Me sorprendió mucho
descubrir (...) que los jóvenes a los que conocía en el ambiente universitario
de París solían simpatizar con el comunismo. En pocas palabras, soñaban con
instaurar un régimen similar a aquel del que yo acababa de escapar, y se lamentaban
de vivir en uno que les permitía llevar su envidiable existencia. Cuando me
reunía con otras personas procedentes de los países de la Europa del Este,
compartía con ellos mi perplejidad por la ingenuidad de los jóvenes franceses.
Tzvetan Todorov,
"La experiencia totalitaria"
"¿Por qué?",
gritaba furiosa Ajmátova cuando alguien en nuestro entorno contagiado por el
estilo general, hacía esa pregunta.
"¿Cómo que por
qué? Ya es hora de saber que a la gente se le detiene por nada..."
Nadezhda Mandelstam,
"Contra toda esperanza"
Hoy quiero recomendaros
los tebeos de Jonas Fink, cuyo último volumen se ha publicado en nuestro país
este año. Cuentan la vida de un tipo en Praga, Jonas, desde que era niño allá
por los años cincuenta. De origen judío y "burgués", Jonas lo tiene
crudo para hacerse mayor bajo el régimen comunista, empezando porque a su padre
lo detienen acusado de "enemigo del pueblo", es decir, por no haber
hecho nada más que pensar por sí mismo. Jonas y su madre quedan señalados, estigmatizados,
así que los echan de casa y a Jonas de la escuela.
Si alguien tiene
interés en saber lo estupendo que se vivía al otro lado del Telón de Acero,
nada mejor que estos cómics. El autor, Vittorio Giardino, es un genio en lo
suyo. A través de un guión envolvente y unos dibujos esmerados, minuciosos y
perfectos, Giardino ofrece una imagen bastante real de la Praga comunista. Una
ciudad que había pasado de ser el paraíso para los amantes del arte, la
literatura, la arquitectura y la cultura, a un periodo de profunda decadencia
gracias a la represión política que detenía, ejecutaba o enviaba a campos de
trabajos forzados a muchas personas que aquel régimen totalitario consideraba
incómodas: opositores políticos, "burgueses", o simples intelectuales,
pues no convenía que hubiera gente con formación que pudiera cuestionar la
autoridad del gobierno (recordemos que Kafka estaba censurado en la
Checoslovaquia comunista). Y cuando en 1968, durante la Primavera de Praga,
Alexander Dubček llevó a cabo unas tímidas reformas democráticas en
Checoslovaquia y por fin parecía que se podía respirar algo de libertad, los
soviéticos no fueron capaces de tolerarlo e invadieron el país. Los checos
tendrían que esperar hasta 1989, tras la caída del Muro de Berlín, para que se
hicieran realidad los cambios drásticos que llevaban tanto tiempo anhelando.
Pues hala, leedlos.