Hola. Aunque ojalá me equivoque, voy a tratar de explicar humildemente por qué creo que Vox puede sacar muchos votos en las elecciones generales de hoy, 28 de abril. Este artículo llega tarde para evitarlo, pero al menos quizá sirva para que no se repita más adelante (es coña, sé que esto lo van a leer cuatro gatos, pero bueno, me entretengo escribiéndolo).
El pasado diciembre, en las elecciones autonómicas andaluzas, Vox, un partido de extrema derecha creado a partir de una escisión del PP y hasta entonces marginal, obtuvo casi 400.000 votos (cerca del 11%) y 12 diputados, lo que supuso la primera representación de esa formación en un parlamento español y además en un feudo tradicionalmente socialista. El programa de dicho partido ofrece ideas muy locas, como la ilegalización de las organizaciones independentistas; el "agravamiento de las penas por las ofensas y
ultrajes a España y sus símbolos o emblemas"; la desaparición del Estado autonómico; la recuperación de Gibraltar; la derogación de la Ley de Memoria Histórica (a la vez que promueve una "ley de memoria dignidad y justicia para las víctimas del terrorismo") y de la Ley de Violencia de Género; la "supresión del Concierto Económico Vasco y el Convenio Navarro"; la deportación no solo de los inmigrantes ilegales, sino también de los "que estén de forma legal en territorio español
pero que hayan reincidido en la comisión de delitos leves o hayan cometido algún
delito grave"; la "publicación de datos sobre nacionalidad y origen en estadísticas de delitos"; la suspensión del espacio Schengen; la liberalización del suelo; la supresión en la sanidad pública de "las intervenciones quirúrgicas ajenas a la salud
(cambio de género, aborto…)"; "una ley de protección de la tauromaquia"; la protección de la caza; o la "defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural", es decir, la presumible ilegalización del aborto. Además, Santiago Abascal ha defendido de viva voz la necesidad de armar a la población, adoptar "El novio de la muerte" como himno nacional, o la vuelta de la mili (a pesar de que el propio Abascal evitó hacerla a base de prórrogas). El partido ha defendido en su campaña que es menester una nueva reconquista de España.
Bien, este programa se podría resumir como una defensa a ultranza de la nación española y de los españoles de bien y de pura raza, de sus valores religiosos, de su virilidad y de sus tradiciones. Y aunque los sondeos dan como favorito al PSOE, todos coinciden en que, liquidado el bipartidismo, Vox entraría con fuerza en el Congreso, quizá con un número suficiente de diputados para, sumándolos a los del PP y Ciudadanos, rozar la mayoría absoluta.
Como diría el personaje de Bosco en "Tesis": Acojona, ¿eh?
En su libro "En defensa de España", el historiador Stanley G. Payne escribe con acierto que "España es el único país occidental, y probablemente del mundo, en el que una parte considerable de sus escritores, políticos y activistas niegan la existencia misma del país, declarando que «la nación española» sencillamente «no existe»". Esta insólita negación de la realidad cohabita con el empeño de los separatistas catalanes en hablar de una supuesta República Catalana, un ente que solo existe en su imaginación y que incluso algunos tratan de defender a toda costa. La situación es tan rocambolesca que cuando un policía es grabado diciendo algo con sentido común ("¡la república no existe, idiota!"), el vídeo se hace viral:
Es obvio que en un ambiente tal, la aparición en la escena política de una formación que hace una defensa decidida de la nación española contará con muchos seguidores, y cada vez más mientras la situación propicia para ello persista. Por tanto la solución estaría en que los españolitos en general, empezando por nuestros políticos, intelectuales y activistas, dejáramos de una vez de asociar nuestra nación con el franquismo, ya que existe desde bastante tiempo antes, y aceptáramos de una vez que España no es ni mejor ni peor que otros países de nuestro entorno. Y sobre todo que sí, que existe.
Después de la Guerra Civil y la dictadura de Franco, el interés por la historia contemporánea en nuestro país se ha ido incrementando, aunque esto es en realidad una tendencia general en todo el mundo. En la Transición, la historia reciente se trató con bastante ecuanimidad, casi nadie tenía la intención de continuar con la dictadura, se esperaba no repetir los errores de antaño (como los que llevaron a la Guerra Civil) y existía la sensación general de que el pasado estaba superado. Hoy en día se dice que en la Transición se acordó un supuesto "pacto de olvido", pero no es cierto: precisamente, como la historia no se olvidó, el proceso se fundamentó en la negociación y el consenso y se buscó no reincidir en los dislates del pasado para evitar una nueva guerra civil. A pesar de que hoy la izquierda es la más crítica con la Transición, esta forma de hacer las cosas benefició al PSOE que acabó por ganar las elecciones por mayoría absoluta en 1982 y se mantuvo en el poder durante catorce años.
De manera que en la Transición no se "olvidó" nada. Aquellos años fueron ricos en investigaciones históricas y publicaciones sobre la Segunda República, la Guerra Civil Española y el franquismo. Nunca antes se le había prestado tanta atención a la historia ni esta había sido tan asequible. Lo que sí se hizo fue evitar que se utilizara la historia como arma de propaganda política. Y así se siguió haciendo hasta la campaña electoral de 1993, cuando, en un ambiente de crispación por los casos de corrupción del PSOE, José María Aznar se declaró azañista y Felipe González le respondió que votar al PP serviría para que volviera el franquismo. González ganó en aquellos comicios (aunque no de una forma tan abrumadora como en los anteriores), pero a costa de romper un pacto no escrito de la Transición. El empleo de la historia como arma política se repetiría a partir de ese momento hasta hoy.
El año 2006, durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, fue declarado por el Congreso de los Diputados como Año de la memoria histórica con la única oposición del Partido Popular, y en 2007 se aprobó la Ley de Memoria Histórica, que incluye el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Algunos autores de distintas tendencias habían recelado del concepto de "memoria histórica". Así, para Stanley G. Payne, estamos ante un oxímoron, puesto que la memoria es subjetiva y la historia es, o debería ser, objetiva. Santos Juliá escribió que "imponer una memoria colectiva o histórica es propio de regímenes autoritarios o de utopías totalitarias", añadiendo que "las guerras civiles sólo pueden terminar en una amnistía general". Y Paul Preston confesaba que le resultaba "muy incómodo que se empiecen a hacer leyes sobre estas cosas". Parece que los redactores de la ley hicieron caso a los historiadores, porque en el texto definitivo la expresión "memoria histórica" solo aparece en el título y cuando se anuncia la creación de un Centro Documental de la Memoria Histórica y Archivo General de la Guerra Civil. En el resto del escrito solo se leen las expresiones "memoria personal y familiar" y "memoria democrática", siendo esto último lo que la ley pretende fomentar. Reconoce además que "no es tarea del legislador implantar una determinada memoria colectiva", añadiendo que "sí es deber del legislador, y cometido de la ley, reparar a las víctimas, consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática, fomentar los valores constitucionales y promover el conocimiento y la reflexión sobre nuestro pasado, para evitar que se repitan situaciones de intolerancia y violación de derechos humanos como las entonces vividas".
La ley se aprobó el 31 de octubre de 2007 con los votos en contra del Partido Popular y de Esquerra Republicana de Catalunya. Durante el mandato de Mariano Rajoy, del PP, la ley quedó derogada de facto puesto que no se le destinó ninguna partida de los presupuestos de 2013 y 2014. Para el PP, la ley reabría viejas heridas. En realidad, a dicho partido parece como si nunca le hubiera preocupado la historia, dejando todo el discurso sobre la misma a sus partidos opositores, básicamente los de izquierdas y los nacionalistas periféricos. En ese sentido, el PP parece muy influido por el "presentismo", que a su vez se enmarca en la ola de posmodernismo que nos invade y de la que hablaré después. De manera que el PP se ha ocupado más bien del presente y de la gestión de la economía, eso sí, a la vez que ha obstaculizado todo lo posible la identificación, localización y eventual exhumación de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo aún desaparecidas, algo que se supone que facilita la Ley de Memoria Histórica. El asunto es muy de traca si tenemos en cuenta que España es uno de los países con más desapariciones forzadas del mundo. Aunque el Partido Popular procede de Alianza Popular, que a su vez es una formación fundada, entre otros, por un exministro de Franco -Manuel Fraga-, la historia del partido está del todo asociada a la democracia. A sus dirigentes no les habría costado nada desmarcarse sin ambages del franquismo, ratificando aquella condena que ya hicieron en 2002, cuando incluso prometieron ayudas para reabrir las fosas comunes. Pero al final de todo eso rien de rien. De manera que el PP, con su actitud, ha contribuido notablemente a que la historia continúe mezclándose en el debate político. Así, la izquierda y los nacionalistas periféricos no han dudado en calificar una y otra vez al PP de "extrema derecha" e incluso "fascista", a lo que dicho partido siempre ha respondido con una destacada torpeza dialéctica y sin rectificar (al contrario que Ciudadanos, que no ha tenido problemas en recordar que condena el franquismo cada vez que ha sido necesario). Al no ratificar la condena al franquismo ni con palabras ni con hechos, el PP lo ha legitimado y ha albergado en su seno durante mucho tiempo a auténticos franquistas que, en un momento dado, han buscado argumentos para escindirse y crear Vox. Es lo que tiene la ambigüedad mal calculada.
El año 2006, durante el Gobierno de Rodríguez Zapatero, fue declarado por el Congreso de los Diputados como Año de la memoria histórica con la única oposición del Partido Popular, y en 2007 se aprobó la Ley de Memoria Histórica, que incluye el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. Algunos autores de distintas tendencias habían recelado del concepto de "memoria histórica". Así, para Stanley G. Payne, estamos ante un oxímoron, puesto que la memoria es subjetiva y la historia es, o debería ser, objetiva. Santos Juliá escribió que "imponer una memoria colectiva o histórica es propio de regímenes autoritarios o de utopías totalitarias", añadiendo que "las guerras civiles sólo pueden terminar en una amnistía general". Y Paul Preston confesaba que le resultaba "muy incómodo que se empiecen a hacer leyes sobre estas cosas". Parece que los redactores de la ley hicieron caso a los historiadores, porque en el texto definitivo la expresión "memoria histórica" solo aparece en el título y cuando se anuncia la creación de un Centro Documental de la Memoria Histórica y Archivo General de la Guerra Civil. En el resto del escrito solo se leen las expresiones "memoria personal y familiar" y "memoria democrática", siendo esto último lo que la ley pretende fomentar. Reconoce además que "no es tarea del legislador implantar una determinada memoria colectiva", añadiendo que "sí es deber del legislador, y cometido de la ley, reparar a las víctimas, consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática, fomentar los valores constitucionales y promover el conocimiento y la reflexión sobre nuestro pasado, para evitar que se repitan situaciones de intolerancia y violación de derechos humanos como las entonces vividas".
La ley se aprobó el 31 de octubre de 2007 con los votos en contra del Partido Popular y de Esquerra Republicana de Catalunya. Durante el mandato de Mariano Rajoy, del PP, la ley quedó derogada de facto puesto que no se le destinó ninguna partida de los presupuestos de 2013 y 2014. Para el PP, la ley reabría viejas heridas. En realidad, a dicho partido parece como si nunca le hubiera preocupado la historia, dejando todo el discurso sobre la misma a sus partidos opositores, básicamente los de izquierdas y los nacionalistas periféricos. En ese sentido, el PP parece muy influido por el "presentismo", que a su vez se enmarca en la ola de posmodernismo que nos invade y de la que hablaré después. De manera que el PP se ha ocupado más bien del presente y de la gestión de la economía, eso sí, a la vez que ha obstaculizado todo lo posible la identificación, localización y eventual exhumación de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo aún desaparecidas, algo que se supone que facilita la Ley de Memoria Histórica. El asunto es muy de traca si tenemos en cuenta que España es uno de los países con más desapariciones forzadas del mundo. Aunque el Partido Popular procede de Alianza Popular, que a su vez es una formación fundada, entre otros, por un exministro de Franco -Manuel Fraga-, la historia del partido está del todo asociada a la democracia. A sus dirigentes no les habría costado nada desmarcarse sin ambages del franquismo, ratificando aquella condena que ya hicieron en 2002, cuando incluso prometieron ayudas para reabrir las fosas comunes. Pero al final de todo eso rien de rien. De manera que el PP, con su actitud, ha contribuido notablemente a que la historia continúe mezclándose en el debate político. Así, la izquierda y los nacionalistas periféricos no han dudado en calificar una y otra vez al PP de "extrema derecha" e incluso "fascista", a lo que dicho partido siempre ha respondido con una destacada torpeza dialéctica y sin rectificar (al contrario que Ciudadanos, que no ha tenido problemas en recordar que condena el franquismo cada vez que ha sido necesario). Al no ratificar la condena al franquismo ni con palabras ni con hechos, el PP lo ha legitimado y ha albergado en su seno durante mucho tiempo a auténticos franquistas que, en un momento dado, han buscado argumentos para escindirse y crear Vox. Es lo que tiene la ambigüedad mal calculada.
Para colmo, los líderes del PP y también de Ciudadanos legitimaron a Vox haciéndose una foto junto a los cabecillas de esta formación durante una manifestación conjunta en la plaza de Colón de Madrid:
Hoy el posmodernismo y su manifestación política, el nuevo progresismo de pensamiento único -o "corrección política"-, están en auge. El posmodernismo supone un relativismo extremo en el que no hay una "verdad", porque toda verdad es relativa y por tanto cada cual tiene "su" verdad. Todo es subjetivo. La corrección política es transversal, puede ser de derechas o de izquierdas, de manera que está presente en multitud de organizaciones políticas occidentales y en casi todas las instituciones. Eso sí, tiene su origen en Estados Unidos, pero cada vez influye más en España y otros países. Persigue un igualitarismo radical que no se encuentra reflejado en la realidad, pues los seres humanos no somos iguales ni en el plano físico, ni en el intelectual, ni en el moral, y por tanto termina creando frustración y contradicciones de forma permanente, lo que lleva a los Estados a imponer medidas coercitivas para imponerlo. Este problema se aprecia claramente en la Unión Europea, donde el igualitarismo se relaciona de forma contradictoria con la economía de mercado y la globalización produciéndose más desigualdades, lo que hace que se adopten más medidas coercitivas en un círculo vicioso sin fin. Como el posmodernismo pone el énfasis en la subjetividad, la corrección política defiende un individualismo exacerbado. El concepto fundamental de esta ideología es el victimismo, que se establece en base a tres factores: raza, clase y género. Defiende que toda la historia de la humanidad es un relato de opresión y ausencia de igualdad a través de los tres factores básicos mencionados. Rechaza el historicismo, según el cual cada época ha de estudiarse e interpretarse de acuerdo a sus propias mentalidades. En su lugar, impone un "presentismo" cuyas normas han de ser consideradas universalmente y para cualquier época: toda la historia ha de verse bajo el prisma del presente. En el lado "opresor" destaca especialmente la civilización occidental, que es vista como responsable de todos los males de la humanidad ocurridos desde hace siglos y por tanto pasa a ser objeto de rechazo en favor del "multiculturalismo". Aquí se incurre en una contradicción, y es que no se aplican los mismos criterios a otras culturas que, al no ser occidentales, se presuponen aliadas. El "multiculturalismo" se convierte así en un aspecto clave para desmontar la cultura occidental, porque es la única que no se trata de imponer a otras. De esa manera, en Occidente estamos llegando a ver a mujeres para las que el velo islámico es nada menos que un símbolo feminista y liberatorio.
Esta ideología del "buenismo" y de la corrección política, tan característica de nuestros días, probablemente sea producto tanto de la secularización de la sociedad como del posmarxismo cultural. Un ejemplo muy claro del "multiculturalismo" posmoderno, antioccidental e incluso anticientífico e irracional, son estas palabras publicadas por María Elena Álvarez-Buylla, que fue puesta al frente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de México (CONACYT) por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente mexicano:
La situación del estudio y la interpretación de la historia es hoy anómala y paradójica. Nunca se habían publicados tantos y tan diversos trabajos de calidad para estudiar y aprender de dicha disciplina, y sin embargo en las escuelas y universidades cada vez cuenta con menos recursos. El uso masivo de Internet alienta a recopilar datos históricos, pero sin profundizar en ellos. De nuevo vivimos dominados por el "presentismo" y apenas hay interés real por el conocimiento del pasado, ni lejano ni cercano. Esto hace que quienes reaccionan de forma extrema contra la visión posmoderna de la historia, recurran a una perspectiva un tanto anacrónica de la misma, plagada de mitos y errores.
El "presentismo" es lo que hace que el presidente de México, AMLO, solicite a España que pida perdón por la conquista del territorio que hoy ocupa su país, hace cinco siglos. El "presentismo" también hace que desde Podemos le den la razón a AMLO y hablen de la necesidad de "un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas". Y finalmente, el "presentismo" también está detrás de que el Parlamento de Cataluña haya iniciado los trámites para pedir perdón a México por los crímenes de la conquista. Este tipo de comportamientos es normal en el caso del nacionalismo catalán, una ideología que ha hecho del victimismo su mayor herramienta y que defiende que el pueblo de Cataluña lleva más de tres siglos oprimido por España, pero se está extendiendo como la pólvora.
Aparte, algo se está haciendo mal en nuestros días en nombre del feminismo cuando desde alguna institución se apoya y se financia a personas que defienden barbaridades como que la heterosexualidad es violencia contra la mujer o que el sexo heterosexual se parece a una violación:
O cuando se censuran cientos de cuentos infantiles por "sexistas". O cuando se habla de "violencia obstétrica" en los partos en hospitales. Obviamente sería una barbaridad derogar la Ley de Violencia de Género, pero algo fallará, algo habrá que cambiar en ella cuando deja abierta la posibilidad de que sea juzgado por violencia machista un hombre que ayuda a suicidarse a su mujer, enferma terminal de esclerosis múltiple. Cuando, en definitiva, se victimiza a la mujer por el hecho de ser mujer en Occidente, mientras en otras lugares la situación de muchas mujeres es ciertamente dramática pero no parece que se le dé mucha importancia: así, en Irán una mujer puede ser condenada a años de cárcel y latigazos por oponerse al uso del velo, o cientos de mujeres birmanas son compradas y violadas para tener hijos en China.
Por otro lado, defendemos una igualdad radical en España y tratamos de imponer en nuestra sociedad un lenguaje inclusivo que en no pocas ocasiones raya en lo ridículo, mientras que hay setenta países donde ser gay o lesbiana aún es ilegal o incluso letal.
Finalmente, hablando de la unidad de España (tema estrella para Vox), desde la izquierda se nos dice que quien pone en peligro de verdad la unidad territorial es quien no entiende España, es decir, la derecha:
Sin embargo, lo que sí resulta complicado de entender, por ejemplo, es que Pablo Iglesias defienda la Constitución en los debates televisivos y a la vez enarbole una bandera independentista en un mitin.
El fenómeno de Vox, que se enmarca dentro del auge global del nacionalpopulismo, y cuyo principal apóstol es Steve Bannon, se trata de una reacción extrema frente al posmodernismo multiculturalista, buenista, igualitarista radical, victimista, presentista y antioccidental, que predomina hoy cada vez más en nuestra sociedad. Si Vox obtiene hoy muchos votos en España estaremos ante un hecho similar a la victoria de Trump en Estados Unidos, la de Orbán en Hungría, la de Bolsonaro en Brasil, la de Salvini en Italia, el brexit o la subida de Marine Le Pen en Francia. El fascismo estuvo en auge en el periodo de entreguerras, tras la victoria bolchevique en la Guerra Civil Rusa y en un contexto de crisis económica. Hoy el nacionalpopulismo está en auge como reacción frente a un enemigo exterior, el islamismo, que se percibe favorecido por la ideología del multiculturalismo buenista, igualitario y antioccidental, y en un contexto de crisis económica. Además, en España se retroalimenta por un nacionalpopulismo separatista y victimista. La situación no es igual a la de hace ochenta años, pero tiene puntos en común. Y en cualquier caso, Vox defiende un nacionalismo centralista radical y una vuelta a los valores tradicionales, es decir, "a lo de antes".
Espero que no estemos abocados al desastre.