Parece ser que en estos tiempos modernos e informatizados es habitual que la gente acuda a los hospitales pidiendo que se borren determinados episodios y datos de sus historiales clínicos, como si la vida fuera un vulgar buscador de internet. Vivimos en una época en que la información, por lo general, está más disponible que nunca, pareciera que al alcance de cualquiera, lo que creo que potencia ciertos comportamientos obsesivos la mar de interesantes. Están los que tratan de ocultarse desesperadamente, los celosos de su intimidad, los desconfiados, los paranoicos, los neuróticos. También están los cotillas, los morbosos, los que exploran sin descanso la vida de los demás, los que husmean incluso donde no deben. Y finalmente están los exhibicionistas sin complejos, los que no pueden dejar de contar cada cosa que hacen y enseñar cada lugar que visitan al instante. Yo, como en otros aspectos, siento que vivo desubicado, porque acostumbro a exponer mi vida impúdicamente ante todo el mundo y de mil formas distintas, pero en diferido. Hablo de mi pasado y lo destapo sin tapujos, el lejano y el reciente, mis pocas grandezas y mis muchas miserias. Quizá como catarsis, quizá como forma de superar los daños, quizá porque pienso que no tengo nada que esconder, quizá porque sea un completo sinvergüenza (y sin duda un egocéntrico), quizá por reírme de mí mismo, quizá porque no quiero arrepentirme de nada. No solo no borro mi historial, sino que lo cuento.
Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che Guevara, es como el Volkswagen Escarabajo: no pasa de moda. Sin embargo, imaginemos que hoy algún político celebrase los orígenes nazis de aquel simpático cochecito, en plan ¿qué pasa con las cosas buenas que hizo Hitler?
Quedaría bastante feo. Pues algo parecido ocurre cuando un político actual rinde homenaje a un tipejo como el Che. A ver si se me entiende: no estoy diciendo que el Che fuese como Hitler, que en el mundo del crimen también hay grados. Estoy diciendo que no está bien honrar a un criminal, aunque parezca romántico. Se me podría decir que claro, que hay que situarlo en su contexto. Por supuesto, como a todos los fanáticos del siglo XX.
Se ha cumplidoestos
días el 49º aniversario de la muerte del Che y, aunque no sea una fecha
redonda, se le ha recordado con profusión en los medios, para mi sorpresa incluso de forma apologética. El caso es que he
decidido evocar también un poco su lado antipático, que parece ser que sigue
siendo muy desconocido a pesar de la ingente cantidad de información que existe hoy disponible al respecto.
Para empezar, los
métodos del Che fueron un fracaso porque cuando trató de exportarlos fuera de Cuba la fastidió
una y otra vez hasta que lo cogieron en Bolivia precisamente por no lograr el
apoyo de aquellos a quienes decía defender. Y sus ideas también fueron un fracaso
porque tanto el régimen que él ayudó a instaurar en Cuba como otros similares no han
sido sino repugnantes dictaduras, la mayor parte de las cuales ya hace tiempo que
se han venido abajo, por fortuna.
El Che fue un idealista, pero también un gran admirador de Stalin (incluso
después de la desestalinización), un fanático, y el tipo que abrió en Cuba el
primer campo de concentración, en Guanacahabibes, en 1960. Sería el primero de una serie de campos en los que se encerraba a gente
que no había hecho nada: homosexuales, alcohólicos, etc. El Che también fue un carnicero: solo en 1959 ordenó fusilar a cientos de personas, cuando dirigía las ejecuciones en
La Cabaña.
De
todas formas, para averiguar cómo era el Che lo mejor es acudir a él mismo.
Sobre el campo de Guanacahabibes dijo:
(Nosotros)
solo mandamos a Guanahacabibes aquéllos casos dudosos de los que no estamos
seguros que sean gente que deba ir a la cárcel. Yo creo que la gente que
debería ir a la cárcel debería ir a la cárcel de todas maneras. Aunque, sean
militantes desde hace mucho tiempo o lo que sean, deberían ir a la cárcel.
Nosotros mandamos a Guanahacabibes a la gente que no debería ir a la cárcel,
gente que ha cometido crímenes contra la moral revolucionaria, en mayor o menor
grado, y reciben sanciones simultáneas, como ser privado de su correspondencia,
y en otros casos sólo se les reeduca a través del trabajo. Es un trabajo duro,
no un trabajo brutal, mas bien las condiciones de trabajo son severas pero no
brutales...
"Crímenes contra la moral revolucionaria". Pues eso. Pero sigamos leyéndole:
El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que
impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo
convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de
matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede
triunfar sobre un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a
sus lugares de diversión; hacerla total. Hay que impedirle tener un
minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de sus cuarteles, y
aún dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se encuentre;
hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite.
Estos párrafos pertenen a su Mensaje a la Tricontinental. Incidiendo en por qué fracasaron sus métodos, eso lo
escribió en 1967, estando ya en Bolivia. Y a esos métodos hoy se les llama terrorismo.
Acerca de los fusilamientos que llevó a cabo, he aquí una carta escrita por el Che a comienzos de 1959:
5 de Febrero de 1959
Luis Paredes López José María Paz, Pabellón N° 8, piso N° 9 Depto. 93, Villa Celina, Buenos Aires.
Estimado amigo:
Me alegra mucho recibir cartas de personas que se interesan por la actualidad americana.
De
toda su exposición le diré que capta mi atención especialmente el tema a
que usted se refiere sobre los fusilamientos. Creo que está en un error
completo. Los fusilamientos son, no tan sólo una necesidad del pueblo
de Cuba, sino también una imposición de este pueblo.
Quisiera
que usted se informara por prensa que no fuera tendenciosa para poder
apreciar en toda su magnitud el problema que entraña.
Reciba un afectuoso abrazo de su siempre amigo.
Dr. Ernesto (Che) Guevara, Cmdte. En Jefe Depto, Mtar. La Cabaña.
Claro, la responsabilidad de los fusilamientos no recaía en los verdugos, sino en el pueblo. Todo un clásico.
El Che no tuvo problemas en reconocer esos fusilamientos ante la ONU,
concretamente el 11 de diciembre de 1964. Cuando le preguntaron por ellos,
contestó lo siguiente:
El señor delegado de Venezuela también empleó un tono moderado,
aunque enfático. Manifestó que son infames las acusaciones de genocidio y
que realmente era increíble que el Gobierno cubano se ocupara de estas
cosas de Venezuela existiendo tal represión contra su pueblo. Nosotros
tenemos que decir aquí lo que es una verdad conocida, y la hemos
expresado siempre ante el mundo: fusilamientos, sí, hemos fusilado;
fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario. Nuestra lucha
es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cuál sería el resultado de una
batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cuál es el
resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.
No
dudo que seguramente
entre los fusilados habría feroces criminales, pero es que hablamos de
miles de
personas (según Hugh Thomas, hacia 1970 el número de fusilados por el
régimen castrista sería por lo menos de 5.000). ¿Todos esos miles
merecían realmente la
muerte?
Creo
que ha quedado sobradamente demostrado que el Che fue un fanático y un
carnicero. Un fanático y un carnicero en aquel contexto y en cualquier
otro. Cada cual es libre de admirar a quien quiera, claro, pero luego en España muchos se preguntan una y otra vez por qué a la izquierda le cuesta tanto ganar votos a pesar de la evidente corrupción de la derecha. Pues bueno, igual el truco está en dejar de ensalzar a tipos tan despreciables como el Che Guevara.