Estoy realizando una investigación súper secreta y soy todo un experto en ello. Averiguo cosas sobre personas que no saben que existo, y también sobre otras que me conocen pero que ni se imaginan lo que hago. Paso desapercibido, disimulo, me hago pasar por quien no soy, me invento nuevas personalidades. Actúo solo, como Marlowe. Soy el perfecto agente secreto, James Bond sería un ridículo aprendiz a mi lado, y si la CIA me descubriera me contrataría sin duda. Aunque si efectivamente me descubriese significaría que no soy tan bueno, de modo que me alegro de que no lo haga.
El caso es que cuanto más destapo, menos me gusta. Pero así podré dejar a esas personas en evidencia, me digo. En evidencia frente a quién. Frente a la justicia. Pero si ellas mismas son sus propios jueces y ya hace tiempo que se absolvieron.
El caso es que cuanto más destapo, menos me gusta. Pero así podré dejar a esas personas en evidencia, me digo. En evidencia frente a quién. Frente a la justicia. Pero si ellas mismas son sus propios jueces y ya hace tiempo que se absolvieron.
Como en una nueva versión de Serpico, investigo y sigo investigando, y percibo que este mundo en el que me muevo es cada vez peor. Y que no va a cambiar. Pero yo continúo investigando entre sudores fríos y fango, en el que me voy hundiendo lenta pero inexorablemente.
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