Érase una vez una bella joven que además de bella y joven era prestidigitadora. Su truco favorito consistía en hacer desaparecer repentinamente a su novio para, poco después, hacerlo reaparecer muy sonriente entre los aplausos del público.
Sin embargo, cierto día ocurrió algo y el chico desapareció para siempre.
Ella sostuvo que la culpa había sido de él.