Comienza un año
lleno de grandes aniversarios relacionados con nuestra historia reciente:
cincuenta años del accidente de Palomares, ochenta del estallido de la Guerra
Civil Española… Sin ir más lejos, mañana mismo se cumplen noventa años del
inicio del viaje del Plus Ultra, el
hidroavión que realizó el primer vuelo entre España y América. En este
articulillo vamos a hablar de aquella aventura y de sus protagonistas, pero
sobre todo de uno de ellos: Ramón Franco Bahamonde.
Durante la
Primera Guerra Mundial se produjeron enormes avances en aviación (ya se sabe
que nada como una gran guerra para que las ciencias avancen una barbaridad), de
tal forma que tras acabar la contienda distintos países se dispusieron a lanzar
raids para atravesar los océanos y
conseguir que las distancias a lo largo y ancho del planeta fuesen más
pequeñas. Así, en 1919 los yanquis y los británicos atravesaron el Atlántico,
en 1922 los portugueses llevaron a cabo la primera travesía aérea del Atlántico
sur, y en 1924 EEUU realizó la primera vuelta aérea al mundo.
El Gobierno de
Madrid, no queriendo ser menos, autorizó a partir de 1925 (después del éxito
militar en Alhucemas) tres vuelos de prestigio propuestos por aviadores
españoles: los que tenían como destino Buenos Aires, Filipinas y la Guinea
española.
Vamos a hablar,
pues, del primero.
El Plus Ultra en el Complejo Museográfico Provincial
“Enrique Udaondo” de Luján, Argentina
El hidroavión Plus Ultra, un Dornier Do J Wal
(“ballena”, en alemán), despegó del puerto de Palos de la Frontera (Huelva)
el 22 de enero de 1926. La primera etapa acabó en Las Palmas y duró ocho horas.
El 26 el aparato despegó rumbo a Cabo Verde, adonde llegó tras nueve horas y
cincuenta minutos.
El Plus Ultra en Palos de la Frontera
Comenzaba la
etapa más larga y peligrosa. El 31 el Plus
Ultra alcanzó Pernambuco, después de que la hélice posterior se rompiera y
la tripulación tuviera que arrojar toda la carga por la borda (víveres,
equipaje y botiquín). El 4 de febrero el hidro llegó a Río de Janeiro en doce
horas y quince minutos, e igual que había pasado en Las Palmas, la multitud
recibió y aclamó a la tripulación como héroes. El 9 el Plus Ultra estaba en Montevideo, y al día siguiente en Buenos
Aires. El recibimiento fue delirante, y el acontecimiento pervivió en la prensa
bonaerense durante mucho tiempo.
El vuelo resultó
ser un éxito absoluto. Gran parte del mérito fue del piloto, el comandante
Ramón Franco, un hombre valeroso que se crecía ante la adversidad y todas esas
cosas.
El Plus Ultra había recorrido 10.270 Km.
empleando 59 horas y 39 minutos. Hay que decir también que el vuelo del Plus Ultra fue el primer raid en que se utilizó el
radiogoniómetro, que permitió a la tripulación no desviarse de la ruta
correcta.
Los “héroes del Plus Ultra” fueron el comandante Ramón Franco (piloto), el capitán Julio Ruiz de Alda (observador) y el
mecánico Pablo Rada. El teniente de
navío Juan Manuel Durán acompañó a los aviadores en todas las etapas
excepto la de Cabo Verde a Fernando
Noronha (Brasil).
Ramón Franco Bahamonde
sigue siendo hoy un personaje bastante desconocido debido a que su figura
caería en el olvido durante la dictadura que instauraría su hermano años
después. Sin embargo su vida no carece de interés, muy al contrario: fue un
tipo sugestivo no solo por su personalidad, muy impulsiva y contradictoria,
sino también por la época y los acontecimientos que le tocaron vivir. Unos años
en los que, como veremos, España padecía ya una serie de problemas que
persisten hoy, prueba de que nuestro país continúa teniendo bastantes cuentas
pendientes con su historia cercana.
Ramón nació en
1896 en Ferrol. Siguió los pasos de su hermano Francisco e ingresó en 1911 en
la Academia de Infantería de Toledo. Tras graduarse con 18 años como segundo
teniente, prestó servicio en infantería en la Guerra del Rif. Allí le llamaban El Chacal, por su valentía y temeridad
(a pesar de lo cual nunca fue herido, al contrario que su hermano). Se gastaba
la paga en juergas y burdeles. Era provocador, rebelde y exhibicionista. Al
parecer, en cierta ocasión se le ocurrió subir desnudo al escenario de un
teatrillo callejero en Melilla y se puso a perseguir a una corista. Tenía un
permanente afán de llevar la contraria, de transgredir las normas y exhibirse,
lo que le dio fama de loco divertido y le hizo popular. No le importaba en
absoluto el riesgo con tal de no pasar desapercibido. Era bastante ególatra, en
fin.
Podríamos pensar
que cómo se le ocurrió seguir la carrera militar siendo un tipo contestatario e
indisciplinado. Sin embargo, si hacemos memoria comprobaremos que no son pocos
los militares con personalidad rebelde y espíritu libre que han alcanzado la
gloria y se han convertido en legendarios: Custer, Rommel, Patton… Quizá Ramón
aspiraba a ocupar un puesto así en la historia.
Atraído por los aeroplanos, se incorporó a la Aeronáutica Militar en 1920, en Getafe. En 1921 ya era piloto, y ese mismo año volvió a Marruecos. Allí realizó hasta 1922 más de 150 misiones aéreas de todo tipo (reconocimiento, cooperación, abastecimiento y bombardeo).
Atraído por los aeroplanos, se incorporó a la Aeronáutica Militar en 1920, en Getafe. En 1921 ya era piloto, y ese mismo año volvió a Marruecos. Allí realizó hasta 1922 más de 150 misiones aéreas de todo tipo (reconocimiento, cooperación, abastecimiento y bombardeo).
En 1922 Ramón
Franco descubrió los hidroaviones, y vio en ellos la conjunción perfecta entre
sus deseos de volar y las raíces marineras de su familia. En un mes estuvo
preparado para pilotarlos.
Realizó varias
misiones en hidros y tuvo que ser rescatado del mar en más de una ocasión. Él
alegaba fallos en el motor, pero es probable que llevase los aparatos que
pilotaba al límite.
Por su valor y
servicios prestados recibió en 1923 la Medalla Militar Individual.
Francisco y Ramón cuando este fue condecorado
En 1924, en
Madrid, conoció a Carmen Díaz (Carmenchu, como la llamaba él), de 18 años de
edad, y se enamoraron. Según escribiría Carmen, “me atraía su fuerza, su
personalidad y su locura. Porque estaba un poco loco, pero un loco divertido”.
Entonces era
obligatorio que los oficiales del Ejército solicitasen permiso al Rey para
casarse, pero como Ramón tenía tendencia a no seguir las normas que le parecían
estúpidas, la pareja esquivó el formulismo y decidió casarse en Francia. La
boda se celebró el 22 de julio de 1924 en Hendaya (el mismo lugar en el que, dieciséis años después, su hermano tendría una cita con Hitler).
No era alto, apenas un metro sesenta centímetros,
tenía algo de tripa, y su pelo rizo había comenzado a desaparecer, pero yo no
veía nada de eso. Sólo sus ojos. Ni siquiera su uniforme con las alas de
aviador y el pasador de la Medalla Militar
Nada más casarse
la pareja se fue a Melilla. Allí todos los compañeros de Ramón aplaudieron su
decisión de haberse saltado el permiso real a la torera. Bueno, todos excepto
su hermano Francisco, que lo consideró un ejemplo de irresponsabilidad e
indisciplina.
Al principio
Carmenchu estaba allí tan contenta, pero después comenzó a inquietarse por el
comportamiento de su marido: “Poco a poco parecía irse convirtiendo en un
auténtico africano, hasta el punto de que, incluso físicamente, parecía uno más
de sus habitantes: moreno, renegrido por el sol, hablaba árabe con ellos, vestía
chilaba y leía durante horas y horas el Corán. (…) Siempre estaba encerrado en
sí mismo pensando en sus problemas y haciendo cosas que a lo mejor parecían
raras pero a las que yo estaba ya acostumbrada, como andar continuamente
desnudo por la base, estar al sol lo más que podía, y raparse la cabeza como
los moros.”
“Sus problemas”
eran, por ejemplo, la obsesión por atravesar el Atlántico volando, una obsesión
que se materializó en 1925, cuando llegó a manos del general Primo de Rivera
(dictador español por entonces) un proyecto de raid a la Argentina elaborado por Ramón y el capitán de Ingenieros
Mariano Barberán. El general dio el visto bueno, pues era ante todo un dictador
populista y el vuelo hasta América sería una buena ocasión para marcarse un
tanto y aglutinar al pueblo.
Se utilizaría un
Dornier Do J Wal, que ya había pilotado Ramón en el raid Melilla – Santa Cruz de Tenerife, en enero de 1924, siendo esa
la primera vez que se llegaba al archipiélago canario por la ruta aérea.
Por un problema
con otro piloto, Barberán abandonó el proyecto (moriría en 1933, en la última
etapa del raid España - México).
Ramón le sustituyó por Julio Ruiz de Alda, un amigo de África. Como mecánico
escogió a otro amigo, Pablo Rada, valeroso, radical y un tanto impetuoso, como
él.
Los días previos
a la partida los aviadores soportaron todo tipo de agasajos, celebraciones y
despedidas. El vuelo del Plus Ultra
era todo un acontecimiento. Se dispuso que el hidro despegara del puerto de
Palos, emulando a Colón. Allí se trasladaron casi todos los habitantes de
Huelva el 21 de enero de 1926 para desear suerte a los héroes cuya odisea
comenzaba al día siguiente. La multitud se pasó toda la noche haciendo resonar
guitarras y cantos a los pies del palacio del marqués de Valdealta, donde
trataban de dormir Ramón y sus compañeros (sin conseguirlo, claro). Despegaron
sin haber pegado ojo. Y sin desayunar, pues la pegajosa y enardecida
muchedumbre acompañó andando a los tripulantes desde el palacio hasta el Plus Ultra achuchándolos sin parar.
Alrededor del hidroavión había un centenar de embarcaciones atronando con sus
sirenas, y una veintena de aviones lo despidieron desde el cielo.
En cada etapa
había más agasajos y fiestas, pero en Buenos Aires el recibimiento fue
absolutamente entusiasta, apoteósico. El periódico La Nación titulaba al día siguiente: “Sería ciertamente imposible
imaginar un espectáculo más grandioso de multitud humana.”
Los héroes
fueron conducidos hasta la Casa Rosada, sede del Gobierno. Durante el trayecto,
la policía se las vio negras para impedir que la gente volcara los automóviles
en los que iban los aviadores. Estos finalmente fueron recibidos por el
presidente argentino, Marcelo de Alvear, rodeado de ministros y autoridades,
quien los abrazó y los sacó inmediatamente al balcón para recibir con ellos los
aplausos y escuchar los himnos nacionales. Mientras, en Madrid y Barcelona se
organizaban manifestaciones y celebraciones varias.
Primo de Rivera
(cuya relación con Ramón no era nada buena) felicitó a los héroes por
telegrama, y el rey Alfonso XIII por teléfono.
Un diario de la
colonia italiana en Buenos Aires recordó que el Plus Ultra, aunque era de patente alemana, había sido construido en
Pisa (debido a las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles).
Haciendo referencia a ese detalle, y al hecho de que los dos motores del hidro
fueran británicos (Napier Lion), otro periódico bonaerense publicó al día
siguiente una caricatura de un cocinero con una sartén y una tortilla cuyo
“racial” subtítulo decía: “La sartén es inglesa y el aceite italiano, pero los
huevos son españoles.”
Ramón en Buenos Aires
Ramón Franco se
había convertido en el español más famoso de su época, eclipsando a su hermano
Francisco que por entonces había llegado a ser “el general más joven de
Europa”, según un mito que ha perdurado hasta nuestros días.
En Ferrol se
descubrió una placa en la pared de la casa donde nacieron ambos que decía: “En
esta casa nacieron los hermanos Don Francisco y Don Ramón Franco Bahamonde,
valientes militares que al frente del tercio de África y cruzando el Atlántico
con el hidroavión Plus Ultra
realizaron heroicas hazañas que constituyeron gloriosas páginas de la historia
nacional. El pueblo de Ferrol hónrase con tan esclarecidos hijos, a los que
dedica este homenaje de dedicación y cariño.”
Como ya hemos
comentado, las relaciones entre Ramón y el dictador Primo de Rivera no eran las
mejores del mundo. Si el segundo vivía para las normas, el primero no las
toleraba.
A Ramón Franco
le gustaba burlarse de las ordenanzas. Parece ser que en cierta ocasión,
durante una inspección, se presentó con el correaje y la pistola como única
vestimenta. Alegó que la orden del día rezaba, literalmente: “Uniformidad:
correaje y pistola”, y Ramón la tomó al pie de la letra tratando de demostrar
el absurdo que rodeaba a Primo de Rivera. Tras el vuelo del Plus Ultra las cosas entre ambos
empeoraron. En contra de los deseos de Ramón, el dictador regaló el hidroavión
a la República Argentina.
Cuando los
tripulantes regresaron al puerto de Palos a bordo del crucero argentino Buenos Aires, fueron recibidos por el
Rey y el Gobierno en pleno, excepto Primo de Rivera. Aun así, el dictador quiso
marcarse un tanto entre sus paisanos de Jerez y dio instrucciones para que los
cuatro navegantes se trasladasen allí y así ofrecerles un homenaje. Ramón,
queriendo ofenderle, decidió marcharse a Madrid mientras el general le esperaba
en Jerez. El duque de Tetuán, ministro de la Guerra, ordenó a Ramón que fuese a
Jerez en nombre de Primo de Rivera, pero el comandante le contestó: “No tengo
nada que hacer en Jerez y, por tanto, no voy.” Parece que el ministro le
contestó: “Pues entonces váyase usted al cuerno.”
Primo de Rivera
se quedó en Jerez cabreado mientras Ramón estaba en un balcón del Ritz
recibiendo aplausos. Días después, la Gran Peña, una sociedad muy apreciada por
el dictador, anunció la entrega a Ramón Franco de su medalla de oro. El
encargado de hacerlo sería el propio Primo de Rivera. Se decidió una fecha, se
engalanaron las salas, se llenaron estas de gente, pero pasaron las horas y
Ramón no apareció. Después diría que se le había olvidado.
Se decidió
imponer la Medalla Plus Ultra (recientemente creada) al comandante Franco y la
Medalla del Mérito Aéreo a Ruiz de Alda y Durán. A Primo de Rivera se le había
otorgado la Laureada de San Fernando (máxima condecoración militar española)
por el éxito del desembarco en Alhucemas, y quiso aprovechar el mismo acto para
que el Rey se la impusiera oficialmente junto a los tripulantes del Plus Ultra. Sin embargo los
protagonistas de la jornada fueron los aviadores y no el general, cuya Laureada
casi no se mencionó en la prensa en favor de los méritos de los navegantes. Don
Miguel rabió de nuevo hasta el punto de poner una multa de 25.000 pesetas (un
verdadero dineral por entonces) al periódico La Época, que no le había ni siquiera citado en su editorial.
Además, remitió a todos los periódicos un artículo escrito por él, de obligada
inserción, en el que mostraba su inmenso enfado.
Como otras
sanciones impuestas durante aquella dictadura, la multa a La Época nunca se pagó.
El mismo año del
vuelo del Plus Ultra, el Gobierno
argentino concedió el monopolio postal aéreo a una compañía francesa. Entonces
Ramón llamó “incompetente” al embajador español en Buenos Aires. Este,
ofendido, pidió que a Primo de Rivera que aplicara un correctivo al aviador, y
el dictador, encantado de hacerlo, envió a Ramón arrestado al castillo de
Badajoz. El general ordenó que se censurara todo lo referente a dicho arresto
para que se mantuviera en secreto, pero el escándalo saltó a la prensa
internacional y el Rey comenzó a recibir telegramas y manifestaciones de apoyo
a Ramón. Alfonso XIII se vio obligado a intervenir y el ministro de la Guerra
levantó el arresto.
Tras el éxito de
su histórico vuelo, Ramón Franco comenzó a llevar una vida de homenajes,
recepciones y popularidad que le encantaba. Al contrario que a su mujer.
El 31 de julio
de 1928 Ramón Franco despegó de la bahía de Cádiz pilotando un Dornier
Super-Wal, de cuatro motores y fabricado en Alemania, bautizado Numancia en homenaje al barco español
que dio la primera vuelta al mundo. El objetivo pues era ese mismo, dar la
vuelta al mundo. Pero a la media hora tuvo que amerizar con dos motores parados
porque se había estropeado un regulador del paso de la gasolina. Y ya no
despegó.
El 21 de julio
de 1929 Ramón Franco, Ruiz de Alda y Eduardo González Gallarza (protagonista de
un famoso y espectacular raid a
Manila en 1926) despegaron de Cádiz. Durán había muerto en un accidente aéreo y
Rada padecía reumatismo crónico desde el amerizaje del año anterior. El
objetivo ahora era más modesto: Nueva York. Por entonces, Construcciones
Aeronáuticas S.A. (CASA) había montado un hidroavión Dornier Do 16 y el gerente de la empresa
había instado al Gobierno para que obligara a los aviadores a ir en él. Sin
embargo Ramón prefería utilizar un Dornier Do 15 (versión mejorada del Wal), y
en él despegaron cambiándole la matrícula para que pareciese el otro. Los navegantes
llevaban cava para brindar a los pies de la Estatua de la Libertad y
contravenir así la Ley Seca imperante entonces en los EEUU. Sin embargo se
perdieron, se quedaron sin combustible y tuvieron que amerizar en mitad del
océano. Era el 22 de julio. Durante varios días los tripulantes tuvieron que
sobrevivir racionando el agua y la comida, aguantaron un temporal, y en las
primeras horas del 29 de julio fueron encontrados por el portaaviones británico
HMS Eagle. Primo de Rivera les había
dado por muertos horas antes.
Cuando volvieron
a España, Ramón y sus compañeros fueron agasajados como si hubieran triunfado,
incluso se les recibió en el Palacio Real. Ramón aprovecho entonces para pedir
a Primo de Rivera permiso para reanudar el proyecto pero este, además de negárselo,
le echó una fuerte reprimenda por el cambiazo de los hidroaviones.
A pesar de ser
homenajeado en todo el país, Ramón Franco fue expulsado de la Aeronáutica. En
solidaridad con su amigo, Ruiz de Alda pidió la baja en el Ejército. Para
colmo, ese verano Ramón se enteró de una información calumniosa según la cual,
él habría recibido un soborno para efectuar el cambio de hidros. Y averiguó que
dicha información procedía de las más altas instancias, es decir, de Alfonso
XIII y Primo de Rivera. Entonces se puso a escribir un libro, Águilas y garras, en el que arremetía
contra ambos y contra el general Alfredo Kindelán, jefe de la Aeronáutica. El
libro fue secuestrado en la imprenta por la policía.
El héroe se
había transformado en rebelde.
Ramón ingresó en
la Asociación Militar Revolucionaria (AMR), una organización secreta
republicana. También se hizo masón y comenzó a mostrar un anticlericalismo
radical. Fue detenido en una redada, y aprovechando que gracias al vuelo del Plus Ultra el Parlamento uruguayo le
había concedido la ciudadanía de aquel país, anunció que renunciaba a la
nacionalidad española, provocando un escándalo internacional.
A finales de
1929 la dictadura de Primo de Rivera tenía las horas contadas. Don Miguel había
conseguido poner en su contra a los estudiantes, la aristocracia, la banca,
parte del Ejército e incluso la Iglesia. En esas circunstancias el Rey decidió
obligarle a dimitir, cosa que hizo el 30 de enero de 1930 (oficialmente el
general renunciaba “por motivos de salud”). De todas formas por entonces se
estaba preparando un golpe militar destinado a derribar al dictador, con
conocimiento de Alfonso XIII y en el que estaba implicado Ramón Franco. La
renuncia del general paralizó el golpe.
El 16 de marzo
de 1930 Miguel Primo de Rivera fallecía en el hotel de París en que se había
instalado.
El Rey encargó
al general Dámaso Berenguer que formase Gobierno. Este, preguntado por un
periodista si tenía una idea precisa acerca de lo que iba a hacer como
gobernante, contestó con una ingenuidad alarmante: “Nada. No tengo ninguna. Lo
único que puedo decirles es que cumpliré con mi deber. Vengo como soldado, pero
quiero actuar como ciudadano.”
Con el nuevo
Gobierno, al principio, se resolvieron conflictos en las universidades, se
decretó una amnistía, se anunciaron elecciones, etc., pero la monarquía había
quedado muy desprestigiada a causa de la dictadura. En mayo de 1930 hubo
refriegas entre estudiantes (apoyados por Miguel de Unamuno, que había
regresado del exilio) y la policía, y al Gobierno no se le ocurrió mejor
solución que cerrar las universidades de Madrid, Valencia, Granada, Zaragoza,
Valladolid y Salamanca. A todo ello se sumaron huelgas obreras por todo el
país, y para colmo la situación económica no era la mejor del mundo debido al
crac bursátil de Wall Street.
Ramón Franco se
siguió oponiendo a la monarquía y a la “dictablanda” de Berenguer como lo había
hecho a Primo de Rivera, pero el Gobierno le propuso ser agregado aéreo en
Washington (en realidad se trataba de alejarle para que no incordiase). Ramón
no aceptó.
Francisco
Franco, que había sido nombrado director de la Academia Militar de Zaragoza,
escribió una carta a su hermano muy preocupado por frenarle “en el camino (…)
que sin que lo notes te arrastra a un desastre.” Según Francisco, el prestigio
de su hermano Ramón estaba siendo utilizado por unos “ambiciosos y revoltosos”
para elevarse y adquirir nombre a su costa, y quería advertirle de ello a la
vez que apelaba a su condición de patriota y militar. Ramón le contestó con
otra misiva que no era sino un auténtico manifiesto republicano en el que
arremetía contra la monarquía, la nobleza, el alto clero y los generales. Finalizaba así:
De cuanto dices no tomo nada, dejo el resto y termino diciéndote
que hago y seguiré haciendo lo que quiera, que siempre es lo que dicte mi
conciencia, menos aristócrata y más ciudadana que la vuestra. Si para ello me
estorba la carrera, no vacilaré en colgarla y ganarme la vida como ciudadano,
consagrándome al servicio de la República, que es en definitiva el servicio de
la Nación.
Te abraza tu hermano
Ramón.
Ramón tuvo el
feo detalle con su hermano de hacer públicas las dos cartas.
El 11 de octubre
de 1930 el por entonces director general de Seguridad, Emilio Mola, ordenó
detener a Ramón y a su amigo Pablo Rada. Según Pilar Franco, la hermana, la
detención fue pedida por Francisco que, asustado, rogó a Mola que encerrara a
su hermano antes de que cometiera algún atentado.
Además de Ramón
y Pablo Rada fueron detenidos varios republicanos catalanes, como Lluís
Companys.
Francisco visitó
a su hermano en la cárcel y le contó los cargos. La policía sabía, por ejemplo,
que cuando los monárquicos habían convocado un mitin en la plaza de toros
(situada donde hoy está el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid),
Ramón había propuesto que se les bombardeara.
El 25 de
noviembre Ramón se fugó.
Dejó en la celda
una carta dirigida al presidente del Gobierno en la que decía, entre otras
cosas, que se iba al extranjero. Pero era mentira, en realidad se quedó en
Madrid, cambiando con frecuencia de domicilio y utilizando a su mujer para
trasladar armas desde la frontera con Francia. Según decía Carmenchu, “las
aventuras que estoy viviendo me llenan de entusiasmo, ya que me permiten
colaborar con mi marido y, además, él asegura que lo hago muy bien. Como nunca
me alaba nada, esto me llena de felicidad.”
El 12 de
diciembre hubo una sublevación militar republicana en Jaca, y tres días después
otra en la base de Cuatro Vientos. Ambas fracasaron. Ramón Franco, junto al
comandante Hidalgo de Cisneros y el general Queipo de Llano, participó en la
segunda. Imprimieron unas octavillas para ser lanzadas sobre Madrid que decían:
¡Españoles!
Se ha proclamado la República. Hemos padecido muchos
años de tiranía y hoy ha sonado la hora de la libertad.
Los defensores del Régimen caduco, que salgan a la
calle, que en ella los bombardearemos.
¡Viva la República española!
Viendo que el
pronunciamiento no despertaba demasiado entusiasmo, Ramón decidió llevar a cabo
una acción espectacular: bombardear el Palacio Real. Subió a un Breguet 19 con
Pablo Rada y fue hasta el palacio en vuelo rasante. Según dijo después, decidió
no arrojar las bombas porque vio a unos niños jugando en los jardines junto al
palacio.
Debido a las
sublevaciones fueron detenidos varios oficiales y fusilados dos de ellos.
También fueron arrestados Miguel Maura, Alcalá Zamora, Ángel Galarza, Largo
Caballero, Fernando de los Ríos, José Giral y Casares Quiroga, entre otros.
Ramón, Rada, Queipo de Llano e Hidalgo de Cisneros huyeron a Portugal. A
comienzos de 1931 estaban en París. Allí, Ramón era entrevistado todos los días
para periódicos, revistas y documentales cinematográficos. Por otra parte
comenzó a enemistarse con Indalecio Prieto, a quien Ramón consideraba “poco
revolucionario”.
En enero Ramón recibió una carta de su hermano Paco, en la que este recordaba a su “querido y desgraciado hermano (…) la posibilidad de que termines tu vida fusilado y abandonado por todos, ante la indiferencia cuando no entre el aplauso del pueblo, que un día te aclamó como aviador y que te repudia como revolucionario.” Con la carta iba un cheque de dos mil pesetas. Ramón contestó a Paco que no le asustaba el fusilamiento.
El
aviador tenía ciertos problemas económicos así que decidió escribir sus memorias,
pero como era “incapaz de escribir algo que no fueran violentos manifiestos
llamando a la lucha” (según su mujer), encargó el trabajo a Julián Gorkin. El
libro se tituló Madrid bajo las bombas, a pesar de que todavía ninguna bomba
había caído sobre la capital.
En París, Ramón
se introdujo en una logia de habla española llamada casualmente Plus Ultra.
Pablo Rada no pudo hacer lo mismo, pues la víspera del solemne acto fue
sorprendido practicando otro acto (el de la cópula) con la mujer del Gran
Oriente.
Ramón también
contactó con Durruti y los hermanos Ascaso, que fueron detenidos cuando
preparaban un plan para asesinar al Rey a su paso por París.
El 10 de febrero
de 1931 se publicó un manifiesto de intelectuales encabezado por José Ortega y
Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala con el que se creaba la
Agrupación al Servicio de la República. Tal y como iban las cosas, Alfonso XIII
indujo a Berenguer a dimitir, a quien sustituyó Romanones. Se convocaron
elecciones para el 12 de abril, pero no legislativas, sino municipales, que
Romanones consideraba menos peligrosas. Los republicanos ganaron en la mayoría
de las capitales de provincia y el día 13 el Rey leyó su renuncia al trono
(“las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el
amor de mi pueblo”).
El 14 de abril
se proclamó la Segunda República española.
Ramón regresó a
Madrid desde el exilio el 15 de abril, donde tuvo su tercer recibimiento
triunfal (la multitud destrozó su taxi). Fue nombrado Jefe Superior de la
Aeronáutica Militar, sustituyendo al monárquico Kindelán, su enemigo. Aun así,
criticó a Miguel Maura por haber dejado salir de España al Rey y no haber
reprimido a los “elementos reaccionarios.”
Ramón se
consideraba a sí mismo un revolucionario, pero sus ideas eran un tanto
imprecisas. Él no quería una revolución soviética (“el comunismo hay que
rechazarlo porque es una dictadura”, había escrito), y tampoco la del PSOE,
demasiado lenta para él. Su revolución basculaba entre la libertaria y la de
los radicales socialistas; era una revolución tan idealista como confusa. Para
hacerla realidad, decidió presentarse a las elecciones convocadas para el 28 de
junio de 1931, las primeras de la República.
Su matrimonio se
venía abajo. Cierto día, Carmenchu, que estaba muy deprimida, se fue a oír una
misa. Cuando salió de la iglesia vio sorprendida que su marido la estaba
esperando. Muy contenta se acercó a él, y este le soltó una bofetada en toda la
cara y en plena calle. Ramón estaba empeñado en que su mujer abandonara toda
práctica religiosa. “Yo quería morirme de vergüenza: nadie me había pegado
nunca y nunca le supuse capaz de hacerlo; jamás creí que me haría pasar tal
vergüenza y tal deshonra en público”, escribiría ella.
Ramón tenía una
amante desde hacía años, Engracia Moreno, con quien tuvo una hija, Ángeles.
Carmen le pidió
el divorcio.
En mayo de 1931
comenzaron a arder iglesias y conventos en Madrid. El Gobierno, con el voto en
contra de Maura y la abstención de tres ministros socialistas, decidió no
enfrentar a las fuerzas del orden con los incendiarios, pero por la noche las
tropas ocupaban la ciudad. Al parecer se vio a Pablo Rada con una camioneta de
la Aviación Militar distribuyendo bidones de gasolina a los incendiarios. Ramón
escribiría más tarde en su libro Decíamos
ayer: “Contemplé con alegría aquellas luminarias, expresión de un pueblo
que quería liberarse del oscurantismo clerical y de la roña religiosa.”
Ramón fue
candidato a diputado por Barcelona y Sevilla. En Barcelona iba en las listas de
Esquerra Republicana de Catalunya por petición de Francesc Macià. En Sevilla se
presentó por el Partido Republicano Revolucionario. Hizo su campaña electoral
en avión, acompañado por Pablo Rada y haciendo alarde de una demagogia extrema.
En un mitin en Barcelona aseguró a los “hermanos catalanes” que “la República
andaluza estará siempre al lado de la República catalana”, y abogó por una
Federación de repúblicas ibéricas. En Andalucía prometió a los campesinos el
reparto de tierras y la república federal, además de la recuperación de la
civilización árabe para que la región volviera a gozar del esplendor que tuvo
durante el Califato de Córdoba.
Miguel Maura
consiguió que el Consejo de Ministros autorizara la detención de lo que él llamaba
“movimiento sedicioso” conducido por Ramón Franco, a quien consideraba
dispuesto a tomar Sevilla con campesinos armados, asaltar bancos e iglesias, y
ordenar a la aviación bombardear lo que se le antojase. Varios militares
colaboradores de Ramón fueron detenidos, la prensa republicana arremetió contra
él y la libertaria le defendió.
En las
elecciones Ramón salió elegido diputado por Sevilla y también por Barcelona. A
la hora de escoger circunscripción, renunció al acta de Sevilla.
Ramón Franco ya
estaba en las Cortes, formando parte de un grupo conocido como los jabalíes,
que se caracterizaba básicamente por su demagogia. Y en la sesión del 20 de
julio se puso de manifiesto el tremendo error que había cometido dedicándose a
la política. Aquel día sufrió un verdadero vapuleo dialéctico sobre todo a
manos de Miguel Maura, pero también por parte del diputado socialista Eladio
Fernández Egocheaga. No supo reaccionar y quedó literalmente liquidado
políticamente. Los diputados y periodistas llegaron a la misma conclusión:
Ramón Franco era audaz, pero le faltaba prudencia; era valiente, pero carecía
de astucia; era hablador, pero no tenía dotes oratorias; era ingenioso, pero
inculto; podría tener buena fe, pero no coherencia.
En el mes de
julio de 1931 se sucedieron los incidentes en Andalucía entre los anarquistas y
las fuerzas del orden, unos incidentes en los que estas se extralimitaron
sobradamente (como cuando se disparó con un cañón contra un edificio en el que
se reunían notables anarquistas, transformándolo en un solar). Pero Ramón salió
perjudicado de estos hechos, pues se le culpaba de haber radicalizado a los
campesinos andaluces. Se le trató de sacar de las Cortes, pero el suplicatorio
no salió adelante porque muchos diputados eran masones, como él.
En 1932, con
Azaña de presidente del Gobierno y habiendo sustituido Casares Quiroga a
Maura, hubo más revueltas anarquistas
por las que se decidió la deportación a África de Durruti y los hermanos
Ascaso, entre otros anarquistas. Ramón defendió a los deportados y más tarde
fue a visitarlos a Villa Cisneros (Sahara Occidental).
Después de “la
Sanjurjada”, en agosto de 1932, Ramón Franco se fue apartando poco a poco de la
política. Se divorció de Carmen y se casó con Engracia. En 1934 simpatizaba con
Lerroux, por entonces presidente del Gobierno.
Había cambiado.
Fue nombrado
agregado aéreo de la embajada en Washington.
El 28 de febrero
de 1934 murió la madre de los Franco, Pilar. Este hecho reinició el contacto
entre Paco y Ramón, un contacto que ya no se rompió hasta la muerte del
segundo.
En Washington
Ramón fue muy considerado como militar y piloto. La prensa yanqui le daba le
daba más importancia incluso que al embajador. Cierto día se entrevistó con el
general MacArthur, por entonces jefe del Estado Mayor del Ejército; dicha
entrevista fue recogida por el New York Times.
Tras la
revolución de octubre de 1934 Ramón se refirió a la misma desde Washington como
“el error asturiano”, y no dijo nada acerca de la represión que la siguió.
Cuando estalló
la Guerra Civil Española, Ramón se pronunció contra una posible restauración
monárquica, pero evitó comentar nada más. El 13 de agosto de 1936 fue cesado de
su cargo en Washington: el Gobierno republicano desconfiaba de él.
Entre los días
22 y 23 de agosto, por causas no aclaradas, cerca de 30 presos derechistas
fueron ejecutados en la cárcel Modelo de Madrid por los milicianos. Uno de los
muertos era Julio Ruiz de Alda.
Ruiz de Alda
había sido uno de los fundadores de Falange Española en 1933 y fue detenido en
marzo de 1936 tras la ilegalización del partido. Aunque habían seguido
trayectorias políticas muy diferentes, Ramón y Julio, dos de los héroes del
Plus Ultra, nunca habían dejado de ser amigos. Seguramente la noticia del
asesinato de su compañero afectó muy especialmente a Ramón. El 15 de septiembre
de 1936 anunció en el Washington Star que estaba preparado para unirse a su hermano.
El 1 de octubre
Francisco Franco fue nombrado jefe del Estado por los demás generales
sublevados, e inmediatamente Ramón, su mujer y su hija, se embarcaron en Nueva
York rumbo a Lisboa. De Portugal pasaron a España. Por haber sido masón se
instruyó a Ramón un expediente de depuración del que salió exonerado (tampoco
era el primer caso así: Queipo era masón). El 23 de noviembre Ramón Franco fue
nombrado teniente coronel por orden de su hermano y se le confió el mando de la
aviación sublevada en Baleares, mando que compartía con un oficial italiano y
otro alemán, que dirigían las unidades aéreas de sus respectivas
nacionalidades. En la práctica Ramón fue responsable solo de la Base de
Hidroaviones de Pollensa.
La llegada de
Ramón gustó a pocos en el bando franquista, pero todo el mundo calló, excepto
el general Alfredo Kindelán (jefe de la Aviación Nacional), su viejo rival, que
escribió una carta de protesta al Generalísimo. Una carta a la que el
Generalísimo no hizo el menor caso.
Desde Mallorca,
adonde Ramón se trasladó de inmediato, se realizaron durante la guerra los
sangrientos bombardeos del litoral mediterráneo español. Los republicanos le
acusaron de ser responsable de los ataques a Barcelona que entre el 16 y el 18
de marzo de 1938 produjeron cerca de 1.000 muertos y más de 1.500 heridos. Sin
embargo dicha responsabilidad hay que achacársela a los italianos de la
Aviación Legionaria. Como ya hemos dicho, Ramón dirigió la Base de Hidroaviones
de Pollensa (con mucho éxito, por cierto), los cuales se dedicaron a apresar o
hundir barcos, así como a misiones de reconocimiento marítimo y rescate. Los
hidros de Pollensa nunca bombardearon objetivos civiles, y sólo en octubre de
1938, cuando murió Ramón, comenzaron a bombardear el puerto de Valencia.
Durante la
guerra Ramón fue popular entre sus subordinados a quienes trataba con afecto.
Pero se había vuelto serio, callado, taciturno. Quizá estuviese en un estado
depresivo por una vida llena de contradicciones.
El 28 de octubre
de 1938, antes del alba, el cielo estaba cubierto por negros nubarrones y arreciaba
un viento fuerte y racheado que desaconsejaba cualquier misión aérea, pero
Ramón había decidido bombardear el puerto de Valencia con dos hidroaviones CANT
Z.506 (de fabricación italiana) y, según decía, “en tiempo de guerra no hay
tiempo malo.”
CANT Z.506
Airone (Garza, en italiano) en la base de Pollensa durante la guerra
Subió a su aparato,
el 73-1, junto a los otros cuatro tripulantes y despegó. Una vez en el aire y
al poco rato, el piloto del otro CANT, el capitán Rodolfo Bay, observó que el
hidro de Ramón perdía altura, picaba y se perdía entre las nubes bajas.
Nunca regresó.
Ese mismo día se
encontraron los restos del hidro con los cadáveres de Ramón y tres hombres más.
Ramón Franco fue
enterrado con todos los honores y en presencia de autoridades españolas,
alemanas e italianas el 31 de octubre en Palma de Mallorca. Se le recompensó
póstumamente con el ascenso a coronel y la concesión de una segunda Medalla
Militar.
Francisco Franco
no acudió al entierro, envió un telegrama de despedida.
Hubo quienes
atribuyeron la causa de su muerte a sabotaje, envenenamiento e incluso suicidio.
Ninguna de las opciones parece válida. Su hermana Pilar comentó que el origen
del accidente fue el reventón de una rueda, cosa sin mucho sentido, pues los
hidroaviones no llevan ruedas, como es obvio. Al ir cargado de bombas, el hidro
era muy sensible a las ráfagas de viento, así que lo más probable es que una
turbulencia lo volviese ingobernable y cayese al mar.
Una de las
barbaridades jurídicas del franquismo (además de acusar de “rebelión militar” a
quienes había permanecido leales a la legalidad republicana) fue derogar, con
carácter retroactivo, la Ley de Divorcio republicana. Así, se recompusieron
matrimonios separados hacía tiempo y se dejó a los cónyuges e hijos de segundas
nupcias en condiciones de concubinato e ilegitimidad. De ese modo, Engracia
Moreno y su hija Ángeles perdieron legalmente el apellido Franco.
Ángeles Franco
murió de cáncer en Barcelona en 1976, con 48 años. A Engracia se le perdió la
pista.
Nunca entraron
en El Pardo.
Ángeles Franco
Carmen Díaz se
volvió a casar después de divorciarse de Ramón.
En 1969 Pablo Rada
vivía exiliado en Caracas. Estaba enfermo de cáncer y solicitó autorización
para regresar y morir en España. Franco se lo concedió (“no hay que olvidar que
fue uno de los héroes del Plus Ultra,
que tanto prestigio dio a nuestra Patria y a la aviación española”, dijo), y al
poco de volver, murió. De los cuatro del Plus
Ultra, Rada, el que más había jugado con fuego, fue el único en morir en la
cama.
Años después de
la guerra se erigió un monumento al Plus
Ultra en La Rábida, Huelva, subvencionado por Argentina. Esa hazaña y su
actuación en la Guerra Civil fue lo único que quedó de Ramón Franco durante el
régimen de su hermano. El resto de su vida fue silenciada.
En la biografía
que escribieron del aviador, Joaquín Leguina y Asunción Núñez dicen de él que
fue “un rebelde visceral que jamás se hubiese adaptado a vivir bajo el gris
régimen franquista.”
Más información:
-AAVV, “Grandes
vuelos de la Aviación Española”, Espasa Calpe, 1983.
-AAVV,
“Enciclopedia de la Aviación Militar Española”, Vol. VI, Quirón, 2000.
-Díaz, Carmen, y
Silva, José Antonio, “Mi vida con Ramón Franco”, Planeta, 1981.
-Herrera Alonso,
Emilio, “Cien aviadores de España”, Ministerio de Defensa, 2001.
-Leguina,
Joaquín, y Núñez, Asunción, “Ramón Franco. El hermano olvidado del dictador”,
Temas de Hoy, 2002.
La llegada del Plus Ultra y la visita del Principe Humberto de Saboya,fueron los hechos mas multitudinarios de la decada del 20,en Buenos Aires.Un tio de mi madre,ya viejo contaba que la cosa mas maravillosa que le habia pasado en la vida,habia sido formar en la guardia de honor que recibio al Plus Ultra.Podria ahondar en descripciones,pero Ud lo ha dicho mejor y breve:fue una Apoteosis.
ResponderEliminarLa llegada del Plus Ultra y la visita del Principe Humberto de Saboya,fueron los hechos mas multitudinarios de la decada del 20,en Buenos Aires.Un tio de mi madre,ya viejo contaba que la cosa mas maravillosa que le habia pasado en la vida,habia sido formar en la guardia de honor que recibio al Plus Ultra.Podria ahondar en descripciones,pero Ud lo ha dicho mejor y breve:fue una Apoteosis.
ResponderEliminarEse de volver a Califato fue una falacia de la prensa monárquica. Andalucía libre representa otra posición en la España federal que ya entonces se reclamaba
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