Cada 3 de octubre se celebra el Día de la Unidad Alemana, es decir, la
fiesta nacional de Alemania, que conmemora la reunificación del país en 1990.
Hasta entonces hubo dos repúblicas alemanas, separadas no sólo por una frontera
sino también por el mismísimo Telón de Acero. Y además por una forma muy
diferente de entender la historia reciente, de suerte que la memoria del
nazismo que pervivía en una Alemania no tenía nada que ver con la que existía
en la otra.
Como todos sabemos,
tras la Segunda Guerra Mundial Alemania quedó dividida en cuatro zonas ocupadas
por cada país vencedor. En 1949, las zonas ocupadas por Estados Unidos, el
Reino Unido y Francia se transformaron en la República Federal de Alemania (RFA) o Alemania Occidental. La zona
soviética pasó, en respuesta, a ser la República Democrática de Alemania (RDA) o Alemania Oriental.
Ambas Alemanias eran
sucesoras de la Alemania nazi, pero sólo una lo asumió.
Si la RFA admitió el
pasado nazi como propio, la RDA se identificó exclusivamente con la resistencia
frente a Hitler, de modo que no aceptó prácticamente ninguna culpa ni
responsabilidad al respecto. No obstante, ambos estados pagaron compensaciones
a otros países por los crímenes nazis (Wiedergutmachung),
si bien las compensaciones de la RDA fueron básicamente dirigidas a Polonia y
la Unión Soviética. El país más beneficiado por las compensaciones pagadas por
la RFA fue Israel. La RDA siempre se negó a pagar nada a Israel, por un lado
debido a que se consideraba heredera de la parte del pueblo alemán que luchó
contra Hitler, de la resistencia, de la Alemania buena, y por otro
debido a que nunca hubo relaciones diplomáticas entre ambos países.
La distinta actitud
frente al pasado de las dos Alemanias tuvo como consecuencia, entre otras
cosas, la aparición de dos visiones radicalmente diferentes sobre el periodo
nazi.
RDA
La República
Democrática Alemana empleó sus tribunales de justicia de una forma muy
particular para tratar el pasado nazi, y en muchos aspectos su forma de actuar
fue opuesta a la de Alemania Occidental. Los imputados solían ser precisamente
las personas que la justicia de la RFA había pasado por alto. Hubo grandes
purgas en la judicatura, la administración y la industria. Cerca de 200.000
personas (entre ellas, cuatro quintas partes de los jueces y fiscales de la
época nazi) se quedaron sin trabajo. También se celebraron juicios por crímenes
de guerra: hasta 1947, a cargo de los soviéticos, y desde entonces en los
tribunales germanos.
Los juicios fueron
rápidos porque los acusados no pudieron defenderse. En los famosos
procesos espectáculo de Waldheimer, en 1950, se hizo saber a los jueces y
fiscales elegidos que, puesto que la culpabilidad de los imputados era
evidente, no habría necesidad de testigos, abogados defensores ni pruebas
documentales. Evidentemente, los juicios supusieron una grave violación de los
derechos humanos.
De 3.442 acusados,
3.324 fueron condenados a largas penas de prisión y 33 a muerte. De los
últimos, dos murieron antes de cumplirse la sentencia y 24 fueron ejecutados.
La jueza, y
posteriormente ministra de Justicia de la RDA, Hilde Benjamin (en el centro), durante los procesos de Waldheimer.
Se le apodó "La Guillotina Roja" por su tendencia a dictar sentencias
de muerte
Aquel fue uno de los
últimos juicios contra nazis celebrados en la RDA.
En total, la RDA
ejecutó a 64 personas por crímenes nazis. En la RFA el número de imputados fue
mucho mayor que en su homóloga oriental (90.000 frente a unos 13.000), pero no
hubo ejecuciones porque la Constitución de 1949 había abolido la pena de
muerte.
La república popular
antifascista alemana fue más eficaz que la República Federal a la hora de
expurgar a los nazis de los altos cargos, pero a los de poca monta los dejó
tranquilos, siempre que fueran comunistas obedientes. Los métodos de Alemania
Oriental eran a la vez despiadados y expeditivos, pero fue la manera de
concluir que la RDA quedaba libre de toda culpa. Tal y como insistía la
propaganda oficial, todos los culpables estaban en el Oeste. Allí los fascistas
aún eran jueces y dirigían las industrias que produjeron el Wirtschaftswunder, el "milagro
económico". En 1960, poco después de que el primer ministro israelí Ben-Gurion anunciara el arresto de Adolf Eichmann, la prensa de Alemania
Oriental reveló que Hans Globke, Secretario de Estado del Gobierno de Adenauer, había sido coautor de las
leyes racistas de Núremberg de 1935. "Globke es el Eichmann de Bonn",
tituló Neues
Deutschland, el periódico oficial de la RDA.
Adenauer y Globke
En resumen, la RDA
juzgó a los nazis importantes y dejó a los menos significativos, concluyendo
después que no tenía relación alguna con el pasado hitleriano. La RFA asumió el
pasado y pretendió teóricamente juzgar a todos los nazis, pero hizo la vista
gorda con algunos de los importantes en aras de la lucha contra el comunismo,
como ya veremos.
Ese peculiar estado
de inocencia de la República Democrática causó algunos inconvenientes cuando el
Estado comunista dejó de existir. Por ejemplo, tenemos el caso de Gustav Just. Su carrera despegó en el
SPD después de la reunificación. En 1991, a los setenta años, se convirtió en
decano del Parlamento de Brandeburgo y Presidente de la Comisión Parlamentaria
Constitucional. Sin embargo, en 1992 un periódico reveló que Just había
asesinado a seis judíos ucranianos en 1941, tras alistarse voluntariamente en
la Wehrmacht. El alegó que sólo había cumplido órdenes, pero tuvo que dimitir.
Lo curioso es que ya
había sido juzgado en la RDA. En su día dirigió la Asociación de Escritores
Alemanes y perteneció al SED, el Partido Socialista Unificado de Alemania que
dirigía la RDA, hasta que fue procesado en 1957 y tuvo que pasar cuatro años en
la cárcel. Durante el juicio espectáculo, el juez mencionó el asesinato de los
judíos, pero a Just no se le juzgó ni condenó por eso, sino por editar un
semanario levemente crítico con el régimen comunista. Fue un juicio ejemplar
para que otros intelectuales no se apartaran de la línea oficial. Se le dijo
que si volvía a contrariar a las autoridades comunistas se le juzgaría por
crímenes de guerra, pero eso fue todo.
Gustav Just (segundo
por la izquierda), durante un encuentro de escritores y científicos alemanes y
soviéticos, en 1954
Tras la guerra, fue
despedido el noventa por ciento de los profesores de instituto de la zona
soviética de Alemania. Los que quedaron después de 1949 sólo podían ser
comunistas.
En las aulas de la
RDA no se mencionaba la masacre de Katyn y se daba una versión particular del
Pacto Ribbentrop-Molotov de agosto de 1939. En su libro "El precio de la
culpa", Ian Buruma transcribe lo que ponía al respecto en un viejo libro
de texto de la RDA: "Los planes para resolver las contradicciones
internas del sistema imperialista a expensas de la Unión Soviética habían
fracasado. La URSS frustró el propósito de constituir una poderosa coalición
antisoviética y frenó la agresión alemana en Europa oriental. El pacto
garantizó a la Unión Soviética dos años de paz, durante los cuales pudo
preparar sus defensas". La invasión soviética de Polonia no perseguía
robar territorio a otro país, sino "proteger la vida y la libertad de
los pueblos de Ucrania y Bielorrusia contra el fascismo".
El libro de texto
seguía: "Al ser una dictadura que integraba los elementos más
reaccionarios y agresivos de la alta burguesía, el régimen de Hitler entraba
objetivamente en contradicción con los intereses de la mayoría de las clases.
Así pues, la lucha contra la dictadura de Hitler debía tener por objetivo un
orden antifascista y democrático. Todas las fuerzas democráticas y amantes de
la paz estaban interesadas en ese objetivo, y el Partido Comunista de Alemania propuso el programa para esa amplia alianza". Y más adelante:
"Mientras los ejércitos de la coalición antihitleriana se acercaban por el
este y el oeste a las fronteras de Alemania, los comunistas en la
resistencia, en los campos de exterminio o en el exilio ya se estaban
preparando para construir una Alemania democrática y amante de la paz en cuanto
el régimen fascista fuera derribado".
Según esta visión de
las cosas, la RDA era una Alemania democrática y pacífica creada por el partido
comunista, el cual lideró durante la guerra la resistencia contra los nazis en
su país (esto último es una falsedad para cualquiera que esté mínimamente informado: la resistencia alemana contra Hitler estuvo conformada por grupos de diferentes ideologías, en muchos casos sin conexiones entre sí). No había lugar para la culpa. Los estudiantes de la RDA eran hijos de
la resistencia, la RDA era heredera directa de la resistencia alemana contra el
régimen de Hitler, un régimen que fue simplemente la última fase, y la más
violenta, del capitalismo burgués. La República Democrática Alemana no tenía
nada que ver con el Tercer Reich, era precisamente lo opuesto a él. Como señaló
un actor cómico de Berlín Oriental: el pasado es del Oeste y el futuro es
nuestro.
Para apoyar estas
tesis, los libros de texto de la RDA estaban ilustrados con retratos de héroes
de la resistencia alemana, como Erich Honecker, que gobernó aquel Estado durante casi dos décadas, o Heinz Kapelle, que gritó ¡Viva el
Partido Comunista! antes de su ejecución, en 1941. También había imágenes
de Hitler rodeado de magnates de la industria, para mostrar cuáles eran los
enemigos de la resistencia. Las fotos de la guerra propiamente dichas eran escasas,
salvo algunas fotografías de soldados soviéticos en combate. También había
fotos de los campos nazis, especialmente de Buchenwald, donde hubo muchos
comunistas prisioneros.
Las atrocidades y el
genocidio ocupaban un lugar poco destacado en los textos en comparación con el
heroísmo de los libertadores soviéticos y los rebeldes comunistas. A los
jóvenes de la RDA no se les pedía ninguna expiación, ni se les proponía que
reflexionaran sobre los crímenes cometidos por sus padres o sus abuelos.
Auschwitz no formaba parte de su identidad, no tenía nada que ver con ellos.
Tenían que identificarse con los héroes.
Por todo el mundo
comunista surgieron monumentos a la resistencia antifascista. El levantado en
Buchenwald, obra de Fritz Cremer, es
uno de los ejemplos más grandiosos: heroicas figuras de piedra rompiendo las
cadenas de la esclavitud fascista y avanzando hacia un futuro glorioso de paz y
solidaridad fraternal:
Aquel culto
obligatorio a los héroes formó parte de la propaganda totalitaria comunista y
supuso una grave distorsión de la historia. Cuando el comunismo se desmoronó,
muchos jóvenes del Este sustituyeron a esos héroes por los de la dictadura
anterior, o sea, la nazi. Desde entonces, los neonazis siempre han obtenido sus
mejores resultados electorales en los territorios de la antigua RDA.
Buchenwald fue el santuario más sagrado de Alemania Oriental. Allí estuvieron
encerrados en la época nazi muchos comunistas importantes, y allí fue asesinado
en 1944 Ernst Thälmann, líder del
KPD, el partido comunista alemán de la preguerra. Además, una supuesta
sublevación justo antes de la liberación del campo, en abril de 1945,
encabezada por los reclusos comunistas, había ingresado en el acervo de la RDA
como uno de los más grandes acontecimientos de la historia. Según el mito, la
resistencia organizada dentro del campo (que, de hecho, sí existió y logró
hacerse con algunas armas), dirigida por comunistas, lo había liberado justo
antes de la llegada de las tropas estadounidenses.
Después, los presos
supervivientes habían redactado el Juramento de Buchenwald, en el que se comprometían
a continuar la lucha hasta destruir el nazismo y a "construir un mundo
nuevo de paz y libertad":
El campo de
concentración de Buchenwald, en el que bajo
el dominio nazi murieron más de 56.000 personas (hombres, mujeres y niños),
fue demolido en 1950. Sólo se respetaron el crematorio (en honor a Thälmann),
la entrada y dos torres de vigilancia. Ocho años después se inauguró allí el Memorial Nacional de Buchewald (Nationale
Mahn- und Gedenkstätte Buchenwald).
Aquel día, en el
acto celebrado por la inauguración del museo, Otto Grotewohl, primer jefe del Gobierno de la RDA, se dirigió a
una multitud de 80.000 personas asegurando que el Juramento de Buchenwald se
había cumplido, instrumentalizando de esa forma toda la historia de la
liberación del campo.
Otto Grotewohl
Sello postal germano
oriental de 1988 conmemorando la inauguración del Memorial Nacional de
Buchenwald
A partir de
entonces, cientos de miles de escolares, miembros de las juventudes
socialistas, trabajadores, campesinos y camaradas llegados del extranjero
acudían todos los años a ese auténtico "santuario rojo" para
depositar ofrendas florales, escuchar discursos, desfilar en marchas con
antorchas y, en general, demostrar su determinación en seguir avanzando hacia
el paraíso comunista.
El museo en realidad
era un homenaje al realismo socialista y a la resistencia comunista frente al
fascismo. Un lugar de propaganda, vamos. No se hacía casi mención de los
distintos grupos que fueron perseguidos y encerrados allí por los nazis:
judíos, gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, presos políticos de
distintas ideologías (no sólo comunistas), prisioneros de guerra... En lo que
respecta a los judíos, sólo había una pequeña placa de piedra que recordaba a
los miles que fueron encerrados allí
tras ser detenidos durante la Noche de los Cristales Rotos, en 1938. No
hacía falta nada más. Según el dogma socialista, la Segunda Guerra Mundial fue
una manifestación de la lucha de clases, en la que los fascistas y los
plutócratas se enfrentaron al pueblo. Todas las víctimas del fascismo eran,
pues, iguales, y por tanto no había que distinguir a los diferentes grupos.
Todas eran "el pueblo". Como ponía en una guía del museo impresa en
1988: "La destrucción del marxismo, la venganza por la guerra perdida y el
terror brutal contra toda resistencia fueron los objetivos declarados del
fascismo alemán desde el comienzo. Lo que realmente estaba en juego eran los intereses
del capitalismo monopolista, que había promovido con generosidad el movimiento
nazi".
Eso sí, se podía
visitar la celda de Thälmann.
En 1983, unos
operarios encontraron un montón de huesos humanos en una fosa común situada en
el bosque de hayas situado cerca del campo (Buchenwald significa
"hayedo"). El Gobierno de
Alemania Oriental ordenó el cierre inmediato de la fosa y declaró zanjado el
asunto.
Sin embargo, años
después, mientras la RDA se derrumbaba, aparecieron más huesos, y lo que
durante cuarenta años ni siquiera había podido mencionarse pasó a ser de pronto
tema de debate público: Buchenwald, junto a otros campos de concentración
alemanes como el de Sachsenhausen, se habían mantenido plenamente operativos
hasta 1950. En cuanto el Ejército soviético llegó a Weimar, Buchenwald
volvió a entrar en servicio, esta vez para castigar a los antiguos nazis, pero
también a los enemigos de clase, a los contrarrevolucionarios (incluidos los
socialdemócratas que se opusieron a que los comunistas se hicieran con el
control de su partido), y a las víctimas de denuncias y arrestos arbitrarios.
En el Campo Especial Número 2 del NKVD (así se llamó el Buchenwald soviético,
uno de los diez Campos Especiales que la URSS tuvo en Alemania Oriental, y que
pasaron a formar parte del Gulag en 1948), hubo incluso prisioneros que ya
habían estado allí encerrados durante el periodo nazi.
Entre 1937 y 1945,
en el Buchenwald nazi murieron más de 56.000 personas, como ya dijimos. Entre 1945 y 1950, por el Campo Especial Nº
2 soviético pasaron casi 30.000, de las que murieron más de 7.000 (hombres,
mujeres y niños). Sus familias no recibieron noticias de las muertes.
En 1950, los
soviéticos cerraron sus Campos Especiales y los entregaron al Gobierno de la
RDA. Como ya hemos visto, Buchenwald fue demolido ese mismo año.
En 1990, se decidió
introducir algunos cambios en el Memorial Nacional de Buchenwald "para
subsanar cierta parcialidad en la presentación de los hechos", según
indicaba un folleto. En consecuencia, se le cambió el nombre por el de Gedenkstätte
Buchenwald (Memorial de Buchenwald) y hoy hay dos museos, uno dedicado al
campo nazi y otro al soviético:
Como escribió Jorge Semprún, en su día miembro de la
resistencia francesa y deportado a Buchenwald por los nazis:
Es por lo
tanto lógico, una vez consumada la reunificación democratica de Alemania, que
en el recinto dedicado a la memoria en que se ha convertido el antiguo campo de
Buchenwald se encuentren dos museos: el del campo nazi y el del campo
estalinista. También es lógico que una fundación, Stiftung Ettersberg, se
consagre allí al estudio comparativo de los dos totalitarismos que asolaron
Europa en el curso del siglo pasado.
(Jorge Semprún en "Gulag", de Tomasz Kizny)
Hoy Buchenwald ya no
es un lugar de propaganda, sino de memoria.
En 1978 se estrenó
la serie televisiva estadounidense "Holocausto",
de Marvin J. Chomsky, que dio a
conocer al público el genocidio perpetrado por los nazis como nunca nada lo
había hecho antes. En la República Federal de Alemania se emitió por primera
vez en enero de 1979, y supuso tal conmoción allí que desató un debate nacional
sobre el Tercer Reich.
"Holocausto"
jamás se emitió en la República Democrática, pero los habitantes de la zonas
fronterizas podían sintonizar los canales occidentales, y lo hacían, aunque
oficialmente estuviera prohibido. En su libro, Ian Buruma cuenta una anécdota
al respecto:
En 1992, pregunté
a una profesora del antiguo Berlín del Este si había visto la serie, y me dijo
que sí. ¿La habían comentado en la escuela? No, porque entonces tanto los
alumnos como los profesores habrían tenido que reconocer que habían quebrantado
la ley. ¿Entonces la gente fingía no haber visto Holocausto?
La profesora de historia respondió que sí y añadió: "En todo caso, el
problema judío no existía para nuestros niños. Ahora tenemos que enseñárselo,
pero no entienden muy bien qué tenían de particular los judíos, ni por qué
Hitler quería exterminarlos. Por aquí no estamos muy familiarizados con la
Biblia, ¿sabe?, ni con el Antiguo Testamento ni con el Nuevo".
Para el estalinismo,
la suerte de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial no fue algo lo
suficientemente importante o significativo como para ser contado, por eso era
un tema que se ignoraba (intencionadamente) en los países comunistas. Es más,
hablar del "martirio judío" era tachado de "egotismo
nacional", y por tanto peligroso. Las víctimas del nazismo eran
simplemente "personas" o "ciudadanos", "el
pueblo", como ya hemos visto, pero no judíos o gitanos. Los países
comunistas fueron así los primeros en negar o tergiversar el genocidio nazi.
En la esquina
suroccidental de la iglesia de Santa María (Marienkirche) de Wittenberg,
la iglesia donde predicaba Lutero,
hay una curiosa escultura del siglo XV que sobresale como una gárgola, a unos
diez metros de altura. Es una cerda amamantando a dos personas y un cerdito,
mientras un tipo le levanta una de las patas traseras y el rabo. Ese tipo,
según dijo el propio Lutero, es un rabino, y por lo visto estaba leyendo el
Talmud en el culo del animal. Sobre la escena de los cerdos y los judíos figura
la inscripción Schem Ha Mphoras, que
significa en hebreo "El Nombre Verdadero", el nombre de Dios.
Se trata de una Judensau,
una Cerda judía. Era un ornamento muy frecuente durante la Edad Media en
muchas iglesias germanas y su fin era humillar a los judíos, reírse de ellos.
La relación entre un rabino, unos fieles, el nombre de Dios y un animal impuro
era para los judíos una blasfemia terrible.
Continuará...
Todavía se pueden
ver unas cuantas imágenes de este tipo por Europa, sobre todo en Alemania.
Durante la época del
Tercer Reich, las imágenes de la Judensau gozaron de mucha aceptación,
motivo por el cual algunas fueron destruidas tras la Segunda Guerra Mundial, a
pesar de ser muy anteriores al periodo nazi.
En 1983 se inciaron
las obras de rehabilitación de la iglesia de Wittenberg. Aprovechando esta
circunstancia, los miembros más jóvenes de la congregación luterana decidieron
hacer algo con la Judensau. No podían permitir que siguiera allí,
inadvertida, de modo que recaudaron dinero para encargar un monumento que
recordara a la gente el significado de la escultura. Iba a ser un Mahnmal,
un "monumento de advertencia".
El Mahnmal
fue obra del escultor Wieland Schmiedel,
y se colocó en la acera, justo debajo de la Judensau. Es de bronce.
Representa una Biblia sellada con alambre de espino en forma de cruz. Alrededor
tiene unas palabras del salmo 130:1 en hebreo: "Desde lo más profundo
clamo a ti, Yahveh". Y un texto del autor berlinés Jürgen Rennert que dice: "El verdadero nombre de Dios, el
difamado Schem Ha Mphoras, que los judíos consideraron sagrado mucho antes que
los cristianos, murió junto a seis millones de judíos bajo el signo de la
cruz".
El monumento se
colocó en 1988, pero como en la RDA el antisemitismo no era un problema
oficialmente reconocido, ninguna autoridad asistió a la inauguración.
A Ian Buruma, el
alambre de espino de la escultura se le asemeja a los dedos de las víctimas del
Holocausto que se levantan de la fosa común. Al respecto, escribe:
También sugieren
algo más abstracto y más acorde quizá con un monumento de advertencia: recuerdos
vergonzosos que no pueden reprimirse y que se abren paso hasta nuestra
conciencia, como una pesadilla recurrente. El Mahnmal
de Wittenberg es uno de los miles de monumentos de advertencia de Alemania;
pero es el único, de los que yo he visto, que no alude a un acontecimiento
concreto, sino a la memoria en sí misma.
En 1948 el SED había
apoyado la independencia de Israel siguiendo las directrices de Stalin. De la
misma manera, el giro antisemita que llevó a cabo el dirigente soviético a
continuación hizo que el SED cambiara su política hacia el Estado judío. La RDA
se negaría a pagar compensaciones por el Holocausto y nunca mantuvo relaciones
diplomáticas con Israel. Tras la Guerra de los Seis Días, en 1967, todo el
Bloque del Este -salvo Rumanía- rompió relaciones con los israelíes. Mientras
muchos miles de judíos tuvieron que abandonar Polonia, los dirigentes de la RDA
veían en Israel y Alemania Occidental unos simples instrumentos del
imperialismo yanqui.
En la segunda mitad
de los ochenta, Erich Honecker trató de acercar posturas con Israel. El fin de
la RDA impidió una posible reconciliación.
Tras la caída del
régimen comunista, la población judía en Alemania Oriental empezó a crecer de
nuevo.
Continuará...
muy buena entrada
ResponderEliminar