jueves, 20 de julio de 2017

El mito de Skorzeny (II)


Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.




En las SS corría un chiste sobre Skorzeny: le concedieron la Cruz de Caballero por rescatar al Duce, pero le darían una condecoración aún mayor si lo devolvía.

Antony Beevor


"EL HOMBRE MÁS PELIGROSO DE EUROPA"


Después de "su" éxito en la liberación de Mussolini, Skorzeny se convirtió en el jefe de comandos favorito de Hitler. En la primavera de 1944 participó en la planificación de la Operación Salto de Caballo -Unternehmen Rösselsprung-, destinada a capturar al mariscal Tito, líder de los partisanos yugoslavos. La operación fracasó debido a la rivalidad entre los servicios de información alemanes (la Abwehr, de la Wehrmacht, y el SD, de las SS), que se ocultaron mutuamente sus indagaciones, y a que los partisanos se enteraron del plan. Total, que Tito escapó.

Como buen nazi, en julio de 1944 Skorzeny colaboró en la neutralización de los conspiradores que atentaron contra Hitler. En octubre de aquel año, y por encargo del Führer, Skorzeny llevó a cabo una acción de lo más honorable: secuestró al hijo del regente de Hungría, el almirante Miklós Horthy, para evitar que su país se rindiera a los soviéticos y cambiara de bando. Así, Skorzeny y sus hombres no solo actuaron como unos gánsteres, sino que además facilitaron la toma del poder en Hungría por el Partido de la Cruz Flechada, de ideología nazi, y la prolongación del Holocausto en aquel país. Por esta acción, Hitler volvió a condecorar a Skorzeny y lo ascendió a SS-Obersturmbannführer (teniente coronel de las SS).


Skorzeny en Budapest, octubre de 1944.



En diciembre de 1944, durante la batalla de las Ardenas, Skorzeny protagonizó un nuevo episodio que le otorgó aún más fama pero cuya trascendencia se quedó ahí, ya que tanto la acción que llevó a cabo como el conjunto de la operación en la que se enmarcaba, fueron un fracaso rotundo.

En octubre, después del secuestro del hijo de Horthy y mientras planeaba la desesperada ofensiva de las Ardenas, a Hitler se le ocurrió una operación de falsa bandera: se trataba de crear una brigada angloparlante de las SS, con uniformes y equipamiento capturado estadounidense, que se podría infiltrar entre las fuerzas enemigas en retirada, aprovechando el pánico, para apoderarse de los puentes sobre el Mosa antes de que el enemigo los destruyera. Además, sus hombres llevarían a cabo labores de reconocimiento y de paso tratarían de sembrar el caos en la retaguardia aliada transmitiendo órdenes falsas e interrumpiendo las comunicaciones. La misión, denominada Operación Greif (grifo, pero no por donde sale el agua, sino el animal mitológico), le fue encomendada a Skorzeny, aunque Hitler le prohibió de forma tajante que cruzara las líneas enemigas y que participara personalmente en los combates: quería evitar a toda costa que su milagrero particular cayera muerto, herido o prisionero.

La unidad recibió el pomposo nombre de 150. SS-Panzer-Brigade (150ª Brigada Acorazada de las SS), pero el propio Skorzeny reconoce en sus memorias que ya iba con mal pie antes de empezar. En cinco semanas debía reclutar a unos 3.300 soldados y oficiales angloparlantes, y conseguir 20 tanques estadounidenses M4 Sherman, 30 vehículos acorazados de reconocimiento M8 Greyhound, un centenar de camiones y semiorugas, otros tantos jeeps, amén de una buena cantidad de armas y uniformes yanquis. Dos semanas después había reunido para su unidad a 2.500 hombres procedentes de las Waffen-SS y de todas las ramas de la Wehrmacht, pero de estos solo había 10 que hablaran slang, entre 30 y 40 que dominaran el idioma de Shakespeare, entre 120 y 150 con un nivel medio del mismo y otros 200 que solo conocían el inglés que habían aprendido en el colegio. El resto sabía decir yes y poco más. En lo que respecta al material, a principios de diciembre las cosas no pintaban mejor: la unidad de Skorzeny tenía un Sherman operativo y otro averiado, 10 vehículos acorazados de reconocimiento estadounidenses o británicos, 30 jeeps y 15 camiones. Las unidades alemanas que disponían de vehículos capturados preferían utilizarlos ellas antes que cederlos a otras. De modo que para completar la dotación de armamento salvando las apariencias, la brigada de Skorzeny recibió 12 tanques alemanes PzKfw V Panther camuflados para que parecieran cazacarros M10 Wolverine, una compañía de StuG III pintados de verde oliva con estrellas blancas y algunos camiones Ford alemanes. Skorzeny reunió en una compañía de comandos a los 120 hombres que hablaban mejor inglés y los equipó completamente con material estadounidense. Esta unidad, denominada Einheit Stielau, sería la encargada de infiltrarse en la retaguardia enemiga. El resto de la brigada llevaría una mezcla de equipo y armamento alemán y aliado, y sus hombres deberían confiar en que el pánico de la retirada les permitiera pasar desapercibidos y poder capturar así todo el material posible.




Un PzKfw V Panther, camuflado para parecer un M10 Wolverine, puesto fuera de combate y empotrado contra un café, cerca de Malmedy.


Los hombres de la unidad de Skorzeny tuvieron que firmar un documento en el que declaraban: "Todo lo que sé sobre la misión de la 150ª Brigada Panzer es secreto. El secreto deberá ser guardado incluso después de la guerra. Cualquier transgresión será castigada con la muerte". La unidad se creó y se entrenó en Grafenwöhr -como la famosa División Azul española-. Allí todos los militares debían saludar al estilo estadounidense, se alimentaban con raciones K (el kit de alimentación diaria de los soldados yanquis) y las órdenes se daban en inglés. Los que mejor hablaban aquel idioma fueron trasladados un tiempo a escuelas de intérpretes. A otros se les envió durante unos días a algún campo de prisioneros yanquis para que se familiarizaran con el slang. En Grafenwöhr el aprendizaje del idioma se reforzaba con la emisión de películas y noticiarios cinematográficos estadounidenses, y había dos horas de clase diarias en las que además se instruía sobre usos y costumbres yanquis a la hora de comer, fumar, masticar chicle, etc.

Conforme se iban conociendo los detalles de la operación, algunos hombres manifestaron sus reservas debido a que si caían prisioneros llevando uniforme enemigo podrían ser ejecutados. No obstante, parece que en general admiraban a Skorzeny y alguno incluso lo llamaba "nuestro capitán pirata".



El secretismo de la operación hizo que entre los hombres de la brigada empezaran a correr bulos acerca de cuál sería su auténtico objetivo. Algunos contaban que atravesarían Francia para liberar a las tropas alemanas cercadas que aún luchaban en Lorient y otros lugares de aquel país. Pero la fantasía que más difusión tuvo fue que la principal misión de la brigada era ir a París para secuestrar o matar al general Eisenhower, jefe supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada cuyo cuartel general se encontraba en Versalles. Incluso se señaló el famoso Café de la Paix como punto de reunión de la tropa antes de llevar a cabo la acción. Skorzeny decidió dar rienda suelta a estos bulos para crear más confusión entre el enemigo, y esto sería en lo único que tendría éxito la Operación Greif.

El 16 de diciembre de 1944 comenzó por fin la ofensiva de las Ardenas, que pilló completamente desprevenidos a los Aliados, lo que explica el éxito inicial alemán. La manida Operación Greif se limitó finalmente al envío de nueve jeeps con cuatro hombres cada uno (jeep-teams), pertenecientes a la compañía de comandos. Todos menos uno o dos alcanzaron la retaguardia adversaria. No alcanzaron el objetivo principal de la operación, esto es, tomar los puentes sobre el Mosa, pero sí lograron algunos éxitos menores: cortaron líneas telefónicas, destruyeron o cambiaron postes indicadores de las carreteras, consiguieron extraviar a un regimiento enemigo y cosas así. Pero su mayor triunfo, como ya he dicho, fue el de divulgar información falsa entre el enemigo, lo que unido a la imaginación hollywoodense de los yanquis, provocó en ellos una psicosis de espionaje, un temor a estar rodeados de agentes alemanes rayano en la paranoia.

El 17 de diciembre los estadounidenses capturaron un jeep a bordo del cual iban alemanes. En el interrogatorio los germanos confirmaron que estaba en marcha una Eisenhower Aktion, que iba a ser llevada a cabo por un grupo especial de ochenta personas, las cuales se iban a reunir en el Café de Paix de París antes de secuestrar al general. Parece ser que la historia de los planes de secuestrar o asesinar al general Eisenhower fue repetida por algún otro grupo capturado de alemanes disfrazados, lo que confirmó los peores temores del Cuerpo de Contraespionaje estadounidense. Pese a lo absurdo que resultaba la imagen de ochenta soldados alemanes reuniéndose en un café de París, las medidas de seguridad en torno a Eisenhower se incrementaron hasta el punto de que el general, como reconoce en sus memorias, llegó a sentirse como un prisionero. La idea de que había unos comandos alemanes merodeando por su retaguardia convirtió a los yanquis en víctimas de sus propias pesadillas y fantasías. Se colocaron controles en todas las carreteras, lo que entorpecía el tráfico debido a que los policías militares debían interrogar a los ocupantes de los vehículos para comprobar que no fueran alemanes. Las cuestiones que hacían eran de lo más pintorescas: iban sobre béisbol, o sobre la geografía estadounidense, o preguntaban cuál era el nombre del último marido de Betty Grable, el de pila de Sinatra, o el del perro del presidente Roosevelt. Esto creaba malentendidos porque lógicamente había estadounidenses auténticos que no conocían todas las respuestas y también policías militares que se confundían y no aceptaban la solución verdadera. Así, hubo incluso altos mandos aliados que pasaron un mal rato cuando fueron temporalmente tomados por alemanes disfrazados al toparse con algún control cuyos integrantes mostraron demasiado celo en su labor policial. Le pasó por ejemplo al general Bruce C. Clarke, al general británico Allan Adair, al general Omar Bradley e incluso al mariscal Montgomery. Y también al actor David Niven, por entonces oficial de un regimiento de reconocimiento especial del Ejército británico. Cuando un centinela yanqui le preguntó que quién ganó la Serie Mundial en 1943, Niven respondió tranquilamente: "No tengo ni la menor idea, pero sí sé que hice una película con Ginger Rogers en 1939".




No todo fue siempre tan divertido. En alguna ocasión los estadounidenses se pusieron nerviosos tratando de identificar a sospechosos y abrieron fuego, llegando a matar a algunos de sus compatriotas.

En total se enviaron 44 hombres de Skorzeny tras las líneas enemigas. El primer día regresaron todos menos ocho, pero en los días sucesivos sufrirían más bajas. Los tripulantes de un jeep murieron en acción, pero otros 16 fueron capturados y ejecutados acusados de espionaje. Después del 19 de diciembre se consideró que se había perdido el elemento sorpresa y no se enviaron más hombres disfrazados a territorio enemigo.



Fusilamiento de Manfred Pernass, Günther Billing y Wilhelm Schmidt, tres hombres de Skorzeny, el 23 de diciembre de 1944. Habían sido capturados seis días antes al no saber dar una contraseña. Fueron ellos quienes empezaron a propalar la falsa información de la operación contra Eisenhower.


Uno de los posibles motivos por los que varios hombres de la Einheit Stielau terminaron por ser descubiertos fue la forma en que se distribuyeron en los jeeps: en cada vehículo iban cuatro soldados, lo que ya de por sí los convertía en sospechosos puesto que en el Ejército estadounidense los jeeps solían ir ocupados por dos hombres, tres a lo sumo.

Salvo por su éxito en propagar embustes (aunque de eso los alemanes no se enterarían hasta después de la guerra), la 150ª Brigada Panzer resultó muy decepcionante. El 21 de diciembre atacó Malmedy, pero la artillería estadounidense la machacó. Tuvo cientos de muertos y heridos, entre ellos el propio Skorzeny, que estuvo a punto de perder un ojo. Los alemanes no pudieron tomar la ciudad y la 150ª Brigada Panzer fue retirada del frente el 28 de diciembre.

Los hombres de Skorzeny no fueron los únicos comandos alemanes enviados tras las líneas enemigas durante la ofensiva de las Ardenas. El Oberstleutnant (teniente coronel) August Freiherr von der Heydte era un oficial de paracaidistas que llevaba combatiendo toda la guerra. Católico y de ideas profundamente conservadoras, Von der Heydte odiaba a los nazis y además era primo de Claus von Stauffenberg, autor del fallido atentado contra Hitler en julio de aquel año. Esto le colocaba en el punto de mira de la Gestapo, pero de momento se había librado de la detención por ser veterano de unas cuantas batallas y un militar de enorme prestigio. A Heydte le encargaron lanzarse en paracaídas tras las líneas enemigas, entre Eupen y Malmedy (la ciudad que no lograría tomar Skorzeny), con una fuerza de unos 1.200 hombres, y apoderarse de algunos importantes cruces de carretera para allanar el camino a las fuerzas de tierra alemanas hasta Amberes, objetivo final de la ofensiva de las Ardenas. El problema fue que a Heydte le encargaron la misión (Operación Stösser -gavilán-) con solo ocho días de antelación, es decir, sin darle mucho tiempo para prepararla. Además, en diciembre de 1944 el cuerpo de paracaidistas alemán no era ni la sombra de lo que había sido en los primeros años de la guerra: la negativa de Hitler a organizar grandes operaciones aerotransportadas tras las graves pérdidas sufridas durante la campaña de Creta, en 1941, hizo que la mayoría de los paracaidistas y pilotos asignados a esta misión no estuvieran en absoluto preparados para realizarla. Muchos no habían recibido un adiestramiento adecuado, había veteranos que no habían vuelto a subir a un avión desde la invasión de Creta, y la mitad de los pilotos no habían participado nunca en un lanzamiento de paracaidistas, ni habían volado sobre territorio enemigo y ni siquiera sabían volar en formación. El panorama era tan poco halagüeño que Heydte se dio cuenta muy pronto de que la operación iba a fracasar. Como efectivamente ocurrió.

Stösser se planificó para la madrugada del 16 de diciembre, pero tuvo que retrasarse un día por problemas logísticos. Finalmente 112 vetustos aviones de transporte Junkers Ju 52 despegaron poco antes de la medianoche del 17 de diciembre, con una velocidad del viento mucho más alta de lo permisible para una lanzamiento nocturno. Dada la escasa experiencia de los pilotos, unos doscientos hombres fueron lanzados cerca de Bonn, a 80 kilómetros al este del objetivo. En realidad solo diez aviones fueron capaces de lanzar a los paracaidistas sobre la zona prevista. El viento era tan fuerte que algunos hombres fueron arrojados contra las hélices del avión que llevaban detrás. A lo largo del día Heydte solo pudo reunir a trescientos de sus hombres y unos pocos contenedores de armas. También se habían perdido las radios, de manera que los paracaidistas no podían transmitir la información que fueron acumulando después de capturar a unos cuantos prisioneros estadounidenses. Heydte había pedido al SS-Oberstgruppenführer (equivalente a capitán general de las SS) "Sepp" Dietrich, comandante del 6º Ejército Panzer, que le proporcionara palomas mensajeras, pero este se había reído de él. Después de un par de escaramuzas con el enemigo y de esperar en vano la llegada de refuerzos, el 20 de diciembre Heydte ordenó a los hombres que le quedaban que trataran de llegar a las líneas alemanas después de liberar a los prisioneros. La mayoría lo consiguió. Él, que estaba enfermo, se entregó a los yanquis en Monschau.

Heydte permaneció preso hasta 1947. Tras su liberación llegó a general de brigada en la reserva de la Bundeswehr. Siguió una carrera académica y política a la vez, dando clase en la universidad y uniéndose a la Unión Social Cristiana (CSU). Se vio envuelto en algún que otro escándalo político y murió en 1994.



Como ocurrió con los hombres de Skorzeny (de quien, por cierto, Heydte opinaba que tenía "la típica apariencia del nazi malvado"), el único logro de los paracaidistas germanos fue alimentar las paranoias de los estadounidenses, que llegaron a pensar que tenían la retaguardia plagada de nazis arrojados desde el aire.



A partir de este momento los estadounidenses le colocaron a Skorzeny el apodo de el hombre más peligroso de Europa. Y bueno, ya estamos viendo que no era para tanto.

Otro asunto en el que estuvo metido Skorzeny en 1944 fue el de las bombas volantes V-1 tripuladas, que debían arrojarse en plan kamikaze contra objetivos enemigos. Como ya lo relaté aquí solo diré que afortunadamente el proyecto no llegó a ponerse en práctica.



En mayo de 1945 Skorzeny se entregó a los estadounidenses en el famoso reducto alpino, que no fue más que un mito. En 1947 fue procesado en los Juicios de Dachau. Se trató de involucrarlo en la tristemente célebre masacre de Malmedy, cuando hombres de las Waffen-SS habían asesinado a más de ochenta prisioneros yanquis durante la batalla de las Ardenas (a la vez que se juzgaba este crimen se ocultaba otro similar: el de la masacre de Chenogne, ocurrida dos semanas después de la de Malmedy, en la que los estadounidenses habían asesinado a sesenta prisioneros germanos en represalia por la anterior). Pero Skorzeny no había tenido nada que ver. También se le acusó burdamente de tratar de matar al general Eisenhower, aunque ya hemos visto que esto no tenía mucho sentido. Finalmente fue juzgado, junto a nueve antiguos miembros de la 150ª Brigada Panzer, por haber contravenido supuestamente las leyes y los usos de la guerra al utilizar uniformes estadounidenses durante la ofensiva de las Ardenas para matar a soldados yanquis. También les acusaron de haber robado los uniformes a prisioneros de guerra y de haberles arrebatado además paquetes de la Cruz Roja que contenían ropa y comida. Pero entonces la defensa llamó a declarar a Forest Yeo-Thomas, un agente secreto británico, miembro del SOE, conocido como "Conejo Blanco" y que serviría de inspiración a Ian Fleming para crear el personaje de James Bond. El caso es que Yeo-Thomas había cumplido misiones clandestinas en la Francia ocupada a resultas de las cuales había sido capturado y torturado por los nazis, y tenía un montón de condecoraciones. Yeo-Thomas relató acciones que había llevado a cabo con sus hombres disfrazados de alemanes, y cuando el abogado le preguntó que cuáles eran sus instrucciones en caso de correr el peligro de ser descubiertos vestidos de esa guisa, el agente británico respondió sin vacilar: "Matar al enemigo".

Skorzeny y sus hombres fueron absueltos.


Yeo-Thomas.


DESDE ESPAÑA CON AMOR


Nuestro hombre fue internado después en el campo de desnazificación de Darmstadt, del que escapó en 1948 probablemente con la aquiescencia de los propios estadounidenses (en sus memorias escribe que no tuvo "necesidad de alicates, ni de escaleras de cuerdas, ni de sobornos"). Como muchos otros nazis decidió venirse a España donde se le recibió con los brazos abiertos. Por supuesto siguió en contacto con otros antiguos camaradas, como Reinhard Gehlen, que trabajó para la CIA y llegaría a ser presidente del BND, el servicio de inteligencia de la República Federal Alemana. Bajo la tapadera de un negocio de exportación e importación relacionado con la ingeniería -cuya oficina estuvo primero en el número 14 de la Gran Vía, entonces Avenida de José Antonio, y después en el 25 de la calle de la Montera de Madrid, cuando Montera no era todavía la calle de munición y canallesca en la que se convertiría a partir de los años setenta, en palabras del escritor Blanco Corredoira-, parece ser que Skorzeny formó parte de la organización neonazi ODESSA, dedicada a ayudar a los hitlerianos a escapar a Hispanoamérica. De hecho, existen informes estadounidenses que relacionan a Skorzeny con ODESSA desde 1947: atención a la fecha, porque entonces aún permanecía encarcelado. Aparte de España, también estuvo un tiempo en Egipto y en Argentina donde fue asesor de Nasser y Perón, respectivamente, y de los ejércitos de ambos países. En una entrevista incluso aseguró haber mantenido una relación íntima con Evita. Cuando Perón se exilió en Madrid, en 1960, continuó en contacto con Skorzeny. En Egipto el austriaco entrenó a refugiados palestinos, uno de los cuales era un tal Yasir Arafat. El panarabismo se mostró dispuesto a acoger a antiguos nazis como consejeros militares. Les unía su credo nacionalista y su oposición a Israel. Por si todo esto fuera poco, a inicios de los años cincuenta Skorzeny ideó un plan para crear un ejército alemán en España el cual podría llevar a cabo una contraofensiva contra los soviéticos en caso de que estos invadieran Europa Occidental, algo que en aquella época se veía bastante probable. Dicha unidad militar se llamaría Legión Carlos V y estaría integrada básicamente por veteranos germanos de la Segunda Guerra Mundial exiliados en la España franquista. Para Skorzeny nuestro país era la última frontera de la civilización europea, el último bastión contra el comunismo. Por lo visto los agregados militares de la embajada estadounidense en Madrid estuvieron al tanto del proyecto, e incluso Francoel canciller Adenauer y el Vaticano, pero ninguno de ellos se lo tomó muy en serio. Eso sí, todo indica que ese plan estuvo relacionado con las actividades de Skorzeny en ODESSA y que fue el antecedente directo de la famosa Operación Gladio.


Rolf Steinbauer, la identidad falsa que utilizó Skorzeny para entrar en España. El visado está firmado por Jorge Spottorno, cónsul español en Fráncfort. En nuestro país Skorzeny emplearía su verdadero nombre sin problema.



Carta de Skorzeny a Adenauer fechada el 12 de julio de 1951.




Skorzeny y Perón.




Skorzeny y su amigo el nazi belga Léon Degrelle, en España. Degrelle fue condenado a muerte in absentia en su país, que reclamó durante años su extradición en vano, ya que Franco lo mantuvo protegido en España. En los años sesenta participó en la creación de la organización neonazi CEDADE, con la que parece ser que también colaboró Skorzeny. El último líder de CEDADE fue Pedro Varela, propietario de la polémica Librería Europa de Barcelona.


Mientras llevaba a cabo tanta actividad, Skorzeny era un tipo respetado en España y hasta se permitía dar conferencias y todo.



En 1952 concedió una entrevista al Daily Express y dijo lo siguiente:

Aquí en España por fin me siento libre, puedo quitarme la máscara. Ya no tengo motivos para vivir en secreto. La mayor parte de la hostilidad de la guerra ha desaparecido. Trabajo quince horas al día para mantener varias empresas de ingeniería. También preparo el futuro pero todavía no quiero hablar de eso. En cuanto al pasado, la historia nunca vuelve atrás. Yo tampoco lo deseo.

En 1960 Adolf Eichmann fue secuestrado por el Mosad en Argentina y trasladado a Israel. Allí fue juzgado y ahorcado en 1962. Obviamente estos hechos tuvieron que causar gran impacto en Skorzeny, quien parece ser que por aquellas fechas recibió la visita de unos agentes israelíes que le conminaron a colaborar con ellos. De hecho uno de los agentes habría sido Rafi Eitan, participante en el secuestro de Eichamnn. Su mujer, Ilse, relató que incluso el mismísimo cazador de nazis Simon Wiesenthal fue a ver a Skorzeny a su casa de El Viso, en Madrid, para presionarlo en el mismo sentido que los agentes del Mosad, dado que suponía que el austriaco estaba en contacto con muchos criminales nazis huidos. Skorzeny, seguramente por miedo a correr una suerte similar a Eichmann, accedió. Por entonces Nasser, a quien Skorzeny conocía personalmente, estaba empeñado en convertir a Egipto (por entonces llamado República Árabe Unida) en la potencia militar más poderosa de Oriente Próximo, y para eso contaba con la ayuda de técnicos alemanes integrados en su programa de misiles balísticos. Muchos de aquellos hombres habían estado involucrados en el desarrollo del cohete V-2, en Peenemünde. La Operación Damocles, puesta en marcha por Israel, tenía como objetivo lograr que los germanos abandonaran Egipto a base de atentados y amenazas, y ahí entró en acción Skorzeny, quien por lo visto llegó a asesinar a uno de ellos: Heinz Krug. Dichas acciones terroristas surtieron efecto: los alemanes abandonaron Egipto, los proyectos militares de Nasser fracasaron e Israel ganó la Guerra de los Seis Días, en 1967, que fue cuando Skorzeny dejó de colaborar con el Mosad.



Económicamente a Skorzeny no le fue mal en España, y de hecho se hizo multimillonario. Vivió rodeado de lujo, yates y mansiones. Como buen germano, se compró una gran casa en Alcudia, Mallorca, donde veraneó durante sus últimos años de vida. Fumador incorregible, murió de cáncer de pulmón el 7 de julio de 1975, a los 67 años de edad. En su honor se celebró en Madrid un funeral nazi en toda regla. Sus cenizas se llevaron a Viena.



GOLDFINGER


Su viuda, Ilse Lüthje, era sobrina de Hjalmar Schacht, que había sido presidente del Reichsbank y ministro de Economía en la Alemania nazi, aunque acabó la guerra encerrado en el campo de concentración de Dachau por oponerse a Hitler. Skorzeny dejó a Ilse un patrimonio de, al menos, mil millones de pesetas de la época. Para hacernos una idea, el de la duquesa de Alba se estimaba entonces en mil ochocientos millones. Solo en dinero en efectivo Ilse tenía ciento ochenta millones. Pero de forma sorprendente ella lo dilapidó todo.



Ilse murió en 2002, arruinada, en una residencia geriátrica de Tres Cantos. Había sobrevivido hasta entonces gracias a una pensión que cobraba de la sociedad suiza Panix Finanz AG -que terminó formando parte de la empresa de medicina natural y homeopatía Klosterfrau Zürich AG- y a la ayuda de un amigo íntimo español, el padre de Luis María Pardo. Este hombre recibió en herencia de Ilse un baúl lleno de documentos y objetos personales de Skorzeny y durante años no supo qué hacer con él. En 2010 se lo donó a su hijo Luis, el cual ordenó y clasificó meticulosamente todo su contenido y lo puso a la venta en diciembre de 2011 a través de la casa de subastas estadounidense Alexander Autographs Inc. El baúl contenía más de 3.000 documentos, objetos personales -como el reloj de pulsera que le regaló Mussolini a Skorzeny-, películas en Super-8, etc. Los documentos incluían cartas, manuscritos, agendas, pasaportes -muchos de ellos falsos-, cartillas bancarias, fotografías inéditas...

Todo ello se subastó entre 2011 y 2012.



En aquel archivo estaba la explicación de cómo Skorzeny logró su enorme fortuna. Tenía una importante red de contactos que incluía a personajes de alto nivel españoles y extranjeros, como Antonio Garrigues Walker, Juan Vigón, Ramón Serrano Suñer, Víctor de la Serna, Luis Carrero BlancoManuel Fraga Iribarne, el dictador paraguayo Alfredo Stroessner (uno de los autócratas más sanguinarios de Hispanoamérica) y Otto Wolff von Amerongen, cofundador del Grupo Bilderberg, quien al parecer pudo enriquecerse con el oro robado a los judíos por los nazis y que a su vez mantenía lazos con Europa del Este. Skorzeny fue representante en España de grandes empresas alemanas como Krupp, Thyssen AG y Merex AG, esta última dedicada al tráfico de armas y fundada por él mismo junto a Gerhard Mertins, un ex paracaidista germano que había participado con él en el rescate de Mussolini. A través de Skorzeny, esas empresas obtuvieron sustanciosos contratos de la administración española. Así, parte de la construcción de las bases estadounidenses en nuestro país se adjudicó a dichas firmas, así como un importante contrato para la finalización de la red ferroviaria española, en parte destruida por la Guerra Civil. En estas actividades Skorzeny contó con el inestimable asesoramiento de su tío político, Hjalmar Schacht, a quien se consideraba el mago de las finanzas de Hitler. Skorzeny también fue vendedor de petróleo. Todo aquel entramado de personajes, poderosas empresas, valiosos contratos, tráfico de armas y diversas actividades clandestinas le habrían proporcionado a Skorzeny un exilio dorado en Madrid.


En su despacho de la calle de la Montera, en Madrid.



Una cartita de Fraga, por entonces ministro de Información y Turismo, a su amiguete Skorzeny, 1964.


CONCLUSIONES: ¿LA BANALIDAD DEL MAL?


Lo primero que me llama la atención es que el archivo de Skorzeny haya terminado subastado en Estados Unidos y en manos privadas, cuando podría haberse hecho cargo de él alguna institución pública española.

Lo siguiente, y quizá tenga que ver con lo anterior, es que en realidad el archivo de Skorzeny nos descubre muy poco que no supiéramos o sospecháramos antes de que saliera a la luz. Es decir, ya se sabe desde hace bastante tiempo que muchos nazis cumplieron importantes papeles en la Guerra Fría, y en ambos bandos, además. Ya se sabía que Skorzeny vivió en España durante un cuarto de siglo protegido por las autoridades, como muchos otros nazis. El contenido del baúl sin embargo no aclara si Skorzeny trabajó o no para el Mosad. El contenido del baúl tampoco confirma ni desmiente si Skorzeny formó parte de una organización llamada ODESSA o de alguna otra similar. Finalmente, el contenido del baúl más bien abre muchos interrogantes sobre los detalles de las relaciones que mantuvo Skorzeny con esa colección de personajes de alto nivel con los que intercambió correspondencia. Es evidente que un tipo que conoció o guardó relación con Hitler, Mussolini, Franco, Perón, Nasser, Stroessner y el Mosad, entre otros, no iba a dejar constancia de todos los aspectos de dichos vínculos para no perjudicarse a sí mismo, ni a las personas de su entorno, ni a sus contactos. El propósito que tuvo al dejar ese archivo a su mujer fue en realidad que ella lo empleara para preservar su legado, es decir, para enaltecer su memoria. Hay que tener en cuenta que Skorzeny era ante todo un tipo muy pagado de sí mismo, un fanfarrón tan fascinado con su propia leyenda que seguramente se terminaba creyendo las exageraciones y falsedades que contaba acerca de sus "hazañas". Repasando su autobiografía resulta complicado distinguir la realidad de la invención, la leyenda de los hechos. Él era el libertador de Mussolini, el legendario jefe de comandos, el soldado que había salido airoso de los juicios de la posguerra y se había escapado de un campo de prisioneros como quien sale a dar una vuelta, el hombre que había sabido reinventarse y triunfar en el exilio, en una nueva vida. Un personaje de película pero real. De hecho, hasta ahora el contenido del famoso baúl de Skorzeny para lo más que ha servido ha sido para que se publique alguna que otra novela apologética del sujeto.

Skorzeny mintió por un lado y ocultó datos sobre su vida por otro. Las trolas y exageraciones que contó referentes al periodo que va hasta el final de la Segunda Guerra Mundial las podemos identificar y desmontar, más o menos, aunque para el gran público continúe siendo el tipo que rescató a Mussolini, sin más. Por otro lado, todas las operaciones en que participó durante el resto de la contienda fueron un fracaso, salvo la del rapto del hijo del almirante Horthy, que sirvió para prolongar el dominio nazi y el Holocausto en Hungría. Pero si alguien ha tenido la paciencia de leer este ladrillo hasta aquí, quizá haya comprobado que he escrito unas cuantas veces expresiones como "parece ser" o "por lo visto". Lo cierto es que, más de cuarenta años después de su muerte, seguimos sin conocer con detalle cómo fue la vida de Skorzeny tras la guerra, sobre todo en España. Quizá podríamos averiguar algo más si las autoridades españolas se dignaran algún día a desclasificar los documentos de la Guerra Civil y el franquismo, quién sabe. Lo que está claro es que el archivo de Skorzeny no ha llamado demasiado la atención de nadie en nuestro país, seguramente porque no ha resultado muy comprometedor.

¿Fue Otto Skorzeny simplemente un fantoche con don de gentes y buenos contactos, un bravucón, un vividor vendido al mejor postor, o fue algo más?



Más información:

-Beevor, Antony, "Ardenas 1944, la última apuesta de Hitler", Crítica, 2015.

-Bergström, Christer, "Ardenas, la batalla", Pasado y Presente, 2015.

-Blanco Correidoira, José María, "Objetivo Skorzeny", La Esfera de los Libros, 2017.

-Eisenhower, Dwight D., "Cruzada en Europa", Inédita, 2007.

-González López, Óscar, "¡Liberad a Mussolini! Desmontando el mito de Skorzeny en el Gran Sasso", Galland Books, 2015.

-Herubel, Michel, "La batalla de las Ardenas", Inédita, 2007.

-Juárez, Javier, "La guarida del lobo", Malabar, 2007.

-Mucha, Martín, "Skorzeny, el archivo secreto del nazi que liberó a Mussolini", en La Aventura de la Historia nº 165, julio de 2012.

-Pallud, Jean-Paul, "Fuerzas especiales alemanas de la batalla de las Ardenas", RBA, 2009.

-Peñas Artero, José Antonio, "Panzers: contra la marea", HRM, 2015.

-Skorzeny, Otto, "Vive peligrosamente", Acervo, 1979.

-Skorzeny, Otto, "Luchamos y perdimos", Acervo, 1979.

-Solar, David, "La caída de los dioses", La Esfera de los Libros, 2005.




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