El olvido, ese viejo remedio de la miseria humana
Alfred de Musset
-Buenos días. ¿Es el Banco de los Recuerdos?
-Sí, dígame.
-Llamaba porque quiero deshacerme de mis malos recuerdos, que me están volviendo loco. No sé, venderlos como si fueran acciones o algo así. Estoy harto de que me atormenten cada poco tiempo.
-Me temo que eso no es posible, caballero. Para lo que usted pretende tendría que cancelar su Cuenta Memoria, y esto podría tener consecuencias trágicas.
-¿Qué consecuencias?
-Bueno, perdería toda su memoria. Tendría una demencia, vaya, y seguramente acabaría usted vegetando en una residencia hasta su muerte.
-¿Y no hay otra forma de borrar tantos recuerdos desagradables que me vienen a la cabeza cada dos por tres? Es que son insoportables.
-No. Verá, si usted quiere tener un hogar tiene que pagar una hipoteca. Del mismo modo, si quiere tener memoria tiene que soportar malos recuerdos. Así es el sistema. Y que conste que no le cobramos comisiones ni nada.
-Así es el sistema que tienen montado ustedes, querrá decir. Que los bancos son lo peor. Tendrían que nacionalizarlos todos.
-Nuestro banco ya ha sufrido intentos de nacionalización en unas cuantas ocasiones. En las dictaduras, concretamente. No querrá usted que el Gobierno controle su mente, ¿verdad? Tendría que estarnos muy agradecido por guardar tan celosamente sus recuerdos. Por otro lado, el Banco de los Recuerdos es una entidad milenaria que siempre ha cumplido su labor sin tacha alguna. Al ocuparnos asimismo de la memoria colectiva de los pueblos, realizamos una importante obra social, que es algo que está muy de moda entre los bancos en los últimos tiempos. Hemos llegado a acuerdos con distintos gobiernos en asuntos referidos a la memoria histórica, contribuyendo a que se haga justicia con el pasado y a que este no se repita. Así que fíjese. Fíjese, sea positivo y aprenda de la experiencia.
-Estoy perdido, ¿verdad?
-Así es.
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