jueves, 24 de octubre de 2013

Deseo concedido




Justo Enmedio era una de esas personas que procuran ponerse delante de la puerta del vagón del metro cuando éste llega a la parada, entorpeciendo todo lo posible el paso de los demás viajeros. Como se sentía superior al resto de la humanidad, permanecía impasible ante los ruegos y miradas de reproche de quienes querían bajar o subir al tren y apenas podían por estar él estorbando. "Perdone, ¿me deja pasar?", escuchaba una y otra vez mientras, sin moverse ni un milímetro, pensaba que si esa chusma quería pasar sería por encima de su cadáver.
Cuando esperaba la llegada del metro, se colocaba siempre lo más cerca que podía de las vías, casi en el borde del andén, para que le resultara más fácil su pertinaz tarea obstructiva. Lo tenía todo calculado. Todo salvo que aquel día coincidió en el mismo lugar con una señora que se comportaba de forma similar a él aunque de un modo más violento. El afán de aquella mujer, que atendía al nombre de Becerra Empellón y que por su edad podía ser la madre de Justo, era entrar siempre la primera nada más se abriera la puerta del vagón y así poder ocupar un asiento antes que nadie. Para lograr su propósito, no dudaba en embestir como un miura desbocado a todo el que se le pusiera por delante.
La casualidad quiso que Becerra apareciera en el andén en el momento en que el metro entraba en la estación, y que Justo estuviera exactamente en el punto al que ella se dirigía. La mujer avanzó con paso firme y veloz, apartando a todo el mundo a empujones. Ni frenó ella a tiempo, ni pudo hacerlo el conductor: Justo cayó a la vía y le pasó por encima el metro con toda la chusma dentro.

sábado, 12 de octubre de 2013

El dolor es más fuerte que la risa




Ayer me caí aparatosamente de culo en el trabajo cuando iba a hacer una radiografía a un paciente que había acudido de urgencia por un fuerte dolor de muelas. Mientras mis compañeras se partían de risa por el numerito, el paciente, sentado a mi lado, no movía ni un músculo.