Andrés Trapiello
Leo en las noticias que Barcelona lidera la lucha antifranquista. No, no es un titular de 1936, sino de 2015.
Resulta que el ayuntamiento de Ada Colau apoya una querella que solicita al rey Felipe VI que responda por los
crímenes del franquismo “como representante del Estado Español y
continuador legítimo” de la dictadura. La verdad es que no siento la menor simpatía por el rey Felipe, pero desde luego tampoco le considero "continuador legítimo de la dictadura", ni creo que reine "gracias a los principios del Movimiento". En todo caso reinará gracias a los principios de la Constitución de
1978. Otra cosa es que el Estado se haga cargo de la reparación a las
víctimas de la guerra y la dictadura, que reconozca los crímenes que se
cometieron entonces, y que se preocupe de que no caigan en el olvido. Todo eso me
parece perfecto, siempre que hablemos de todos los crímenes. Como escribió Andrés Trapiello en su fantástica novela Ayer no más:
"Se dirá que las víctimas de la República tuvieron ya su reparación durante el franquismo, pero no es esa la que reclaman, sino la del Estado y la de toda la sociedad, la de unos y otros, como deberían tener la del Estado y la de toda la sociedad las víctimas del franquismo, no sólo la de los partidos de izquierda".
"Se dirá que las víctimas de la República tuvieron ya su reparación durante el franquismo, pero no es esa la que reclaman, sino la del Estado y la de toda la sociedad, la de unos y otros, como deberían tener la del Estado y la de toda la sociedad las víctimas del franquismo, no sólo la de los partidos de izquierda".
Seguimos con la idea de que la Guerra Civil Española fue una historia de buenos y malos, lo que termina implicando que condenemos o justifiquemos unos crímenes en función del bando que los cometiera. Seguimos tratando de revisar la historia desde el poder, como han hecho los regímenes totalitarios. El golpe de julio de 1936 lo fue contra un Gobierno legalmente constituido pero, una vez iniciada la guerra, nadie defendía ya la democracia. Si se me apura, ni siquiera defendía ya nadie la República de 1931: en el bando republicano los militantes de cada organización política luchaban por sus ideas
particulares, sin más. Prueba de ello es que si
observamos fotos de la guerra, comprobaremos que las banderas que más abundaban entre los milicianos
republicanos no eran las tricolores, sino las de cada formación
política junto a sus propios lemas o siglas: estrellas, hoces y
martillos, FAI, CNT, UHP, POUM, etc (véase, sin ir más lejos, la foto que encabeza esta entrada). Todo ello unido, más que por la
República, por el antifascismo, que no es lo mismo. Y
por eso cada dos por tres los propios republicanos se enfrentaban entre
sí. Seguramente se vean muchas más banderas republicanas hoy en
ciertas manifestaciones que entonces en la zona republicana, fruto del
éxito que tienen en nuestro país los mitos históricos y del afán que
tenemos en politizar el pasado y hacerlo servir a nuestros intereses.
Claro que hay muchas cosas que cambiar. Es una vergüenza que el Valle de los Caídos, o incluso el llamado Cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama, sigan siendo santuarios franquistas. Claro que habría que remodelarlos como se hizo con el Alcázar de Toledo. Claro que hay que cambiar nombres de calles y plazas que continúan siendo un homenaje a la dictadura (más que nada porque lo dice la ley). Pero tampoco parece muy apropiado que haya vías dedicadas a personajes tan siniestros como Dolores Ibárruri o Santiago Carrillo.
Claro que hay que exhumar los restos de los enterrados en fosas comunes, pero los de todas las fosas comunes.
La propia expresión memoria histórica es inadecuada. La memoria es subjetiva, mientras que la historia debe ser objetiva. Y no se puede recordar en plural. "Los pueblos no recuerdan, recuerdan los individuos", dice Trapiello. Puede haber una conciencia colectiva, pero no una memoria colectiva.
Claro que hay muchas cosas que cambiar. Es una vergüenza que el Valle de los Caídos, o incluso el llamado Cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama, sigan siendo santuarios franquistas. Claro que habría que remodelarlos como se hizo con el Alcázar de Toledo. Claro que hay que cambiar nombres de calles y plazas que continúan siendo un homenaje a la dictadura (más que nada porque lo dice la ley). Pero tampoco parece muy apropiado que haya vías dedicadas a personajes tan siniestros como Dolores Ibárruri o Santiago Carrillo.
Claro que hay que exhumar los restos de los enterrados en fosas comunes, pero los de todas las fosas comunes.
La propia expresión memoria histórica es inadecuada. La memoria es subjetiva, mientras que la historia debe ser objetiva. Y no se puede recordar en plural. "Los pueblos no recuerdan, recuerdan los individuos", dice Trapiello. Puede haber una conciencia colectiva, pero no una memoria colectiva.
Seguimos con la Guerra Civil enquistada, y continuaremos igual mientras unos y otros reclamen solo un reconocimiento parcial, solo a una parte de las víctimas, cuando todas las víctimas inocentes -porque no todas eran inocentes- fueron iguales, sin importar quién las asesinara. Ahí tenemos el ejemplo de Alemania, que ha padecido una dictadura nazi y otra estalinista y que reconoce a las víctimas de ambas. O el del cementerio de Arlington, en Estados Unidos, en el que están enterrados, entre otros, soldados de ambos bandos de la Guerra de Secesión. Y es un cementerio, no un lugar de propaganda. Realmente tenemos mucho que aprender de otros países.
En España hubo una guerra en la que ambos bandos cometieron crímenes. Que uno -el franquista- fuera más criminal cuantitativamente que el otro, no quita responsabilidad al segundo. El Estado actual, el democrático, debería reconocer y reparar todos los crímenes juntos, y mientras no lo haga seguiremos leyendo titulares como el de arriba, que parece más propio de la Guerra Civil que del siglo XXI.