sábado, 22 de septiembre de 2018

Franco y Stalin, almas gemeliers



Spitting Leaders, de Fernando Sánchez Castillo


Aunque a sus respectivos seguidores seguramente no les gustará reconocerlo, lo cierto es que las carreras políticas de Franco y Stalin tuvieron más en común de lo que a primera vista parece. Personalmente tampoco eran muy diferentes.

Ambos llegaron al poder de forma violenta, en unos acontecimientos que provocaron tanto en España como en Rusia sendas guerras civiles con unos niveles de violencia y represión inusitados. Tanto Franco como Stalin estuvieron en el bando vencedor, que en ningún caso tuvo piedad alguna con los vencidos. Franco y Stalin tampoco dudaron en eliminar a sus camaradas (militares en el primer caso, compañeros de partido en el segundo), e incluso a familiares, con el objeto de lograr el poder o mantenerse en él: Franco dio el visto bueno para que fusilaran a su primo; Stalin dio unas cuantas muestras de crueldad con su propia familia, empezando por su mujer, Nadezhda Alilúyeva, que se suicidó, y continuando por sus hijos.

Los dos acapararon un poder absoluto, fomentando el culto hacia su persona, y se mantuvieron en sus puestos de dictadores hasta que les llegó la muerte. Jamás se arrepintieron de sus múltiples crímenes.

Ambos crearon vastas redes de campos de concentración y explotaron laboralmente y de forma masiva a los presos políticos condenados a trabajos forzados en sus megalómanos proyectos para tratar de modernizar sus países y reactivar la economía. Así, los presos del Gulag, en la URSS, construyeron gigantescos canales, minas, fábricas, carreteras y ferrocarriles, mientras que en España los presos republicanos se emplearon en la creación de pantanos y canales de riego, vías férreas, fábricas y el famoso Valle de los Caídos, entre otras cosas.




Alberto Bárcena Pérez, autor del libro "Los presos del Valle de los Caídos", en un intento de exonerar a Franco, dice que los presos que construyeron aquel enorme conjunto monumental nacionalcatólico comían "bastante mejor que la media de lo que se comía en España en los años cuarenta". Curiosamente, Timothy Snyder, en su libro "Tierras de sangre. Europa entre Hitler y Stalin", afirma que en tiempos del Holodomor la alimentación de los presos del Gulag era mejor que la de la población ucraniana. Evidentemente la intención de Snyder no es disculpar a Stalin. Lo cierto es que tanto Franco como Stalin se dedicaron a matar a su pueblo de hambre, el primero con la autarquía y el segundo con las colectivizaciones. Los presos recibían más comida porque eran necesarios para trabajar, pero a la población le podían dar mucho por saco. Obviamente esto no parece que diga mucho en favor de Stalin ni de Franco, pero sí es otra similitud más entre ellos.

No es raro que Franco y Stalin coincidiera en el tiempo, en la época de los dictadores, el fanatismo político y los campos de concentración. Lo llamativo es que haya aún quienes aboguen por uno u otro, cuando cada vez está más claro que defender a un dictador es defenderlos a todos.




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