palabra ilusión:

Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.

Qué tentador es dejarse querer a cambio solo de bonitas palabras, preocupándonos mucho más de cuánto recibimos que de lo que damos. Qué sugerente es pensar que uno puede forrarse de pasta sin depender de nadie, compatibilizando sin problemas la vida personal y la profesional, teniendo libertad de horarios, dedicándole un mínimo esfuerzo, incluso trabajando desde casa. Qué fácil es vivir en el mundo de las ilusiones, es decir, el de la fantasía y las mentiras. Por un tiempo, eso sí, porque los engaños no suele durar para siempre.

Si en la guerra hay que callar para no revelar la verdad al enemigo, en muchas ocasiones conviene mantener la boca cerrada para no mentirnos a nosotros mismos ni estafar a los que tenemos al lado.


PD: Otro día hablaré del negocio del amor, que es un tema con mucha enjundia. 




viernes, 11 de septiembre de 2015

La historia clínica




-¿Toma algún medicamento?
-No. Bueno, una pastilla para dormir.
-¿Y ninguno más?
-Bueno, y para el colesterol. Y luego la de la tensión. Y para la próstata. Y la del ácido úrico.
-¿Fuma?
-No. Seis o siete cigarrillos al día, como mucho.
-¿Bebe?
-No. 
-¿Nada?
-Bueno, lo normal: un poco de vino con las comidas. Algún carajillo por las mañanas. Y alguna cerveza antes de comer, o por la tarde. Pero vamos, nada. Y luego el fin de semana sí bebo algo más. Pero poca cosa.

Tenemos a un paciente polimedicado, fumador y alcohólico crónico que padece un serio trastrono de negación de la realidad.

Todo un clásico.


domingo, 6 de septiembre de 2015

Tu propio negocio




Tratar de ser un empresario de éxito -de forma honrada y legal- es fascinante. Te da poderes sobrenaturales, como por ejemplo la capacidad de tener sudores fríos a pesar de que haga un calor asfixiante. Uno se siente como Alfredo Linguini, el inexperto chaval de la peli Ratatouille, aunque sin una rata en la cabeza que le diga lo que tiene que hacer.

Tratar de ser un empresario de éxito de momento me está suponiendo un montón de queyaesdecires, a saber:

-Dormir menos (que ya es decir).

-Más estrés (que ya es decir).

-Muchos más gastos (que ya es decir) sin que aumenten las ganancias (que ya es decir).

-Darle más vueltas aún a todo lo que tengo en la cabeza (que ya es decir).

-Y hablando de la cabeza, que se me caiga más el pelo (que ya es decir).


 ¿Valdrá la pena? 




jueves, 27 de agosto de 2015

Supremacía




El otro día, cuando volvía a casa, me encontré con una cucaracha en el rellano del ascensor. Me planté frente a ella. El animal trataba de huir desesperado empotrándose contra el friso, escarbando en un rincón, intentando trepar inútilmente por la pared. Por un momento me dio lástima, pero cedí a esa idea con la que nos criamos desde pequeños: las cucarachas son lo peor, son asquerosas y merecen la muerte. De modo que la pisé. Pero entonces ocurrió algo tremendo: no murió al primer golpe. Se quedó ahí, herida, moviendo sus patas en el aire como si tratara de agarrar la vida que se le escapaba. La pisé más veces, tres, cuatro, no recuerdo cuántas, hasta que expiró.

Este hecho aparentemente insignificante, tan habitual, me inquietó: ¿era realmente necesario matarla? ¿Me había hecho algo malo? ¿El mundo es mejor sin esa cucaracha? Quizá alguien opine que es muy ridículo todo esto, pero hay algo innegable, y es que la maté porque me creía infinitamente superior a ella, porque la despreciaba, vaya. No es algo de lo que sentirse precisamente orgulloso. Es más, el hecho de que solo consiguiera matarla tras varios intentos, mi torpeza para acabar con ella, hizo que me viniera de inmediato a la mente la imagen de (ATENCIÓN, LO QUE SIGUE ES UN DESTRIPE DE LA SEGUNDA TEMPORADA DE "JUEGO DE TRONOS") la desastrosa decapitación de Ser Rodrik Cassel por parte del inútil y lamentable Theon Greyjoy.




Recordé también la muerte del zarévich Alekséi a manos de los bolcheviques, un chaval de trece años, hemofílico, al que tuvieron que disparar varias veces porque se resistía a irse al otro barrio.

Qué fácil es acabar con la vida de los seres indefensos. Y qué brutal. Qué sádico. Aunque la víctima sea una cucaracha. Se me dirá que las cucarachas son plagas, que suponen un riesgo para nuestra salud, pero son excusas: las matamos porque nos dan asco, porque nos sentimos superiores y porque podemos hacerlo. Las matamos de forma masiva, como a las ratas y a otros seres "inferiores", y para ello empleamos venenos, gases tóxicos, lo que haga falta. Incluso echamos mano de profesionales para que lo hagan en nuestro lugar. Entonces las matamos a distancia porque es más cómodo, pero también porque en el fondo nos desagrada hacerlo, porque la distancia evita que eso de exterminar nos afecte. Algo así ocurre cuando se bombardea una ciudad, se mata fácilmente a mucha gente sin que los verdugos queden tocados psicológicamente porque no ven lo que están haciendo, no ven los cadáveres. Por ese motivo los nazis empezaron a asesinar a la gente en cámaras de gas, y eran algunos prisioneros los encargados de encerrar allí a las víctimas y luego de sacar los cuerpos. "Ojos que no ven...".

Se me alegará ahora que estoy desbarrando mucho, que las cucarachas no son personas. Ya, pero cuando los criminales asesinan en masa sienten exactamente lo mismo que cualquiera que decida acabar con estos insectos: asco y superioridad. Cuando aplasté a aquella cucaracha, lo hice con todo el peso del darwinismo social. Esto es lo turbador del asunto.

Matar al débil es cruel siempre, todos lo sabemos. No es más que abuso de poder, tiranía de los más fuertes, desprecio hacia los indefensos. Otra cosa es que a veces nos parezca aceptable, o dónde queramos colocar el límite de nuestra supuesta superioridad.




lunes, 24 de agosto de 2015

El viaje




De pequeño creía que la vida era un viaje hacia el infinito. Una excursión por el espacio y por el tiempo que nunca se detendría, que solo iría de un mundo a otro. Fantasías infantiles, la certeza de los sueños, la épica de los niños. Ahora pensaba en cambio que la vida estaba hecha de finales: el final de la niñez, el final de las películas, el final de las relaciones, el final del amor, el final de las vacaciones, el final de mes, el final del trabajo, el final de la propia vida. Bobadas de adulto.


miércoles, 12 de agosto de 2015

Las versiones




Cuando empezaron, cada uno tenía su versión del otro. Cuando acabaron también, aunque eran versiones distintas de las anteriores.

Y todas eran falsas.


lunes, 3 de agosto de 2015

Las hormonas




Vi la última peli de Pixar, Del revés (Inside out), una fábula sobre lo mucho que las emociones influyen en el comportamiento y en las decisiones de la gente. Me gustó, aunque eché de menos alguna referencia a las hormonas, esas reguladoras del funcionamiento de nuestro organismo, por un lado, pero también de las emociones, como todo el mundo sabe. Las hormonas son las auténticas artífices no solo de nuestras apetencias, sino también de nuestra alegría, de nuestra tristeza, de cómo va nuestro humor, vaya. Así, si estamos simpáticos, deprimidos, excitados, estresados, irascibles, histéricos, insoportables, de un humor de perros, si no hay dios que nos aguante, en definitiva, es responsabilidad de las hormonas, nunca nuestra. De ellas dependerían entonces en gran medida las relaciones interpersonales, los encuentros y desencuentros, los amores y los odios, las amistades y las rupturas, los polvos y los lodos. Toda esa locura.

Poderosa fuerza la de las hormonas es, que diría Yoda.


viernes, 17 de julio de 2015

Dejar atrás el rencor




Después de varias sesiones de yoga y de leer veinte libros de autoayuda, descubrió que era una gran persona, que tenía que luchar por cumplir sus sueños, que la vida merece la pena y que no se puede vivir con rencor. Así, mientras afilaba un cuchillo, decidió que en lugar de suicidarse abriéndose el vientre era mucho mejor abrir el de todas las personas que le habían decepcionado.