Hoy está de moda el
turismo de campo de concentración, visitar los lugares del horror humano, sobre
todo si son nazis. No sé las cifras, pero supongo que serán ya bastantes millones las
personas que han peregrinado a Auschwitz, Sachsenhausen, Mauthausen, Buchenwald o Dachau (la actual exposición sobre Auschwitz en Madrid ha recibido a más de 200.000 visitantes en sus cien primeros días).
Sin embargo, aunque los campos nazis supusieron el clímax, el punto álgido de
este tipo de instituciones, no han sido ni los primeros ni los últimos en
existir. En los tiempos modernos fueron los españoles los creadores de los
primeros campos de concentración, y lo hicieron en Cuba, durante la guerra de
independencia de aquel país, a finales del siglo XIX. Desde entonces, muchas
naciones han puesto todo su empeño en encerrar a enormes grupos de población
"indeseable" en este tipo de recintos, siempre bajo nefastas e
inhumanas condiciones. Así lo hicieron por ejemplo los británicos durante las
Guerras de los Bóeres; los alemanes en Namibia (donde en 1904 construyeron el
primer campo de exterminio de la historia); los turcos en la Primera Guerra
Mundial para confinar a la población armenia; los soviéticos con el Gulag; los
nazis con sus campos de concentración y de exterminio; los estadounidenses
durante la Segunda Guerra Mundial para recluir a sus ciudadanos de origen
japonés; la Yugoslavia de Tito; los británicos en Kenia antes de la
independencia de este país; la Cuba castrista con las UMAP; China con el
Laogai, o actualmente Corea del Norte con sus campos para presos políticos. Los
objetivos de hacinar a la gente en estos lugares van desde simples castigos, a la reeducación
política, la limpieza étnica, los trabajos forzados o el exterminio.
En España también
tuvimos campos de concentración, claro. Empezaron a aparecer durante la Guerra
Civil y continuaron existiendo en la posguerra. Los republicanos tuvieron cuatro
campos de trabajo por los que pasaron miles de presos derechistas. Los
franquistas llegaron a erigir casi trescientos campos (inspirados en los nazis) por
los que pasaron cientos de miles de presos republicanos (otros 9.000
republicanos españoles estuvieron en los campos nazis -sobre todo en
Mauthausen- y más de 300 en los soviéticos). El último campo de concentración oficial franquista fue el de Miranda de Ebro, en Burgos, que durante la Segunda Guerra
Mundial llegó a estar dirigido por funcionarios nazis, por cierto, como Paul Winzer. El
campo se cerró en 1947, después de una década de existencia, y tiempo después
fue desmantelado.
Alguien que en España
tenga interés por el turismo de campo de concentración se va a tener que ir al
extranjero. A Alemania, por ejemplo. Porque de las decenas de campos que hubo
en nuestro país casi no queda ni rastro. Del de Miranda de Ebro nos dice la Wikipedia que "sólo queda un viejo depósito de agua, algún muro, los
restos del lavadero y una caseta de guardia y una placa en recuerdo de los
prisioneros". Por aquel campo pasaron cerca de 100.000 presos, incluyendo
a unos 15.000 refugiados extranjeros.
Y es que no es lo mismo
que un ejército libere un campo de concentración, a que sean sus propios
artífices quienes lo cierren cuando ya no les sirve y luego lo hagan
desaparecer de forma conveniente.
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