domingo, 29 de junio de 2014

Los "kamikazes" nazis


En estos tiempos de incertidumbre e inestabilidad, qué mejor para tranquilizar los ánimos que hablar de kamikazes nazis.

Mucho se conoce sobre los kamikazes por excelencia, los japoneses, todos hemos oído hablar de ellos, pero lo de los pilotos suicidas germanos –sus aliados en la Segunda Guerra Mundial- es bastante menos sabido.

La idea de que los pilotos alemanes se matasen estrellándose contra las fuerzas enemigas surgió en 1943 y partió de tres personajes: el Oberleutnant (teniente) Heiner Lange, el SS-Obersturmbannführer (teniente coronel de las SS) Otto Skorzeny, y la piloto de pruebas Hanna Reitsch.


Otto Skorzeny



Hanna Reitsch

sábado, 14 de junio de 2014

Fantasía




A veces imagino que soy un piloto de caza de la Luftwaffe en plena Segunda Guerra Mundial. Lucho por mi país aunque me repugnen los nazis. Raquel es judía y permanece escondida con su hijo de cinco años, que para empeorar las cosas tiene un nombre ruso -Iván-. Su marido los abandonó hace años escapando de Alemania con otra mujer. No soy mal piloto, pero estoy harto de esta guerra y temo por la suerte de mi novia y su hijo. No puedo ver a Raquel tanto como quisiera, así que cuando lo hago trato de disfrutar del tiempo al máximo. Nos conocimos antes de la contienda, cuando ambos teníamos pareja. Yo me dedicaba a hacer acrobacias con una Bücker y cierto día, ella -siempre muy valiente-, quiso que le diera una vuelta por el aire. Le gustó tanto tocar el cielo conmigo que quiso repetir varias veces. Confieso que a mí me encantaba escuchar sus grititos y contemplar sus enormes ojos radiantes de felicidad cuando aterrizábamos. Tengo que añadir que no iniciamos la relación hasta que nuestras respectivas parejas se hubieron largado.

Una noche me decido a hacer algo. Voy a buscar a Raquel e Iván y los llevo al aeródromo. A hurtadillas, nos subimos a un avión biplaza -como el que utilizó Rudolf Hess para volar a Escocia- y escapamos a Suiza. Tras la guerra, nos vamos a vivir a Nueva Zelanda.

Qué sería de mí sin la épica.


miércoles, 11 de junio de 2014

Recordando Pearl Harbor (II)


Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.


Hay un factor que influyó mucho en la actitud yanqui en todo este asunto, que fue el racismo y el desprecio que los estadounidenses sentían por entonces hacia los japoneses. Más que el ataque a Pearl Harbor, lo que de verdad sorprendió a las autoridades estadounidenses fue la capacidad organizativa y destructora de los japoneses. En diciembre de 1941 los yanquis esperaban una operación aeronaval nipona. Pero una. Japón emprendió siete a la vez, tres de ellas mayores (en Pearl Harbor, Filipinas y Malasia). Hay que pensar que hasta entonces los japoneses habían estado metidos desde hacía años en una guerra inacabable contra China, que era un país caótico y con una más que mediocre capacidad militar. Esa ineptitud japonesa para derrotar definitivamente a los chinos, unido a que eran orientales, hizo que antes de Pearl Harbor ni se pasara por la cabeza de los gerifaltes yanquis que Japón pudiera conseguir tantos éxitos militares y en tan poco tiempo como obtuvo a partir de entonces. El caza Zero, sin ir más lejos, fue una desagradable sorpresa, como veremos después.

Roosevelt, igual que Churchill, veían prioritario derrotar a Alemania antes que a Japón, pero es innegable que las autoridades yanquis esperaban un ataque japonés, aunque sólo fuese por los mensajes diplomáticos nipones descifrados y especialmente después de las condiciones exigidas por EEUU en noviembre (retirada de los japoneses de China e Indochina), condiciones que los yanquis sabían a ciencia cierta que Japón no aceptaría.

El diario del secretario de la Guerra, Henry L. Stimson, revela que el 25 de noviembre el gabinete de guerra de Roosevelt se reunió para discutir la manera de "dejar que Japón dispare primero".




El 27 de noviembre de 1941 el almirante Stark, Jefe de Operaciones Navales de los EEUU, envió un despacho a los almirantes de la flota del Pacífico advirtiéndoles de que las negociaciones con Japón habían fracasado y que la guerra era inminente. En concreto les advertía de posibles ataques japoneses contra Filipinas o las Indias Holandesas, y les ordenaba ejecutar un despliegue defensivo.

Y más aún: aquel mismo 27 de noviembre, un memorando firmado por el general Marshall y redactado por Stimson, recordaba al general Short que "los Estados Unidos desean que Japón cometa la primera acción manifiesta":




Los yanquis sabían de sobra que los japoneses iban a atacar. Puede que no supieran que el golpe inicial fuese en Pearl Harbor, pero sabían que iban a atacar. Además, para los japoneses eso de atacar los primeros ya iba siendo una tradición desde 1904. Lo que los Aliados no se pudieron imaginar ni en sus peores pesadillas fue que en apenas medio año las fuerzas japonesas lograran encontrarse a las puertas de la India y de Australia mientras su flota se hacía dueña del Pacífico y el Índico, como así ocurrió. Vamos, que subestimaron -y mucho- la capacidad militar del Japón.

Supongamos -y es mucho suponer- que a los yanquis ni se les pasara por la cabeza que los japoneses pudieran atacar Pearl Harbor. Lo que sí sabían seguro era que iban a ir a por las Indias Holandesas y las Filipinas, y tampoco allí los preparativos de defensa previos a la agresión nipona fueron desmesurados. Es decir, los Aliados pensaban que los japoneses atacarían como mucho en uno o dos lugares a la vez, y desde luego no de de la forma tan eficaz y devastadora como lo hicieron en Pearl Harbor y durante las semanas siguientes. Pero lo cierto es que entre el 7 y el 25 de diciembre de 1941 los japoneses atacaron Pearl Harbor y Wake, desembarcaron en las islas Gilbert, en Filipinas, en Guam, en Malasia, en Borneo y ocuparon Bangkok y Hong Kong. Además conquistaron Malasia en cuatro semanas. En enero de 1942 ocuparon Manila, desembarcaron en Nueva Guinea, en la isla de Célebes y en las Molucas. En febrero conquistaron Singapur, desembarcaron en Java y atacaron Port Darwin (Australia). En marzo ocuparon Rangún y conquistaron Java. En abril ocuparon Sumatra y en mayo conquistaron las Filipinas y Birmania. Para colmo, en los cinco meses que transcurrieron entre Pearl Harbor y la batalla del Mar del Coral, los japoneses hundieron a los Aliados dos portaaviones, un acorazado, ocho cruceros, un transporte de aviones, diecinueve destructores y una corbeta. He dejado aparte los buques hundidos en Pearl Harbor y los submarinos, buques menores y mercantes. A cambio, los nipones sólo perdieron veintitrés buques del tamaño de un destructor para abajo y un portaaviones ligero en el Mar del Coral. En el verano de 1942 los japoneses todavía desembarcarían en las Aleutianas y ocuparían Guadalcanal, en las islas Salomón.

Tal desastre para los Aliados más que de la sorpresa fue fruto de la incompetencia. Incompetencia de unos mandos políticos y militares, tanto yanquis como británicos, que subestimaron al enemigo. Incompetencia de unas fuerzas armadas estadounidenses muy inexpertas (como aún demostrarían a comienzos de 1943, en la batalla del paso de Kasserine, cuando los alemanes les dieron una buena tunda en Túnez). Un ejemplo: horas después del ataque a Pearl Harbor, los aviones japoneses atacaron la base yanqui de Clark Field, en Luzón. Ya no había sorpresa posible, en la base se habían enterado del ataque en Hawái, y sin embargo, los pilotos japoneses se encontraron con unas cuantas decenas de cazas y bombarderos yanquis perfectamente alineados junto a las pistas. Obviamente se pusieron las botas de destrozar aviones en tierra y en un rato privaron a los Estados Unidos de la mitad de su Fuerza Aérea de Extremo Oriente. Este suceso sería mucho más decisivo en las posteriores victorias victorias japonesas que el ataque a Pearl Harbor.



Las causas de esta falta de reacciones ante la agresión japonesa, incluso después de conocerse el ataque a Pearl Harbor, están en la incompetencia yanqui y el desprecio hacia los nipones, insisto. Desprecio que hizo, por ejemplo, que los yanquis considerasen en 1941 su caza naval Brewster F2A Buffalo superior al Zero japonés, a pesar de los informes existentes referentes a las actuaciones de éste en China desde 1940. Y luego el Zero le zurró la badana al Buffalo pero bien.




Hablemos pues del Zero.

El caza japonés Mitsubishi A6M Rei-sen (Caza Cero), o Zero-sen, Zeke en el código de identificación aliado, y más conocido por todo el mundo simplemente como Zero, comenzó a actuar en China en agosto de 1940. Aquel mismo mes, veinticuatro Zeros recorrieron sin escalas 1.850 kilómetros en una misión, lo cual era una auténtica barbaridad para la época. En aquel momento quizá era el mejor caza en servicio del mundo.




El 13 de septiembre de dicho año, trece Zeros se enfrentaron a veintisiete cazas chinos Polikarpov (de fabricación soviética, similares a los que habían combatido en España). Todos los cazas chinos fueron derribados y no se perdió ni un solo Zero.

El 4 de octubre, ocho Zeros derribaron cinco cazas y un bombardero, nuevamente sin sufrir pérdidas.

Al acabar el año, los Zeros habían derribado 59 aviones chinos y destruido 42 más en tierra. No se había perdido ni un caza japonés.

El 14 de marzo de 1941 los Zeros derribaron veinticuatro aviones chinos, una vez más sin perdidas propias. 

Antes de Pearl Harbor, los japoneses sólo perderían dos Zeros en China, ambos derribados por la artillería antiaérea, no por la aviación enemiga.

En China había observadores yanquis, soviéticos, británicos, franceses y de otros países. Hasta Pearl Harbor, los Zeros llevaron a cabo setenta misiones en China. Los japoneses pusieron sobre los cielos de China un total de 529 cazas Zero, en misiones que a veces suponían vuelos sin escala de dos mil kilómetros. Con ellos derribaron 99 aparatos chinos confirmados, además de destruir muchos más en tierra. Los restos de los dos Zeros derribados por la DCA quedaron en manos chinas, pudiendo así ser vistos por los observadores occidentales. Y sin embargo los Aliados no le prestaron atención, lo que tuvo como consecuencia que para ellos el caza nipón fuera una amarga sorpresa después de Pearl Harbor. El Zero era más ágil que todos sus oponentes, incluso superaba al Supermarine Spitfire británico, aunque éste fuera más rápido. El caza diseñado por Jirō Horikoshi logró una proporción de victorias de 12 a 1 en su favor. También tenía una autonomía prodigiosa, lo que le permitía aparecer en cualquier sitio donde hiciera falta.

La superioridad total del Zero permaneció hasta mediados de 1942, cuando los Aliados por fin se decidieron a desarrollar nuevas tácticas para combatirlo. Entre los años 1943 y 1944 quedó anticuado, pero la Armada Imperial Japonesa nunca lo sustituyó.

Voy a referirme ahora a otro episodio que demuestra que los desastres iniciales aliados frente a los japoneses no se debieron a falta de información sino, como siempre, a la incompetencia: la caída de la colonia británica de Singapur, en febrero de 1942.

En Malasia los japoneses siempre estuvieron en inferioridad numérica, aunque contaban con una división blindada y disfrutaban de superioridad aérea gracias al Zero. En Jitra dos batallones nipones derrotaron a la 27ª división india, y a costa de 27 muertos se apoderaron de 50 cañones y 3.000 prisioneros. Antes de llegar a Singapur, los japoneses estaban agotados y casi sin suministros, sin embargo los británicos les ayudaron mucho dejando en su retirada por doquier camiones, armas, víveres, combustible y carreteras y aeródromos intactos. 

Singapur debía de haberse evacuado una vez que los japoneses habían conquistado Malasia. Vamos, que estaba claro que era un lugar indefendible sin necesidad de descifrar previamente ningún mensaje nipón interceptado. Pero Churchill ordenó defenderlo para no tener que hacer frente a la vergüenza de perderlo sin lucha. Por una cuestión de honor, vaya. Antes del ataque ya estaban claras dos cosas: que los japoneses iban a atacar y que iban a vencer. Pero una vez más, como dice Raymond Cartier en su obra sobre la Segunda Guerra Mundial, la política violó a la estrategia. Copio lo que escribe al respecto:

En Londres, la ilusión de Singapur queda brutalmente desgarrada el 29 de enero [de 1942]. Ese día, el director del Gabinete militar de Churchill, el general sir Henry Ismay, ha encontrado a su jefe vomitando injurias contra los militares dignas de Adolf Hitler. Un cable de sir Archibald Wawell, reemplazando a Brooke-Popham en el mandato del Sudeste asiático, le acaba de revelar que Singapur es indefendible. Churchill echa espumarajos. ¿Cómo se han podido gastar 63 millones de libras en la construcción de una fortaleza que equivale a un barco sin fondo? ¿Cómo se han podido contentar con erizar Singapur de cañones exclusivamente dirigidos hacia el mar? En los tres años que duran las hostilidades, ¿cómo no se ha encontrado un general que construya fortificaciones de campo, excave fosos antitanque, mine el estrecho y ponga trampas en los pantanos? Los japoneses llegan a toda marcha. Han tomado Kuala Lampur, capital de la federación de Estados malayos. Se acercan al sultanato de Johore. Están en vísperas de atacar Singapur. ¿Y qué es Singapur? A naked island! ¡Una isla desnuda!

La pérdida de Singapur no fue cosa de si los Aliados descifraban mensajes o no, sino de incompetencia en grado sumo. En primer lugar por no construir defensas en el estrecho de Johor, que separa la isla de Singapur de la península de Malaca y que fue atravesado por los japoneses. En segundo lugar, porque el comandante de las fuerzas británicas, el general Percival, se empeñó en creer que el principal ataque japonés se iba a producir por el nordeste, a pesar de que todo apuntaba a que iba a ser por el noroeste, mucho más difícil de defender, y que fue por donde efectivamente se lanzaron en tropel los nipones.



Más ejemplos, aparte del de Singapur:

En la batalla del Mar de Java los Aliados estuvieron esperando a los japoneses, y si sufrieron una derrota naval catastrófica no fue debido a ninguna sorpresa, sino a la incompetencia y la baja moral.

En marzo de 1942 los británicos supieron que una flota japonesa al mando de Nagumo iba a atacar Ceilán. ¿Y cómo lo supieron? Pues descifrando los mensajes navales japoneses, claro. En vista de ello colocaron por allí dos portaaviones, un portaaviones ligero, cinco acorazados, dos cruceros pesados, cinco cruceros ligeros y dieciséis destructores. Era la Eastern Fleet, una escuadra bastante poderosa. Y estaba esperando a los japoneses. La flota de Nagumo constaba de cinco portaaviones, cuatro cruceros de batalla, dos cruceros pesados, un crucero ligero y ocho destructores. Y no tenía radar.

En los combates que se produjeron en abril, los británicos perdieron dos cruceros pesados (el HMS Dorsetshire y el HMS Cornwall), un portaaviones ligero (el HMS Hermes), un destructor (el HMS Vampire), una corbeta (el HMS Hollyhock) y un par de petroleros. Los japoneses no perdieron ni un barco.

Si tenemos en cuenta que los británicos estaban esperando, repito, a los japoneses (cosa que éstos ignoraban) y que además contaban con radar (los japoneses no), sólo podremos concluir que los británicos sufrieron tamaño desastre por ser unos auténticos patanes. Y suerte tuvieron de que los japoneses decidieran después retirarse del Índico.

Queda claro entonces que los desastres iniciales aliados frente a los japoneses fueron fruto de la incompetencia y del menosprecio hacia el enemigo, independientemente de los mensajes que se interceptaran y descifraran. Ahora bien, ¿no subestimaron también los japoneses a su rival teniendo en cuenta contra quién se metieron? Sí y no. Dejando aparte los aires de superioridad racial que impregnaban el Japón de la época (igual que ocurría en otras naciones por entonces), lo cierto es que el ataque a Pearl Harbor supuso una humillación y una inyección de odio y rabia a un país -los Estados Unidos-, que hasta ese momento tenía en su población un porcentaje de aislacionistas del cincuenta por ciento. Las diferencias referentes a la guerra entre los estadounidenses terminaron aquel 7 de diciembre. Los deseos de venganza quedaron grabados a fuego en una frase: Recordad Pearl Harbor




Los japoneses entraron en la campaña del Pacífico con un caza naval excelente (el Zero), el mejor torpedo existente entonces en el mundo (el Tipo 95) y una poderosa flota (eso sí, sin radar). Pero su mejor arma fue sin duda su altísima moral, conseguida, eso sí, a base de un lavado masivo de cerebros.

Como ya hemos señalado, la incompetencia aliada también ayudó mucho a los nipones en los primeros meses de campaña. Pero no es menos cierto que Japón también subestimó a los Estados Unidos gravemente. No obstante los militares japoneses eran conscientes de que no podrían ganar una guerra prolongada contra los yanquis, empezando por el almirante Isoroku Yamamoto, el hombre que ideó el ataque contra Pearl Harbor. La intención de Yamamoto fue asestar un golpe decisivo que anulara rápidamente la presencia militar estadounidense en el Pacífico, pero a la larga fracasó. Para empezar, los buques más importantes, los portaaviones, no estaban en la base en el momento del ataque. Para seguir, seis de los ocho acorazados presentes en la rada fueron reparados y volverían a entrar en servicio. Y para terminar, no se destruyeron los depósitos de combustible, ni los talleres, ni los almacenes, de modo que en unos meses la base volvió a estar plenamente operativa. Los líderes japoneses pudieron empezar a hacerse una idea de lo que les esperaba cuando ya en abril de 1942 el teniente coronel Doolittle llevó a cabo el primer bombardeo estadounidense sobre Japón. Los daños materiales fueron mínimos, pero los efectos psicológicos sobre los nipones fueron enormes.




El propio Yamamoto, que siempre se mostró contrario a la guerra, moriría en 1943 al ser interceptado y derribado el avión en el que viajaba por cazas enemigos que le estaban esperando. Los yanquis se habían enterado de su vuelo tras descodificar un mensaje japonés.




Como conclusión final, lo cierto es que Roosevelt consiguió que su país entrara plenamente en la Segunda Guerra Mundial (aunque los EEUU llevaban varios meses envueltos en una guerra naval de facto contra Alemania), tal y como él como quería, cosa que no hubiera logrado si nadie les hubiera atacado.

Es verdad que falta la prueba decisiva acerca de si las autoridades yanquis conocían el ataque a Pearl Harbor de antemano, aunque repito que no sabemos toda la verdad sobre el asunto porque no ha salido aún a la luz. Pero la imprevisión y la falta de respuesta ante la acometida japonesa, tanto en Pearl Harbor como en el resto de lugares atacados, se deben más bien a la incompetencia, no a la sorpresa.

El ataque japonés contra la base estadounidense convirtió la guerra en mundial, un conflicto que acabó siendo el peor de la historia de la humanidad y que transformó a los Estados Unidos y la Unión Soviética en superpotencias. Japón fue derrotado y terminó sufriendo dos bombardeos nucleares -casualmente Roosevelt tomó la decisión de seguir adelante con el proyecto de la bomba atómica el 6 de diciembre de 1941, la víspera de Pearl Harbor-, aunque en los años de la posguerra alcanzó por medio del trabajo, la industria y el comercio los objetivos que no había podido obtener con una guerra devastadora.

Las autoridades niponas, por supuesto, jamás han perdido perdón.


A date which will live in infamy...





Actualizado el 8 de febrero de 2017.


Más información:

-Beevor, Antony, “La Segunda Guerra Mundial” (Pasado y Presente, 2012).

-Caballero, José Luis, "La guerra en el mar" (Robinbook, 2016).

-Cartier, Raymond, “La Segunda Guerra Mundial”, tomo I (Planeta, 1966).

-Frattini, Eric, "Manipulando la historia" (Temas de Hoy, 2016).

-Keegan, John, “Inteligencia militar: conocer al enemigo, de Napoleón a Al Qaeda” (Turner, 2012).

-Leguineche, Manuel, “Recordad Pearl Harbor” (Temas de Hoy, 2001).

-Leguineche, Manuel, “Pearl Harbor: el cebo”, en La Aventura de la Historia nº 34 (Arlanza, 2001).



viernes, 6 de junio de 2014

Junio de 1944




Como todo el mundo sabe, este mes se cumple el 70º aniversario del inicio de una de las más importantes batallas de la Segunda Guerra Mundial: la Operación Bagration, que supuso la destrucción del Grupo de Ejércitos Centro alemán en el Frente del Este. Fue además la primera vez que el Ejército soviético tomó la iniciativa en verano y propició su llegada a Polonia y los Balcanes, lo que a su vez tuvo como consecuencias directas que Rumanía y Bulgaria abandonaran el bando del Eje y que los alemanes tuvieran que evacuar Grecia. Además, cuando la batalla terminó la Wehrmacht había tenido cerca de medio millón de bajas y la guerra prácticamente había salido de la URSS después de tres años. En términos numéricos fue la peor derrota sufrida por la Alemania nazi.

Ansioso estoy de recibir noticias de los fastos que sin duda se celebrarán para conmemorar tan trascendental acontecimiento.


martes, 27 de mayo de 2014

Recordando Pearl Harbor (sobre el ataque japonés, el caza Zero y otras cosas)


El presidente Roosevelt tenía que habernos condecorado a los japoneses por haber atacado Pearl Harbor

Almirante Chūichi Hara





Resulta que hace unos días vi la película El viento se levanta, de Hayao Miyazaki. Se supone que es un biopic sobre Jirō Horikoshi, el legendario creador del famoso y no menos legendario caza Zero. La verdad es que a mí me interesa mucho el personaje y a la vez también me gustan las pelis de Miyazaki, y sin embargo esta me ha parecido terriblemente mala. Estéticamente es bonita, es decir, como todas las de Miyazaki, pero el guión es ñoño y tontorrón a más no poder, y además es laaaaaaarga y leeeeeeenta de narices. No obstante lo que más me ha irritado es que no explica por qué diablos Horikoshi y su caza son tan legendarios. La peli nos cuenta la historia de un tipo muy friki que siempre está soñando –que está en las nubes casi permanentemente, vaya- y poco más. Digamos que se puede resumir en menos de un minuto pero dura dos interminables horas.


En fin, esto me ha dado ganas de contar aquí aquello que omite la peli, o sea, la leyenda del caza Zero. Y ya de paso voy a hablar también un poco del ataque nipón a la base yanqui de Pearl Harbor, de las conspiranoias que hay en torno a dicho suceso, y de las impresionantes victorias japonesas en los primeros meses de la campaña del Pacífico. 

Ea.



Como todos sabemos -porque así nos lo ha contado Hollywood-, el 7 de diciembre de 1941 la Armada Imperial Japonesa atacó la base aeronaval de Pearl Harbor, en Hawái, propiciando la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial como parte del bando aliado. Asimismo, Japón se enfrentó a partir de entonces además al Imperio británico y a las Indias Holandesas (actualmente Indonesia), situándose definitivamente en aquella contienda al lado de la Alemania nazi y la Italia fascista, o sea, en el bando del Eje. El ataque fue el resultado de varios años de tensiones entre el Imperio nipón y Estados Unidos, tensiones motivadas por el expansionismo japonés en China y el Sudeste Asiático, y los subsiguientes embargos comerciales por parte de los yanquis.



La mayoría de la población estadounidense era aislacionista desde la Gran Guerra, es decir, no tenía ninguna gana de que su país entrara de nuevo en una guerra mundial, y de hecho el presidente Franklin D. Roosevelt había logrado su reelección en 1940 bajo la promesa de “no enviar a muchachos americanos a ninguna guerra extranjera”, a pesar de que él estuviera deseando intervenir en Europa. Dicho de otra manera, para que los Estados Unidos participaran en la Segunda Guerra Mundial primero tenían que ser atacados. Hay quienes creen pues que el ataque a Pearl Harbor le vino muy bien a Roosevelt para lograr sus propósitos intervencionistas, y que por tanto la agresión japonesa no solo no fue tan inesperada para los dirigentes yanquis como se nos ha hecho creer, sino que incluso podría haber sido provocada por estos. Veámoslo un poco.




El Código Naval Japonés (para los yanquis JN-25) aparentemente apenas si había sido descifrado por los estadounidenses en diciembre de 1941. Sin embargo, el código diplomático nipón (Púrpura para los yanquis) había sido descriptado ya en 1940 gracias al equipo de William F. Friedman.



Las cosas no están nada claras con respecto a lo que sabían o no sabían los yanquis antes del ataque. Pero nada claras, entre otras cosas porque a estas alturas todavía no se ha desclasificado toda la información relativa a los mensajes japoneses interceptados y descifrados antes de Pearl Harbor, y por tanto no podemos saber a ciencia cierta ni si se mencionaba en algún mensaje diplomático (en cuyo caso los yanquis sí habrían conocido el ataque de antemano) o militar (en cuyo caso también existe una pequeña posibilidad de que los yanquis lo pudieran haber averiguado).
 
Oficialmente hacia diciembre de 1941 los yanquis sólo habían conseguido descifrar entre el 10 y el 15% del Código Naval Japonés, el JN-25. Pero en junio de 1942 (batalla de Midway) dicho código ya estaba totalmente roto. De esa manera los yanquis supieron que el próximo objetivo de los japoneses era un lugar que éstos denominaban AF. Quedaba por confirmar si AF era Midway -cosa que los yanquis ya sospechaban-, para lo cual urdieron una estratagema mediante la cual transmitieron un mensaje banal que decía que Midway tenía problemas con su suministro de agua potable. Los japoneses interceptaron el mensaje y transmitieron a su vez que AF tenía problemas, etc, etc, etc. En fin, que cuatro portaaviones japoneses hundidos y cambio de tornas en el Pacífico.


Pero vamos, que nadie niega que ya por esas fechas los yanquis se leían todos los mensajes cifrados nipones como quien se lee el periódico de la mañana. De hecho, un mes antes ya habían averiguado que los japoneses se disponían a desembarcar en Port Moresby, operación que acabó siendo frustrada en la batalla del Mar del Coral.

Por otro lado es tan abrumadora la ceguera de las autoridades estadounidenses ante la cantidad de evidencias que recibieron antes del ataque a Pearl Harbor, que resulta sospechosa. Evidencias que son por ejemplo:

-Un aviso del embajador yanqui en Japón, Joseph Grew, en enero de 1941, diciendo que los japoneses iban a atacar Pearl Harbor. Sí, como suena.

-En la primavera de 1941, el comandante Warren J. Clear, del servicio de inteligencia militar en Extremo Oriente, advirtió a sus superiores de que los japoneses se preparaban para atacar Guam y Hawái.

-El ataque también fue advertido en el verano por el agente doble de origen yugoslavo Dusko Popov, aparentemente al servicio de los alemanes pero que en realidad trabajaba para los británicos. Popov entregó la información al FBI.




-Entre octubre y diciembre de 1941 se descifraron varios mensajes japoneses avisando de que la guerra era inminente, entre ellos los intercambiados por Tokio y Takeo Yoshikawa, un espía nipón en Honolulu.



Se podría decir que la llamativa ceguera yanqui previa al ataque habría sido similar a la de Stalin antes de que los alemanes invadieran la URSS, ya que en ambos casos hubo múltiples avisos previos que advertían claramente de lo que iba a ocurrir y que sin embargo no fueron tenidos en cuenta. No obstante la comparación no es adecuada. Sin negar la obcecación de Stalin en no ver la realidad, en su descargo hay que decir que en el caso del ataque alemán a la Unión Soviética hay una diferencia muy clara con respecto a lo de Pearl Harbor, y es que hasta el 22 de junio de 1941 existió un pacto de no agresión entre Alemania y la Unión Soviética, acompañado de una amplia colaboración entre ambos países en todos los campos, incluyendo el militar. Y a eso hay que añadir la desconfianza sistemática que tenía Stalin hacia todos sus colaboradores e informantes. Digamos que la situación entre la URSS y Alemania era muy distinta a la que hubo entre yanquis y japoneses en los meses previos al ataque a Pearl Harbor, aun teniendo en cuenta que las relaciones entre nazis y soviéticos se habían ido deteriorando desde finales de 1940.

Los autores revisionistas (Roosevelt lo sabía), como John Toland (autor de Infamy: Pearl Harbor and its Aftermath, 1982) o Robert Stinnett (autor de Day of Deceit: The Truth about FDR and Pearl Harbor, 1999), no son unos locos descerebrados, sino que se apoyan en serias investigaciones. Según Stinnett –que se pasó diecisiete años investigando sobre esto- es falso que los criptógrafos de radio yanquis no hubieran descifrado el JN-25 antes del ataque, y también lo es que los almirantes japoneses no identificaran el objetivo como Pearl Harbor. Así, en el epílogo de la edición de bolsillo de su libro, escribe: 

Estos dos asertos han caído por tierra con la aparición de nuevos documentos. En mayo de 2000 los documentos del Acta de Libertad de Información revelan que a mediados de 1941, cuando la flota de guerra japonesa se dirigía hacia Hawái, los criptógrafos de radio estadounidenses habían descifrado los principales códigos navales nipones y que a través de las ondas de radio los primeros almirantes (Nagano, jefe de operaciones navales, o Yamamoto) habían dejado claro en sus mensajes que Pearl Harbor era el objetivo del raid. La documentación, prohibida durante casi sesenta años para el Congreso y para el público, revela la verdad: los mensajes de los principales almirantes japoneses constituyen una fuente de información de primer orden para nuestros servicios de inteligencia en la travesía hacia Pearl Harbor a través del Pacífico septentrional y central. 

Tampoco es necesario defender oscuras conspiraciones para opinar que el ataque japonés no pilló a Roosevelt desprevenido. Así, el prestigioso historiador J.F.C. Fuller escribe en su obra Batallas decisivas del Mundo Occidental: 

La asombrosa historia de cómo los japoneses fueron inducidos a la guerra por el presidente Roosevelt queda resumida por el almirante Theobald, cuando dice: “Sosteniendo una débil flota del Pacífico –era inferior a la japonesa en todo- en Hawái como invitación a un ataque por sorpresa y negando a su jefe la información que le hubiera hecho posible rechazar dicho ataque, el presidente Roosevelt llevó a la guerra a los Estados Unidos el 7 de diciembre de 1941. Lanzó a una sobreexcitada nación a la lucha sin que nadie pudiera sospechar hasta qué punto el ataque japonés encajaba en los planes presidenciales. Aunque desastroso desde el punto de vista naval, el ataque a Pearl Harbor constituyó el preludio diplomático para la completa derrota de las fuerzas del Eje”. 

El historiador suizo Eddy Bauer concluye en su Historia Controvertida de la Segunda Guerra Mundial:

Una vez que en Washington el coronel William F. Friedman y su equipo de criptólogos lograron descifrar, con tiempo suficiente, las claves diplomáticas japonesas, ¿cómo se explica que en Pearl Harbor la flota del Pacífico no fuera advertida de la maniobra que se preparaba para sorprenderla? (…) Porque el presidente Roosevelt y sus consejeros, el general Marshall y el almirante Stark, decidieron hacerla servir de cebo al tigre japonés, y que el riesgo al que se exponía de esta manera, era el único medio de provocar la agresión que llevaría a los Estados Unidos, por fin, a la guerra. 

También está la posibilidad de que Roosevelt lo ignorase pero no sus colaboradores, que le habrían ocultado información. O incluso sus aliados. Así, Rusbridger y Nave (autores de Betrayal at Pearl Harbor: how Churchill lured Roosevelt into war, 1991) sostienen que eran los británicos quienes podían descifrar los códigos navales japoneses, y que el primer ministro Winston Churchill prefirió no advertir a Roosevelt del ataque. De esa forma, el premier británico habría conseguido un objetivo largamente anhelado: meter a Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial (algo muy meritorio si tenemos en cuenta que Roosevelt, a la vez que intervencionista, era un enemigo declarado del Imperio británico).

No pocos historiadores sostienen que Roosevelt, que deseaba influir en la opinión pública de su país para que esta apoyara la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, mantuvo una política destinada a provocar un ataque japonés y de esa forma no violar las Leyes de Neutralidad. En octubre de 1940, el comandante Arthur H. McCollum, jefe de la sección de Extremo Oriente de la Oficina de Inteligencia Naval, redactó un memorando en el que recomendaba ocho acciones para provocar al Japón:

- Llegar a un acuerdo con Gran Bretaña para el uso de sus bases en el Pacífico, sobre todo la de Singapur

- Llegar a un acuerdo con Holanda para usar sus bases y aprovisionarse con suministros de las Indias Holandesas.

- Proporcionar toda la ayuda posible al gobierno chino de Chiang Kai-shek (entonces en guerra con Japón).

- Enviar una división de cruceros pesados a Oriente, Filipinas o Singapur.

- Enviar dos divisiones de submarinos a Oriente.

- Mantener el grueso de la flota estadounidense del Pacífico en el área de las islas Hawái.

- Insistir a los holandeses en que se nieguen a satisfacer las demandas económicas japonesas, en especial en lo referente al petróleo.

- Establecer un completo embargo comercial entre Estados Unidos y Japón, en colaboración con un un embargo similar impuesto por el Imperio Británico.

McCollum concluía su informe explicando que "si de esa forma pudiéramos llevar a Japón a cometer un acto de guerra, tanto mejor. En todo caso debemos estar enteramente preparados para aceptar la amenaza de una guerra".






No existen pruebas de que Roosevelt recibiera el memorando de McCollum, pero lo cierto es que se pusieron en práctica casi todas sus recomendaciones. Parece que Estados Unidos buscaba de nuevo una forma de arrastrar a otro país a la guerra, tal y como sucedió en 1898, cuando tras la explosión del USS Maine, en la bahía de La Habana, Washington hizo creer que había sido un acto de agresión español

En fin, que la cosa no está tan clara como para despachar el asunto con un otra conspiración más

Y en cualquier caso quienes no lo supieron de antemano fueron el almirante Kimmel -comandante de la Flota del Pacífico- y el general Short -jefe de las defensas de Pearl Harbor-, que pagaron el pato: ambos fueron degradados.




Hay un elemento aparentemente sospechoso sobre el que tradicionalmente se han apoyado los revisionistas, que es el hecho de que el día del ataque japonés no hubiera ningún portaaviones yanqui en la base. Daría la sensación de que los portaaviones, que se convertirían en un arma decisiva de la campaña del Pacífico, habrían sido mantenidos lejos de allí a propósito. Para los propios nipones fue una sorpresa enterarse de que no estaba en Pearl Harbor ni uno solo de los tres portaaviones que los estadounidenses tenían por la zona (el USS Saratoga, el USS Lexington y el USS Enterprise).

Alguien podría alegar que la teoría de que los tres buques fueron mantenidos fuera de Pearl Harbor intencionadamente tiene muchas lagunas, entre otras cosas porque si los japoneses hubiesen bombardeado los depósitos de combustible y los talleres de reparaciones de la base (cosa que podrían haber hecho en una tercera oleada de ataque que el vicealmirante Nagumo se negó a llevar a cabo), ésta simplemente habría quedado inutilizada durante meses, obligando a retirar la flota a la Costa Oeste de los EEUU. Sin embargo, lo cierto es que si los nipones hubieran hundido los portaaviones yanquis, el daño habría sido mucho peor. Y es correcto que hasta el ataque a Pearl Harbor todos los países, incluyendo Japón, seguían viendo en el acorazado el arma más importante de la guerra naval (por eso Japón construyó esos dos monstruos inútiles que fueron el Yamato y el Musashi). Pero no es menos verdad que tanto en Japón como en EEUU había quienes empezaban ya a ser conscientes de la importancia del portaaviones, a diferencia de lo que ocurría en otros países. De hecho, cuando antes del ataque el comandante Mitsuo Fuchida -que lideraría la primera oleada de aviones sobre Pearl Harbor y exclamaría la famosa frase en clave tora, tora, tora-, supo de la ausencia de los portaaviones estadounidenses en la base, planteó a su superior, el vicealmirante Nagumo, la posibilidad de abandonar la empresa. Nagumo, perteneciente a la vieja escuela, y que por tanto daba más importancia a los ocho acorazados presentes en la rada, se negó.


 

Continuará...


viernes, 23 de mayo de 2014

Los dos próceres

 


"Japón nunca se unirá al Eje"

General Douglas MacArthur, 27 de septiembre de 1940 (al día siguiente los periódicos anunciaron que Japón se había unido al Eje).
 
 
"El daño parece considerable, ¿no?"

El emperador Hirohito cuando visitó Hiroshima dos años después de la bomba atómica.
 
 
Y estos dos lideraron el Japón de la posguerra.
 


martes, 29 de abril de 2014

La bella y el bestia



Ilustración para el cuento La Bella y la Bestia, de Eleanor Vere Boyle


La chica más guapa del mundo se puso a tirarle los tejos al tío más horrendo del universo. Como el tipo era feo pero no de piedra, no tardó en caer rendido ante su magia y empezaron a salir juntos. Los demás le preguntaban a ella que qué veía en él: "no es guapo, pero es un encanto", respondía feliz.

Un día se pelearon, que es lo que tienen todas las parejas. Ella sólo esperaba que su novio se tranquilizara un poco, pero él decidió cambiar aquello que creía era el origen del problema: su aspecto físico. Desde que sufrió la mordedura de un camaleón, años atrás, el tipo había adquirido el poder de modificar con facilidad su piel, de modo que se volvió de color verde, se puso cachas, se afeitó y se cortó el pelo para asemejarse así al Increíble Hulk. Ahora sí le voy a gustar de verdad, se dijo a sí mismo satisfecho.

Cuando ella le vio salió despavorida.