Campaña china de las Cuatro Plagas
Hace unos años, José María Aznar decidió soltar una de sus míticas frases lapidarias y proclamó aquello de que el ecologismo es el nuevo comunismo. Lo que está claro es que, en general, el ecologismo le toca bastante las narices al poder, pero en esta entrada pretendo demostrar que, al menos desde el punto de vista histórico, el ecologismo en realidad tiene muy poco que ver con el comunismo. De hecho, en sus inicios el ecologismo era una inquietud de gente más bien de derechas o liberal, pues para la izquierda la prioridad eran el proletariado y la lucha de clases. No es casualidad que el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF en sus siglas en inglés), la organización no gubernamental conservacionista más importante del planeta, fuera creado a comienzos de los años sesenta por un señores de clase alta y conservadores (no deja de tener su lógica que unos conservadores crearan una organización conservacionista -guiño, guiño-). Uno de los cuales, por cierto, estuvo afiliado al Partido Nazi y también fundó el inquietante Grupo Bilderberg: Bernardo de Lippe-Biesterfeld. O que el primer parque natural del mundo, el de Yellowstone, se abriera en EEUU en 1872.
Resulta por ello muy paradójico que hoy muchos ecologistas centren sus ataques en el capitalismo, alegando que este es indefectiblemente dañino para el medio ambiente cuando, para más inri, tradicionalmente han sido los regímenes comunistas los más antiecológicos del mundo con sus brutales colectivizaciones de la agricultura y sus industrializaciones forzadas (que además provocaron la muerte de millones de personas), que combinaban la disfunción económica con la irresponsabilidad medioambiental. Nada más lejos de mi intención que negar los males del capitalismo o defender que ante el cambio climático tenemos que cruzarnos de brazos, pero ver a los neocomunistas del siglo XXI echándole la culpa al capitalismo de los desastres mediomabientales es como si en España el Partido Popular tratara de encabezar la lucha contra la corrupción. Se puede mejorar el capitalismo sin recurrir al leninismo, que en la práctica fue completamente opuesto al ecologismo. Así por ejemplo, la desecación y la contaminación masiva del mar de Aral comenzaron en tiempos de la Unión Soviética y se realizaron de forma completamente intencionada. Este hecho, junto al envenenamiento del lago Baikal, han supuesto catástrofes ecológicas de enorme trascendencia.
Hay más. Durante la Guerra Fría, los soviéticos llevaron a cabo cientos de pruebas nucleares en la isla de Nueva Zembla, incluyendo la de la Bomba del Zar, la mayor explosión provocada por el hombre de la historia. Esta actividad provocó una alta contaminación radiactiva del mar de Barents, al norte de Rusia.
Fue también en aquel mar donde, en los años sesenta, los soviéticos introdujeron el cangrejo rojo gigante para proporcionar un nuevo alimento a la población local. Aunque el animal es apreciado por su carne, como especie invasora está amenazando el ecosistema al devastar los fondos marinos de la zona, y además se está extendiendo hacia el sur por la costa noruega.
Si a comienzos de los años treinta las colectivizaciones en la URSS provocaron millones de muertos (en especial en Ucrania) y destrozaron el campo, entre 1958 y 1961 algo similar ocurrió en la China de Mao Zedong, pero peor. La versión china de la política estalinista de colectivizar (es decir, requisar la comida a los campesinos) e industrializar a marchas forzadas se llamó Gran Salto Adelante, y causó una hambruna que mató a decenas de millones de personas. Fue la mayor hambruna de la que se tiene constancia a lo largo de la historia.
Como Mao seguía el modelo del bueno de Stalin, también aplicó las teorías de un charlatán estalinista con título de ingeniero agrónomo llamado Lysenko, que defendía que la genética mendeliana no era más que una mentira burguesa y que hizo encarcelar y asesinar a cientos de científicos provocando un atraso considerable en las ciencias soviéticas. Los métodos de Lysenko, impuestos a los campesinos chinos, se revelaron desastrosos, arruinaron la agricultura y favorecieron la hambruna. Lysenko no fue destituido como director del Instituto de Genética de la Academia de Ciencias soviética hasta 1965, y a pesar de todo mantuvo su puesto de investigador hasta su muerte, en 1976.
Centrándonos en el tema del ecologismo (o mejor dicho, del antiecologismo), dentro del despropósito general del Gran Salto Adelante podemos destacar la llamada Campaña de las Cuatro Plagas, en la que el Gobierno chino decretaba el exterminio de cuatro especies animales que consideraba letales para las cosechas: mosquitos, moscas, ratones y gorriones. Los gorriones eran los más fáciles de matar, así que se convirtieron en la principal víctima de la campaña. Según el brillante razonamiento de las autoridades chinas, como los gorriones se comían el grano de las cosechas, cuantos más se mataran, más gente se podría alimentar. Se movilizó a toda la población en la guerra contra los gorriones a los que se mataba de todas las formas imaginables: con veneno, destruyendo sus nidos, por agotamiento al asustarlos para que no pudieran dejar de volar, etc. Obviamente no solo morían gorriones, también otras aves. Eso sí, en unos meses los gorriones fueron prácticamente exterminados en China.
Lysenko
Centrándonos en el tema del ecologismo (o mejor dicho, del antiecologismo), dentro del despropósito general del Gran Salto Adelante podemos destacar la llamada Campaña de las Cuatro Plagas, en la que el Gobierno chino decretaba el exterminio de cuatro especies animales que consideraba letales para las cosechas: mosquitos, moscas, ratones y gorriones. Los gorriones eran los más fáciles de matar, así que se convirtieron en la principal víctima de la campaña. Según el brillante razonamiento de las autoridades chinas, como los gorriones se comían el grano de las cosechas, cuantos más se mataran, más gente se podría alimentar. Se movilizó a toda la población en la guerra contra los gorriones a los que se mataba de todas las formas imaginables: con veneno, destruyendo sus nidos, por agotamiento al asustarlos para que no pudieran dejar de volar, etc. Obviamente no solo morían gorriones, también otras aves. Eso sí, en unos meses los gorriones fueron prácticamente exterminados en China.
En 1960, científicos de la Academia Nacional de Ciencias de Washington publicaron un estudio que demostraba que los gorriones se alimentaban más de insectos que de grano, pero Mao decidió ignorarlo al provenir de un país capitalista, prefiriendo aferrarse al aforismo ren ding sheng tian ("el hombre debe derrotar a la naturaleza"). No obstante, el exterminio de gorriones supuso una grave alteración del ecosistema al desequilibrar la cadena trófica. Es decir, al desaparecer los gorriones, que eran depredadores de los insectos, estos proliferaron de forma masiva. Y en especial lo hicieron las langostas, que devastaron las cosechas agravando notablemente la hambruna. Entonces Mao se dio cuenta de su error y ordenó detener la matanza de gorriones, aunque un poco tarde y sin reconocerlo.
Tratando torpemente de enmendar su error, Mao importó en secreto 200.000 gorriones de la Unión Soviética tras apelar al internacionalismo socialista, pero el daño ya estaba hecho. Desde entonces, los campesinos chinos han continuado la tradición de matar gorriones hasta el punto de que en 2001 se declaró al ave animal protegido en el país.
La población de gorriones continúa descendiendo hoy en China debido a la contaminación y los pesticidas.
En Corea del Norte se llegó a elaborar un "Plan Trienal para Castigar a los Gorriones" pero, viendo los catastróficos resultados que había dado la campaña en China, Kim Il-sung decidió no ponerlo en práctica.
Hasta los años ochenta (es decir, hasta después de la muerte de Mao), las autoridades chinas achacaban la hambruna del Gran Salto Adelante sobre todo a una serie de catástrofes naturales y, en mucha menor medida a errores de gestión. La realidad era exactamente la contraria, pero la mentira criminal ha sido siempre inherente a los regímenes totalitarios.
En Corea del Norte se llegó a elaborar un "Plan Trienal para Castigar a los Gorriones" pero, viendo los catastróficos resultados que había dado la campaña en China, Kim Il-sung decidió no ponerlo en práctica.
Hasta los años ochenta (es decir, hasta después de la muerte de Mao), las autoridades chinas achacaban la hambruna del Gran Salto Adelante sobre todo a una serie de catástrofes naturales y, en mucha menor medida a errores de gestión. La realidad era exactamente la contraria, pero la mentira criminal ha sido siempre inherente a los regímenes totalitarios.
Mao con Jrushchov en 1958. "Es probable que media China tenga que morir", dijo el Gran Timonel en aquel mismo año
En el siglo XX los seres humanos cazaron casi tres millones de ballenas, la mayoría en la segunda mitad de la centuria. Es quizá la mayor matanza de animales de la historia en términos de biomasa total. En 1946 se creó la Comisión Ballenera Internacional (CBI) para regular la caza y el comercio de los cetáceos, y en 1986 la CBI prohibió la caza de ballenas con algunas excepciones. Durante las cuatro décadas que van de una fecha a otra, la Unión Soviética mató más de 534.000 ballenas, pero declaró ante la CBI un número bastante inferior (¿he dicho que la mentira es inherente a los regímenes totalitarios?). Así por ejemplo, los soviéticos declararon haber cazado menos de 3.000 ballenas jorobadas en el océano Antártico cuando en realidad mataron casi 50.000 amenazando con extinguirlas. La verdad de esta siniestra historia no se ha conocido hasta fechas muy recientes.
Lo absurdo del asunto es que la URSS, al contrario que otros países balleneros como Japón o Noruega, no obtenía casi beneficios de la caza de ballenas. A menudo, en los balleneros soviéticos se separaba la grasa de los animales muertos para transformarla en aceite y se abandonaba el resto del cuerpo en el mar. Como la industria ballenera en la URSS era estatal, la caza masiva se hacía solo por aumentar la producción, no importaba si era sostenible porque daban igual los beneficios. Se trataba de cumplir los planes estatales sin más, y se premiaba a los que lograban cazar más ballenas como si fueran héroes. Y claro, hablamos de la Unión Soviética, así que también se castigaba a los perdedores, que a veces eran las mismas personas. A un tipo llamado Aleksandr Dudnik, pionero de la industria ballenera soviética, lo condecoraron en 1936 con la Orden de Lenin, y dos años después, cuando no alcanzó los objetivos de producción, lo encarcelaron acusándole de ser un agente japonés.
No quiero dejar de mencionar el tremebundo caso de Norilsk, la ciudad más septentrional del mundo. Situada en el Círculo Polar Ártico, empezó siendo un campo de concentración del Gulag cuyos presos trabajaban bajo condiciones infrahumanas en las minas de níquel, a consecuencia de lo cual varios miles de ellos murieron. Por cierto, en el invierno de 1941 a 1942 fueron enviados a Norilsk medio centenar de marinos republicanos españoles que habían quedado atrapados en la URSS tras la Guerra Civil: ocho de ellos murieron en un par de meses y un noveno se suicidó. Con el tiempo Norilsk terminó transformado en un territorio apocalíptico azotado por el azufre, la lluvia ácida y la nieve negra.
De los nueve lugares más contaminados del mundo, cuatro están en territorio de la antigua URSS y dos en China.
Para terminar, habría que añadir que el accidente de Chernóbil, ocurrido en la Unión Soviética en 1986, es junto al de Fukushima (Japón, 2011), el accidente nuclear más grave sucedido hasta ahora (y esperemos que siga siéndolo), y uno de los peores desastres medioambientales de la historia. El accidente de Chernóbil fue la consecuencia de una chapuza tras otra, del secretismo de la URSS y de un modo de hacer las cosas contaminante de por sí. Por si todo ello no fuera suficiente, tuvo como colofón una respuesta absolutamente criminal por parte de las autoridades soviéticas. Y es que Chernóbil no fue el primer accidente nuclear de la historia soviética, simplemente fue el peor.
Una de las peores consecuencias del comunismo fue su herencia económica, estrechamente ligada a su irresponsabilidad ecológica. Así, el envenenamiento del lago Baikal, la desaparición del mar de Aral o la lluvia ácida que caía en los bosques de Bohemia no solo son catástrofes medioambientales, sino una enorme hipoteca para el futuro, pues antes de invertir en nuevas industrias, habría que desmantelar las antiguas y enmendar los errores cometidos.
En resumen, los regímenes comunistas, como el de la URSS o el de China, llevaron a cabo crímenes ecológicos masivos que además eran de lo más estúpidos, sencillamente porque el medio ambiente les importaba un bledo. El comunismo es una ideología creada en el siglo XIX para los obreros industriales, de ahí que cuando llegó al poder en Rusia, China y otros lugares, uno de sus objetivos primordiales fuera industrializar a marchas forzadas y costara lo que costara. Por eso mató de hambre a millones de campesinos y por eso a los comunistas tradicionalmente les daba igual la ecología, porque sus ideas no eran ecologistas, sino industrialistas. Fue precisamente el último desastre ecológico provocado por las autoridades soviéticas, el accidente de Chernóbil, lo que puso de manifiesto la incompetencia y la brutal mentira del comunismo y, por tanto, llevó a la caída del régimen. Y es que, como decía antes, la mentira constante y la huida hacia adelante siempre han formado parte intrínseca de esas dictaduras.
Y luego ya, por fin, casualmente tras la caída de la URSS, se inventó el ecosocialismo al que se apuntaron rápidamente muchos partidos comunistas, reciclados o no.
Posdata y actualización:
En 2019 hemos sabido que "el colapso de la Unión Soviética redujo las emisiones de CO2", puesto que "el sistema de economía centralizada del comunismo soviético era una máquina de emitir los GEI más importantes, metano, CO2 y óxido nitroso". Qué cosas.
Más información:
-AAVV, "El libro negro del comunismo", Planeta/Espasa, 1998.
-Alexiévich, Svetlana, "Voces de Chernóbil", Debolsillo, 2019.
-Chang, Jung y Halliday, Jon, "Mao, la historia desconocida", Taurus, 2006.
-Judt, Tony, "Postguerra. Una historia de Europa desde 1945", Taurus, 2006.
Cuando matar gorriones le costó la vida a más de veinte millones de personas
Soviet Illegal Whaling in the North Pacific: Reconstructing the True Catches
THE MOST SENSELESS ENVIRONMENTAL CRIME OF THE 20TH CENTURY
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