Todos nos creemos mejores que Hitler. Sin embargo, podemos parecernos al Führer más de lo pensamos cuando reunimos algunas de las siguientes características:
- La falta absoluta de humildad. A lo largo de su vida Hitler se equivocó en casi todo, pero jamás reconocía ningún error. La culpa siempre era ajena, por eso sus disparates los pagaban otros (en especial, los judíos), y muy caro además. Si habitualmente te cuesta reconocer que te has equivocado, y encima se lo haces pagar a otras personas, te pareces a Hitler.
- Si te crees no solo infalible, sino también imprescindible, te pareces a Hitler. Y si además eres carismático, te pareces más aún.
- Si eres una persona autoritaria e incluso piensas que estás por encima de las normas, de las leyes y del Estado. Es más, crees que las leyes tendrían que redactarse a tu antojo. Entonces te pareces a Hitler.
- Si piensas que la única auténtica ley es la ley de la selva, te pareces a Hitler.
- Si opinas que la especie humana se divide en razas, que no deben mezclarse y que hay unas más aceptables que otras. O sea, si eres racista, te pareces a Hitler.
- Si desprecias a grandes colectivos por su etnia, su naturaleza, sus ideas o sus creencias, te pareces a Hitler.
- Si crees en conspiraciones judías, te pareces a Hitler.
- Si perteneces a alguna organización de extrema derecha, te pareces a Hitler. Y si fuiste de izquierdas antes de pasarte a la extrema derecha, te pareces a Hitler más todavía.
- Si se te da bien aterrorizar a la gente, te pareces a Hitler.
- Si eres Vladimir Putin, te pareces a Hitler.
- Si necesitas mucho espacio vital, te pareces a Hitler.
- Si crees en la guerra y el exterminio como
solución final a los problemas de la humanidad, te pareces a Hitler.
- Si te gustan los nazis, te pareces a Hitler.
Si posees un par o más de estos rasgos, eres un poco Hitler. Y lo sabes.