jueves, 21 de enero de 2016

Ramón Franco y los tipos del "Plus Ultra"



Comienza un año lleno de grandes aniversarios relacionados con nuestra historia reciente: cincuenta años del accidente de Palomares, ochenta del estallido de la Guerra Civil Española… Sin ir más lejos, mañana mismo se cumplen noventa años del inicio del viaje del Plus Ultra, el hidroavión que realizó el primer vuelo entre España y América. En este articulillo vamos a hablar de aquella aventura y de sus protagonistas, pero sobre todo de uno de ellos: Ramón Franco Bahamonde.



Durante la Primera Guerra Mundial se produjeron enormes avances en aviación (ya se sabe que nada como una gran guerra para que las ciencias avancen una barbaridad), de tal forma que tras acabar la contienda distintos países se dispusieron a lanzar raids para atravesar los océanos y conseguir que las distancias a lo largo y ancho del planeta fuesen más pequeñas. Así, en 1919 los yanquis y los británicos atravesaron el Atlántico, en 1922 los portugueses llevaron a cabo la primera travesía aérea del Atlántico sur, y en 1924 EEUU realizó la primera vuelta aérea al mundo. 

El Gobierno de Madrid, no queriendo ser menos, autorizó a partir de 1925 (después del éxito militar en Alhucemas) tres vuelos de prestigio propuestos por aviadores españoles: los que tenían como destino Buenos Aires, Filipinas y la Guinea española.

Vamos a hablar, pues, del primero.


El Plus Ultra en el Complejo Museográfico Provincial “Enrique Udaondo” de Luján, Argentina


El hidroavión Plus Ultra, un Dornier Do J Wal (“ballena”, en alemán), despegó del puerto de Palos de la Frontera (Huelva) el 22 de enero de 1926. La primera etapa acabó en Las Palmas y duró ocho horas. El 26 el aparato despegó rumbo a Cabo Verde, adonde llegó tras nueve horas y cincuenta minutos.

 
El Plus Ultra en Palos de la Frontera


Comenzaba la etapa más larga y peligrosa. El 31 el Plus Ultra alcanzó Pernambuco, después de que la hélice posterior se rompiera y la tripulación tuviera que arrojar toda la carga por la borda (víveres, equipaje y botiquín). El 4 de febrero el hidro llegó a Río de Janeiro en doce horas y quince minutos, e igual que había pasado en Las Palmas, la multitud recibió y aclamó a la tripulación como héroes. El 9 el Plus Ultra estaba en Montevideo, y al día siguiente en Buenos Aires. El recibimiento fue delirante, y el acontecimiento pervivió en la prensa bonaerense durante mucho tiempo.





El vuelo resultó ser un éxito absoluto. Gran parte del mérito fue del piloto, el comandante Ramón Franco, un hombre valeroso que se crecía ante la adversidad y todas esas cosas.

El Plus Ultra había recorrido 10.270 Km. empleando 59 horas y 39 minutos. Hay que decir también que el vuelo del Plus Ultra fue el primer raid en que se utilizó el radiogoniómetro, que permitió a la tripulación no desviarse de la ruta correcta.

Los “héroes del Plus Ultra” fueron el comandante Ramón Franco (piloto), el capitán Julio Ruiz de Alda (observador) y el mecánico Pablo Rada. El teniente de navío Juan Manuel Durán acompañó a los aviadores en todas las etapas excepto la de Cabo Verde a Fernando Noronha (Brasil).



Ramón Franco Bahamonde sigue siendo hoy un personaje bastante desconocido debido a que su figura caería en el olvido durante la dictadura que instauraría su hermano años después. Sin embargo su vida no carece de interés, muy al contrario: fue un tipo sugestivo no solo por su personalidad, muy impulsiva y contradictoria, sino también por la época y los acontecimientos que le tocaron vivir. Unos años en los que, como veremos, España padecía ya una serie de problemas que persisten hoy, prueba de que nuestro país continúa teniendo bastantes cuentas pendientes con su historia cercana. 

Ramón nació en 1896 en Ferrol. Siguió los pasos de su hermano Francisco e ingresó en 1911 en la Academia de Infantería de Toledo. Tras graduarse con 18 años como segundo teniente, prestó servicio en infantería en la Guerra del Rif. Allí le llamaban El Chacal, por su valentía y temeridad (a pesar de lo cual nunca fue herido, al contrario que su hermano). Se gastaba la paga en juergas y burdeles. Era provocador, rebelde y exhibicionista. Al parecer, en cierta ocasión se le ocurrió subir desnudo al escenario de un teatrillo callejero en Melilla y se puso a perseguir a una corista. Tenía un permanente afán de llevar la contraria, de transgredir las normas y exhibirse, lo que le dio fama de loco divertido y le hizo popular. No le importaba en absoluto el riesgo con tal de no pasar desapercibido. Era bastante ególatra, en fin.

Podríamos pensar que cómo se le ocurrió seguir la carrera militar siendo un tipo contestatario e indisciplinado. Sin embargo, si hacemos memoria comprobaremos que no son pocos los militares con personalidad rebelde y espíritu libre que han alcanzado la gloria y se han convertido en legendarios: Custer, Rommel, Patton… Quizá Ramón aspiraba a ocupar un puesto así en la historia.

Atraído por los aeroplanos, se incorporó a la Aeronáutica Militar en 1920, en Getafe. En 1921 ya era piloto, y ese mismo año volvió a Marruecos. Allí realizó hasta 1922 más de 150 misiones aéreas de todo tipo (reconocimiento, cooperación, abastecimiento y bombardeo).

En 1922 Ramón Franco descubrió los hidroaviones, y vio en ellos la conjunción perfecta entre sus deseos de volar y las raíces marineras de su familia. En un mes estuvo preparado para pilotarlos.

Realizó varias misiones en hidros y tuvo que ser rescatado del mar en más de una ocasión. Él alegaba fallos en el motor, pero es probable que llevase los aparatos que pilotaba al límite.

Por su valor y servicios prestados recibió en 1923 la Medalla Militar Individual.


Francisco y Ramón cuando este fue condecorado


En 1924, en Madrid, conoció a Carmen Díaz (Carmenchu, como la llamaba él), de 18 años de edad, y se enamoraron. Según escribiría Carmen, “me atraía su fuerza, su personalidad y su locura. Porque estaba un poco loco, pero un loco divertido”.

Entonces era obligatorio que los oficiales del Ejército solicitasen permiso al Rey para casarse, pero como Ramón tenía tendencia a no seguir las normas que le parecían estúpidas, la pareja esquivó el formulismo y decidió casarse en Francia. La boda se celebró el 22 de julio de 1924 en Hendaya (el mismo lugar en el que, dieciséis años después, su hermano tendría una cita con Hitler).


No era alto, apenas un metro sesenta centímetros, tenía algo de tripa, y su pelo rizo había comenzado a desaparecer, pero yo no veía nada de eso. Sólo sus ojos. Ni siquiera su uniforme con las alas de aviador y el pasador de la Medalla Militar


Nada más casarse la pareja se fue a Melilla. Allí todos los compañeros de Ramón aplaudieron su decisión de haberse saltado el permiso real a la torera. Bueno, todos excepto su hermano Francisco, que lo consideró un ejemplo de irresponsabilidad e indisciplina.

Al principio Carmenchu estaba allí tan contenta, pero después comenzó a inquietarse por el comportamiento de su marido: “Poco a poco parecía irse convirtiendo en un auténtico africano, hasta el punto de que, incluso físicamente, parecía uno más de sus habitantes: moreno, renegrido por el sol, hablaba árabe con ellos, vestía chilaba y leía durante horas y horas el Corán. (…) Siempre estaba encerrado en sí mismo pensando en sus problemas y haciendo cosas que a lo mejor parecían raras pero a las que yo estaba ya acostumbrada, como andar continuamente desnudo por la base, estar al sol lo más que podía, y raparse la cabeza como los moros.”



“Sus problemas” eran, por ejemplo, la obsesión por atravesar el Atlántico volando, una obsesión que se materializó en 1925, cuando llegó a manos del general Primo de Rivera (dictador español por entonces) un proyecto de raid a la Argentina elaborado por Ramón y el capitán de Ingenieros Mariano Barberán. El general dio el visto bueno, pues era ante todo un dictador populista y el vuelo hasta América sería una buena ocasión para marcarse un tanto y aglutinar al pueblo.

Se utilizaría un Dornier Do J Wal, que ya había pilotado Ramón en el raid Melilla – Santa Cruz de Tenerife, en enero de 1924, siendo esa la primera vez que se llegaba al archipiélago canario por la ruta aérea.

Por un problema con otro piloto, Barberán abandonó el proyecto (moriría en 1933, en la última etapa del raid España - México). Ramón le sustituyó por Julio Ruiz de Alda, un amigo de África. Como mecánico escogió a otro amigo, Pablo Rada, valeroso, radical y un tanto impetuoso, como él.

Los días previos a la partida los aviadores soportaron todo tipo de agasajos, celebraciones y despedidas. El vuelo del Plus Ultra era todo un acontecimiento. Se dispuso que el hidro despegara del puerto de Palos, emulando a Colón. Allí se trasladaron casi todos los habitantes de Huelva el 21 de enero de 1926 para desear suerte a los héroes cuya odisea comenzaba al día siguiente. La multitud se pasó toda la noche haciendo resonar guitarras y cantos a los pies del palacio del marqués de Valdealta, donde trataban de dormir Ramón y sus compañeros (sin conseguirlo, claro). Despegaron sin haber pegado ojo. Y sin desayunar, pues la pegajosa y enardecida muchedumbre acompañó andando a los tripulantes desde el palacio hasta el Plus Ultra achuchándolos sin parar. Alrededor del hidroavión había un centenar de embarcaciones atronando con sus sirenas, y una veintena de aviones lo despidieron desde el cielo.

En cada etapa había más agasajos y fiestas, pero en Buenos Aires el recibimiento fue absolutamente entusiasta, apoteósico. El periódico La Nación titulaba al día siguiente: “Sería ciertamente imposible imaginar un espectáculo más grandioso de multitud humana.”

Los héroes fueron conducidos hasta la Casa Rosada, sede del Gobierno. Durante el trayecto, la policía se las vio negras para impedir que la gente volcara los automóviles en los que iban los aviadores. Estos finalmente fueron recibidos por el presidente argentino, Marcelo de Alvear, rodeado de ministros y autoridades, quien los abrazó y los sacó inmediatamente al balcón para recibir con ellos los aplausos y escuchar los himnos nacionales. Mientras, en Madrid y Barcelona se organizaban manifestaciones y celebraciones varias.

Primo de Rivera (cuya relación con Ramón no era nada buena) felicitó a los héroes por telegrama, y el rey Alfonso XIII por teléfono.

Un diario de la colonia italiana en Buenos Aires recordó que el Plus Ultra, aunque era de patente alemana, había sido construido en Pisa (debido a las restricciones impuestas por el Tratado de Versalles). Haciendo referencia a ese detalle, y al hecho de que los dos motores del hidro fueran británicos (Napier Lion), otro periódico bonaerense publicó al día siguiente una caricatura de un cocinero con una sartén y una tortilla cuyo “racial” subtítulo decía: “La sartén es inglesa y el aceite italiano, pero los huevos son españoles.”


Ramón en Buenos Aires


Ramón Franco se había convertido en el español más famoso de su época, eclipsando a su hermano Francisco que por entonces había llegado a ser “el general más joven de Europa”, según un mito que ha perdurado hasta nuestros días.

En Ferrol se descubrió una placa en la pared de la casa donde nacieron ambos que decía: “En esta casa nacieron los hermanos Don Francisco y Don Ramón Franco Bahamonde, valientes militares que al frente del tercio de África y cruzando el Atlántico con el hidroavión Plus Ultra realizaron heroicas hazañas que constituyeron gloriosas páginas de la historia nacional. El pueblo de Ferrol hónrase con tan esclarecidos hijos, a los que dedica este homenaje de dedicación y cariño.”




Como ya hemos comentado, las relaciones entre Ramón y el dictador Primo de Rivera no eran las mejores del mundo. Si el segundo vivía para las normas, el primero no las toleraba.

A Ramón Franco le gustaba burlarse de las ordenanzas. Parece ser que en cierta ocasión, durante una inspección, se presentó con el correaje y la pistola como única vestimenta. Alegó que la orden del día rezaba, literalmente: “Uniformidad: correaje y pistola”, y Ramón la tomó al pie de la letra tratando de demostrar el absurdo que rodeaba a Primo de Rivera. Tras el vuelo del Plus Ultra las cosas entre ambos empeoraron. En contra de los deseos de Ramón, el dictador regaló el hidroavión a la República Argentina.

Cuando los tripulantes regresaron al puerto de Palos a bordo del crucero argentino Buenos Aires, fueron recibidos por el Rey y el Gobierno en pleno, excepto Primo de Rivera. Aun así, el dictador quiso marcarse un tanto entre sus paisanos de Jerez y dio instrucciones para que los cuatro navegantes se trasladasen allí y así ofrecerles un homenaje. Ramón, queriendo ofenderle, decidió marcharse a Madrid mientras el general le esperaba en Jerez. El duque de Tetuán, ministro de la Guerra, ordenó a Ramón que fuese a Jerez en nombre de Primo de Rivera, pero el comandante le contestó: “No tengo nada que hacer en Jerez y, por tanto, no voy.” Parece que el ministro le contestó: “Pues entonces váyase usted al cuerno.”

Primo de Rivera se quedó en Jerez cabreado mientras Ramón estaba en un balcón del Ritz recibiendo aplausos. Días después, la Gran Peña, una sociedad muy apreciada por el dictador, anunció la entrega a Ramón Franco de su medalla de oro. El encargado de hacerlo sería el propio Primo de Rivera. Se decidió una fecha, se engalanaron las salas, se llenaron estas de gente, pero pasaron las horas y Ramón no apareció. Después diría que se le había olvidado.

Se decidió imponer la Medalla Plus Ultra (recientemente creada) al comandante Franco y la Medalla del Mérito Aéreo a Ruiz de Alda y Durán. A Primo de Rivera se le había otorgado la Laureada de San Fernando (máxima condecoración militar española) por el éxito del desembarco en Alhucemas, y quiso aprovechar el mismo acto para que el Rey se la impusiera oficialmente junto a los tripulantes del Plus Ultra. Sin embargo los protagonistas de la jornada fueron los aviadores y no el general, cuya Laureada casi no se mencionó en la prensa en favor de los méritos de los navegantes. Don Miguel rabió de nuevo hasta el punto de poner una multa de 25.000 pesetas (un verdadero dineral por entonces) al periódico La Época, que no le había ni siquiera citado en su editorial. Además, remitió a todos los periódicos un artículo escrito por él, de obligada inserción, en el que mostraba su inmenso enfado.

Como otras sanciones impuestas durante aquella dictadura, la multa a La Época nunca se pagó.

El mismo año del vuelo del Plus Ultra, el Gobierno argentino concedió el monopolio postal aéreo a una compañía francesa. Entonces Ramón llamó “incompetente” al embajador español en Buenos Aires. Este, ofendido, pidió que a Primo de Rivera que aplicara un correctivo al aviador, y el dictador, encantado de hacerlo, envió a Ramón arrestado al castillo de Badajoz. El general ordenó que se censurara todo lo referente a dicho arresto para que se mantuviera en secreto, pero el escándalo saltó a la prensa internacional y el Rey comenzó a recibir telegramas y manifestaciones de apoyo a Ramón. Alfonso XIII se vio obligado a intervenir y el ministro de la Guerra levantó el arresto.

Tras el éxito de su histórico vuelo, Ramón Franco comenzó a llevar una vida de homenajes, recepciones y popularidad que le encantaba. Al contrario que a su mujer.

El 31 de julio de 1928 Ramón Franco despegó de la bahía de Cádiz pilotando un Dornier Super-Wal, de cuatro motores y fabricado en Alemania, bautizado Numancia en homenaje al barco español que dio la primera vuelta al mundo. El objetivo pues era ese mismo, dar la vuelta al mundo. Pero a la media hora tuvo que amerizar con dos motores parados porque se había estropeado un regulador del paso de la gasolina. Y ya no despegó.

El 21 de julio de 1929 Ramón Franco, Ruiz de Alda y Eduardo González Gallarza (protagonista de un famoso y espectacular raid a Manila en 1926) despegaron de Cádiz. Durán había muerto en un accidente aéreo y Rada padecía reumatismo crónico desde el amerizaje del año anterior. El objetivo ahora era más modesto: Nueva York. Por entonces, Construcciones Aeronáuticas S.A. (CASA) había montado un hidroavión  Dornier Do 16 y el gerente de la empresa había instado al Gobierno para que obligara a los aviadores a ir en él. Sin embargo Ramón prefería utilizar un Dornier Do 15 (versión mejorada del Wal), y en él despegaron cambiándole la matrícula para que pareciese el otro. Los navegantes llevaban cava para brindar a los pies de la Estatua de la Libertad y contravenir así la Ley Seca imperante entonces en los EEUU. Sin embargo se perdieron, se quedaron sin combustible y tuvieron que amerizar en mitad del océano. Era el 22 de julio. Durante varios días los tripulantes tuvieron que sobrevivir racionando el agua y la comida, aguantaron un temporal, y en las primeras horas del 29 de julio fueron encontrados por el portaaviones británico HMS Eagle. Primo de Rivera les había dado por muertos horas antes.

Cuando volvieron a España, Ramón y sus compañeros fueron agasajados como si hubieran triunfado, incluso se les recibió en el Palacio Real. Ramón aprovecho entonces para pedir a Primo de Rivera permiso para reanudar el proyecto pero este, además de negárselo, le echó una fuerte reprimenda por el cambiazo de los hidroaviones.

A pesar de ser homenajeado en todo el país, Ramón Franco fue expulsado de la Aeronáutica. En solidaridad con su amigo, Ruiz de Alda pidió la baja en el Ejército. Para colmo, ese verano Ramón se enteró de una información calumniosa según la cual, él habría recibido un soborno para efectuar el cambio de hidros. Y averiguó que dicha información procedía de las más altas instancias, es decir, de Alfonso XIII y Primo de Rivera. Entonces se puso a escribir un libro, Águilas y garras, en el que arremetía contra ambos y contra el general Alfredo Kindelán, jefe de la Aeronáutica. El libro fue secuestrado en la imprenta por la policía.

El héroe se había transformado en rebelde.

Ramón ingresó en la Asociación Militar Revolucionaria (AMR), una organización secreta republicana. También se hizo masón y comenzó a mostrar un anticlericalismo radical. Fue detenido en una redada, y aprovechando que gracias al vuelo del Plus Ultra el Parlamento uruguayo le había concedido la ciudadanía de aquel país, anunció que renunciaba a la nacionalidad española, provocando un escándalo internacional.

A finales de 1929 la dictadura de Primo de Rivera tenía las horas contadas. Don Miguel había conseguido poner en su contra a los estudiantes, la aristocracia, la banca, parte del Ejército e incluso la Iglesia. En esas circunstancias el Rey decidió obligarle a dimitir, cosa que hizo el 30 de enero de 1930 (oficialmente el general renunciaba “por motivos de salud”). De todas formas por entonces se estaba preparando un golpe militar destinado a derribar al dictador, con conocimiento de Alfonso XIII y en el que estaba implicado Ramón Franco. La renuncia del general paralizó el golpe.

El 16 de marzo de 1930 Miguel Primo de Rivera fallecía en el hotel de París en que se había instalado.

El Rey encargó al general Dámaso Berenguer que formase Gobierno. Este, preguntado por un periodista si tenía una idea precisa acerca de lo que iba a hacer como gobernante, contestó con una ingenuidad alarmante: “Nada. No tengo ninguna. Lo único que puedo decirles es que cumpliré con mi deber. Vengo como soldado, pero quiero actuar como ciudadano.”

Con el nuevo Gobierno, al principio, se resolvieron conflictos en las universidades, se decretó una amnistía, se anunciaron elecciones, etc., pero la monarquía había quedado muy desprestigiada a causa de la dictadura. En mayo de 1930 hubo refriegas entre estudiantes (apoyados por Miguel de Unamuno, que había regresado del exilio) y la policía, y al Gobierno no se le ocurrió mejor solución que cerrar las universidades de Madrid, Valencia, Granada, Zaragoza, Valladolid y Salamanca. A todo ello se sumaron huelgas obreras por todo el país, y para colmo la situación económica no era la mejor del mundo debido al crac bursátil de Wall Street.

Ramón Franco se siguió oponiendo a la monarquía y a la “dictablanda” de Berenguer como lo había hecho a Primo de Rivera, pero el Gobierno le propuso ser agregado aéreo en Washington (en realidad se trataba de alejarle para que no incordiase). Ramón no aceptó.

Francisco Franco, que había sido nombrado director de la Academia Militar de Zaragoza, escribió una carta a su hermano muy preocupado por frenarle “en el camino (…) que sin que lo notes te arrastra a un desastre.” Según Francisco, el prestigio de su hermano Ramón estaba siendo utilizado por unos “ambiciosos y revoltosos” para elevarse y adquirir nombre a su costa, y quería advertirle de ello a la vez que apelaba a su condición de patriota y militar. Ramón le contestó con otra misiva que no era sino un auténtico manifiesto republicano en el que arremetía contra la monarquía, la nobleza, el alto clero y los generales. Finalizaba así:

De cuanto dices no tomo nada, dejo el resto y termino diciéndote que hago y seguiré haciendo lo que quiera, que siempre es lo que dicte mi conciencia, menos aristócrata y más ciudadana que la vuestra. Si para ello me estorba la carrera, no vacilaré en colgarla y ganarme la vida como ciudadano, consagrándome al servicio de la República, que es en definitiva el servicio de la Nación.
Te abraza tu hermano

Ramón.

Ramón tuvo el feo detalle con su hermano de hacer públicas las dos cartas.

El 11 de octubre de 1930 el por entonces director general de Seguridad, Emilio Mola, ordenó detener a Ramón y a su amigo Pablo Rada. Según Pilar Franco, la hermana, la detención fue pedida por Francisco que, asustado, rogó a Mola que encerrara a su hermano antes de que cometiera algún atentado.

Además de Ramón y Pablo Rada fueron detenidos varios republicanos catalanes, como Lluís Companys.



Francisco visitó a su hermano en la cárcel y le contó los cargos. La policía sabía, por ejemplo, que cuando los monárquicos habían convocado un mitin en la plaza de toros (situada donde hoy está el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid), Ramón había propuesto que se les bombardeara.

El 25 de noviembre Ramón se fugó.

Dejó en la celda una carta dirigida al presidente del Gobierno en la que decía, entre otras cosas, que se iba al extranjero. Pero era mentira, en realidad se quedó en Madrid, cambiando con frecuencia de domicilio y utilizando a su mujer para trasladar armas desde la frontera con Francia. Según decía Carmenchu, “las aventuras que estoy viviendo me llenan de entusiasmo, ya que me permiten colaborar con mi marido y, además, él asegura que lo hago muy bien. Como nunca me alaba nada, esto me llena de felicidad.”

El 12 de diciembre hubo una sublevación militar republicana en Jaca, y tres días después otra en la base de Cuatro Vientos. Ambas fracasaron. Ramón Franco, junto al comandante Hidalgo de Cisneros y el general Queipo de Llano, participó en la segunda. Imprimieron unas octavillas para ser lanzadas sobre Madrid que decían:

¡Españoles!
Se ha proclamado la República. Hemos padecido muchos años de tiranía y hoy ha sonado la hora de la libertad.
Los defensores del Régimen caduco, que salgan a la calle, que en ella los bombardearemos.
¡Viva la República española!

Viendo que el pronunciamiento no despertaba demasiado entusiasmo, Ramón decidió llevar a cabo una acción espectacular: bombardear el Palacio Real. Subió a un Breguet 19 con Pablo Rada y fue hasta el palacio en vuelo rasante. Según dijo después, decidió no arrojar las bombas porque vio a unos niños jugando en los jardines junto al palacio.

Debido a las sublevaciones fueron detenidos varios oficiales y fusilados dos de ellos. También fueron arrestados Miguel Maura, Alcalá Zamora, Ángel Galarza, Largo Caballero, Fernando de los Ríos, José Giral y Casares Quiroga, entre otros. Ramón, Rada, Queipo de Llano e Hidalgo de Cisneros huyeron a Portugal. A comienzos de 1931 estaban en París. Allí, Ramón era entrevistado todos los días para periódicos, revistas y documentales cinematográficos. Por otra parte comenzó a enemistarse con Indalecio Prieto, a quien Ramón consideraba “poco revolucionario”.

En enero Ramón recibió una carta de su hermano Paco, en la que este recordaba a su “querido y desgraciado hermano (…) la posibilidad de que termines tu vida fusilado y abandonado por todos, ante la indiferencia cuando no entre el aplauso del pueblo, que un día te aclamó como aviador y que te repudia como revolucionario.” Con la carta iba un cheque de dos mil pesetas. Ramón contestó a Paco que no le asustaba el fusilamiento.

El aviador tenía ciertos problemas económicos así que decidió escribir sus memorias, pero como era “incapaz de escribir algo que no fueran violentos manifiestos llamando a la lucha” (según su mujer), encargó el trabajo a Julián Gorkin. El libro se tituló Madrid bajo las bombas, a pesar de que todavía ninguna bomba había caído sobre la capital.

En París, Ramón se introdujo en una logia de habla española llamada casualmente Plus Ultra. Pablo Rada no pudo hacer lo mismo, pues la víspera del solemne acto fue sorprendido practicando otro acto (el de la cópula) con la mujer del Gran Oriente.

Ramón también contactó con Durruti y los hermanos Ascaso, que fueron detenidos cuando preparaban un plan para asesinar al Rey a su paso por París.

El 10 de febrero de 1931 se publicó un manifiesto de intelectuales encabezado por José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala con el que se creaba la Agrupación al Servicio de la República. Tal y como iban las cosas, Alfonso XIII indujo a Berenguer a dimitir, a quien sustituyó Romanones. Se convocaron elecciones para el 12 de abril, pero no legislativas, sino municipales, que Romanones consideraba menos peligrosas. Los republicanos ganaron en la mayoría de las capitales de provincia y el día 13 el Rey leyó su renuncia al trono (“las elecciones celebradas el domingo me revelan claramente que no tengo el amor de mi pueblo”). 

El 14 de abril se proclamó la Segunda República española.



Ramón regresó a Madrid desde el exilio el 15 de abril, donde tuvo su tercer recibimiento triunfal (la multitud destrozó su taxi). Fue nombrado Jefe Superior de la Aeronáutica Militar, sustituyendo al monárquico Kindelán, su enemigo. Aun así, criticó a Miguel Maura por haber dejado salir de España al Rey y no haber reprimido a los “elementos reaccionarios.”

Ramón se consideraba a sí mismo un revolucionario, pero sus ideas eran un tanto imprecisas. Él no quería una revolución soviética (“el comunismo hay que rechazarlo porque es una dictadura”, había escrito), y tampoco la del PSOE, demasiado lenta para él. Su revolución basculaba entre la libertaria y la de los radicales socialistas; era una revolución tan idealista como confusa. Para hacerla realidad, decidió presentarse a las elecciones convocadas para el 28 de junio de 1931, las primeras de la República.

Su matrimonio se venía abajo. Cierto día, Carmenchu, que estaba muy deprimida, se fue a oír una misa. Cuando salió de la iglesia vio sorprendida que su marido la estaba esperando. Muy contenta se acercó a él, y este le soltó una bofetada en toda la cara y en plena calle. Ramón estaba empeñado en que su mujer abandonara toda práctica religiosa. “Yo quería morirme de vergüenza: nadie me había pegado nunca y nunca le supuse capaz de hacerlo; jamás creí que me haría pasar tal vergüenza y tal deshonra en público”, escribiría ella.

Ramón tenía una amante desde hacía años, Engracia Moreno, con quien tuvo una hija, Ángeles.

Carmen le pidió el divorcio.

En mayo de 1931 comenzaron a arder iglesias y conventos en Madrid. El Gobierno, con el voto en contra de Maura y la abstención de tres ministros socialistas, decidió no enfrentar a las fuerzas del orden con los incendiarios, pero por la noche las tropas ocupaban la ciudad. Al parecer se vio a Pablo Rada con una camioneta de la Aviación Militar distribuyendo bidones de gasolina a los incendiarios. Ramón escribiría más tarde en su libro Decíamos ayer: “Contemplé con alegría aquellas luminarias, expresión de un pueblo que quería liberarse del oscurantismo clerical y de la roña religiosa.”

Ramón fue candidato a diputado por Barcelona y Sevilla. En Barcelona iba en las listas de Esquerra Republicana de Catalunya por petición de Francesc Macià. En Sevilla se presentó por el Partido Republicano Revolucionario. Hizo su campaña electoral en avión, acompañado por Pablo Rada y haciendo alarde de una demagogia extrema. En un mitin en Barcelona aseguró a los “hermanos catalanes” que “la República andaluza estará siempre al lado de la República catalana”, y abogó por una Federación de repúblicas ibéricas. En Andalucía prometió a los campesinos el reparto de tierras y la república federal, además de la recuperación de la civilización árabe para que la región volviera a gozar del esplendor que tuvo durante el Califato de Córdoba.

Miguel Maura consiguió que el Consejo de Ministros autorizara la detención de lo que él llamaba “movimiento sedicioso” conducido por Ramón Franco, a quien consideraba dispuesto a tomar Sevilla con campesinos armados, asaltar bancos e iglesias, y ordenar a la aviación bombardear lo que se le antojase. Varios militares colaboradores de Ramón fueron detenidos, la prensa republicana arremetió contra él y la libertaria le defendió.

En las elecciones Ramón salió elegido diputado por Sevilla y también por Barcelona. A la hora de escoger circunscripción, renunció al acta de Sevilla.

Ramón Franco ya estaba en las Cortes, formando parte de un grupo conocido como los jabalíes, que se caracterizaba básicamente por su demagogia. Y en la sesión del 20 de julio se puso de manifiesto el tremendo error que había cometido dedicándose a la política. Aquel día sufrió un verdadero vapuleo dialéctico sobre todo a manos de Miguel Maura, pero también por parte del diputado socialista Eladio Fernández Egocheaga. No supo reaccionar y quedó literalmente liquidado políticamente. Los diputados y periodistas llegaron a la misma conclusión: Ramón Franco era audaz, pero le faltaba prudencia; era valiente, pero carecía de astucia; era hablador, pero no tenía dotes oratorias; era ingenioso, pero inculto; podría tener buena fe, pero no coherencia.

En el mes de julio de 1931 se sucedieron los incidentes en Andalucía entre los anarquistas y las fuerzas del orden, unos incidentes en los que estas se extralimitaron sobradamente (como cuando se disparó con un cañón contra un edificio en el que se reunían notables anarquistas, transformándolo en un solar). Pero Ramón salió perjudicado de estos hechos, pues se le culpaba de haber radicalizado a los campesinos andaluces. Se le trató de sacar de las Cortes, pero el suplicatorio no salió adelante porque muchos diputados eran masones, como él.

En 1932, con Azaña de presidente del Gobierno y habiendo sustituido Casares Quiroga a Maura,  hubo más revueltas anarquistas por las que se decidió la deportación a África de Durruti y los hermanos Ascaso, entre otros anarquistas. Ramón defendió a los deportados y más tarde fue a visitarlos a Villa Cisneros (Sahara Occidental).

Después de “la Sanjurjada”, en agosto de 1932, Ramón Franco se fue apartando poco a poco de la política. Se divorció de Carmen y se casó con Engracia. En 1934 simpatizaba con Lerroux, por entonces presidente del Gobierno.

Había cambiado.

Fue nombrado agregado aéreo de la embajada en Washington.

El 28 de febrero de 1934 murió la madre de los Franco, Pilar. Este hecho reinició el contacto entre Paco y Ramón, un contacto que ya no se rompió hasta la muerte del segundo.

En Washington Ramón fue muy considerado como militar y piloto. La prensa yanqui le daba le daba más importancia incluso que al embajador. Cierto día se entrevistó con el general MacArthur, por entonces jefe del Estado Mayor del Ejército; dicha entrevista fue recogida por el New York Times.

Tras la revolución de octubre de 1934 Ramón se refirió a la misma desde Washington como “el error asturiano”, y no dijo nada acerca de la represión que la siguió.

Cuando estalló la Guerra Civil Española, Ramón se pronunció contra una posible restauración monárquica, pero evitó comentar nada más. El 13 de agosto de 1936 fue cesado de su cargo en Washington: el Gobierno republicano desconfiaba de él.

Entre los días 22 y 23 de agosto, por causas no aclaradas, cerca de 30 presos derechistas fueron ejecutados en la cárcel Modelo de Madrid por los milicianos. Uno de los muertos era Julio Ruiz de Alda.



 

Ruiz de Alda había sido uno de los fundadores de Falange Española en 1933 y fue detenido en marzo de 1936 tras la ilegalización del partido. Aunque habían seguido trayectorias políticas muy diferentes, Ramón y Julio, dos de los héroes del Plus Ultra, nunca habían dejado de ser amigos. Seguramente la noticia del asesinato de su compañero afectó muy especialmente a Ramón. El 15 de septiembre de 1936 anunció en el Washington Star que estaba preparado para unirse a su hermano.

El 1 de octubre Francisco Franco fue nombrado jefe del Estado por los demás generales sublevados, e inmediatamente Ramón, su mujer y su hija, se embarcaron en Nueva York rumbo a Lisboa. De Portugal pasaron a España. Por haber sido masón se instruyó a Ramón un expediente de depuración del que salió exonerado (tampoco era el primer caso así: Queipo era masón). El 23 de noviembre Ramón Franco fue nombrado teniente coronel por orden de su hermano y se le confió el mando de la aviación sublevada en Baleares, mando que compartía con un oficial italiano y otro alemán, que dirigían las unidades aéreas de sus respectivas nacionalidades. En la práctica Ramón fue responsable solo de la Base de Hidroaviones de Pollensa.

La llegada de Ramón gustó a pocos en el bando franquista, pero todo el mundo calló, excepto el general Alfredo Kindelán (jefe de la Aviación Nacional), su viejo rival, que escribió una carta de protesta al Generalísimo. Una carta a la que el Generalísimo no hizo el menor caso.

Desde Mallorca, adonde Ramón se trasladó de inmediato, se realizaron durante la guerra los sangrientos bombardeos del litoral mediterráneo español. Los republicanos le acusaron de ser responsable de los ataques a Barcelona que entre el 16 y el 18 de marzo de 1938 produjeron cerca de 1.000 muertos y más de 1.500 heridos. Sin embargo dicha responsabilidad hay que achacársela a los italianos de la Aviación Legionaria. Como ya hemos dicho, Ramón dirigió la Base de Hidroaviones de Pollensa (con mucho éxito, por cierto), los cuales se dedicaron a apresar o hundir barcos, así como a misiones de reconocimiento marítimo y rescate. Los hidros de Pollensa nunca bombardearon objetivos civiles, y sólo en octubre de 1938, cuando murió Ramón, comenzaron a bombardear el puerto de Valencia.

Durante la guerra Ramón fue popular entre sus subordinados a quienes trataba con afecto. Pero se había vuelto serio, callado, taciturno. Quizá estuviese en un estado depresivo por una vida llena de contradicciones.

El 28 de octubre de 1938, antes del alba, el cielo estaba cubierto por negros nubarrones y arreciaba un viento fuerte y racheado que desaconsejaba cualquier misión aérea, pero Ramón había decidido bombardear el puerto de Valencia con dos hidroaviones CANT Z.506 (de fabricación italiana) y, según decía, “en tiempo de guerra no hay tiempo malo.”


CANT Z.506 Airone (Garza, en italiano) en la base de Pollensa durante la guerra


Subió a su aparato, el 73-1, junto a los otros cuatro tripulantes y despegó. Una vez en el aire y al poco rato, el piloto del otro CANT, el capitán Rodolfo Bay, observó que el hidro de Ramón perdía altura, picaba y se perdía entre las nubes bajas.

Nunca regresó.

Ese mismo día se encontraron los restos del hidro con los cadáveres de Ramón y tres hombres más.

Ramón Franco fue enterrado con todos los honores y en presencia de autoridades españolas, alemanas e italianas el 31 de octubre en Palma de Mallorca. Se le recompensó póstumamente con el ascenso a coronel y la concesión de una segunda Medalla Militar.

Francisco Franco no acudió al entierro, envió un telegrama de despedida.

Hubo quienes atribuyeron la causa de su muerte a sabotaje, envenenamiento e incluso suicidio. Ninguna de las opciones parece válida. Su hermana Pilar comentó que el origen del accidente fue el reventón de una rueda, cosa sin mucho sentido, pues los hidroaviones no llevan ruedas, como es obvio. Al ir cargado de bombas, el hidro era muy sensible a las ráfagas de viento, así que lo más probable es que una turbulencia lo volviese ingobernable y cayese al mar.

Una de las barbaridades jurídicas del franquismo (además de acusar de “rebelión militar” a quienes había permanecido leales a la legalidad republicana) fue derogar, con carácter retroactivo, la Ley de Divorcio republicana. Así, se recompusieron matrimonios separados hacía tiempo y se dejó a los cónyuges e hijos de segundas nupcias en condiciones de concubinato e ilegitimidad. De ese modo, Engracia Moreno y su hija Ángeles perdieron legalmente el apellido Franco.

Ángeles Franco murió de cáncer en Barcelona en 1976, con 48 años. A Engracia se le perdió la pista.

Nunca entraron en El Pardo.

 
 Ángeles Franco


Carmen Díaz se volvió a casar después de divorciarse de Ramón.

En 1969 Pablo Rada vivía exiliado en Caracas. Estaba enfermo de cáncer y solicitó autorización para regresar y morir en España. Franco se lo concedió (“no hay que olvidar que fue uno de los héroes del Plus Ultra, que tanto prestigio dio a nuestra Patria y a la aviación española”, dijo), y al poco de volver, murió. De los cuatro del Plus Ultra, Rada, el que más había jugado con fuego, fue el único en morir en la cama.



Años después de la guerra se erigió un monumento al Plus Ultra en La Rábida, Huelva, subvencionado por Argentina. Esa hazaña y su actuación en la Guerra Civil fue lo único que quedó de Ramón Franco durante el régimen de su hermano. El resto de su vida fue silenciada.



En la biografía que escribieron del aviador, Joaquín Leguina y Asunción Núñez dicen de él que fue “un rebelde visceral que jamás se hubiese adaptado a vivir bajo el gris régimen franquista.”


Más información:

-AAVV, “Grandes vuelos de la Aviación Española”, Espasa Calpe, 1983.

-AAVV, “Enciclopedia de la Aviación Militar Española”, Vol. VI, Quirón, 2000.

-Díaz, Carmen, y Silva, José Antonio, “Mi vida con Ramón Franco”, Planeta, 1981.

-Herrera Alonso, Emilio, “Cien aviadores de España”, Ministerio de Defensa, 2001.

-Leguina, Joaquín, y Núñez, Asunción, “Ramón Franco. El hermano olvidado del dictador”, Temas de Hoy, 2002.



3 comentarios:

  1. La llegada del Plus Ultra y la visita del Principe Humberto de Saboya,fueron los hechos mas multitudinarios de la decada del 20,en Buenos Aires.Un tio de mi madre,ya viejo contaba que la cosa mas maravillosa que le habia pasado en la vida,habia sido formar en la guardia de honor que recibio al Plus Ultra.Podria ahondar en descripciones,pero Ud lo ha dicho mejor y breve:fue una Apoteosis.

    ResponderEliminar
  2. La llegada del Plus Ultra y la visita del Principe Humberto de Saboya,fueron los hechos mas multitudinarios de la decada del 20,en Buenos Aires.Un tio de mi madre,ya viejo contaba que la cosa mas maravillosa que le habia pasado en la vida,habia sido formar en la guardia de honor que recibio al Plus Ultra.Podria ahondar en descripciones,pero Ud lo ha dicho mejor y breve:fue una Apoteosis.

    ResponderEliminar
  3. Ese de volver a Califato fue una falacia de la prensa monárquica. Andalucía libre representa otra posición en la España federal que ya entonces se reclamaba

    ResponderEliminar