lunes, 29 de diciembre de 2014

Las armas químicas y la Guerra del Rif



Cadáveres esparcidos tras el Desastre de Annual (la imagen es de 1922)


En su libro “Guerra química en España, 1921-1945”, José María Manrique García y Lucas Molina Franco, dejando aparte el tema central –el del título del libro-, se plantean por qué se prohíben determinadas armas en los tratados internacionales y otras no.

En realidad la respuesta es simple: para favorecer la supremacía de los más poderosos. Esto ya quedó claro la primera vez que se estableció una prohibición internacional de un arma: la ballesta, auténtica antecesora del arma de fuego, cuyo uso fue proscrito en el Segundo Concilio de Letrán (año 1139) por el papa Inocencio II. Para el Papa las ballestas eran “mortíferas y odiosas a Dios”. La prohibición no sirvió de mucho, pero pretendía mantener la superioridad de las naciones y estamentos que podían permitirse la caballería pesada frente a los más débiles, que podían procurarse arcos y ballestas.


Con respecto a la guerra química moderna, el primer proyectil cargado con agresivos químicos se fabricó en 1830 y se atribuye al farmacéutico francés Lefortier. Sólo unos años más tarde, a mediados del siglo XIX, fueron los británicos con toda probabilidad los primeros en emplear granadas con gas venenoso. Lo hicieron contra los maoríes, en Nueva Zelanda, en 1845, y estuvieron a punto de volverlo a hacer durante el sitio de Sebastopol, en 1854. Según dice la Wikipedia:

En 1854, Lyon Playfar, un químico británico, propuso un proyectil de artillería antibuque de cianuro de cacodil como una forma de resolver el empate durante el sitio de Sebastopol. La propuesta fue apoyada por el Almirante Thomas Cochrane de la Armada Real Británica. Lord Palmerston, Primer Ministro, lo consideró, pero el Departamento de Municionamiento británico rechazó la propuesta como “un tipo de guerra tan pernicioso como envenenar los pozos de los enemigos”. La respuesta de Playfar se usó para justificar el uso de las armas químicas durante el siglo siguiente:

“No tiene sentido dicha objeción. Se considera un modo legítimo de guerra rellenar los proyectiles con metal fundido que hace estragos entre el enemigo, y produce la más horrible muerte. Es incomprensible el porqué un vapor venenoso que podría matar a los hombres sin sufrimiento se considera como guerra ilegítima. La guerra es destrucción, y cuanto más destructiva sea con el mínimo sufrimiento antes se acabará con este bárbaro método de protección de los derechos nacionales. No hay duda de que con el tiempo la química se usará para minimizar el sufrimiento de los combatientes, e incluso de los criminales condenados a muerte.”

Pues eso. Según el tal Lyon Playfair –químico y político británico- era absurdo negarse a usar armas químicas en la guerra, pues consideraba que disminuían el sufrimiento de los combatientes y estaba seguro de que tarde o temprano se emplearían tanto en ese campo como con los condenados a muerte.


Lyon Playfair


Desde luego el futuro le daría la razón, al menos en lo que se refiere a su uso. En la Primera Guerra Mundial las armas químicas se emplearían por primera vez de forma masiva (empezaron los franceses ya en agosto de 1914). Después, las cámaras de gas se usarían tanto con los reos condenados a muerte como en asesinatos masivos (Holocausto).

Durante la Gran Guerra el gas mató a unas 90.000 personas como máximo, lo cual es menos del 1% del total de militares muertos en la contienda. Eso sí, produjo muchas más bajas: en torno a 1.200.000. La tasa de mortalidad entre los gaseados fue del 3%. La inmensa mayoría de los afectados se recuperó completamente. De entre los afectados por el más famoso de los gases empleados, la iperita o gas mostaza, sólo murió el 2%.


Soldados británicos con ceguera temporal por un ataque con gas


Estudios estadounidenses –como el del teniente coronel Edward Vedder, de 1925- pusieron de manifiesto que un arma que ponía fuera de combate a un 35% de los afectados, con un porcentaje de bajas mortales tan pequeño, era muy eficaz: de cuatro a cinco veces más que las convencionales.

Es decir, que las armas químicas resultaban más eficaces y menos letales que las convencionales. Sin embargo, en seguida se limitaron:

La Conferencia de La Haya de 1899 prohibió el empleo de proyectiles con gases asfixiantes o tóxicos. 

La segunda Conferencia de La Haya (1907) proscribió el uso de venenos y armas tóxicas. También el bombardeo de ciudades indefensas.

El Tratado de Versalles (1919) prohibió la fabricación e importación de gases venenosos a Alemania.

El Protocolo de Ginebra prohibió el empleo en la guerra de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos. Se firmó en 1925 y entró en vigor en 1928. Eso sí, el tratado no impedía la fabricación ni la posesión de armas químicas. También permitía a los países firmantes emplear armas químicas contra los que no lo hubieran firmado, o usarlas en caso de ser atacados con ellas.

España fue uno de los primeros países en firmarlo y ratificarlo. Estados Unidos, no lo ratificó hasta 1975.

La Convención sobre Armas Químicas, cuyo nombre completo es Convención sobre la Prohibición del Desarrollo, la Producción, el Almacenamiento y el Empleo de Armas Químicas y sobre su Destrucción, supuso una ampliación del Protocolo de Ginebra. Se firmó en 1993 y entró en vigor en 1997.

Israel y Myanmar la han firmado pero no ratificado. Angola, Corea del Norte, Egipto y Sudán del Sur no la han firmado.

El uso masivo de armas químicas durante la Primera Guerra Mundial invalidó los acuerdos anteriores al respecto, bastante imprecisos por otra parte. Los que lanzaron más ataques químicos en aquella guerra fueron los británicos, que por lo visto le cogieron gustillo al tema porque continuaron utilizando esas armas durante los años inmediatamente posteriores en Rusia y quizá en Irak. En 1919, cuando era ministro de la Guerra y del Aire británico, Winston Churchill apoyó abiertamente el uso de los gases tóxicos (“estoy totalmente a favor de usar gas venenoso contra las tribus incivilizadas”).


Winston Churchill en 1919


En honor a la verdad, hay que decir que Churchill se refería a gases lacrimógenos. Eso sí, unos cuantos años más tarde, siendo primer ministro, ordenaría incendiar las ciudades alemanas.

El Imperio Alemán estuvo a punto de perder muy pronto la Gran Guerra por falta de municiones tradicionales. El bloqueo marítimo británico impedía la llegada de nitratos, por entonces mayoritariamente procedentes de Chile y Perú, lo que sumió a los alemanes en una seria crisis a pesar de que Fritz Haber (que sería el padre de la guerra química y recibiría el Premio Nobel en 1918) hubiera sintetizado el amoniaco en 1909. Con la inestimable ayuda de Haber, los germanos recurrieron entonces al uso del gas. De esa forma no sólo salieron del paso sino que situaron a su país a la cabeza de la fabricación y el empleo de las armas químicas (no deja de ser llamativo que Haber, cuyo trabajo sobre el gas letal sería aprovechado por los nazis para desarrollar el Zyklon B, empleado en Auschwitz, fuera de origen judío).


Fritz Haber


La guerra puso de manifiesto el enorme potencial de las armas químicas frente a las convencionales puesto que, como ya hemos explicado, eran más eficaces y menos letales. Todo ello hizo que, una vez acabada la contienda, los vencedores no tardaran en penalizar estas “armas de los pobres”, ya que podían poner en peligro su superioridad.

No obstante, durante el periodo de entreguerras las armas químicas continuaron empleándose en no pocas ocasiones. Así, las utilizaron los británicos contra los bolcheviques y contra los iraquíes, los bolcheviques durante la rebelión de Tambov, los españoles y los franceses contra los rifeños, Italia en Libia y Etiopía, y Japón en China.

Más recientemente, Estados Unidos empleó de forma masiva agente naranja en Vietnam, y el régimen de Sadam Husein utilizó armas químicas en los años ochenta contra Irán y contra los kurdos


Aviones estadounidenses arrojando agente naranja sobre Vietnam


En agosto de 2013, durante la Guerra Civil Siria, un ataque con gas sarín al sur de Damasco mató a 1.400 personas e hirió a otras 3.000. Las potencias occidentales acusaron al Gobierno sirio de la responsabilidad del ataque y le obligaron, bajo amenazas, a destruir todo su arsenal químico (Siria era uno de los pocos países que no firmaron la Convención sobre Armas Químicas). Eso sí, la guerra ha continuado allí hasta hoy y cada vez con mayor violencia.

Hasta que no entró en vigor en 1928 el Protocolo de Ginebra hubo un vacío legal con respecto al uso de las armas químicas. Y hubo países que tardaron muchos años en firmarlo o ratificarlo.

El hecho de que un país como España se hiciera con armas químicas con tanta rapidez y facilidad tras la Gran Guerra es la prueba de que efectivamente estas eran las “de los pobres”.

En los últimos años ha aumentado el interés en la utilización de armas químicas por el Ejército español en el Protectorado de Marruecos durante la Guerra del Rif, en los años veinte. Se acusa a España de haber cometido crímenes de guerra entonces, de haber empleado “armas prohibidas” e incluso de ser responsable de la alta incidencia de cáncer que se da hasta hoy en el Rif. Esto último tiene mucha importancia, pues desde distintos ámbitos, historiadores, asociaciones y políticos, tanto españoles como foráneos, han exigido que España reconozca estos crímenes y que incluso otorgue compensaciones económicas por ellos. El propio Gobierno marroquí está entre los que exigen explicaciones a España, a pesar de que en aquella época el sultán de Marruecos colaboraba con los españoles.

Estamos ante un caso flagrante de hipocresía múltiple. En aquella lamentable y sangrienta aventura colonial, España efectivamente empleó armas químicas a raíz de las masacres perpetradas por los rifeños –que por supuesto no respetaban los tratados internacionales- contra varios miles de prisioneros españoles tras el Desastre de Annual, en 1921. En concreto se utilizaron entre los años 1923 y 1925. El crimen español sin embargo no fue emplear esas armas, que eran legales, sino hacerlo contra civiles, es decir, bombardear de forma indiscriminada. Ahora bien, ¿cuántos países son inocentes de haber hecho tal cosa?

Por otro lado, también Francia empleó agresivos químicos contra los rifeños en 1925 –en colaboración con España- y nadie le pide cuentas por ello.

Además, la relación causal entre las armas químicas usadas por los españoles en el Rif (que fue sobre todo la iperita o gas mostaza) y los actuales casos de cáncer en la zona no se ha demostrado en absoluto. No hay datos al respecto, y esto se debe, según la Asociación de Víctimas del Gas Tóxico en el Rif, a que las propias autoridades marroquíes han impedido las investigaciones. Seguramente a estas no les interesaría que salieran a la luz los efectos de la represión llevada a cabo allí mismo por Hasán II, entonces príncipe heredero, durante la Revuelta del Rif de 1958-1959, cuando el Ejército marroquí –con apoyo francés- arrasó la zona con bombas de fragmentación, napalm y fósforo blanco.

Los efectos cancerígenos por exposiciones esporádicas a la iperita no se han demostrado (con todo el gas que se empleó en Flandes durante la Primera Guerra Mundial, hoy media población de Bélgica tendría cáncer), pero los del napalm sí.

España no fue el primer país en usar armas químicas. Las empleó en el Rif, pero no de forma ilegal. Las utilizó de forma indiscriminada, pero Francia también. Y antes lo hicieron otros, como los británicos o los bolcheviques.

España fue de los primeros países en firmar el Protocolo de Ginebra y no volvió a emplear armas químicas desde que este entró en vigor en 1928, al contrario que otras naciones. Y si hiciéramos una lista de los estados que han llevado a cabo bombardeos indiscriminados, con todo tipo de armas, desde luego sería interminable.

Entonces, ¿por qué la atención se centra en España?

Para terminar, voy a copiar unas reflexiones del libro de Manrique y Molina que me parecen la mar de interesantes:

¿Acaso el armamento químico es más mortífero que el nuclear? ¿No causan las partículas radiactivas dolores, deformaciones y muerte allá donde las nubes radiactivas puedan llevarlas? ¿Es que sus acumulados efectos radiactivos, térmicos y mecánicos no pueden acabar incluso con la vida en el planeta?

¿Por qué entonces las nucleares son armas permitidas, aunque la venia sólo sea para algunas naciones? Y subrayamos algunas porque no sólo las grandes potencias las tienen, es que Israel posee centenares y no ha firmado el Tratado de No Proliferación Nuclear, sin que ningún organismo internacional haga la menor objeción, mientras es casus belli para Irán. Corea del Norte, una vez que ha conseguido su fabricación, apenas si es molestada.

¿Por qué la leyenda negra se vuelca únicamente sobre las armas químicas a la vez que se oscurece la evolución de la situación legal de las mismas a lo largo del tiempo? ¿Y por qué sólo se pone la lupa en algunas naciones?


De todas formas, las auténticas armas de destrucción masiva no son ni las nucleares, ni las químicas, ni las biológicas, sino las convencionales, como las de fuego, que matan cada año a decenas o cientos de miles de personas en todo el mundo. Y esas armas nadie las prohíbe.



Inicio de la película El señor de la guerra (2005), de Andrew Niccol


Más información:

-Manrique García, José Mª y Molina Franco, Lucas, “Guerra química en España, 1921-1945” (Galland Books, 2012).







9 comentarios:

  1. Artículo muy interesante, pero creo que pecas de autojustificativo y condescendiente. "la atención se centra sólo en algunas naciones", le preguntas a la gente, no sólo de España sino de toda Europa que qué países han utilizado armamento químico contra civiles, y a prácticamente nadie se le pasa por la cabeza España. Que se plantee este tema me parece interesante, ya que aquí somos muy poco conscientes de las barbaridades coloniales que hicimos, siempre nos parece que fueron 'los otros' los que violaban, arrasaban y saqueaban (Francia, Inglaterra etc.) mientras los españoles eran todos nobles y honorables... va siendo hora de enterrar ciertas leyendas.

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    1. Este tema era prácticamente desconocido hasta que hace diez años un partido político -Esquerra Republicana- exigió que España pidiera perdón por haber usado armas químicas contra los rifeños (http://elpais.com/diario/2005/07/03/catalunya/1120352849_850215.html). Lo bueno, como tú dices, es que el asunto salió a la luz, porque efectivamente ocurrió así. Lo malo es que resulta absurdo que se le exija a España pedir perdón por aquello, por varios motivos. En primer lugar, y en contra de lo que se viene diciendo, España no fue el primer país en utilizar armas químicas de forma indiscriminada: ya lo habían hecho antes los británicos y los bolcheviques. En segundo lugar, no tiene sentido pedir perdón a las autoridades marroquíes cuando las propias autoridades marroquíes esas llevaron a cabo también masacres indiscriminadas contra los rifeños tres décadas después de la Guerra del Rif. Y utilizando armas químicas igualmente. Sin olvidar a Francia, un país que colaboró de forma entusiasta en masacrar a los rifeños tanto apoyando a los españoles como a los marroquíes, y al que nadie le pide cuentas por ello. Es más, los contendientes de la Primera Guerra Mundial no tenían mucho cuidado de que las armas químicas que emplearon de forma masiva no afectaran a los civiles de la zona. De hecho, esos gases afectaron a cientos de miles de civiles (http://en.wikipedia.org/wiki/Chemical_weapons_in_World_War_I#Civilian_casualties).

      El crimen de España no fue emplear unas armas químicas que aún no estaban prohibidas por el Protocolo de Ginebra, sino masacrar a civiles. Y diría que en eso de masacrar a civiles la lista de países que tendrían que pedir perdón sería larguísima. Por lo demás, la Guerra del Rif fue una triste y vergonzosa aventura colonial que jamás tendría que haberse producido. Como tantas otras, claro.

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    2. Por otro lado, y como pone arriba, bastante más peligrosas que las armas químicas son las nucleares, y a pesar de eso hay algunos países que tienen patente de corso para disponer de ellas. Y para terminar, las armas que más gente matan en todo el mundo cada año son las convencionales, cuyos principales productores y traficantes son Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia, es decir, los países vencedores de la Segunda Guerra Mundial. Es decir, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU. Los países que controlan el mundo, vaya.

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    3. Gran artículo. Como rifeño, he de decir que pedir perdón (a los muertos?) no sirve para nada y menos si es a las autoridades. Por otra parte, que Francia también haya cometido crímenes no exime a España de los suyos. Por último, nadie pide cuentas a Francia por sus estrechas relaciones con Marruecos, por eso de los compromisos.

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    4. Efectivamente, un crimen no anula otro crimen. Pero, como se suele decir, o follamos todos o la puta al río. Es decir, que poner el punto de mira en algunos países y en otros no, aunque hayan hecho lo mismo, o algo aun peor, tiene mucho de hipócrita. Sumamente hipócrita es el hecho de que las autoridades marroquíes le pidan cuentas a España por este asunto cuando ellas mismas, junto a las francesas, tendrían mucho que explicar acerca de lo que ocurrió en el Rif a finales de los años cincuenta. Es lo que pasa cuando tratamos de revestir de ética algo que no es más que un juego de relaciones internacionales, como bien apuntas.

      Un saludo.

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  2. Soy rifeño mi familia murio la mayoria de cancer

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  3. españa es pais como marruecos toros cabras camellos cerdos son

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  4. La mayoria de mi familia también murió de cancer y no vivió en el rif

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