miércoles, 24 de abril de 2013

Hace unos días murió un hijo de puta


Pues sí, amigos. Se trata de Ian Henderson. Cascó el pasado 13 de abril.



Y diréis: ¿quién coño era este tío?

Pues nada más y nada menos que un torturador profesional, ahí donde lo tenéis. Sin embargo en la foto se le ve bastante anodino, incluso parece un buen tipo. Claro que, gracias a Hannah Arendt, sabemos que existe una cosa que se llama la banalidad del mal, esto es, que el mayor hijo de puta de la Tierra no tiene por qué aparentar serlo. Lo que sí es verdad es que este tipo se parecía físicamente un poco a Eichmann. La gran diferencia con el alemán es que a Henderson no lo ha juzgado nadie nunca.

El caso es que Henderson nació en 1927, en Escocia. En los años cincuenta era oficial de policía en Kenia y logró un gran triunfo al capturar a uno de los líderes del Mau Mau: Dedan Kimathi, que fue ahorcado. Henderson, en cambio, fue condecorado y recibió efusivas felicitaciones.

Por lo visto el gusto por la tortura ya le vino de su etapa en Kenia, aunque lo desarrolló al máximo unos años más tarde. Efectivamente, tras la independencia de Kenia, en 1963, Henderson fue expulsado del país, pero los británicos le colocaron en 1966 como jefe de seguridad en Baréin, por entonces un protectorado de su graciosa majestad. La labor de Henderson al frente de la seguridad del país debió de ser la mar de eficaz, ya que aunque Baréin se independizó de los británicos en 1971, él conservó su puesto hasta 1998. Y después aún continuó un tiempo siendo asesor del Ministerio del Interior.


Baréin ocupa una situación estratégica clave: está en el Golfo Pérsico. Además, siempre ha sido objeto de una indisimulada ambición por parte de Irán, de modo que cuando se independizó del Reino Unido, los británicos procuraron seguir teniendo el control del país a través del servicio de seguridad, o sea, a través de Henderson, que era quien lo dirigía. Eso implicaba que no hubiera un cambio de régimen, ya que éste siempre ha colaborado con sus antiguos amos. La permanencia del régimen además se ha hecho aún más necesaria desde que es aliado de Estados Unidos, que por supuesto mantiene una base militar en el país y es quien equipa a sus fuerzas armadas.

En esa situación hizo falta un tipo que hiciera lo que fuera para que las cosas se quedaran como estaban, es decir, que anulara cualquier oposición y a lo bestia. Y Henderson ya había demostrado de lo que era capaz, tanto en Kenia como en Baréin.

De hecho, los derechos humanos empezaron a ser contemplados en el país después de que Henderson abandonara su cargo, aunque cuando hace un par de años la primavera árabe contagió al país, las fuerzas de seguridad no dudaron en recurrir a los métodos de su antiguo jefe.

A lo largo de más de treinta años, Henderson se dedicó en cuerpo y alma a perseguir, detener y torturar a opositores de manera sistemática como forma de impedir la democratización de Baréin. En el año 2000, después de muchas denuncias, se inició en el Reino Unido una investigación contra Henderson que sin embargo se abandonó al cabo de un año.

Ya he dicho que fue condecorado por los británicos, pero varias veces. En 1984 recibió de manos de Isabel II la Orden del Imperio Británico.

Como ya he señalado, en los últimos años los derechos humanos han vuelto a brillar por su ausencia en Baréin. Quizá haya tenido que ver que Henderson hubiera decidido quedarse allí hasta el fin de sus días, no fuera que en su país de origen alguien acabara por investigarlo de verdad.

Ha muerto el "Carnicero de Baréin". Ya era hora, aunque podría haber sido mucho antes, la verdad. Pero bueno, todo esto no merece salir mucho en las noticias. Lo importante si hablamos de Baréin es la Fórmula 1 :)


martes, 9 de abril de 2013

Parece que Paul Preston por fin se ha enterado



Santiago Carrillo con Nikita Jrushchov, Walter Ulbricht y Nicolae Ceaușescu en un congreso del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED), 1963


Pues eso. Algunos sabemos desde hace bastante tiempo que Santiago Carrillo siempre fue un estalinista y, sobre todo, un mentiroso, a pesar de los muchos elogios y homenajes que ha venido recibiendo en los últimos años. Nos llena de orgullo y satisfacción que un historiador hispanista de prestigio como Paul Preston también sea consciente de ello:



lunes, 11 de marzo de 2013

Garantías



-Verá, compré aquí un coche hace casi siete meses. Me dieron dos años de garantía. El otro día iba conduciéndolo por la autopista, fui a cambiar de marcha y se partió la palanca. Además, me quedé con el volante en la mano, se encendieron un montón de lucecitas en el salpicadero y, lo más alucinante de todo, las cuatro ruedas se desenroscaron como si fueran tuercas viejas y se fue cada una por su lado a vivir su vida. Para colmo, el motor empezó a echar humo. Yo decidí salir corriendo, no para perseguir las ruedas, sino para salvar mi pellejo, ya que instantes después el coche explotó. Y ahí me quedé, en mitad de aquella autopista (cuyo peaje me había costado bastante caro, por cierto), y sin dar crédito a lo que me acababa de ocurrir.

-Mmm... Ya. Veo aquí anotado que vino usted hace unas semanas por problemas con el cambio de marchas. Confesó que suele meter las marchas un tanto bruscamente, ¿no?

-Sí. Pero no veo qué relación puede tener eso con lo que le he contado.

-Bueno, puede que la palanca se rompiera por ese motivo.

-¿En serio? ¿Las hacen con carcoma de serie? Y en cualquier caso, ¿cómo explica todo lo demás?

-Mmm... ¿Llevaba usted el coche bien limpio? ¿Lo lavaba todas las semanas?

-Pues no, la verdad. Soy perezoso para lavar el coche. Aunque de vez en cuando sí lo lavé. También es cierto que en las últimas semanas ha llovido mucho, y claro, lavarlo en días de lluvia no tiene mucho sentido, ¿no cree? Pero sigo sin ver la relación entre lo que me pregunta y lo que pasó. Oiga, que casi me mata ese coche.

-Mmm... ¿Le cambió usted el aceite cuando debía? ¿Lo trajo a revisión?

-¡No! Me tocaba ahora, pensaba llevarlo uno de estos días.

-Claro, "uno de estos días"... Y encima seguro que lo habría llevado a otro sitio más barato...

-Pero vamos a ver. Sí, no soy el conductor perfecto. Sí, podía haberlo lavado más, meter las marchas con más cuidado, haberlo traído a revisión y haberle cambiado el aceite. ¿¿Pero me puede explicar qué leches tiene todo eso que ver con lo que me ha ocurrido??

-Mire, no se preocupe, le vamos a devolver todo su dinero y ya está. Incluso el del peaje. Incluso le regalamos el importe de llenar el déposito de gasolina.

-Ya. Pero sigue sin explicarme qué le pasó a mi coche. ¡Me dieron garantías!

-La explicación es simple: ese coche no era el adecuado para usted. No le dé más vueltas.


miércoles, 27 de febrero de 2013

Kenia: el Gulag británico (I)




Habitualmente, cuando oímos hablar de Kenia nos vienen a la cabeza viajes turísticos, safaris o la romántica historia de Memorias de África.

Sin embargo su historia es bastante más cruda.

El declive francés tras la derrota de Napoleón y las luchas entre árabes en el sultanato de Zanzíbar, favorecieron el aumento de la influencia británica en el territorio que hoy conocemos como Kenia. Además, se abolió allí la esclavitud como consecuencia de una corriente humanista que proponía, como alternativa al comercio de esclavos, el comercio con los productos de la tierra. Vamos, que se sustituía la explotación de los negros por la explotación de sus tierras.

El Reino Unido abanderó esta lucha antiesclavista, lo que le facilitó las cosas, y la Conferencia de Berlín de 1884, que sirvió para que las potencias europeas se repartieran alegremente todo el continente africano, aseguró la presencia británica en lo que se llamaría el África Oriental Británica (más tarde Kenia y Uganda). La zona fue declarada protectorado británico en 1895, y la franja costera quedó arrendada al sultán de Zanzíbar, aunque éste no era sino una mera figura decorativa: quienes manejaban (y explotaban) el cotarro eran los británicos.

domingo, 24 de febrero de 2013

El color de los dientes



Tooht painting 22, de Ruth Borum


-Verá, doctor, quiero tener los dientes multicolores.
-¿Cómo dice?
-Lo que oye. Quiero que mi boca sea multicolor, como el país de la abeja Maya, como la bandera del orgullo gay. Aunque no soy lesbiana, no crea. Es para que haga contraste con la boca de mi marido, que tiene los dientes en blanco y negro. Es que él es una persona muy antigua, siempre vive en el pasado, y es muy aficionado a la Historia y esas cosas. Bueno, también es que fuma mucho. Dígame, ¿es posible lo que le pido?
-Bueno. Lo que no sé es cómo se lo vamos a presupuestar, pero en fin…
-Eso sí, quiero que me quede muy estético, ¿eh? Y necesitaré un certificado de garantía y un informe con la composición detallada de todos los materiales que utilice, que mi salud es lo primero. Es que soy alérgica a todo.
-Claro, por supuesto.
-Por cierto, ¿qué tal va  el Ambi Pur para el mal aliento? Es que se lo he echado en la boca a mi marido, porque le apesta. Es algo horroroso. Bueno, también es verdad que cada vez le soporto menos, y he mezclado el Ambi Pur con lejía, a ver si así de paso le blanqueaba un poco los dientes, que me dan un asco… Y después ya no decía nada. Es gracioso, ¿verdad, doctor?


lunes, 18 de febrero de 2013

Duelo



El camino solitario, de Alexander Mann


Como describe genialmente Javier Marías al principio de su novela “Los enamoramientos”, resulta muy difícil acostumbrarse a la ausencia permanente y definitiva de alguien cercano, una persona que estaba a nuestro lado y ha desaparecido, por la causa que fuera, de forma inesperada. Inesperada porque algunas cosas siempre lo son en nuestra mente: aunque otros desde fuera, a veces, puedan advertirlas de antemano, no crees (o no quieres creer) que vayan a suceder hasta que realmente ocurren.

Aunque lo pasemos mal, a partir de ese momento sabemos que no debemos contar con la persona desaparecida para nada. Ni siquiera para cuestiones sin importancia, como ir juntos al cine, a comprar algo, una llamada banal o una pregunta insignificante (“¿a qué hora sales hoy?”). A pesar de ello, inconscientemente, surge durante un tiempo el impulso de hacer un nuevo plan en común, de querer hablar con esa persona sobre lo que sea, de saber qué tal está, como si el subconsciente estuviera a años luz del mundo real y no se enterara de nada.

Pero ella –la persona desaparecida- ya no va a venir más, ni a decir nada más, no la vamos a escuchar reír ni llorar, no se va a acercar ni alejar, no va a mirarnos ni a apartar la vista. Sencillamente no está ni va a estar, por mucho que nos cueste entenderlo y aceptarlo, dado que nuestra naturaleza está reñida con las certidumbres.

Y es difícil, ya digo, porque cuanto más allegada fuera esa persona, más nos acompaña su imagen en la cabeza allá donde estemos, solos o acompañados, en la calle o en casa. Y durante mucho tiempo pensamos que esa imagen, esa cara, se va a quedar ahí siempre y que no vamos a acostumbrarnos a esa situación.

De forma inexplicable, con el paso del tiempo, nos vamos olvidando a ratos de los desaparecidos. Ellos se fueron o se apartaron del camino, pero nosotros seguimos adelante. No sabemos por qué resistimos, pero lo hacemos. Resistimos, lo superamos y nos recuperamos. Una y otra vez.


lunes, 11 de febrero de 2013

El resplandor




A veces creía que los espíritus de sus antiguas novias vivían con él, en su casa. Y que cuando llegaba alguna nueva la iban volviendo loca poco a poco, hasta que se marchaba desesperada, como las anteriores. Como si su casa fuese una nueva versión del Hotel Overlook, el de El resplandor.

Sus amigos trataban de tranquilizarlo diciéndole que todo estaba en su cabeza.

Un día los espíritus le hablaron y se dio cuenta de que efectivamente las voces procedían del interior de su cabeza.

Terminó en un manicomio, y el día en que ingresó los vecinos aseguraron haber escuchado risas en su casa. 

Risas femeninas.