miércoles, 24 de septiembre de 2014

Caridad




No falla: cada vez que una chica rompe conmigo -cosa que por desgracia ocurre con frecuencia, y siempre de improviso, al menos para mí- me deja la cocina llena de comida. En la nevera, en el congelador, en los armarios... Frutas, verduras, carne, pescado, platos preparados... Tengo que decir que mis sucesivas parejas habitualmente han sido buenas cocineras. Una suerte, dadas mis carencias en las artes culinarias.

Es como si me dijeran: quizá te mueras, pero que sea de aflicción, no de inanición.

No deja de ser un detalle, casi maternal. Lo que parecen ignorar es que esto del mal de amores quita las ganas de comer que no veas.


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