Fotograma de Los mundos de Coraline (2009), de Henry Selick
Érase una vez una bruja venida a menos.
La conocí hace bastante tiempo, cuando no daba miedo ni risa. O sea, cuando parecía una persona normal. Era una chica atractiva, con el pelo largo y negro, divorciada y madre de un chaval. Tenía mil problemas que solía contarme en largas conversaciones. Creo que yo le interesaba para algo más que como simple oyente de sus desventuras, pero ella en cambio no me acababa de gustar. No era por su aspecto, ya digo, sino que yo intuía que alguna cosilla en su interior no funcionaba del todo como debía.
Un par de años atrás consumó su conversión. Digamos que las dificultades de la vida le hicieron tomar derroteros equivocados, como a Darth Vader. Abandonó la rutina, dejó su trabajo y se zambulló en una existencia de fantasía y magia de mentira. Empezó a relacionarse con gente extraña, a vestirse siempre de oscuro, a tratar de curar enfermedades con pócimas y hierbas, a soltar frases lapidarias, a intentar resolver los problemas propios y ajenos con rezos, velas, conjuros y falacias. A llevar una estúpida vida de ficción, vaya. Por lo demás, resultó ser una hechicera muy torpe, porque nada le salía bien. Igual que hizo con otros, buscó la forma de engatusarme con sus sortilegios, de introducirme en su mundo de falsos encantamientos y absurdas estafas.
Pero fue en vano, porque nunca he creído en las brujas.
Actualización, noviembre de 2015: Vuelvo a verla después de mucho tiempo y constato que ha cambiado de nuevo, aunque esta vez para bien. Me congratulo y deseo que se estabilice en esta fase, para su tranquilidad y la de quienes la rodean.
Alegoría de Franco y la Cruzada, de Arturo Reque Meruvia
Ahora que se van a
cumplir cuarenta años desde la muerte del invicto Caudillo, qué mejor momento
para hablar de él.
Sobre Franco hay
toneladas de propaganda en uno u otro sentido, esto es, para glorificarle o
para ponerle a parir. Sin embargo, incluso
entre sus más férreos detractores abundan todavía quienes le reconocen como un
brillante militar y un buen economista (esto último por aquello del "milagro económico"). Vamos a explicar que no era ni una cosa ni la otra.
Con respecto a lo
segundo, el nivel de renta per cápita de 1935 no se recuperó en España hasta
mediados de los años cincuenta, es decir, que hubo un retraso de veinte años
gracias a la fantástica guerra civil que Franco y los suyos se encargaron de provocar.
Pero diciendo esto no demostramos que fuera tonto, solo un hijo de puta.
Tras la guerra, Franco
proclamó su firme propósito de "reconstruir España" (discurso del 5 de junio de 1939), y para ello se encomendó a un proyecto fundamentado en la autarquía económica, un sistema al que dedicó grandes elogios atreviéndose incluso a señalar que la victoria en la guerra venía a significar
"el triunfo de unos principios económicos [los de la autarquía] en pugna
con las viejas teorías liberales".
Según Franco, el primer
problema de la economía española consistía en la "nivelación de la balanza
de pagos", y ofreció una solución genial: "Siendo el déficit la
diferencia de los dos capítulos de importaciones y exportaciones, podremos
hacerlo desparecer atacando a ambos, haciendo disminuir las importaciones y
aumentando las exportaciones".
Resultó que las
excelencias de la autarquía hundieron al país en el hambre y el caos, y provocaron el
desastre en la agricultura y la industria. Y eso a pesar de que la guerra
realmente no había causado exagerados destrozos en las fábricas ni en las
explotaciones agrícolas.
El "milagro"
vino solo después de que, gracias a la Guerra Fría, los yanquis concediesen a Franco los primeros créditos, y cuando en Europa se venía
desarrollando, desde hacía años, un gran crecimiento económico. Mientras Europa occidental gozaba de una ola de prosperidad, la España franquista padecía un
déficit comercial crónico y creciente; el Estado agotó sus divisas hasta llegar
a la suspensión de pagos, y hubo que decir adiós a la autarquía, a las geniales
ideas económicas del Caudillo, y dar un giro de ciento ochenta grados. Un gobierno formado por tecnócratas se encargó de elaborar y ejecutar el
correspondiente plan de estabilización y liberación que Franco, muy a su
pesar, no tuvo más remedio que aprobar.
En el
"milagro" desempeñaron un papel relevante los trabajadores que tuvieron
que emigrar a otros países, las divisas proporcionadas por el
turismo y el flujo de capitales extranjeros.
El "milagro"
llegó, pero de la mano del liberalismo que Franco tanto había denostado, y solo
después de que este abandonara las riendas de la economía.
El "milagro"
llegó, pero no precisamente gracias a Franco, sino a pesar de Franco.
No obstante, al ser implementado en una dictadura, el "milagro" tuvo también sus secuelas. Como bien explica la Wikipedia:
Sin embargo, este crecimiento descuidado y
auspiciado por el Estado, dejó latentes sus carencias con la llegada de la
crisis de los años 70. No sólo causó graves daños ecológicos, dejó una estela
de gran corrupción y produjo una focalización industrial desigual (dejando a
muchas regiones en la absoluta pobreza), sino que además acabó provocando males
endémicos que aún hoy son materia económica pendiente para España.
En cuanto a lo de
"brillante militar", recomiendo la interesante lectura de La
incompetencia militar de Franco, de Carlos Blanco Escolá, un libro que
echa abajo todos los mitos acerca de la invencibilidad del Caudillo, empleando
para ello documentos y archivos militares, hojas de servicio, acciones de
combate, etc. Franco era un militar rutinario, maniático de las ordenanzas,
arribista e intrigante. Tenía una enorme incapacidad para tomar decisiones
acertadas en asuntos militares, a la vez que una especial tenacidad en reclamar
recompensas y méritos. En 1916 el capitán Franco reclamó la Cruz Laureada, y
ante la negativa de sus superiores en aquellas circunstancias, se la concedió a
sí mismo en 1939, cuando ya era Jefe del Estado. Y lo hizo mediante la ridícula
estratagema de renunciar durante unas horas a su cargo de presidente del Gobierno para que no pareciera
una autoconcesión.
Abundemos en esto. La
única acción de su vida en la que Franco resultó herido fue la operación
de El Biutz, cerca de Ceuta, el 29 de junio de 1916. Sufrió una herida grave al iniciar con su compañía el ataque, así que fue
evacuado a un hospital de campaña. Su participación en el combate fue, pues,
muy breve, aunque gracias al parte emitido por su compañero, el capitán Lías, se
le concedió la Orden militar de María Cristina de primera clase. Sin embargo, el proceso
instruido desde el 24 de julio, a propuesta del capitán Lías, lo había sido
para determinar si Franco era merecedor de la Cruz Laureada de San Fernando;
con la concesión de la Orden de María Cristina el caso debía quedar zanjado.
Pero no, Franco no lo
creyó así, y presionó a su amigo Lías para que solicitara la reapertura del
expediente para la concesión de la Laureada.
Desgraciadamente para
el herido, durante el juicio quedó claro que el capitán Lías carecía de
elementos de juicio para promover la instancia que había dado lugar a la
apertura del expediente y que, consecuentemente, si llegó a cursarla se debió
a las presiones ejercidas por el propio Franco. Este, por su parte, ofreció un
testimonio muy poco prudente (dijo que, estando herido, había llegado a coronar
una loma, cosa que no era cierta) que no fue corroborado por ninguno de sus
compañeros participantes en la operación de El Biutz, aun cuando se mostraran
inclinados a favorecerle (sin duda por el corporativismo reinante entre los
africanistas).
Es decir, que ni
siquiera los compañeros de Franco parecían dispuestos a compartir el talante
fabulador del futuro Caudillo. Incluso algunos camaradas decidieron añadir
algunos juicios que no favorecían demasiado a Franco ("... el capitán
Franco no hizo más que auxiliar el avance de la Caballería, sin ninguna cosa de
particular en su actuación..."). Para colmo, el médico
que le atendió, demostró irrefutablemente que la herida de Franco no le
permitió realizar acción alguna después de sufrirla, es decir, demostró que
Franco mintió. Y para finalizar, un marroquí de las tropas regulares ratificó el
testimonio del médico, pues él había socorrido a Franco cuando cayó herido.
En resumen, a Franco se
le denegó la Laureada.
Pero el joven capitán
decidió acudir entonces a las más altas instancias, esto es, al Rey. Por
entonces era corriente que los héroes africanos se acercaran a palacio para
entrevistarse con Alfonso XIII. Y a cuento de esto, dice Pedro Sainz Rodríguez
en Testimonio y recuerdo:
El
Duque de Miranda [mayordomo real] y el propio Alfonso XIII coincidían en
afirmar que el militar que más veces había acudido a palacio pidiendo ayuda o
planteando reclamaciones había sido el futuro Caudillo.
De todas formas era el
propio monarca quien alentaba a los oficiales pedigüeños para así crear
"una especie de camarilla palaciega", en palabras de Stanley Payne (Ejército y sociedad en la España liberal (1808-1936)),
quien advierte además que los contactos mantenidos por el Rey con el Ejército
eran "fundamentalmente inconstitucionales".
El caso es que el bobo
de Alfonso XIII decidió proteger y promocionar a aquel pequeño capitán, al que
llamaban "Franquito", con apariencia de persona amable y servicial, y
terminó por convertirlo en uno de sus favoritos. Años más tarde, ya próximo a
su muerte, el monarca exiliado se lamentó de su error exclamando: "Elegí a
Franco cuando no era nadie. Él me ha traicionado y engañado a cada paso".
En conclusión, que las
habilidades de Franco en el campo de batalla eran muy inferiores a las que
exhibía en otros terrenos, como la capacidad para la intriga, la tenacidad para
hacer reclamaciones y la falta de escrúpulos. Para eso, y para matar civiles en masa,
sí tenía los huevos cuadrados.
Desde el punto de vista
estrictamente militar, nadie puede ser un buen profesional de las armas a la
vez que exterminador de la población civil, tal como lo fue el invicto Caudillo
en la Guerra Civil y después. Recalco lo de "y después" porque la represión franquista se llevó por delante a unas 150.000 personas, pero la mitad fue después de la guerra. Cómo sería la cosa que cuenta Paul Preston en El holocausto español que un personaje como Himmler se sintió impactado cuando vio las cárceles y campos de concentración durante su visita a España en octubre de 1940. Dice Preston que a Himmler "le pareció absurdo que cientos de miles de trabajadores permanecieran encerrados en circunstancias lamentables, muchos aguardando la sentencia de muerte, en un momento en que el país requería desesperadamente la reconstrucción de carreteras, edificios y viviendas destruidos durante la Guerra Civil (...). Dijo a Franco y Serrano Suñer que se estaban desaprovechando unos recursos valiosos y que tenía más sentido incorporar a la clase obrera al nuevo régimen que exterminarlos". Pero Franco no le hizo mucho caso.
Si buscamos en su
biografía anterior a su vida militar, vemos que ya de niño era de naturaleza
acomplejada, lo que contribuía a que sus compañeros le llamasen "El
Cerillita" y le tratasen de afeminado. Y que se licenció en la Academia
General de Infantería de Toledo en el puesto 251 de un total de 312. Es decir,
que no era ninguna lumbrera.
Tuvo la suerte de
contar con los apoyos de otros malhechores estúpidos como él.
La Guerra del Rif,
fuente inagotable del prestigio militar de Franco, no fue una guerra en el
sentido estricto y técnico del término, porque si exceptuamos el Desastre de
Annual o el desembarco de Alhucemas (en el que Francia jugó la carta más
relevante), se trató esencialmente de un conjunto de escaramuzas coloniales, es
decir, algo que no puede servir de ninguna manera como escuela de estrategia.
El ascenso de Franco
hasta general ("el general más joven de Europa desde Napoleón", se ha dicho siempre, aunque no es más que una patraña) se debió a la política emprendida por Alfonso XIII, como ya hemos señalado, el cual quiso
rodearse de una guardia pretoriana a base de los oficiales africanistas. Su
delirio de convertirse en el rey de África hizo que el estúpido monarca
confraternizara con esa camarilla de aventureros concediéndoles ascensos y
condecoraciones al por mayor, pasándose por el forro la normativa vigente sobre
ese particular.Franco era un imbécil
insensible, y creo que debemos aceptar que los imbéciles, con su insensata
seguridad y la apariencia manejable e inofensiva, siempre han inspirado
confianza a las altas instancias del poder. Además, su falta de sensibilidad
garantizaba toda suerte de tropelías y crueldades sin ninguna clase de
contradicción o arrepentimiento. Pero ocurre a veces que
cuando el idiota alcanza la cima, su propia necedad le impide tener el mínimo
complejo para creerse instrumento de la Providencia, con lo que prescinde o
liquida por lo sano a sus valedores y acaba arrogándose el derecho de
exterminar impunemente a todo opositor, real o supuesto. Y también hay que tener en cuenta el
apoyo popular, puesto que a las razones simplistas de un imbécil nunca les ha
faltado aceptación entre las masas, entre personas que las confunden con
sentido común, mientras que su hierática seguridad de asno es tomada por
autoridad.
Aparte, Franco tuvo también la
fortuna de que en Alemania e Italia gobernasen otros dos maleantes como eran
Hitler y Mussolini, que no dudaron en apoyarle en su lucha contra "el comunismo
y la democracia corrupta" en 1936. No se metió plenamente en la Segunda Guerra Mundial porque
ningún contendiente tuvo mucho interés en nuestro país -tampoco Hitler-, no por falta de ganas, y de no ser por los
EEUU y la Guerra Fría, habría llevado a España a la completa ruina años después (tengo que recordar aquí que en la gran manifestación convocada por el régimen en la Plaza de Oriente de Madrid en diciembre de 1946, como respuesta al bloqueo de la ONU debido al fascismo de Franco, por lo visto se exhibió entre otras una pancarta que rezaba "Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos", de la que por cierto no he encontrado imagen alguna).
Es normal que cueste aceptar la imbecilidad de Franco. Teniendo en cuenta que
el pueblo español soportó, en su gran mayoría y con insólita paciencia, casi cuarenta
años de un régimen carca, meapilas, represivo y ridículo, resulta muy difícil admitir que quien
nos tuvo inmovilizados tanto tiempo fuese un completo gilipollas. Así que hay
que convertirlo en un villano inteligentísimo para justificar nuestra propia
inoperancia y salvar así la dignidad ante la incapacidad de eliminarlo.
El primo y ayudante de
Franco, el teniente general Francisco Franco Salgado-Araujo (Pacón), escribió
un libro de memorias titulado Mis conversaciones privadas con
Franco, cuyo contenido pretendía ser apologético, pero que resultó ser una
colección de perlas y memeces varias que
conforman la prueba más palpable y acusatoria de la debilidad mental del Generalísimo. Un ejemplo. En uno de sus párrafos, correspondiente al 5 de enero de 1955, Franco comenta lo siguiente:
Al
terminar la Segunda Guerra Mundial no era deseo de las naciones vencedoras el
que los vencidos se levantasen pronto de su postración. Por ello se les obligó
a que adoptasen el régimen democrático, pues estaban convencidos de que así no
les vendría la prosperidad ni mucho menos.
Claro, uno piensa en
Italia y, sobre todo, en Alemania y Japón, y efectivamente, la prosperidad no les
vino ni por asomo.
En fin, que sobran
comentarios ante semejante estupidez, aunque esos juicios que emitía S.E. hacen
entrever que se había instalado fuera de la realidad y que la adaptaba a sus
propias fobias o paranoias, en este caso hacia la democracia. Unas paranoias que se
mantendrían inamovibles hasta que cascó.
Para acabar, una postal
que el joven teniente Franco envió a una señorita a la que trataba de cortejar,
decía así:
...
En el día de mañana le escribiré unas líneas en vista de la falta de ocasión
que durante mi cortísima estancia en esa para hablarle, pero en fin esperemos
que llegue el día que baje a esa y que ya me tarda su llegada...
Una sintaxis propia de
un tío inteligentísimo, desde luego.
Más información:
-Blanco Escolá, Carlos, "La incompetencia militar de Franco", Alianza, 2000.
-Boadella, Albert, "Franco y yo", Espasa, 2003.
-Franco Salgado-Araujo, Francisco, "Mis conversaciones privadas con Franco", Planeta, 1976.
-Preston, Paul, "El holocausto español", Círculo de Lectores, 2011.
Siempre he apreciado los viernes, claro, pero últimamente espero su llegada como agua de mayo, como una auténtica liberación. Aunque al alba no aparezca Gandalf por el Este, sino el sol, como en cualquier otro día. Viernes, qué palabra tan dulce, qué bien suena. Cuando me decida a tener un hijo lo concebiré en viernes. Incluso le llamaré Viernes, como el amiguete de Robinson Crusoe.
Parafraseando al escritor Alejandro Gándara, tener tu propio negocio viene a ser como sufrir mal de amores o marearse en un barco: te sientes morir pero a los demás les haces mucha gracia.
Gary Cooper en la película Solo ante el peligro (1952), de Fred Zinnemann
Tranquilo, ten paciencia; esto es difícil solo al principio, ya lo verás, me dicen. Mientras tanto, sigo esquivando las balas a duras penas y sin saber hacia dónde disparar.
De pequeño iba mucho a Peguerinos con mi familia. A veces de pícnic, otras a buscar leña para la chimenea del apartamento que mis abuelos tenían en San Lorenzo del Escorial. Recuerdo la serpenteante carretera que subía por el monte Abantos, un pantano y un enorme muro de rocas, con alguna en lo alto que parecía mantener un difícil equilibrio. También había una fuente y una acequia con ranas. Solía ver vacas y caballos pastando tranquilos, y paseaba por un bosque de pinos sembrado de helechos y atravesado por un riachuelo.
Anoche soñé que volvía a Peguerinos. Y bueno, hoy he vuelto.