El IBEX 35 según la revista El Jueves
En su magnífica obra "La izquierda feng-shui" (Ariel, 2017), Mauricio-José Schwarz escribe que "una empresa no es un ser humano. No puede ser buena ni mala, no es irresponsable o agresiva, pero sí lo son quienes toman las decisiones en ella aunque en ocasiones ni siquiera estén de acuerdo".
Desde cierta izquierda se hace gala de un tipo de pensamiento mágico, según el cual, los grandes males del mundo se deben a un determinado número de empresas -y no a otras- que actuarían al unísono. Estas empresas serían la auténtica personificación de Satán, un monstruo de varias cabezas y apetito insaciable que solo perseguiría su propio beneficio a costa de acabar con todo lo bueno que pueda existir en el planeta. A nivel mundial, entre las empresas fetiche de la izquierda están Monsanto, Bayer, McDonald´s o Coca-Cola. Ninguna de ellas, por cierto, aparece en la lista de las 15 peores empresas para el medio ambiente compilada hace diez años por Business Insider. Ni tampoco en esta otra lista de 20 grandes empresas cuyo comportamiento ético ha sido más que dudoso. En la España del siglo XXI, el símbolo del mal es el temido IBEX 35, que ostentaría el poder absoluto del Estado. He aquí el mantra, digo la trama, explicada con un croquis por Pablo Iglesias:
La simple mención de alguna de esas empresas, o del IBEX 35, en tal o cual acusación sin datos que la sustenten, ya otorga credibilidad más que suficiente. El otro día, en su discurso de regreso tras la baja de paternidad, Pablo Iglesias dijo que "hay veinte familias en este país que tienen más poder que cualquier diputado". Mencionó como ejemplos a Amancio Ortega, Ana Botín, Isidre Fainé y Florentino Pérez, todos ellos directivos de empresas del terrorífico IBEX 35. Como se explica en el vídeo de arriba, el mensaje que transmiten Pablo y quienes piensan como él es que todas las decisiones políticas y económicas que se toman desde el Gobierno español, sea este del PP o del PSOE, están siempre muy condicionadas, y hasta dirigidas, por el IBEX 35, al que lo que voten los sufridos ciudadanos se la trae al pairo. Lo mismo en lo que respecta a los tribunales y las sentencias en casos de relevancia política o económica. Y por supuesto que casi todos los medios de comunicación, en especial los privados, publican sus cosas al dictado del IBEX 35.
El IBEX 35 se ha convertido así en un símbolo que no necesita contenido. ¿Pero qué diablos es el IBEX 35? Pues no es más que un índice bursátil, es decir, una serie de acciones pertenecientes a las 35 empresas de mayor liquidez que cotizan en las bolsas españolas, que se emplean para calcular el valor de la Bolsa, así como sus subidas y caídas. El principal criterio para incluir una empresa dentro del índice es el valor total de sus acciones, y los que deciden tal cosa son unos técnicos bursátiles que se reúnen dos veces al año para añadir y quitar empresas de su lista. Hay más de sesenta empresas que alguna vez estuvieron en el IBEX 35 y ya no forman parte de él. Y, sorprendentemente, algunas de las empresas que más facturan en España, como Mercadona, El Corte Inglés, Ford España o Seat, tampoco están en el IBEX 35, aunque difícilmente se pueda decir que no sean poderosas. A la vez, hay empresas pertenecientes al famoso índice que facturan mucho menos, como Arcelor, que es la cuadragésimo segunda empresa de España, Indra, que es la septuagésimo quinta, Acciona, que es la nonagésimo octava, o Acerinox, que es la centésima.
Por otro lado, y según Business Insider de nuevo, parece que entre las diez empresas líderes en sostenibilidad en todo el mundo, hay varias del IBEX 35. Al menos sobre el papel, no parecen tan malas como las pintan.
Es obvio que desde el poder económico se ejercen presiones sobre los gobernantes, igual que hacen otros agentes sociales. Es obvio que, en ocasiones, el poder económico es superior al de otros agentes sociales (lo que quizá nos tendría que llevar a reforzar a quienes representan a los trabajadores, consumidores y ciudadanos comunes). También es evidente que hay partidos más afines al poder económico y que, por tanto, cuando llegan al gobierno responden más claramente a las necesidades de este. Y nadie dice que el comportamiento de los directivos de las empresas del IBEX 35 sea intachable. Todo ello es de cajón. Pero algo muy diferente es pensar que existe un grupo de grandes empresas que actúan como un equipo, de forma concertada y sin fisuras, para controlar el país, o incluso el mundo, manejando en la sombra los resortes de la política, la justicia, la información y, en fin, de todas las instancias de decisión. Esta visión del asunto es lo que Schwarz llama simplismo-leninismo y no deja de ser una teoría de la conspiración de lo más absurda.
Está muy bien que la izquierda busque la justicia, pero tal cosa se debe hacer desde la verdad, desde los datos, desde la seriedad, desde la razón. Ah, y desde la coherencia. No desde la demagogia.
No se puede acusar a nadie, ni siquiera a un conjunto de empresas, de tremendas atrocidades solo porque sus directivos sean enemigos de clase. Sobre todo cuando estos pueden ser criticados y denunciados por auténticas tropelías. Pero es más fácil sacar a pasear el espantajo del IBEX 35 una y otra vez, en un mensaje que quizá gane adeptos para la causa, pero que está más vacío que la nevera de Carpanta. Cito de nuevo a Schwarz:
"El fin no justifica los medios. No vale mentir en nombre de la verdad, ser injusto en nombre de la justicia, promover la desigualdad en nombre de la igualdad. Un respeto sólido a los principios básicos nos exige ser justos con todos (...).
Si uno no es moralmente superior a quienes promueven la injusticia, finalmente se iguala a ellos. Y perder la autoridad moral es un lujo que la izquierda simplemente no puede permitirse".
"El fin no justifica los medios. No vale mentir en nombre de la verdad, ser injusto en nombre de la justicia, promover la desigualdad en nombre de la igualdad. Un respeto sólido a los principios básicos nos exige ser justos con todos (...).
Si uno no es moralmente superior a quienes promueven la injusticia, finalmente se iguala a ellos. Y perder la autoridad moral es un lujo que la izquierda simplemente no puede permitirse".