Hace 77 veranos empezó la peor
guerra de la historia de nuestro país. Los militares que se levantaron en armas
demostraron desde el principio que no iban a tener piedad, ni siquiera con sus
propios compañeros. Ni siquiera con sus propios amigos. Ni siquiera con sus
propios familiares.
La Guerra Civil Española comenzó
el 17 de julio de 1936, cuando las fuerzas de tierra del Ejército español en el Protectorado de Marruecos se sublevaron contra el Gobierno de la Segunda
República.
Hubo resistencia en algunas bases
aéreas, como la de hidros del Atalayón, donde cayeron en el ataque inicial los
primeros muertos de la guerra, dos marroquíes de Regulares. La base estaba
dirigida circunstancialmente por el capitán Virgilio Leret Ruiz, quien, por cierto, había diseñado uno de los
primeros motores a reacción de la historia. Leret se rindió y fue fusilado al día siguiente por los sublevados.
Virgilio Leret Ruiz
O en el aeródromo de Sania Ramel, cerca de Tetuán, que consiguió resistir hasta el día siguiente.
El jefe de la Aviación española en
Marruecos, comandante Ricardo de la Puente Bahamonde, primo
carnal de Francisco Franco, pudo
huir de Sania Ramel en un avión, pero prefirió quedarse con sus hombres. Sería
fusilado también, con el visto bueno de su primo, junto a otros oficiales y
pilotos que habían ofrecido igualmente resistencia.
Ricardo de la Puente Bahamonde
Por su parte, el jefe del
Ejército español en el Protectorado, general Agustín Gómez Morato, fue arrestado.
La noticia de la sublevación cayó
como una bomba en el Ministerio de la Guerra, y especialmente en su titular, a
la vez que presidente del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga, a quien al parecer le costó comunicar el
suceso a sus compañeros del Gobierno.
Sin embargo, aunque ya el día 17
comenzaron a planearse las primeras medidas en contra de los sublevados,
Casares Quiroga y el presidente de la República, Manuel Azaña, siguieron
pecando de ilusos, pues si antes no se habían tomado muy en serio la
posibilidad de una sublevación militar, ahora creían que ésta se reduciría al territorio
del Protectorado, pese a las abrumadoras evidencias en contra.
Consejo de ministros presidido
por Azaña en mayo de 1936, cuando fue nombrado jefe del Estado. Casares Quiroga
es el segundo por la derecha
Se hicieron planes
fundamentalmente en dos ámbitos, el naval y el aeronáutico.
Con respecto al primero, se
decidió enviar a la Marina Militar
al Estrecho para impedir el traslado de fuerzas sublevadas a la Península, sin sospechar
que la mayoría de los oficiales de la
Armada simpatizaba con el golpe. En lo referente al segundo,
se pensó en bombardear a los militares rebeldes hasta que se rindieran. Sin
embargo tal empresa no iba a resultar nada fácil, puesto que los bombardeos
debían de realizarse desde el aeródromo de Tablada (Sevilla), y allí, excepto
el jefe de la base, comandante Rafael Martínez Esteve, el resto de los
oficiales también simpatizaba con la rebelión. Además, los aviones del
aeródromo, Breguet 19 de
reconocimiento y bombardeo ligero pertenecientes al 22º Grupo, no parecían muy
apropiados para una importante ofensiva de bombardeo. Como solución, el
director general de Aeronáutica (aviación militar y civil), general Miguel Núñez de Prado, planeó concentrar en Tablada los cuatro Fokker F.VII de transporte y bombardeo
de la Escuadrilla
Colonial de Cabo Juby (al norte del Sahara Español), así como otros aparatos
civiles del mismo tipo y Douglas DC-2 de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE)
que se transformarían en bombarderos.
De ese modo, rápidamente llegaron
a Tablada un par de Fokker civiles, y se militarizó en Barajas un DC-2. La
militarización consistía simplemente en instalar unas rampas metálicas para
lanzar bombas por las portezuelas.
Douglas DC-2 Hércules de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE)
Fokker F.VII de las LAPE
El general Núñez de Prado pensó
en un primer momento en trasladarse a Marruecos para tratar de sofocar allí mismo
la sublevación, puesto que él había dirigido tropas de Regulares en el Rif y
creía tener gran influencia entre ellas. Casares Quiroga estuvo en un principio
de acuerdo, pero el jefe de pilotos de las LAPE, capitán Joaquín Mellado, le convenció de que desistiera de hacerlo
aduciendo que seguramente le costaría la vida. Entonces Núñez de Prado habló por
teléfono con el general Miguel Cabanellas, jefe de la 5ª División
Orgánica (Aragón), a quien tenía por un amigo, y ante las respuestas ambiguas
de éste, decidió trasladarse a Zaragoza para aclarar la situación. De nuevo
Mellado trató de convencerle de que no fuera antes de haber obtenido más
información, pero esta vez Núñez de Prado persistió en su propósito y ordenó
que pusieran a su disposición un Dragon Rapide (el mismo tipo de avión que trasladaría a Franco desde Canarias a
Marruecos).
Núñez de Prado debería haber hecho
caso de nuevo a Mellado, porque una vez en Zaragoza Cabanellas le hizo detener,
y más tarde sería fusilado junto a su ayudante de campo, su secretario e
incluso el piloto del Dragon Rapide.
La muerte de Núñez de Prado
privaría a la aviación republicana de un general con grandes dotes militares y
capacidad organizativa.
Miguel Núñez de Prado
Miguel Cabanellas
A las 3:50 horas del 18 de julio,
más o menos a la vez que el infortunado Núñez de Prado emprendía su último
vuelo, despegaba de Barajas el Douglas DC-2 Granada
con destino a Tablada. El piloto era Pedro
Tonda, entre los pasajeros iba el capitán Mellado, así como los pilotos Vicente Vallés y Constantino Navarro Márquez. También formaban parte de la
tripulación los mecánicos Gervasio
Arechederra, Mota y José Macías Ruiz. A las 4:45 el avión aterrizó en
Tablada.
Como ya apuntamos, el jefe del
aeródromo de Tablada era el comandante Rafael Martínez Esteve, héroe de la Patrulla Elcano (que
protagonizó en 1926 el histórico vuelo entre Madrid y Manila), de ideas
republicanas, pero el resto de los oficiales que allí había, como también
señalamos, eran harto conocidos por su aversión a la República. Entre
ellos estaban los tres jefes de las escuadrillas de Breguet de Tablada, los
capitanes José Gancedo Sáenz (que se
había ido a patrullar con tres aviones y todavía no había vuelto), Carlos Martínez Vara de Rey (nieto del
famoso brigadier, héroe de la Guerra de Cuba) y Carlos de Haya González (conocido piloto deportivo que en ese momento estaba de
vacaciones en Málaga).
Carlos Martínez Vara de Rey
Pasaba otra cosa en el aeródromo
de Tablada: que tenía a varios toros bravos por las pistas. Resulta que era una
antigua dehesa y todavía en 1936 existía la curiosa e incomprensible tradición
de dejar pastar en él a las reses bravas, que debían ser ahuyentadas cada vez
que llegaba o partía un avión a riesgo de provocar algún accidente grave,
cuando no una cogida. Vamos, que el aeródromo ofrecía
un aspecto muy típicamente español
con los toros entre los aviones.
Tras aterrizar el DC-2, sus
tripulantes fueron informados de que no había noticias ni del capitán Gancedo y
sus aviones, ni de la
Escuadrilla Colonial. Y el ambiente allí era inquietante,
sobre todo porque los recién llegados enseguida advirtieron que uno de los
Fokker que debían bombardear Marruecos tenía los neumáticos desinflados y que
varias de las bombas habían sido inutilizadas.
En el DC-2 se habían quedado los
mecánicos Arechederra y Macías. En ese momento apareció el capitán Vara de Rey
en un coche con un fusil y se puso a disparar alegremente contra el avión. El
relato de lo que siguió nos ha llegado de mano del mecánico José Macías:
Oímos una detonación y Gervasio exclamó:
-¡Vaya, también a mí se me acaba de pinchar una rueda!
A lo que respondí:
-Voy a ver si se te ha pinchado una rueda o es que te han disparado,
porque a mí me ha parecido un tiro
Subí a la cabina del Douglas y desde allí vi al capitán Vara de Rey que
se había apeado de un automóvil Austin [en realidad un Morris Minor de 1928], con
una carabina y, rodilla en tierra, nos tiroteaba. Le avisé a Gervasio que nos
estaban tiroteando, y él saltó fuera del avión y con la pistola Star intentó
contestar al fuego, pero no pudo por encontrarse la pistola encasquillada. Sacó
entonces una suya más pequeña, calibre 6,35, y tumbado detrás de la rueda
derecha del Douglas, le disparó las dos únicas balas que tenía hiriéndole en la
ingle.
Entonces Vara de Rey salió
corriendo y cojeando, y Gervasio salió tras él. Vallés le quitó el fusil a un
soldado y trató de disparar, pero también estaba encasquillado. Mellado se puso a disparar contra
Vara de Rey. Vallés trató de sacudirle con el fusil encasquillado pero no le
alcanzó. Un chófer con el que se cruzó el capitán amotinado le soltó un
guantazo en toda la cara, pero Vara de Rey seguía y seguía corriendo hasta que
se refugió en un barracón. Entonces se liaron a tiros los
oficiales que había en el barracón contra los tripulantes del avión, que les
contestaban.
Los mecánicos Macías y Mota, al
no llevar armas, se echaron al suelo. Macías nos cuenta:
Como las balas seguían silbando muy próximas, Mota me preguntó:
-¿Te han herido, Macías?
Yo le respondí que no, que me encontraba bien.
Pues cuídate de los toros, que andan sueltos y asustados por el ruido
de los disparos.
El piloto Pedro Tonda consiguió
entrar en el barracón y estuvo a punto de disparar a Vara de Rey, pero entonces
apareció el comandante Esteve y ordenó el alto el fuego.
Vara de Rey debía de ser juzgado,
pero de momento se le envió al Hospital Militar de la Macarena, en Sevilla, por
estar herido, donde quedaría detenido. El tiroteo entre los demás quedó
como un malentendido, lo que no acabó de gustar a Mellado y los suyos.
El cochecito del capitán Vara de
Rey en el Museo del Aire de Cuatro Vientos
Con sus disparos, Vara de Rey
había averiado un motor del DC-2 y agujereado sus neumáticos, así que Mellado
telefoneó a Barajas para que enviaran otro avión igual con más mecánicos y
material para reparar al Granada.
También ordenó que se acelerara la preparación de los dos Fokker para iniciar
el bombardeo, tanto si llegaba la Escuadrilla Colonial como si no. Poco después aterrizaron los
aviones del capitán Gancedo, y cuando Esteve le ordenó que se preparara para el
bombardeo, aquél se negó, por lo que fue arrestado.
Al final de la mañana los Fokker
estuvieron listos y despegaron en dirección a Marruecos, conducidos por los
pilotos Vallés y Xuclá. Bombardearon los cuarteles de Melilla, la base de
hidros del Atalayón y los aeródromos de Tauina y Sania Ramel, además de varios
objetivos en Tetuán y Larache. Causaron dos muertos, siete heridos y algunos
desperfectos, pero el mayor daño que lograron fue moral, pues la propaganda de
los alzados decía que toda España se había unido al golpe y que “los llamados
ministros” habían escapado en avión de Madrid.
Mientras, llegó a Tablada otro
DC-2, llamado Orión, junto a una
avioneta De Havilland DH-85 Leopard Moth
pilotada por el capitán Antonio Rexach y Fernández de Parga.
Douglas DC-2 Orión
Rexach era un tipo curioso que
realizó al principio de la guerra varias acciones bélicas por su cuenta contra
los alzados, bien solo, bien en compañía de su amigo Pablo Rada, el mecánico del Plus Ultra. Según Andrés García Lacalle,
iba vestido como un pirata, y nada más estallar la guerra se había arrogado una
especie de autoridad revolucionaria basada sólo en su propia voluntad, por lo
que nada más llegar a Tablada se empeñó en asumir el mando de las operaciones
de bombardeo del Protectorado, aunque el capitán Mellado no tardó en
desengañarle tras una fuerte discusión.
Regresaron los dos Fokker, y
cuando el agotado Mellado trató de que el nuevo DC-2 se uniera al siguiente
ataque, su piloto Joaquín Gou se
declaró objetor de conciencia y se negó a realizar ninguna misión que implicara
fuego real aduciendo su cualidad de aviador civil
Exasperado, Mellado sustituyó a
Gou por Pedro Tonda, embarcó él mismo en el Orión
y ordenó despegar hacia Marruecos sin esperar a que repostaran los Fokker,
aunque les dejó orden de volar tras él en cuanto estuvieran listos.
El Douglas se puso a bombardear
el aeródromo de Aumara y, para su sorpresa, en ese momento el radiotelegrafista
captó un mensaje procedente de tierra que decía: “Atención, los alojamientos de
los oficiales están más a la izquierda”. Se hizo caso a la anónima indicación
en la segunda pasada, y después se bombardearon los cuarteles de Tetuán y los
muelles de Ceuta. El mensaje anónimo parece ser que
fue enviado por el sargento telegrafista Primitivo
Garrido Pérez, contrario a la rebelión. Fue encarcelado, aunque consiguió
escapar y llegar a la España
republicana. Los sublevados fusilaron entonces a un cabo apellidado Ojeda, que le había ayudado aunque
involuntariamente.
Los Fokker bombardearon de nuevo
el aeródromo de Aumara, un campamento de la Legión y otra vez Ceuta. En uno de los aviones
iba Rexach, que convenció al piloto, Vallés, para bombardear también Tetuán; no
obstante este último bombardeo no fue muy afortunado, ya que se alcanzaron el
barrio musulmán y una mezquita produciéndose varias víctimas civiles. Se formó
una revuelta entre la población civil que fue calmada por una arenga del Gran Visir Ahmed Ganmia, simpatizante
de los sublevados (por dicha acción Franco le concedería la Cruz Laureada de San Fernando).
Ahmed Ganmia, el primer laureado
de la Guerra Civil
Cuando el DC-2 regresó a Tablada
sus tripulantes se enteraron de que el general Gonzalo Queipo de Llano se había sublevado en Sevilla. Queipo trató de
intimidar por teléfono a Esteve, pero éste rechazó sus amenazas e incluso
ordenó arrestar a un enviado del general, el capitán Alfonso Carrillo.
Viendo la situación bastante
complicada, Mellado embarcó en el Orión
a todo el personal de las LAPE llegado
con él a Tablada y despegó rumbo a Barajas, no sin antes enviar un mensaje a
los dos Fokker, que todavía estaban volando, para que no aterrizaran en Tablada
y siguieran hacia Madrid. Sin embargo uno de los aviones tuvo que tomar tierra
en el aeródromo sevillano por una avería.
Poco después aterrizaron en
Tablada dos de los Fokker de la tan esperada Escuadrilla Colonial, al mando del
capitán Luis Burguete Reparaz,
procedentes de Cabo Juby. Habían hecho escala en Agadir (Marruecos francés),
donde por cierto coincidieron con el Dragon Rapide que llevaba a Franco.
La Escuadrilla Colonial
tenía otros dos Fokker. Uno estaba en reparaciones en Cuatro Vientos (Madrid),
y el otro había sido capturado por los sublevados en el Sahara.
En Tablada, Burguete se enteró de
la sublevación de Queipo de Llano y decidió utilizar sus aviones para hacerle
frente y ayudar a quienes luchaban contra los alzados en Sevilla. También
contaba con el Fokker y el DC-2 Granada de
Tablada, aunque estaban averiados.
Durante la tarde del día 18 los
dos Fokker saharianos volaron sobre Sevilla en misión de reconocimiento y
lanzaron octavillas. Burguete planeó un bombardeo para el día siguiente. Sin embargo, en la medianoche del
18 al 19, el general Queipo de Llano amenazó a Esteve por teléfono con
cañonear el aeródromo si no se rendía, por lo que el comandante republicano,
sin esperanzas de recibir ayudas inmediatas, cedió. No obstante, antes de que la base
cayera en manos de los sublevados, el Fokker averiado fue rápidamente reparado
y consiguió huir. En él iba el mecánico Macías.
El importante aeródromo de
Tablada cayó así en manos de los sublevados el 19 de julio de 1936. Lo
utilizarían profusamente en su famoso puente aéreo del Estrecho.
Allí capturaron varios Breguet 19, cazas Nieuport-Delage NiD 52 en
reparación, los dos Fokker de la
Escuadrilla Colonial y el DC-2 Granada. Más tarde, este avión sería rebautizado por los nacionales
como Capitán Vara de Rey, en honor al
tipo que lo averió, y trasladaría a Franco desde Marruecos pilotado por el
capitán Carlos de Haya (huido de Málaga).
Aunque la primera misión que
cumplió Haya con el DC-2 capturado fue otra: voló a Granada, entonces aislada,
para recoger al general Miguel Campins,
detenido allí por los alzados y a quien Queipo de Llano deseaba fusilar en
Sevilla, cosa que hizo el 16 de agosto.
Queipo de Llano saludando a
Hitler tras la Guerra Civil
Hay que decir que la determinación
de Queipo en fusilar a Campins se debió a que éste tardo dos días en
sublevarse. El mismísimo Franco, amigo de Campins, trató de interceder por él,
pero Queipo se mantuvo férreo en su decisión. Por lo visto, un año después
Franco se vengó negándose a indultar al general Domingo Batet, que fue
fusilado a pesar de los intentos infructuosos de su amigo Queipo por salvarlo.
El mismo día 19 despegaron de Barajas
el DC-2 Orión, pilotado por Tonda, y
los dos Fokker militarizados para bombardear Tablada. El bombardeo produjo
daños en las instalaciones y algún muerto. Al día siguiente el Douglas
republicano volvió a bombardear Tablada, dañando todavía más el aeródromo y
algunos aviones.
El siguiente avión que apareció
sobre Tablada fue uno de los Fokker de los sublevados que traía de Marruecos
las primeras tropas, un grupo de legionarios. Pero los que estaban abajo, afectados
por los bombardeos, lo tomaron por republicano y lo recibieron con un nutrido
fuego de fusilería y ametralladoras, por lo que tuvo un aterrizaje un tanto
accidentado.
Vara de Rey, el “héroe de
Tablada”, fue condecorada con la Cruz
Laureada de San Fernando y acabó la guerra como comandante.
Los vencedores de Tablada no
tuvieron la misma consideración con sus adversarios que éstos habían tenido con
los capitanes Vara de Rey, Gancedo y Carrillo. El capitán Burguete y otros
oficiales de la
Escuadrilla Colonial fueron inmediatamente fusilados. También fueron fusilados varios
pilotos del aeródromo que se negaron a sumarse al golpe.
El comandante Martínez Esteve,
héroe de la Aviación
española, a pesar de que Vara de Rey intercedió por él (le había salvado la
vida), fue condenado a muerte el 20 de septiembre de 1936, aunque no mucho
después la pena le fue conmutada por otra de 30 años de cárcel. Gracias a las gestiones que hizo
su mujer, en 1943 logró la libertad condicional. Su mujer, Alicia, murió en 1945 y a él le tocó veinte años después, en Madrid.
En su expediente personal aparece
como “retirado” en julio de 1936.
Rafael Martínez
Esteve
Más información:
-García Lacalle, Andrés, “Mitos y
verdades: la aviación de caza en la guerra española”, Oasis, 1973.
-Saiz Cidoncha, Carlos, “Aviación
Republicana. Historia de Las Fuerzas Aéreas de la República Española
(1931-1939). Tomo I: Desde el Alzamiento hasta la primavera de 1937”, Almena, 2006.
Muy buena entrada y excelentemente documentada, aunque un poco "durilla" de leer.
ResponderEliminarTan solo un apunte para más información sobre el comandante Ricardo de la Puente Bahamonde: http://www.edicioneslibrosdeceuta.es/
ResponderEliminarSoy sobrino carnal de Antonio González Flórez(s),joven sargento piloto republicano de 24 años y uno de los tripulantes del "AQUÍ TE ESPERO".¿Quién era el piloto y copiloto del "AQUÍ TE ESPERO" aquel fatídico viernes 25-IX-1936,Joaquín Mellado Pascual,Vicente Vallés Caballé ó el hermano de mi madre(Antonio González Flórez(s)?.Por favor,si alguien tiene información sobre aquel suceso,le ruego me escriba para saber algo de nuestro ser querido.Mi correo es: garciagonzalezoctavio@yahoo.es
ResponderEliminarSoy nieta de Rafael Martínez ESteve, como dice el artículo heroe e la aviación española. El y mi abuela Alice Vircondelet fueron seres excepcionales. Mi abuela envio a sus cinco hijos a Rusia(entre ellos mi padre) para salvar a mi abuelo de la pena capital. Y lo consiguio.
ResponderEliminarAunque todo ello, sin sus hijos, y su marido en la carcel, enfermo y muurió muy joven con 42 años. mi email es martinezsanchezmariola@gmail.com
Muchas gracias por su comentario. Por desgracia hay épocas en que la sinrazón se impone a las personas admirables, como las de su familia. Un saludo.
EliminarGracias por sus gratas palabras para mi familia.
EliminarSoy Mariola Martinez-Esteve
Eliminarmuchas gracias, es la primera vez que leo del capitan Jose Gancedo Saenz, fallecio a las 35 años. pero no se supo cómo.
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