Antes de nada, hay que tener en cuenta que existe una primera parte.
RFA
Konrad Adenauer (1876-1967), primer canciller de la República Federal Alemana, siempre
fue partidario de Occidente. Tan es así que en los años veinte, mientras era
alcalde de Colonia, se mostró a favor de
la creación de un Estado renano separado de Prusia. Para Adenauer, Occidente y
todo lo que según él representaba (cristianismo, civilización, democracia,
libertad), se detenían en el Elba. Ni los romanos ni Carlomagno habían llegado
apenas más allá, y por tanto al este del Elba estaban los bárbaros, la tierra
de la tiranía y la guerra: "Asia". Según decía en aquella época,
cuando viajaba en el tren nocturno de Colonia a Berlín y cruzaba el Elba, ya no
podía dormir. La Alemania que Adenauer consideraba como propia era, por tanto, la Occidental.
Cada 3 de octubre se celebra el Día de la Unidad Alemana, es decir, la
fiesta nacional de Alemania, que conmemora la reunificación del país en 1990.
Hasta entonces hubo dos repúblicas alemanas, separadas no sólo por una frontera
sino también por el mismísimo Telón de Acero. Y además por una forma muy
diferente de entender la historia reciente, de suerte que la memoria del
nazismo que pervivía en una Alemania no tenía nada que ver con la que existía
en la otra.
Levanto la vista de la acera y de repente lo veo. Mi primer cole. Ahí sigue, igual que la última vez que salí por esa puerta. Y durante unos instantes vuelvo a aquella época. Antes de que pasaran tantas cosas.
Brisa de octubre. Nada sobre mis hombros salvo la oscuridad. Salgo a dar una vuelta por la noche otoñal a reflexionar sobre mi existencia, o a ver si me doy de bruces con el amor de mi vida, ya puestos, como en las películas. Sin embargo, como soy prisionero del pasado, acabo pensando en las mujeres con las que he podido dar algún paseo nocturno para contemplar la luna o algo así, que es una actividad que últimamente está muy de moda, por cierto. Pero ahora mismo no recuerdo haber hecho nada parecido con ninguna. Estoy convencido de que ha ocurrido en alguna ocasión, pero la he olvidado. Cosa rara en mí, que soy muy de recordar episodios entrañables de historias terminadas que vuelven así a mi cabeza para torturarme.
Si bien no soy supersticioso, me da por imaginar que acaso sea el influjo mágico de la luna el que me acaba de borrar unos cuantos bonitos recuerdos que podían hacerme daño. O tal vez sea una demencia prematura, aunque prefiero la primera explicación. En todo caso decido prolongar esta fase lunar de mi vida y continuar deambulando bajo nuestro luminoso satélite cada noche.
Y después, me vuelvo a casa.
Esta historia está inspirada en hechos reales y también en esta magnífica canción de Loquillo, escrita por Sabino Méndez: