Ver Venecia y morir, dicen. Pues menos mal que aún no la he visto, me digo. Roma, en cambio, es la Ciudad Eterna. Quizá porque, aunque uno haya sufrido allí alguna mala experiencia, siempre puede volver para reconciliarse con el pasado. Roma, de hecho, es un lugar de lo más apropiado para eso: tiene una larga historia de la que sus habitantes han sabido sacar buen partido.
Es fácil regresar a Roma, ya que todos los caminos llevan a ella. Y si no, ya se sabe: preguntando se va. Del mismo modo que no se construyó en un día, tampoco debe nadie hacerse una idea de la ciudad con una sola visita. Y aunque los romanos siguen estando tan locos como en tiempos de Astérix y Obélix (e Idéfix), la verdad es que la urbe resulta muy acogedora.
Roma, ciudad abierta. Ciudad romántica (al revés dice Roma y al derecho dice amor). Ciudad alegre, desvergonzada, caótica, gastronómica, elegante, milenaria.
Siempre hay que volver a Roma.