sábado, 6 de junio de 2020

El tipo que empezó la Guerra Civil




Las guerras suelen tener causas complejas que involucran directamente a varias personas. Así, el golpe de Estado que dio lugar al conflicto iniciado en España en julio de 1936 fue fruto de una conspiración derechista organizada desde hacía meses, cuyas raíces se pueden rastrear incluso años atrás. No obstante, a veces el comienzo de una guerra puede estar simbolizado o representado por la acción decidida de un solo hombre.

El 17 de julio de 1936, un tipo llamado Luis Soláns Labedán (Albalate de Cinca, Huesca, 1879; es el que está en el centro de la foto) se puso al frente de la sublevación de las fuerzas del Tercio y Regulares en Melilla, dando así inicio a la Guerra Civil Española. Según los planes del general Emilio Mola, organizador de la conspiración contra el Gobierno del Frente Popular, el golpe debería haber comenzado al día siguiente, pero un inesperado registro policial adelantó el momento de pasar a la acción. De manera que Soláns fue el primer líder de la zona sublevada, que en aquel momento se correspondía con el mando oriental del Protectorado español de Marruecos. Por entonces Soláns era coronel de infantería y jefe de la Agrupación de Cazadores. Sus ayudantes en la rebelión fueron los tenientes coroneles Juan Seguí Almuzara (que, aunque estaba retirado en 1936, era jefe de Falange en Marruecos), Darío Gazapo Valdés y Maximino Bartomeu.

Los sublevados detuvieron al comandante militar de la plaza, el general Manuel Romerales Quintero, leal a la República, junto a sus colaboradores del Estado Mayor. Aunque no ofreció resistencia alguna, Romerales acabó siendo fusilado por los sublevados un mes y pico después debido a sus supuestas "ideas extremistas" (curiosamente, le tachaban de extremista los que se habían levantado en armas contra el Gobierno).



Se ha acusado de inacción en aquellos cruciales momentos al entonces presidente del Consejo de Ministros y titular de la cartera de la Guerra, Santiago Casares Quiroga, hasta el punto de que ante la insistencia de los periodistas preguntándole por una posible sublevación, él les habría respondido que si los militares se levantaban en Marruecos, él se iría a acostar. Lo cierto es que Casares llamó por teléfono aquel día al general Romerales para averiguar qué ocurría y ordenarle que detuviera a los responsables, pero fue el propio Soláns quien contestó: "No pasa nada, presidente", le dijo. Casares se puso en contacto entonces con el general Agustín Gómez Morato, comandante del Ejército de África, que se encontraba en Larache, para que fuese a Melilla a hacerse cargo de la situación, pero este fue detenido por los rebeldes nada más aterrizar. Gómez Morato permanecería preso hasta poco antes de morir, en 1952. Mientras tanto en Tetuán, capital del protectorado, el coronel Eduardo Sáenz de Buruaga y el teniente coronel Carlos Asensio Cabanillas se sublevaron y detuvieron al Alto Comisario, Arturo Álvarez-Buylla, que sería fusilado al año siguiente. En Ceuta se alzó el coronel Juan Yagüe.

Volviendo a Melilla, los sublevados leyeron en la calle un bando que proclamaba el estado de guerra en nombre del general Francisco Franco, a quien ellos mismos habían adjudicado el puesto de general jefe superior de Marruecos. A pesar de eso, Franco, que estaba en Canarias, no se sublevaría hasta el día siguiente, 18 de julio.

En la madrugada del 17 al 18, Soláns le envió el siguiente telegrama a Franco:

"Este Ejército, levantado en armas, se ha apoderado en la tarde de hoy de todos los resortes del mando en este territorio. La tranquilidad es absoluta. ¡Viva España!"

Rápidamente Soláns transformó Melilla en el reino del terror: los sublevados se hicieron con listas de cientos de sindicalistas, izquierdistas y masones a los que encerraron en el campo de concentración de la Alcazaba de Zeluán, abierto a los pocos días del golpe y que permaneció como tal hasta 1939. Ya en la noche del 17 al 18 de julio, los rebeldes asesinaron a 225 personas en el Marruecos español. Por cierto, varios de los represaliados eran judíos, aunque no se les persiguió por tal motivo, sino por ser de izquierdas o masones. Eso sí, en la zona sublevada y durante el franquismo, los judíos españoles tuvieron que soportar la propaganda del régimen, virulentamente antisemita, que se tradujo en hostigamientos, extorsiones económicas y el cierre temporal de algunas sinagogas, como la de Melilla, donde la Falange también se incautó durante años del Colegio Hebreo para transformarlo en su sede local.




La única resistencia armada que encontraron los sublevados en Melilla fue la de la Base de Hidroaviones del Atalayón, en la Mar Chica, que se defendió a tiros (al inicio de la Guerra Civil, se dio la circunstancia de que la mayoría de los militares de aviación apoyaron a la República). En el combate los atacantes perdieron a dos hombres que fueron los primeros muertos de la Guerra Civil, un soldado y un sargento marroquíes. Finalmente los defensores se rindieron, y su jefe, el capitán de aviación Virgilio Leret Ruiz, fue fusilado con un brazo roto al amanecer del 18 de julio junto a otros dos oficiales. Leret, como ya comenté en otra entrada, además de aviador era ingeniero e inventor y había diseñado y patentado uno de los primeros motores a reacción de la historia que, sin embargo, no llegó a fabricarse: el estallido de la guerra y la muerte de Leret impidieron que el proyecto se llevase a cabo y que, por tanto, España fuera uno de los países pioneros en ese campo.

No contento con ejecutar a Leret, Soláns hizo detener también a su mujer, Carlota O'Neill, y a su criada, Librada Jiménez. O´Neill, feminista de izquierdas, escritora y fundadora de la revista Nosotras, fue separada de sus hijas, Carlota y Mariela, y encerrada junto a otras mujeres republicanas en el Fuerte de Victoria Grande, la primera cárcel franquista, un lugar en el que se sucedieron torturas, violaciones y asesinatos. Carlota permaneció encarcelada hasta 1940 mientras que Librada fue puesta en libertad en 1937. Tras salir de la cárcel, Carlota obtuvo la custodia de sus hijas y más tarde partió con ellas al exilio, a Venezuela y México. Allí escribió su autobiografía, Una mujer en la guerra de España.


El capitán Virgilio Leret, Carlota O'Neill y sus hijas Mariela y Carlota



El Fuerte de Victoria Grande en la actualidad


Bien, Luis Soláns continuó activo durante la guerra y en algún momento ascendió a general. Entre agosto y septiembre de 1936 fue comandante militar de Huesca y, cómo no, responsable de la muerte de decenas de personas en aquella localidad. Solo el 23 de agosto fueron fusiladas 95 personas en las tapias del cementerio de la ciudad. Más adelante, Soláns fue gobernador militar de Cádiz y comandante del II Cuerpo de Ejército, en Extremadura. Tras la guerra fue miembro del Consejo Nacional del Movimiento y procurador en las Cortes franquistas. Murió en Vitoria en 1951.

Para terminar, en la web de Albalate de Cinca, lugar de nacimiento de Luis Soláns, se le menciona como ilustre hijo, y al menos hasta hace cuatro años, el colegio público de dicha localidad llevaba su nombre, aunque por lo visto ya lo cambiaron.

La RAE define el término "ilustre" en su segunda acepción como insigne, célebre. Pues está claro por qué es célebre el señor Luis Soláns Labedán, aunque si yo estuviera al frente del Ayuntamiento de Albalate creo que no me sentiría muy orgulloso de él. 



Más información:

-Medel, Óscar, "La Guerra Civil Española mes a mes: La sublevación (julio 1936)", Unidad Editorial S. A., 2005.

-Preston, Paul, "El holocausto español. Odio y exterminio en la Guerra Civil y después", Círculo de Lectores, 2011.

Carlota O'Neill de Lamo