Joseph Joanovici (o Joinovici)
nació en el seno de una familia judía de Chisináu, Moldavia, hacia 1905. Por
entonces la ciudad se llamaba Kishinev y pertenecía al Imperio Ruso.
Según relataría él
mismo, tras el asesinato de sus padres durante un pogromo, Joanovici llegó a
Francia en 1925. Se instaló en Clichy, un suburbio de París, donde supo hacer
negocio con la chatarra. Un inmigrante pobre, huérfano e iletrado se transformó
así en alguien importante, llegando a ser conocido como el Señor Joseph.
Este increíble éxito le haría pensar durante el resto de su vida que con dinero podría conseguir lo que quisiera y comprar a quien fuera. Casi siempre fue así.
Tras el estallido de la
Segunda Guerra Mundial, permaneció en
Francia durante la ocupación alemana y se convirtió en multimillonario
vendiendo metal a los nazis, a pesar de ser judío.
No sólo tuvo trato con
los nazis, también con el crimen organizado parisino. Por ese motivo necesitó
de la protección de la llamada Gestapo francesa, una siniestra organización dirigida por dos maleantes, Henri Chamberlin, conocido como Lafont, y Pierre Bonny, a los que los nazis habían otorgado puestos de
responsabilidad.
Se dice que durante una
cena, Lafont le espetó a Joanovici:
-Después de todo,
Joseph, no eres más que un sucio judío.
A lo que éste
respondió:-¿Y cuánto costaría dejar de serlo, Hauptsturmführer?
A la vez, Joanovici
formó parte también de la resistencia francesa, y en 1944, tras la liberación
de París, delató a Lafont y Bonny, que fueron juzgados y ejecutados.
Tras la guerra Joanovici fue detenido por colaboracionista, pero se le puso en libertad por falta de pruebas (a pesar de ser sospechoso incluso de participar en el asesinato un miembro de la resistencia: Robert Scaffa). En 1947 escapó a Munich, y al cabo de unos meses regresó esperando contar con la ayuda de algunos amigos de la Prefectura de Policía de París, burlando además a la DST que le estaba esperando en Phalsbourg para detenerlo.
En 1949 fue juzgado y
condenado a cinco años de cárcel.
En 1952 salió de
prisión, pero tuvo que permanecer bajo arresto domiciliario en Mende.
En 1957, acusado de
fraude fiscal, escapó a Suiza y de ahí a Israel, pero fue expulsado de este
país (junto a Robert Soblen y Meyer Lansky, es uno de los tres único judíos a
los que no se les ha aplicado la Ley del Retorno de Israel).
Murió arruinado en
1965.
Este año se ha
publicado en España una trilogía de cómics titulada Érase una vez en Francia
(Nury y Vallée, Norma Editorial), que narra la vida de Joanovici. Los autores
mezclan hechos reales con otros ficticios que rellenan las lagunas
existentes en la biografía de este ambiguo personaje.
El resultado es
magistral, no sólo por la excelente calidad del dibujo, sino también porque la
narración engancha desde la primera a la última viñeta. La intensa vida de
Joanovici es un reflejo de la propia Francia durante la guerra, que se movió
entre la resistencia y la colaboración con el ocupante. A lo largo de la
historia va apareciendo una serie de personajes más o menos oscuros, de dudosa
ética, corruptos, de gánsteres y de asesinos. Nadie se libra de mostrar su lado
maligno, empezando por el principal protagonista, cuyos escrúpulos dependen de
su ambición y su instinto de supervivencia. El título de la serie,
obviamente, hace referencia a la famosa película de Sergio Leone.
Una obra muy recomendable, desde luego.
Joder, Pedrito, qué ilustrado!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, a ver si lo puedo conseguir para leer en la tablet. Un saludo y Feliz Año.
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