Cuando uno es fanático a
la vez de la historia y de los cómics es posible que acabe escribiendo un
relato histórico basado en un cómic. Y eso es justamente lo que es esta
entrada.
Hoy vamos a hablar de la vida de un animalito que pasó a la Historia y
se hizo mundialmente famoso.
Laika,
la popular cosmoperra soviética, se volvió a poner de moda gracias a una novela
gráfica que publicó Glénat en castellano hace cuatro años. Se trata de un cómic
muy bien documentado que se ajusta fielmente a lo sucedido,
limitándose su autor, Nick Abadzis,
a rellenar los huecos de la historia con hechos bastante plausibles. Ganó el
Premio Eisner a la mejor novela gráfica juvenil en 2008.
A mí me encantó :)
Laika, el primer ser
vivo terráqueo en viajar por el espacio, fue capturada en las calles de Moscú
en 1956. Era un perrita de pequeño tamaño (pesaba unos 6 kilos), y parece ser
que entonces tenía dos o tres años de edad. Fue enviada al Instituto de
Medicina de la Aviación para ser empleada en el programa espacial soviético. Al
frente de aquel programa estaba el ingeniero Serguei Pavlovich Korolev (o Koroliov, en ucraniano, su lugar de
origen). Korolev, conocido como el
Ingeniero Jefe, era un tipo inteligente pero amargado, esto último debido a
los seis años que había pasado en el Gulag, de donde salió con graves secuelas
que le acompañarían durante el resto de su vida (murió en 1966).
Korolev
El entrenamiento de
Laika corrió a cargo del doctor Oleg Georgovitch Gazenko. El nombre por el que se la conoció habitualmente fue Kudryavka,
que significa “Rizadita”, debido a la forma de su cola. Sin embargo, se hizo
mundialmente famosa bajo el nombre de su raza: Laika (“Ladradora”). Kudryavka era un animal muy dócil del que
rápidamente se encariñó todo el equipo que trabajó con ella.
El 4 de octubre de 1957
la Unión Soviética puso en órbita el Sputnik 1, el primer satélite artificial de la Historia.
Embriagado por el éxito,
el premier soviético, Nikita Jrushchov, decidió que se
lanzaría un segundo satélite al cabo de un mes, coincidiendo con el cuadragésimo
aniversario de la Revolución bolchevique, el 7 de noviembre. Y el nuevo
satélite iría tripulado por un perro. Bueno, una perra.
Inicialmente se
escogieron tres animales para el programa: Mushka, Albina y Kudryavka. Al cabo de unos días, la última fue seleccionada para la
misión. Laika -o Kudryavka- tripularía el Sputnik 2.
El entrenamiento tenía
como fin acostumbrar a los animales a los espacios cerrados, las vibraciones y
las grandes aceleraciones. Fue duro para ellos: tenían taquicardias, aumento de
la tensión arterial y alteraciones digestivas. Vomitaban con frecuencia y su
salud se iba deteriorando.
El 29 de octubre
Kudryavka fue trasladada al cosmódromo de Baikonur, también conocido como
Tyuratam, en Kazajistán. El 31 la perrilla fue introducida en el interior del
Sputnik 2. Llevaba un traje especialmente diseñado para ella. Antes de colocárselo
le limpiaron el pelo con una solución de alcohol.
El 3 de noviembre de
1957 Kudryavka despegó. El animal estaba monitorizado para que sus signos
vitales se pudiesen seguir desde tierra. Después del despegue, sus frecuencias
cardiaca y respiratoria aumentaron mucho. A pesar del estrés que estaba
sufriendo, Kudryavka llegó a comer algo del alimento gelatinoso que llevaba
consigo. Ya en el espacio, una parte del Sputnik 2 se desprendió, como estaba
previsto, pero la siguiente sección no lo hizo. El fallo seguramente pudo
deberse al escaso tiempo del que se había dispuesto para construir la nave. El
caso es que dicho fallo impidió que se pudiera controlar la temperatura del
satélite, que aumentó a 40ºC.
Al cabo de entre cinco
y siete horas tras el lanzamiento, dejaron de recibirse signos vitales del
animal. La perrilla había muerto.
La muerte de Laika, con
toda probabilidad, se debió a las altas temperaturas.
Hasta aquel momento,
tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética habían empleado animales en vuelos
suborbitales, pero el de Kudryavka fue el primero en que el animal no tuvo
ninguna posibilidad de sobrevivir. Es decir, que se sabía de antemano que el
viaje iba a ser sólo de ida. Sin embargo, como por entonces ya existía en el
mundo cierta conciencia contra el maltrato a los animales, las autoridades
soviéticas mintieron afirmando que estaba previsto que Laika pudiera volver
sana y salva a la Tierra pasados unos días, primero en su cápsula y luego en
paracaídas. Como anécdota hay que decir que unos bromistas hicieran descender
sobre Santiago de Chile a un perro en paracaídas para que la gente pensara que
era Laika.
Durante mucho tiempo
las autoridades rusas mantuvieron que la perra había sobrevivido durante días y
que si no había podido regresar a la Tierra había sido debido a un fallo
técnico. La verdad sólo pudo conocerse tras la caída del régimen soviético.
En 1998 Oleg Georgovitch
Gazenko, encargado del entrenamiento de Kudryavka, dijo lo siguiente acerca de
la muerte del animal:
El
trabajo con animales es una fuente de sufrimiento para todos nosotros. Los
tratamos como bebés que no pueden hablar. Cuanto más tiempo pasa, más siento lo
sucedido. No debimos haberlo hecho. Ni siquiera aprendimos lo suficiente de la
misión como para justificar la muerte del perro.
En 2002, el científico Dimitri C. Malashenkov reveló al mundo
la verdad, esto es, que Laika había muerto al cabo de unas horas por el estrés
y el sobrecalentamiento de la nave.
Ya en su día, el
triunfo propagandístico soviético se vio empañado por la polémica acerca de la
muerte de Laika, que se convirtió en un símbolo contra el maltrato animal.
Tras el lanzamiento del
Sputnik 2 no hubo más misiones espaciales con perros sin que éstos tuvieran
alguna oportunidad de sobrevivir. Después de Laika, la URSS envió a otros doce
perros al espacio, de los cuales regresaron cinco a la Tierra.
Algunas veces los
pacientes se sientan en el sillón dejando caído su brazo derecho y no puedo
acercarme bien a verles la boca, de modo que les digo que si lo pueden levantar
o apartar, por favor. Hasta ahí todo normal.
El otro día un señor
mayor se sentó de ese modo, así que le dije que si podía levantar el brazo, por
favor. Y entonces me hizo un saludo fascista perfecto.
La mitad del menaje de
su casa la habían dejado allí las chicas que habían vivido con él y que, una
tras otra, le habían ido abandonando.
A veces veía su hogar
como un museo de su propia vida, en el que él mismo podía hacer de guía e ir
explicando a los visitantes de dónde provenían –o mejor dicho, de quiénes-
ciertos muebles, ciertas tazas, los cubiertos, las toallas… Otras veces se
sentía como un secuestrador que hubiera cobrado todo aquello a cambio de
devolver la libertad a sus antiguas concubinas. Pero bueno, tampoco era algo
que le quitara el sueño.
Curiosamente,
hubo unos 150.000 soldados de origen judío que sirvieron en la Wehrmacht, es decir, la Fuerzas Armadas
de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial (en contraste, durante la
Primera Guerra Mundial, cuando no había leyes racistas en Alemania, el número
de judíos en el Ejército del Kaiser fue sólo de 100.000). Pues bien, en el
número 54 de la Revista Española de
Historia Militar apareció un interesante artículo que hablaba sobre uno de
esos soldados, Erich Rose, el cual estuvo además integrado en la División Azul.
He
aquí un resumen de su vida:
Erich Jakob Rose
Rose
nació el 7 de septiembre de 1912 en Estrasburgo, en un momento en el que
Alsacia pertenecía a Alemania.
Sus
familiares eran conservadores y nacionalistas alemanes, y él heredó esas ideas:
tanto él como su padre creían que el bolchevismo era "el enemigo número
uno del mundo".
La
familia de Erich simpatizó en los años veinte con el nacionalsocialismo,
excepto en lo referente al antisemitismo, pues aunque ni él ni sus padres eran judíos,tres de sus abuelos sí, lo que según las teorías raciales de la época
lo convertía a él en judío en un 75%. Esta aparente paradoja de que
personas de origen hebreo simpatizaran con el nazismo, fue bastante frecuente
en Alemania hasta que Hitler llegó
al poder. Para los judíos de izquierdas la victoria electoral nazi fue un
cataclismo, pero para los de derechas resultó ser incluso una buena noticia en
algunos casos. Muchos de ellos se tomaban el antisemitismo nazi como algo accesorio,
puro electoralismo que desaparecería después de que Hitler fuese elegido.
Además, hasta ese momento los judíos que habían tenido problemas con los nazis
habían sido fundamentalmente inmigrantes o de izquierdas.
Pero
después del nombramiento de Hitler como canciller, los nazis siguieron siendo
antisemitas (en eso se basaba toda su ideología, al fin y al cabo), y varios
periódicos de EEUU y el Reino Unido comenzaron a calificar a los alemanes como
"asesinos de judíos". Incluso el Daily
Express británico tuvo el 24 de marzo de 1933 el siguiente titular: "Judea declara la guerra a
Alemania". Así daba a conocer la noticia de que varias organizaciones
judías internacionales convocaban un boicot contra los productos alemanes.
Ese
titular, por cierto, sería una excusa muy utilizada por los nazis para
demostrar que el judaísmo internacional estaba "en guerra" contra Alemania
y justificar así sus crímenes (incluso hoy los neonazis siguen haciéndolo), pero
curiosamente fue contestado por las organizaciones hebreas alemanas
¡defendiendo a Hitler!
Así,
el 15 de mayo una editorial judía (Jakow Trachtenberg) publicó en Berlín un
libro titulado Die greuelpropaganda ist
eine Lügenpropaganda, sagen die deutschen Juden selbst (“La propaganda de
atrocidades es propaganda de mentiras, dicen los propios judíos alemanes”) que
reflejaba el sentir de varias asociaciones judeoalemanas. La Liga de Veteranos Judíos del Reich, el presidente de la Asociación de Judíos Nacionales Alemanes, Max Naumann, y el presidente de la Asociación Alemana de Rabinos, Leo Baeck, admitían "excesos"
y "abusos" por parte de los nazis, pero a la vez desmentían la
existencia de atrocidades, arremetían contra "la imperdonable campaña
difamatoria (...) promovida contra Alemania por supuestos intelectuales judíos
en el extranjero" y afirmaban que los objetivos principales del Gobierno
del Reich -derrotar al bolchevismo y renovar Alemania- eran compartidos por los
judíos alemanes.
Obviamente
los nazis siguieron a lo suyo y el 1 de abril de aquel año lanzaron a su vez un boicot-respuesta contra todo tipo de establecimientos y negocios judíos. Poco
después aparecieron las primeras leyes racistas antisemitas, una aberración
jurídica que condenaba a la gente no por sus actos, sino por lo que era.
En
1934 el general Von Blomberg, ministro
de Defensa alemán, introdujo una norma por la que se prohibía a los judíos
formar parte de las Fuerzas Armadas. No obstante, los mandos militares alemanes
en general se tomaron poco interés en aplicar esta medida, en especial en la
Marina de Guerra y la Fuerza Aérea. En consecuencia, y como ya hemos dicho,
unos 150.000 militares de origen judío prestaron servicio en la Wehrmacht. Pese
a que el progresivo endurecimiento de las medidas contra ellos supuso en
decenas de miles de casos que se les retirara del servicio, algunos continuaron
vistiendo el uniforme alemán hasta el final de la guerra. No pocos cayeron en
combate, o sufrieron graves heridas, o recibieron condecoraciones, mientras sus
familiares directos debían lucir la estrella de David, o eran enviados a los
campos de concentración o exterminio. Como medida excepcional se decretó la
“arianización” de algunos de estos hombres, aunque tal merced sólo podía ser
decidida por el propio Hitler, quien por lo visto dedicaba una cantidad
considerable de tiempo a estudiar cada una de las propuestas al respecto.
Aunque Hitler de hecho extendió numerosos “certificados de sangre alemana” –Deutschblütigkeitserklärung- (así, el padre del mariscal de la
Luftwaffe Erhard Milch era judío, y
por tanto él era un "judío mixto" -Mischlinge-, pero obtuvo su certificado firmado por Hitler a
instancias de Göring), con su
política racista privó torpemente a la Wehrmacht de unos 250.000 soldados, un
número de “bajas” comparable al de la batalla de Stalingrado.
Volviendo
a Erich Rose, formaba parte del Ejército desde 1930. En 1934 era alférez, pero
en principio fue expulsado debido a las nuevas leyes. He escrito "en
principio" porque a Rose, al parecer, se le ofreció un puesto de trabajo
en la embajada alemana en España. Lo que ocurre es que existen bastantes
probabilidades de que dicho empleo no fuera más que una tapadera y Rose en realidad
se convirtiera en un agente del Abwehr,
el servicio secreto militar alemán. De hecho, a muchos militares “judíos” se
les ofrecieron puestos similares en el extranjero para evitar su salida
completa del Ejército. Dichas iniciativas partían de generales y oficiales
compañeros de los expulsados.
Tras
la victoria del Frente Popular en España, en febrero de 1936, Rose volvió a
Alemania y allí, una vez comenzada la Guerra Civil Española, se introdujo como
voluntario en la Legión Cóndor. De
esa forma, en 1937 regresó a nuestro país y desempeñó un papel de instructor en
el bando franquista.
En
septiembre de dicho año decidió que quería formar parte de la Legión (española esta vez) porque
deseaba ir al frente, cosa que consiguió un año después, incluso con recomendación
del coronel Von Thoma, jefe de las
fuerzas de tierra de la Legión Cóndor. Llama la atención que se le alistara con
el nombre de Henri Rosse Rosse.
Rose
participó durante un mes en la batalla del Ebro y tuvo que ser ingresado por enfermedad.
En
1939 se le ocurrió enviar dos instancias a Franco
pidiéndole la nacionalidad española, que se le concedió.
En
1940, comenzada la Segunda Guerra Mundial, parece ser que volvió a Alemania e
intentó ser admitido en la Wehrmacht sin éxito.
Nuevamente
en España, en 1941 consiguió ser enrolado en la División Azul como intérprete,
un puesto que no le dejó muy satisfecho ya que él quería acción.
En
1942 fue condecorado con la Cruz de Hierro de 2ª Clase, y ese mismo año se
enteró de que sus padres habían sido detenidos y deportados al campo de concentración de Theresienstadt.
Allí murió su padre, antiguo oficial médico del Kaiser durante la Gran Guerra y
patriota alemán, mientras que su madre sería deportada de nuevo, aunque esta vez
a Auschwitz. Dadas las condiciones
de aquellos traslados moriría antes de llegar.
Cuando
se enteró de la deportación de sus padres y otros familiares Rose confesó a un
amigo que estaba hecho polvo, muerto de miedo y que quería morirse. Su amigo,
destinado en el Estado Mayor del Ejército, le prometió que intentaría conseguirle
un certificado de "arianización". A través del comandante Von
Hanstein, del Alto Mando de la Wehrmacht, este amigo logró que el caso
llegara ante Hitler.
El
Führer, viendo el historial de Rose, reconoció que se trataba de un excelente
oficial y dijo que le habría concedido el certificado de
"arianización" si hubiese sido "judío al 50%", pero que
siéndolo "al 75%" tal gracia era imposible. Aunque podía quedarse en
la división española.
Parece
ser que a Rose tampoco le hacía mucha gracia la "gracia" puesto que
con ella sólo conseguiría salvarse él y no su familia, y no quería comportarse
"como un cabrón". Decidió entonces que se encontraba muy a gusto
entre los españoles y que seguiría en la División Azul. Sin embargo tuvo roces
con sus compañeros hispanos, quizá por las pestes que él echaría de Hitler,
quizá porque los españoles descubrieran que seguía trabajando para el Abwehr.
El
10 de febrero de 1943, durante la batalla de Krasny Bor (la más importante de en cuantas participó la División Azul),
por lo visto el teniente Erich Rose se puso al frente de una sección de cañones
antitanque servida por voluntarios noruegos de las Waffen-SS (otra paradoja:
unos tipos de las SS dirigidos por un judío) que se encontraban en dificultades
y cayó muerto por el fuego soviético.
El
mes anterior su madre había muerto camino de Auschwitz.
Rose
dejó escrito un testamento (en la imagen) que terminaba así:
"Si
caigo en combate, y espero que esto no ocurra, no quiero que lloréis por mí,
porque el destino que yo he querido para mí nunca ha sido otro que el de morir
vistiendo mi guerrera gris, a despecho de todo. Y eso ya lo he conseguido,
después de una gran lucha".
¿De
qué estaría hecho este tipo?
Voljov, de Augusto Ferrer-Dalmau
Más información:
-Sobre Erich
Rose: Caballero Jurado, Carlos, “Erich Rose: el trágico destino de un oficial
“judío” de la División Azul”, Revista Española de Historia Militar nº 54,
Quirón, 2004.
-Sobre los
soldados de origen judío de la Wehrmacht: Rigg, Brian Mark, “La tragedia de los
soldados judíos de Hitler”, Inédita, 2009.