domingo, 8 de abril de 2018

Turismo de campo de concentración




Hoy está de moda el turismo de campo de concentración, visitar los lugares del horror humano, sobre todo si son nazis. No sé las cifras, pero supongo que serán ya bastantes millones las personas que han peregrinado a Auschwitz, Sachsenhausen, Mauthausen, Buchenwald o Dachau (la actual exposición sobre Auschwitz en Madrid ha recibido a más de 200.000 visitantes en sus cien primeros días). Sin embargo, aunque los campos nazis supusieron el clímax, el punto álgido de este tipo de instituciones, no han sido ni los primeros ni los últimos en existir. En los tiempos modernos fueron los españoles los creadores de los primeros campos de concentración, y lo hicieron en Cuba, durante la guerra de independencia de aquel país, a finales del siglo XIX. Desde entonces, muchas naciones han puesto todo su empeño en encerrar a enormes grupos de población "indeseable" en este tipo de recintos, siempre bajo nefastas e inhumanas condiciones. Así lo hicieron por ejemplo los británicos durante las Guerras de los Bóeres; los alemanes en Namibia (donde en 1904 construyeron el primer campo de exterminio de la historia); los turcos en la Primera Guerra Mundial para confinar a la población armenia; los soviéticos con el Gulag; los nazis con sus campos de concentración y de exterminio; los estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial para recluir a sus ciudadanos de origen japonés; la Yugoslavia de Tito; los británicos en Kenia antes de la independencia de este país; la Cuba castrista con las UMAP; China con el Laogai, o actualmente Corea del Norte con sus campos para presos políticos. Los objetivos de hacinar a la gente en estos lugares van desde simples castigos, a la reeducación política, la limpieza étnica, los trabajos forzados o el exterminio.

En España también tuvimos campos de concentración, claro. Empezaron a aparecer durante la Guerra Civil y continuaron existiendo en la posguerra. Los republicanos tuvieron cuatro campos de trabajo por los que pasaron miles de presos derechistas. Los franquistas llegaron a erigir casi trescientos campos (inspirados en los nazis) por los que pasaron cientos de miles de presos republicanos (otros 9.000 republicanos españoles estuvieron en los campos nazis -sobre todo en Mauthausen- y más de 300 en los soviéticos). El último campo de concentración oficial franquista fue el de Miranda de Ebro, en Burgos, que durante la Segunda Guerra Mundial llegó a estar dirigido por funcionarios nazis, por cierto, como Paul Winzer. El campo se cerró en 1947, después de una década de existencia, y tiempo después fue desmantelado.

Alguien que en España tenga interés por el turismo de campo de concentración se va a tener que ir al extranjero. A Alemania, por ejemplo. Porque de las decenas de campos que hubo en nuestro país casi no queda ni rastro. Del de Miranda de Ebro nos dice la Wikipedia que "sólo queda un viejo depósito de agua, algún muro, los restos del lavadero y una caseta de guardia y una placa en recuerdo de los prisioneros". Por aquel campo pasaron cerca de 100.000 presos, incluyendo a unos 15.000 refugiados extranjeros.

Y es que no es lo mismo que un ejército libere un campo de concentración, a que sean sus propios artífices quienes lo cierren cuando ya no les sirve y luego lo hagan desaparecer de forma conveniente.


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