Los bolcheviques no nos conformamos con quitarles todo a los ricos, porque eso no cambiaría nada. Lo que hay que hacer es fusilarlos. A los ricos primero y a los pobres después: fusilarlos a todos.
De la peli "La flaqueza del bolchevique", basada en la novela homónima
Llevar un pequeño negocio -como una pequeña clínica dental- es una aventura que conlleva asumir mucha responsabilidad: la propia y la ajena. Conlleva por tanto -entre otros sinsabores- sufrir a menudo la irresponsabilidad ajena, en relación directamente proporcional a la desconfianza, la paranoia y la misantropía propias. Cuantos más irresponsables se encuentra uno, más tirria le va cogiendo a la gente. Y entonces se empieza a sentir un creciente deseo, no de mandar a la puta mierda a los susodichos, sino de enviarlos a un campo de concentración de por vida. De fusilarlos. De despellejarlos vivos. Aflora de pronto todo un universo de instintos criminales que permanecía oculto en el subconsciente. Las ganas de hacer honor a la fama de inhumanos que tenemos los dentistas.
Uno trata de tranquilizarse pensando en las cosas bonitas de la vida: el amor, la amistad, la música, el cine, los libros, las florecillas en primavera, las setas venenosas... y da gracias de no encontrarse en el lugar de Stalin, porque lo superaría en maldad y sadismo.
En la fantástica peli de Tarantino Kill Bill (ATENCIÓN, AVISO QUE A CONTINUACIÓN HAY DESTRIPES DE KILL BILL, POR SI ALGUIEN AÚN NO LA HA VISTO -aunque no sé a qué estás esperando, la verdad-), la protagonista le rompe el corazón de forma fulgurante a Bill, su antiguo amante, tocándole cinco atinados puntos de presión. El tal Bill resulta ser un nenaza (además de un criminal muy torpe) porque al poco cae muerto. Quiero decir que a mí me han destrozado el corazón en múltiples ocasiones, y de formas mucho peores, y aún sigo por aquí escribiendo bobadas.
Es cierto que recomponer un corazón roto es una tarea ardua, larga y tediosa, pero se puede hacer. Yo, de hecho, soy un todo experto en el asunto.
A propósito, a todas aquellas que me habéis roto el corazón en algún momento, he de deciros que ya está arreglado de nuevo. Incluso ha pasado la ITV y todo.
Estás con tu novia durmiendo en la cama, cada uno en su lado. Y de repente, antes del alba, ella invade tu espacio por sorpresa, te atrapa, te abraza con fuerza, te sobresalta, te despierta bruscamente. Y le dices que ella es tu Hitler y tú su Polonia.
He visto que en algunas gasolineras hay barreras para evitar que la gente se marche sin pagar. Y no sé, pero igual estaría bien poner una de esas barreras en la clínica.
Pablo Iglesias Turrión es el líder del tercer partido de España, Podemos. Es también el tipo que aparece detrás de una bandera soviética junto al grupo FRAC (Fundación de Raperos Atípicos de Cádiz) después de que este interprete su tema ¡Que vuelva la URSS! en una gala de La Tuerka de hace cuatro años. La Tuerka, ese programa de televisión que presenta el propio Pablo Iglesias.
Pablo Iglesias es comunista, como él mismo ha reconocido, y por lo visto de la vertiente prosoviética. Lo que llama la atención no es esto, que marxistas-leninistas ha habido muchos, sino la encendida defensa de la democracia que hizo en su discurso de la fallida sesión de investidura el 2 de marzo de este año. Está muy bien defender la democracia, pero hacerlo desde las simpatías hacia la Unión Soviética para mí es como defender la lucha contra el racismo y a la vez congeniar con el apartheid: un pelín contradictorio. Igual es que soy muy raro, pero no me parece coherente ir de demócrata y a la vez lamentar la caída del Muro de Berlín:
En realidad de lo que quería hablar aquí es de la letra del rap, en concreto de uno de sus argumentos, porque ya lo he escuchado o leído entre las gentes de izquierdas unas cuantas veces. Cantan los FRAC:
No es que crea ciegamente en ello pero este mundo es un puto cachondeo. Hace falta equilibrar como sea la balanza porque el libre mercado solo llena su panza.
Es decir, no se trata tanto de defender el régimen soviético, sino de mostrar cierta añoranza por la Guerra Fría, cuando el equilibrio de bloques supuestamente impedía que ninguno de los dos se desmadrara y, por tanto, el capitalismo era más humano. Es el mismo argumento que emplea Pablo Iglesias en el vídeo sobre la caída del Muro de Berlín. Hoy EEUU no tiene rival y por eso el neoliberalismo campa a sus anchas por el mundo, sin miedo. Analicemos esto.
El famoso neoliberalismo se empezó a poner en practica en los años setenta y ochenta, o sea, en plena Guerra Fría. Margaret Thatcher y Ronald Reagan, principales adalides del neoliberalismo político, llegaron al poder respectivamente en 1979 y 1981. O sea, cuando a la URSS aún le quedaban unos años de existencia. O sea, en plena Guerra Fría. El imperialismo yanqui y, claro está, el soviético, llegaron a su apogeo en plena Guerra Fría, cuando se crearon la OTAN y el Pacto de Varsovia. O sea, cuando ambas potencias controlaban amplias zonas del mundo, cambiando regímenes a su antojo, manteniendo dictaduras e incluso invadiendo países. Si hubo un momento en que el mundo estuvo al borde del conflicto nuclear fue en plena Guerra Fría. La plaga del yihadismo que padecemos hoy se originó en plena Guerra Fría. De hecho, fue directamente la intervención soviética en el mundo árabe lo que causó la aparición del yihadismo. Si nos centramos en nuestro país, durante casi toda la Guerra Fría los españoles soportamos la dictadura de Franco, un nefasto régimen sostenido por EEUU precisamente por su anticomunismo. Después, ya en democracia, el neoliberalismo se manifestó durante los años ochenta a través de la cultura del pelotazo y los inicios de la burbuja inmobiliaria. Era esa época en la que un ministro de Economía supuestamente socialista, Carlos Solchaga, presumía de que "España es el país donde es más fácil enriquecerse en menor tiempo".
La existencia de la URSS no solo no impidió la aparición del neoliberalismo sino que, de hecho, este surgió como reacción frente al socialismo en el contexto de la Guerra Fría, e incluso llegó a ser adoptado por partidos socialdemócratas, como ocurrió en España.
Antes se hacían mejores canciones sobre la URSS
¿No será que muchos de los males que sufrimos en los tiempos actuales vienen precisamente de la Guerra Fría? Dejando aparte que la Unión Soviética no fue más que una larga dictadura que persiguió, torturó, encerró y asesinó a millones de personas -que ya es mucho dejar-, no, no hay ningún motivo racional para añorarla. ¿Que vuelva la URSS? Sí, pero solo en la imaginación de algunos nostálgicos descerebrados.