viernes, 31 de mayo de 2019

Melnik y los héroes de Chernóbil




Continúo con mi saga de héroes no muy famosos.

Esta vez quiero aprovechar el éxito de esa fantástica serie de televisión llamada "Chernobyl" para publicar algo que escribí hace tiempo y que tenía por ahí guardado.

Mykola Melnyk, más conocido como Nikolai Melnik, nuestro héroe, nació en 1953, cerca de Kiev. Ingresó en la Escuela de Pilotos Militares de Viazma, cerca de Moscú, donde consiguió sus alas. Su padre también fue piloto de pruebas militar y murió en accidente probando un prototipo de un reactor soviético cuando Melnik tenía tres años. 

Voló en distintos tipos de aviones y un día, pilotando un MiG-21bis, sufrió una despresurización accidental a 15.000 metros de altitud por la que afortunadamente no se vio seriamente afectado. No obstante, según los procedimientos de la fuerza aérea, cuando un piloto sufre este tipo de incidente e independientemente de cómo haya quedado físicamente, es dado inmediatamente de baja en vuelo de reactores supersónicos y transferido a volar aviones de transporte o helicópteros, a elección del piloto.Voló más tipos de aparatos, tanto aviones como helicópteros, y en 1978 solicitó su ingreso en Kamov OKB como piloto de pruebas, donde entró finalmente en 1980 tras seguir un curso específico. 

2011 fue el año del accidente de la central nuclear de Fukushima I, ocurrido como consecuencia del terremoto y maremoto que afectaron a Japón en el mes de marzo. Además, en abril de aquel año se cumplió el 25º aniversario de otro accidente nuclear, el de Chernóbil, Ucrania, en 1986.


El accidente de Fukushima puso de relieve las dificultades que se pueden encontrar para reparar un generador atómico con problemas serios en el núcleo. Una de las primeras soluciones fue la de utilizar helicópteros pesados para arrojar agua sobre las piscinas de refrigeración de los núcleos, pero no resultó satisfactoria. Todos vimos en las imágenes cómo el agua arrojada desde demasiada altura, prácticamente se pulverizaba antes de llegar al recinto del reactor:



En teoría, lo que tendrían que haber hecho los helicópteros era vuelo estacionario sobre la piscina de refrigeración y descargar el agua. Así una y otra vez, hasta conseguir llenar la piscina. Pero claro, es más fácil decirlo que hacerlo. Los pilotos se encontraron con varias dificultades, a saber:

-La radiactividad no permite quedarse parado sobre el núcleo.

-Las altas temperaturas en las proximidades del núcleo contribuyen a evaporar el agua y además provocan turbulencias que dificultan la maniobrabilidad del helicóptero.

-Los escombros del edificio que rodea al núcleo dificultan la localización del objetivo.

En resumen, no es una misión fácil para las tripulaciones. De hecho, puede llegar a ser irrealizable. Sin embargo no era la primera vez que se hacía. Hace treinta y tres años, la tripulación de otro helicóptero sobre Chernóbil llevó a cabo una misión parecida. En realidad no fue igual. La tecnología de los reactores en ambos casos era distinta, la actitud de las autoridades también, así como, posiblemente, la gravedad, aunque los resultados para los ciudadanos sí fuera similar: un desastre.




El 26 de abril de 1986 es una fecha que ningún ciudadano de la actual República de Ucrania olvidará. De hecho, muchos de ellos la llevan aún grabada a fuego en la piel, el fuego radiactivo procedente de la central nuclear de Chernóbil. En el resto de Europa fue a finales de ese mes cuando los noticiarios comenzaron a divulgar las primeras noticias, un tanto confusas, de lo que posteriormente se confirmaría como una de las mayores catástrofes nucleares de la historia, en nefasta competencia con Hiroshima y Nagasaki.

El 27 de abril, los sistemas de monitorización de la radiación instalados en Suecia, a 1.100 kilómetros del lugar de accidente, empezaron a detectar niveles radiactivos fuera de lo común. Científicos de toda Europa dieron la señal de alarma y se preguntó por ello al Gobierno soviético, pero este solo emitió un escueto comunicado reconociendo que había "ocurrido un accidente en la central de energía de Chernóbil" y que se estaban tomando medidas. Días después tuvo lugar el desfile del Primero de Mayo en Kiev, a 120 kilómetros de la central nuclear. Miles de personas caminaron por las calles de la ciudad, ajenas a la radiación invisible. El Gobierno era consciente del peligro, pero Mijaíl Gorbachov, líder supremo de la URSS, había ordenado personalmente a Volodímir Shcherbitski, primer secretario del Partido Comunista de Ucrania, que no cancelara el desfile.

El 14 de mayo, dieciocho días después del accidente, Gorbachov cambió súbitamente de actitud y decidió leer en televisión un extenso aunque tardío informe sobre lo ocurrido. Se había tomado una decisión errónea, había salido mal un experimento, se había evacuado de forma indefinida a toda la población que vivía a menos de treinta kilómetros de Chernóbil. El número oficial de víctimas mortales era de 31. Al decir esto no se tuvo en cuenta a todas las miles de personas que acudieron a trabajar en torno al reactor accidentado sin la adecuada protección, muchas de las cuales morirían más tarde debido a la radiación.



La central nuclear de Chernóbil está situada pues a 120 kilómetros al norte de Kiev (2.6 millones de habitantes en 1986) y a 4 de la ciudad de Prípiat (45.000 habitantes; hoy es una ciudad fantasma). El 26 de abril, como consecuencia de unos experimentos fallidos con un turbogenerador, el reactor número 4 comenzó a fundirse. Un repentino incremento de energía provocó que el núcleo de grafito comenzase a arder intensamente produciendo dos violentas explosiones que destruyeron el edificio que contenía el reactor y que amenazaba con poner en ignición el cercano reactor número 3. La causa principal del accidente se achacaba a la insuficiente preparación del personal directivo de la central, pero su origen se encuentra en la concepción defectuosa de los reactores, del tipo RBMK, que eran inestables a poca potencia y de explotación delicada. Hay que añadir que la ausencia de un recinto de confinamiento agravó considerablemente el impacto en el entorno. Hay más detallesAl igual que en otras centrales nucleares, en Chernóbil se practicaban simulacros de emergencias con objeto de que el personal técnico estuviese entrenado en los procedimientos de solución. El día que se produjo el accidente, los técnicos veteranos de la plantilla estaban ausentes y habían sido reemplazados por otros menos experimentados. Estos decidieron hacer una práctica de emergencia, basada en un fallo de la refrigeración del núcleo del reactor. Cuando estaba en marcha el simulacro, se produjo un fallo real de refrigeración que no se pudo o no se supo afrontar. En 1957, en la planta nuclear de Windscale (Reino Unido), hubo un accidente similar, es decir, la ignición no controlada del núcleo de grafito, pero aquel incendio se sofocó gracias al empleo masivo de agua. En Chernóbil esto no era posible porque no se podía bombear una cantidad suficiente de agua sobre el núcleo del reactor desde el cercano embalse de Kiev. Por otro lado, la aplicación de una cantidad insuficiente de agua hubiera empeorado la catástrofe por los vapores radiactivos que se hubieran generado. A las 36 horas del accidente las autoridades tomaron la decisión de utilizar helicópteros para lanzar un conglomerado de arena, plomo, arcilla y boro directamente sobre el núcleo del reactor que había quedado descubierto como consecuencia de las explosiones. El boro era para absorber los neutrones del núcleo y evitar la reignición del fuego. El plomo debía actuar como escudo y contener la radiación que salía del agujero proyectándose hasta una altura de 900 metros. Gracias a que en los peores momentos los vientos soplaron en dirección a Bielorrusia apartando el flujo de radiación hacia Kiev, la catástrofe no alcanzó proporciones dantescas. La arena, formada por dolomita (mineral de carbonato de calcio y magnesio) y arcilla, tenía la misión de aglutinar la masa. En los noticiarios emitidos por las televisiones europeas, los espectadores occidentales pudieron observar unas imágenes, deliberadamente oscuras con el propósito de ocultar la magnitud del desastre, en las que se podían apreciar las siluetas de algunos helicópteros del tipo Mil sobrevolando la central.



De hecho, cinco tipos distintos de helicópteros construidos por Mil fueron empleados para esta misión: el Mi-2 (Hooplite), el Mi-6 (Hook), el Mi-8 (Hip), el Mi-24 (Hind) y el superpesado Mi-26 (Halo).

El humo, los escombros y la chimenea de ventilación construida entre los reactores 3 y 4 constituían riesgos sustanciales para las tripulaciones empleadas en los lanzamientos de las cargas, por lo que fueron ayudados por controladores desde tierra que cronometraban sus vuelos de aproximación e informaban a las tripulaciones sobre el momento exacto en que hacer el lanzamiento.


El reactor nº 4 completamente destrozado


Cuando las operaciones de recubrimiento y limpieza se consideraron "oficialmente" concluidas el 13 de mayo, más de 5.000 toneladas de masa se habían lanzado sobre el reactor. En la conferencia de prensa realizada en Viena el mismo día 13, se anunció al mundo que se había empleado con éxito una nueva táctica para combatir el fuego. Sin embargo los helicópteros continuaron volando hasta finales de 1986 sobre Chernóbil.




Hasta aquí el relato de las operaciones realizadas sobre la central y que son las que de una forma u otra se han divulgado. Sin embargo, mucho menos conocidas son las misiones de un solitario helicóptero Kamov que realizó una serie de vuelos espeluznantes pero vitales para la solución de la crisis.

A pesar de las declaraciones de las autoridades soviéticas en Viena, y a pesar de los esfuerzos realizados por los pilotos de los helicópteros pesados, los intentos para recubrir totalmente el cráter del reactor número 4 habían fracasado lamentablemente debido a varias causas. La principal consistió en que a través del cráter, los restos del reactor estaban soplando aire caliente con partículas radiactivas a una velocidad de 18 m/s (64,8 km/h) que alcanzaban una altura de hasta 900 metros, como ya he dicho, por lo que no debía resultar muy fácil para las tripulaciones sobrevolar semejante volcán con la suficiente tranquilidad y sangre fría como para hacer blanco, y de hecho la mayoría de los lanzamientos sólo consiguieron su propósito de forma marginal.



Para empeorar la situación, cada 18 o 20 horas se producían explosiones internas que escupían la masa de recubrimiento y generaban nuevas emanaciones radiactivas. Además, no se disponía de información precisa sobre lo que estaba sucediendo en el interior del reactor, y dicha información se consideraba vital para diseñar una solución adecuada. Con ese propósito, el Instituto I. V. Kurchátov de la Energía Atómica -bautizado con el nombre del padre de la bomba atómica y los misiles balísticos soviéticos-, había instalado dentro del recinto denominado "de máquinas" (área donde la energía atómica se transforma en otro tipo de energía utilizable, como la eléctrica) un módulo protegido como puesto de emergencia y dotado de los monitores y aparatos de medición necesarios para hacer el seguimiento de la evolución del reactor. El problema era que para recibir la información necesaria había que colocar los correspondientes sensores y captadores lo más cerca posible del núcleo. El edificio que recubría el reactor número 4 era de hormigón armado e interiormente tenía las paredes y el techo recubiertos de tuberías por las que, en condiciones normales, circulaba agua para refrigerar el reactor. Al producirse la explosión, toda la tapadera del edificio salió despedida hacia arriba, giró sobre sí misma y volvió a caer sobre el reactor, dejando expuestas las tuberías de refrigeración y quedando apoyada sobre él y sobre una viga de una de las paredes con una inclinación de 60º aproximadamente. Así, quedó una abertura de 0,8x1 m que comunicaba con el núcleo del reactor y por ahí debían introducirse los sensores. Como consecuencia de las explosiones y de los lanzamientos de masa arenosa para tratar de recubrir el edificio del reactor, éste se había convertido en un área caótica llena de escombros y hierros retorcidos. Se intentó colocar los sensores a través del orificio con los helicópteros Mil haciéndolos descender por medio de eslingas, pero no se pudo debido a que el fuerte flujo de emanaciones hacía imposible tanto precisar la posición en que se dejaban, como el vuelo estacionario prolongado sobre el reactor, necesario para introducir los captadores por un espacio tan pequeño. Por suerte, en aquellos momentos la empresa constructora de helicópteros Kamov, en sus instalaciones de experimentación y desarrollo de prototipos de Feodosia (Crimea), estaba probando un aparato designado Ka-25-2E (una variante experimental del Ka-27 -Helix-) especialmente modificado para un programa militar secreto, gracias a lo cual podía resultar idóneo para esa difícil misión. Tan secreto era el prototipo que ni siquiera el general Antoshkin, jefe del Sector Aéreo de Ucrania, sabía de su existencia. El 10 de mayo el helicóptero se probó en Moscú de forma satisfactoria, así que se eligió una tripulación que estuvo formada por:

-Nikolai Melnik, piloto.

-Yuri Kuvikov, ingeniero de vuelo.

-Oleg Azarov, operador de sistemas.

-Vladimir Takchenko, navegante.

La misión asignada a la tripulación del Kamov pilotado por Melnik en Chernóbil consistió pues en depositar cerca del núcleo del reactor número 4 un soporte tubular de 18 metros con dos cámaras de vídeo y sensores de fabricación japonesa capaces de medir la temperatura, el nivel de radiación y la velocidad del viento caliente. La longitud de 18 metros del elemento que contenía los sensores se debía a que ésa era precisamente la altura del edificio de recubrimiento del reactor. Para colocar el soporte se iba a utilizar una eslinga de entre 230 y 250 metros de longitud.

A las dificultades ya descritas se añadía alguna otra. Como ya he dicho, entre los reactores 3 y 4 se yergue una enorme chimenea de ventilación de 80 metros de altura. Esta chimenea tiene alrededor una estructura tubular para darle rigidez al conjunto y además seis plataformas horizontales espaciadas unos 10 metros entre sí, que probablemente sirvieran para tareas de mantenimiento. Dichas plataformas estaban recubiertas de una capa de polvo constituido por partículas de grafito radiactivo. Además, la sombra proyectada por la masa de escombros sobre el orificio del cráter enmascaraba su localización exacta dificultando el posicionamiento del helicóptero. Y el viento, por débil que fuese, también influía negativamente en la precisión del trabajo con una eslinga de semejante longitud.

Superados todos los obstáculos, y una vez posicionado el sensor, el helicóptero debía descender hasta el techo del edificio "de máquinas" y desenganchar los cables que debían conectar los sensores con los monitores dentro del módulo de trabajo. Una vez sueltos los cables, un técnico debía salir corriendo desde el módulo, cogerlos y conectarlos con otros que a su vez estaban unidos a los monitores para así recibir las señales. Este momento era a todas luces el más peligroso, y de hecho Melnik recordaba muchos años después con claridad, en una de las oportunidades en que tuvo que descender por delante de la chimenea, cómo el navegante le iba cantando las indicaciones del dosímetro instalado a bordo a través del intercomunicador: "¡250... 500... 600 roentgens! ¡No hay más indicación, el aparato ha llegado a tope de escala!". A lo que Melnik exclamó sin poderse contener: "¿Qué coño hacemos aquí?, ¡vamos por el otro lado del edificio!". Pero Takchenko le espetó: "¡Nikolai, no podemos, nos han ordenado venir por aquí!", y de hecho aquel vuelo hubo que concluirlo según lo ordenado.

El 14 de mayo el Kamov realizó un vuelo de reconocimiento sobre Chernóbil, y el 18 tuvo lugar el primer vuelo efectivo. Debido a las extrema condiciones de temperatura reinantes, las cámaras de vídeo resultaban efectivas sólo durante dos o tres días y los sensores un máximo de siete u ocho. En consecuencia, una vez inactivos había que realizar una nueva misión para colocar un nuevo juego que permitiese seguir recibiendo información. Así, la tripulación del Kamov colocó hasta 18 sensores en 44 vuelos, llegando a hacer vuelo estacionario a tan sólo 10 metros de altura. Lo que sigue es un ejemplo de lo impresentables que podían llegar a ser los gobernantes soviéticos. Los sensores no se colocaban sólo en el reactor, sino también dentro de la chimenea de ventilación. Esta tenía 9 metros de diámetro y a través de ella salía aire con una velocidad superior a 10 m/s (36 km/h). El orificio de la chimenea no era expedito, sino que a la altura de las plataformas había unos tirantes en forma de cruz que dividían el espacio disponible en cuatro sectores semicirculares de 90º cada uno y, consecuentemente, constituían un obstáculo adicional para la introducción de cualquier objeto. Nadie informó a la tripulación del helicóptero de la existencia de esos tirantes, los cuales no se veían desde fuera y dificultaron enormemente su trabajo. El motivo de que hubiera que colocar sensores también en la chimenea de ventilación era que las autoridades soviéticas querían saber en qué condiciones estaba ya que, a pesar de la catástrofe que estaba en marcha y en un alarde de irresponsabilidad, tenían la intención de poner en funcionamiento el reactor número 3. Con ese propósito se preparó un largo cable con una ristra de 4 sensores espaciados entre sí 10 metros (la misma separación que las plataformas de la chimenea) destinados a medir el nivel de radiación. El cable debía conectarse con otro procedente de los monitores de los técnicos. El helicóptero debía introducir el cable por la boca de la chimenea y dejarlo enganchado en el borde de la misma. Después, a través de unas puertas que hay dentro de la chimenea y que la comunican con cada uno de los reactores contiguos, un técnico debía salir desde el reactor número 3, coger el cable depositado por el helicóptero y conectarlo con el de los monitores. La primera vez que se intentó, el pobre técnico encargado de realizar la conexión se dio cuenta al entrar en la chimenea que el cable con los sensores se había quedado enganchado entre los tirantes de la última plataforma y por tanto no podía alcanzarlo. Resultó que los sensores instalados en la ristra eran los últimos disponibles, así que se ordenó su recuperación para volver a instalarlos correctamente. De esa manera, el helicóptero tuvo que regresar y después de muchas dificultades por el fuerte flujo de aire que salía de la chimenea, que entorpecía enormemente la maniobrabilidad, se consiguió recuperar el cable e instalar y conectar los sensores. Hay que añadir que cada vez que el helicóptero volaba a la altura de las plataformas, el dosímetro de a bordo se disparaba a tope.

Durante la primera semana de operaciones sobre Chernóbil, Melnik y su tripulación volaron sin ningún tipo de protección. Después se añadió una placa de plomo de 400 kg sobre el suelo del helicóptero y posteriormente se selló la cabina con polietileno. También se dotó a los tripulantes de unos arneses de bandas de plomo, que se cruzaban sobre el pecho en forma de equis, y mascarillas para respirar, lo que no impidió que por ejemplo Melnik sufriera graves quemaduras internas en su aparato respiratorio de las que como recuerdo le queda una enorme cicatriz en el pecho, producto de la operación que tuvo que sufrir para curarlas. La gran ventaja que Melnik y sus compañeros disfrutaron sobre las tripulaciones de otros helicópteros fue que su base de operaciones eran unas instalaciones provisionales ubicadas en Chernígov, a 90 kilómetros de Chernóbil, lo que suponía 20 minutos de vuelo y les permitía ducharse después de cada misión para descontaminarse, cambiarse de traje de vuelo y también posibilitaba descontaminar el helicóptero. Además, cada tripulante disponía en su habitación de un recipiente de dos litros con una mezcla de 400 ml de alcohol puro al 100%, 400 ml de vino tinto búlgaro y el resto de agua destilada. Por lo visto este vino prodigioso era de dotación estándar en las unidades del Ejército soviético con armamento nuclear, incluidos los submarinos. Esa mezcla, que se podía beber a voluntad, se suponía que tenía la virtud de aumentar los niveles de hemoglobina en sangre.

Desde el 1 hasta el 12 de julio, la tripulación del Kamov interrumpió sus actividades sobre Chernóbil para descansar y recibir un reconocimiento médico, reanudando las operaciones a continuación hasta el 3 de septiembre en que se dieron por concluidas. Como el helicóptero era un prototipo secreto no existía ninguna tripulación entrenada que pudiera servir de reemplazo, y por otro lado la gravedad de la situación tampoco permitía dedicar tiempo a entrenarla, de modo que los cuatro tripulantes originales debieron realizar todas las misiones que se les ordenaron. Como recompensa a su arriesgada y destacada actuación sobre Chernóbil, Nikolai Melnik recibió el 8 de octubre de 1987 el título de Héroe de la Unión Soviética. Los otros tres miembros de la tripulación recibieron otras condecoraciones tales como la Orden de la Bandera Roja o la de la Amistad de los Pueblos.




Mucho de lo sucedido en Chernóbil se acerca a lo demencial. Desde el inicio de la crisis, las autoridades soviéticas adoptaron de cara a Occidente la actitud de aparentar que todo estaba bajo control. Siguiendo esa política, a finales de mayo y de nuevo en junio y septiembre Melnik fue entrevistado por la televisión soviética y por Izvestia. Para estas entrevistas fue convenientemente instruido por el KGB para que se presentase como piloto civil, el helicóptero fue disfrazado como un Kamov Ka-32 civil perteneciente a Aeroflot, y evidentemente debía ofrecer una versión sobre lo que estaba ocurriendo de lo más optimista.


Ka-32, similar al Ka-25-2E


La realidad era que se había iniciado una frenética carrera para solucionar un problema incontrolado sin reparar en el coste en vidas humanas y medios.

El 15 de mayo llegaron a Chernóbil unas enormes grúas de fabricación alemana adquiridas a precios astronómicos que quedaron instaladas el día 20.



A partir de ese momento y hasta el 10 de junio permanecieron balanceándose libremente, ya que nadie sabía utilizarlas, entorpeciendo las acciones de los pilotos de los helicópteros. De hecho, fueron la causa de la destrucción del helicóptero que se perdió sobre Chernóbil. Un Mil Mi-8 se aproximó demasiado al brazo de una grúa, el cual, movido por el viento y a contraluz, no fue visto por el piloto y golpeó el rotor del helicóptero provocando que este se estrellara contra el suelo, resultando muertos sus tripulantes.



Una vez operativas, las grúas se emplearían para construir un sarcófago externo sobre el reactor. El sarcófago fue sustituido por otro nuevo en 2016.



Otra de las notables víctimas de Chernóbil fue Igor Erlij, ingeniero y viceconstructor de Kamov OKB, que por entonces tenía 66 años. Erlij dirigía las operaciones del Ka-25-2E sobre el reactor y era el artífice de las extraordinarias cualidades de vuelo del helicóptero. En su día también había diseñado el Yakovlev Yak-24 (Horse), un helicóptero de transporte pesado de dos rotores y configuración similar al CH-47 Chinook estadounidense que entró en servicio en 1955. Cierto día en que los sensores instalados en el módulo de trabajo no recibían la señal esperada, los técnicos del Instituto Kurchátov acusaron a la tripulación del Kamov de no hacer bien su trabajo, lo que creó una situación de fuerte tensión, cuando en realidad lo que estaba fallando eran los monitores. Pero Erlij decidió acercarse hasta el punto en que los cables depositados por el helicóptero se conectaban con los procedentes del módulo para verificar personalmente los conectores y tomar fotografías con las que demostrar que la conexión era correcta. Año y medio después moría de leucemia.

Los otros tripulantes del Kamov no tuvieron mejor suerte. Oleg Azarov murió de cáncer. Yuri Kuvikov fue el miembro de la tripulación que más radiación recibió, hasta 276 roentgens (Melnik 232, Takchenko 252 y Azarov 260). Pasó por dos grandes operaciones, seguidas de un mes de rehabilitación, pero fue inútil: quedó inválido y finalmente murió. Vladimir Takchenko, ocho años más joven que Melnik, sufría frecuentes pérdidas de conciencia. También murió.

En 1990, durante la celebración de la reunión anual de la Heli-Expo, la HAI (Helicopter Association International) galardonó a Nikolai Melnik "a título póstumo" con el premio Igor I. Sikorsky por los Servicios Humanitarios prestados. Es de suponer la cara de sorpresa de todos cuando el "póstumamente" galardonado se presentó a recoger el premio. La organización especificó que se premiaba a Melnik como representante de "todas las valientes tripulaciones aéreas que participaron en las labores de socorro que siguieron al accidente de la central nuclear de Chernóbil".

En 1995 Melnik se trasladó con su familia a vivir a Alicante y desde entonces colaboró en las campañas de lucha contra incendios de nuestro país, labor por la que en 1998 fue condecorado por el rey Juan Carlos I. Se convirtió en el piloto jefe de la flota de helicópteros Kamov Ka-32 de la empresa Helicópteros del Sureste, del grupo INAER. Cada año, y a pesar de su saludable aspecto, debía regresar a Ucrania para un reconocimiento médico exhaustivo. Decía que los médicos le aconsejaban que no bebiera ni fumara, a lo que él respondía que si después de "haberse fumado" un reactor nuclear seguía vivo, no le tenía un respeto especial al tabaco.

Nikolai Melnik murió de leucemia en España el 26 de julio de 2013. Fue el último "liquidador aéreo" de Chernóbil.








Melnik fue un héroe cuyo nombre conocemos, pero en Chernóbil hubo también muchos héroes anónimos, los llamados "liquidadores", entre bomberos, trabajadores, soldados y un grupo muy especial: los mineros.

Cada uno de los reactores de la central nuclear está construido sobre una cámara hueca cuyas paredes y fondo son de hormigón. La función de esta cámara era la de servir como sarcófago de confinamiento en casos de emergencia, justo como la que ocurrió. En teoría, llegada una emergencia, el reactor rompería el suelo sobre el que se apoyaba cayendo dentro de la cámara subterránea y quedando allí encerrado. En cierto modo funcionó como se esperaba, sólo que el piso de la cámara no fue lo suficientemente resistente colapsándose y permitiendo que el núcleo incandescente continuase hundiéndose. Las centrales nucleares habitualmente están construidas cerca de embalses o áreas donde hay agua abundante que se utiliza para las funciones de refrigeración. Las instalaciones de la central de Chernóbil están en las inmediaciones del embalse de Kiev, que proporciona agua a la ciudad del mismo nombre. También están cerca los pantanos de Prípiat y en el área circulan numerosos ríos. En consecuencia, se sabía que había cursos de agua subterránea por debajo de la central y se temía que el reactor, en su proceso de hundimiento, entrase en contacto con algunos de ellos extendiendo la contaminación radiactiva. Como solución se decidió realizar un nuevo sarcófago por debajo del ya existente y un muro subterráneo de separación entre el reactor nº 3 y el nº 4. El problema es que ese trabajo debía realizarse excavando una galería subterránea para llegar bajo el reactor y entonces construir la estructura de hormigón. O sea, que se convocó a los mineros de las áreas próximas que comenzaron a trabajar en turnos de un hora, después de la cual eran relevados por otros mineros. Y así se continuó hasta que fue construido el segundo sarcófago.



En un centro de recuperación cercano a Kiev, uno de los mineros que tomó parte en los trabajos tuvo la idea de colocar un enorme cuadro de honor en el que aparecía la fotografía en color tamaño carné de cada uno de los hombres que participaron en aquel trabajo infernal. Cuando uno de ellos fallecía su fotografía era sustituida por otra en blanco y negro. Veinticinco años después, más de la mitad de las cerca de 2.000 fotografías ya estaban en blanco y negro.

La central de Chernóbil no se cerró hasta el año 2.000. La explosión mató de forma inmediata a 31 personas. A largo plazo no se sabe cuántas muertes ha causado el accidente, pero en los distintos estudios que se han hecho al respecto se ha llegado a hablar de varios miles, amén de cientos de miles de afectados.

Chernóbil hizo pedazos el mito de la superioridad tecnológica soviética. Y recordó al mundo cuáles eran las terroríficas consecuencias del secretismo soviético. Estremecido por el accidente, Gorbachov puso en marcha la política de la glásnost, que significa "apertura" o "transparencia". El resultado de esta decisión fue el principio del fin de la red de mentiras que se había ido tejiendo durante décadas en torno a la historia de la Unión Soviética. Ligada a la perestroika, la glásnost se volvería contra las autoridades soviéticas y facilitaría al cabo de unos años el fin de la URSS.






Más información:

-Applebaum, Anne, "Hambruna roja", Debate, 2019.

-Treviño Martínez, Rafael, "De Fukushima a Chernobil", en revista Fuerza Aérea nº 136, 2011.





3 comentarios:

  1. Buenísimo, Pedro.
    Deberías dar conferencias, hombre!!

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    1. Gracias, Javier, pero soy demasiado tímido para eso. Además, solo cuento lo que leo :)

      Un abrazo.

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  2. https://elpais.com/internacional/2019/06/08/actualidad/1560020430_159280.html

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